Bitácora

Escasez de insultables

José Rodríguez Elizondo


Lo siento, pero el Presidente Hugo Chávez hace noticia cada pocos días y eso tienta a comentarlo con frecuencia. Su penúltima novedad fue el protectorado que le impuso a Evo Morales. La última es que se le están acabando los insultables.

En efecto, ya terminó ese período en que el líder venezolano se autoconcedía tribuna para basurear a sus colegas y altos cargos internacionales del hemisferio. Tras haberlo hecho con demasiados, acabó patinando en ese lodazal donde van los que creen que no se les responde porque son indiscutibles. Es decir, el lugar donde empiezan los costalazos.

Notablemente, salvo el caso excepcional de su empate insultivo con Alan García, los cocachos de vuelta no vinieron de la región, sino de la Unión Europea. El primero, como todos saben, se lo propinó su “viejo amigo” (sic) el rey de España y tuvo la forma de un tapabocas. Inolvidable cara puso Chávez cuando Su Majestad lo mandó a callar, mientras sus colegas sonreían sin que se notara.

Su penúltimo porrazo corrió por cuenta de otro europeo (europea, más exactamente). Fue la canciller alemana Angela Merkel, quien lo declararó poco representativo de América Latina. Chávez, sorprendidísimo por no ser reconocido como un par de Andrés Bello, sacó su insultadera y la acusó de ser heredera directa de Hitler. Lula, caballeroso, quiso proteger a la dama, pero ésta lo detuvo al toque: “puedo defenderme sola” dijo secamente… y dejó seco al insultador.

El último patadón se lo propinó él mismo cuando, temiendo que los líderes sudacas se le pusieran respondones por contagio, bajó de nivel y arremetió contra un simple jefe de servicio. Sucedió antes de la cumbre limeña, con motivo del peritaje de la Interpol sobre los computadores del difunto guerrillero FARC Raúl Reyes. Como esa organización multipolicial declaró que los acusatorios aparatos no habían sido manipulados, Chávez se lanzó a la yugular de Arturo Herrera, su presidente temporal y jefe de los detectives de Chile. Según información sin fuente, dijo que éste silenció una complicidad en un caso de violación de derechos humanos, en el Chile de hace un cuarto de siglo.

¿Quiso decir que los computadores mentían, porque un joven detective chileno no se atrevió a enfrentar a Pinochet en 1978? ¿Quiso negar sus relaciones con las FARC, porque la presidencia temporal de la Interpol correspondía a ese mismo chileno, ahora mayorcito?

Inútil es elaborar sobre sus dichos, pues otra de las características de Chávez es que se rinde en blando, cuando sus desaguisados son demasiado evidentes. Así, resulta que no era nazi la señora Merkel, pues lo saludó cordialmente en Lima e incluso lo invitó a Alemania. Antes ya había sugerido que a Michelle Bachelet no le importó que le reventara la cumbre iberoamericana de Santiago, porque “es una gran amiga” y lo saludó con un besito.

En esto, Chavez hace recordar a esos pugilistas que, al primer mamporro duro que reciben, van al clinch y hacen muecas de “no hay dolor” o fingen payaseos. Mientras escribo estas líneas llega la noticia de que, ante la protesta diplomática del gobierno de Chile en el caso Herrera, dijo que había sido mal informado…. Ergo, si se encuentra con el jefe policial, ahora lo abraza.

Incidentalmente, es un pésimo pronóstico para los más modestos funcionarios públicos de nuestra región. Según esta experiencia, sólo queda como insultable, a disposición de Chávez, el personal de servicios menores.


Publicado en La Republica el 27 de mayo 2008.
José Rodríguez Elizondo
| Miércoles, 28 de Mayo 2008
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