Bitácora

El guión de García para la nueva crisis con Chile

José Rodríguez Elizondo


En su entrevista para La Tercera del 30 de agosto pasado, Alan García mostró a los chilenos parte del guión que vendría: él retiraba su apuesta por las “cuerdas separadas” -esa coexistencia entre el pleito fronterizo y una buena relación general-, asumía la necesidad nacionalista de potenciar a su país y comprendía que Michelle Bachelet dejara de sonreirle.

Ahí deslizaba, sutil, que nuestra Presidenta había preferido bailar en la cornisa del riesgo, por no querer negociar “una variación del ángulo que matara el tema para siempre”. Aludía, seguro, a una reunión en La Moneda, días antes de asumir su segundo gobierno, en la cual le habría planteado la idea de congelar la demanda.

Terminaba, así, la primera etapa de la estrategia peruana, marcada por la judicialización del conflicto y comenzaba otra, marcada por el énfasis en los componentes militar y comunicacional. Lo primero, para reducir la brecha de la superioridad estratégica chilena. Lo segundo, para instalar la idea de que dicha superioridad no servía para “administrar la paz”, como decía el general Oscar Izurieta, comandante en jefe del Ejército chileno, sino para reincidir en el “expansionismo” histórico.

El factor militar

El nuevo guión de García está en plena ejecución. Mientras en Chile se debate la abolición del “canon del cobre”, él ya envió al Congreso un proyecto de ley que establece el “canon minero” para potenciar a sus FF.AA. En simultáneas, acusa a Chile y Bolivia de tener un “pacto bajo la mesa”, denuncia en todos los foros la “carrera armamentista” y pide la suscripción de un “pacto de no agresión”. A nivel regional, se entiende que los últimos versos calzan perfecto para Hugo Chávez, pero que su dirección real apunta a La Moneda.

La hipótesis de trabajo de quienes están asesorando –o presionando- a García, es que Chile desconocerá, FF.AA mediante, un eventual fallo desfavorable. En Lima incluso circulan textos de política ficción según los cuales, en ese caso, una coalición chileno-boliviana-ecuatoriana invade el Perú y se lo reparte. Se trata de hipótesis y narrativas gratuitas pues, hasta el momento, las señales chilenas van en sentido contrario. La última y rotunda, del Almirante Edmundo González, comandante en jefe de la Armada, dice que, aunque Chile no tiene nada que ganar en el pleito “aceptó ir a La Haya y acatará su fallo”

En ese marco de crispación, la coyuntura tibia muestra la protesta peruana por la hipótesis original de la reciente Operación Salitre, coordinada por la FACH. La coyuntura caliente muestra la detención del suboficial aéreo, peruano, Víctor Ariza y sus eventuales cómplices, acusados de espiar para Chile y –en paralelo- la indignada sorpresa por los inteligentísimos misiles Amraam, que la FACH está comprando en los EE.UU. Dramatizando la situación, García, renunció a reunirse con Bachelet en la cumbre de APEC, en Singapur y retornó a Lima, mientras llamaba a informar a su embajador en Chile, Carlos Pareja, para expresar su molestia de manera formal.

Victoria sin guerra

Una inmejorable explicación pública de este clima está en un artículo del prestigiado embajador Oswaldo de Rivero, publicado en El Comercio del 17 de agosto. Allí se plantea a) que “no debemos aceptar resignados la hegemonía militar de Chile”, b) que se requiere “una política de Estado para devolver al Perú el poder militar que tenía” y c) que “sin armas de nueva generación, no tendremos capacidad para negociarle a Chile su hegemonía en el Pacífico así ganemos en La Haya”.

Lo más notable es que la motivación del articulista excede, incluso, la hipótesis de un Perú ganancioso y un Chile respetuoso del fallo. Su tesis, demostrativa de la profundidad histórica del antagonismo, es que “sin este poder militar moderno tampoco podremos evitar un conflicto armado con Chile, porque nada nos acerca más a ello que nuestra propia debilidad”.

Todo esto ratifica que el conflicto marítimo nunca fue por el abstracto imperio del Derecho, sino por la concreta hegemonía en el Pacífico Sur. En el fondo, García está asumiendo lo que el estratego británico Liddell Hart conceptualizara como “estrategia de aproximación indirecta”. Ha comenzado a maniobrar para establecer una superioridad sin guerra… en la medida de lo posible.

Política temeraria

Lo notable es que, en su origen, la pretensión peruana evitaba el curso de colisión inherente a una demanda jurisdiccional con objetivos fronterizos. El almirante Guillerno Faura, en su obra El mar peruano y sus límites, de 1977, sólo planteaba una negociación amistosa entre los dictadores de Chile y el Perú. De ahí la paradoja de que la escalada hacia lo innombrable se haya iniciado bajo el gobierno democrático de Alejandro Toledo y haya continuado bajo el del aprista García.

La segunda paradoja es que las dificultades “no jurídicas” de la estrategia peruana hoy son mayores que las que se daban durante el primer gobierno de García. Este pudo tirarle los bigotes a Pinochet, con su planteo reivindicatorio de 1986, a favor del aislamiento casi total de Chile. Hoy, el nuestro es un país que ha vuelto por sus fueros institucionalistas y, aunque su gente no luzca demasiado simpática en las encuestas, disfruta de un amplio respeto a escala global. El propio García lo considera como el modelo de desarrollo que debe seguir el Perú.

Por lo demás, tampoco el Perú de hoy es el mismo de ayer, estratégicamente hablando. Ecuador –país contra el cual combatió en la guerra del Cenepa de 1995-, es co-firmante de los tratados que invoca Chile. La Venezuela de Hugo Chávez es tan hostil al Perú de García, que hasta cultiva candidatos peruanos para sucederlo. Además, están los encontronazos del gobierno peruano con el gobierno boliviano de Evo Morales, quien resiente la demanda en La Haya como una agresión en carne propia. Cabe recordar que Bolivia, junto con Ecuador, forma parte de la alianza política regional levantada por Chávez. Tampoco debe olvidarse que en Colombia operan las infiltrables FARC, con buenas relaciones con Chávez y sus gobiernos amigos.

Por todo lo señalado, chilenos y peruanos estamos viviendo tiempos particularmente delicados. El histórico general peruano Edgardo Mercado Jarrín así lo reconoció cuando, entrevistado por este autor, dijo que “vivimos uno de los momentos más críticos de la relación, desde la guerra de 1879”.


Publicado en La Tercera el 15.11.09
José Rodríguez Elizondo
| Lunes, 16 de Noviembre 2009
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