Sebastián Labra
José Rodríguez Elizondo es un tipo que tiene vasta trayectoria como analista internacional. Su penúltimo libro, “Las crisis vecinales de Ricardo Lagos” (2006), sacó “rabietas infartantes” en varios sectores políticos. Su currículo lo puede encasillar como peso pesado intelectual por ser abogado, analista internacional, periodista, diplomático y ex Fiscal de la Corfo.
Sin embargo, es liviano como una pluma, pero profundo como un pozo al hablar de narrativa, además de poseer una gran veta de dibujante donde la picardía nace por los trazos. Y el libro “Su primer desnudo”, lanzado hace poco por la Editorial radio Universidad de Chile, lo comprueba.
A través de sus 16 cuentos se desprende una fórmula, en la que los protagonistas de cada paraje se encuentran frente a una solución que a la vez es su problema. Además de desarrollar temáticas de la vida cotidiana mezcladas con la política, el periodismo y su humor característico.
Para Rodríguez Elizondo implicó un trabajo paulatino en diversas etapas de su vida: “Los cuentos se escriben, al menos en mi caso, a lo largo de los años. Aquí hay uno que nació en 1969, cuando secuestraron un avión LAN para conducirlo a La Habana y yo iba de pasajero. ‘Los pobres Panchos’ se me implantó en el útero literario durante mi exilio en Alemania Oriental”.
El último chiste
En el cuento “La suertecita” podemos ver a un sujeto preso de la mala suerte hasta que gana un concurso y se va de viaje a las peores vacaciones de su vida. Por otro lado nos encontramos con “¿Cacháy?”, que hace mofa de la obligación de adaptarse al lenguaje de un país extraño e igual no encajar. Aventuras que contienen toques sutiles de humor que se desentrañan en la lectura.
Al respecto, el escritor y analista tiene muy claro cual es el rol de este componente. “El humor es un factor de calidad en cualquier vida inteligente. Si la literatura quiere reflejar la vida, debe dar cuenta de ello. Como los tontos graves ignoran el humor, creen que el éxito depende de la solemnidad con que se tomen a sí mismos y prohíben reírse. Por eso, suelen ser malos escritores”.
“Disfruto recreando a mis amigos en la ficción, como sucedió con ese genio olvidado que fue Carlos Cornejo, inventor del cómic ‘Lolita’” cuenta Rodríguez, al recordar alguno de los personajes y las caras que deben haber puesto los aludidos. Su coartada: “En la literatura nada se hace con total conciencia. Siempre hay un factor mágico que se cuela en los textos, desde la concepción hasta la ultima corrección”.
Reseña publicada en La Nación el 12 de enero de 2007.