Bitácora

El Fantasma del Aislamiento

José Rodríguez Elizondo

José Rodríguez Elizondo en el difícil momento de las relaciones con Chile y el vector boliviano en el triángulo. Entrevista de Enrique Chávez en la revista peruana Caretas.



Como casi todos los años, José Rodríguez Elizondo volvió a pasar por Lima porque “los amigos también hay que regarlos”. También realizó entrevistas con miras a su próximo libro que tratará la historia de la delimitación marítima entre su país, Chile, y el Perú.

La demanda peruana presentada recientemente en la Corte Internacional de La Haya motivó que Rodríguez Elizondo viera sus opiniones sobre la materia envueltas en controversia. De hecho, en los altos mandos de la Cancillería peruana se considera que su hipótesis descrita más abajo envía a Bolivia el siguiente mensaje: “el Perú bloquea nuestro entendimiento con Chile”. Para la línea imperante en Torre Tagle, este último es el país que siempre imposibilitará la salida al mar del vecino altiplánico. Rodríguez Elizondo defiende, en cambio, su opción de “trilateralismo compartido”.

Este conocedor del Perú que vivió aquí exiliado varios años y trabajó en la redacción de CARETAS acaba de coeditar el libro “¿Qué pasa en América Latina?: Realidad y política económica de nuestra región”, que es una compilación de conferencias de personajes chilenos que participaron en un reciente diplomado. Rodríguez Elizondo incluyó un ensayo sobre el estado de las relaciones vecinales en su país y ese fue el pie de la siguiente conversación.


–En la conferencia del ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea, Oswaldo Sarabia, me llamó la atención que considere imposible la seguridad compartida en la región.

Es la amistad bilateral o multilateral lo que se está tratando de conseguir. El Tratado de 1929 plantea en una cláusula una opción de paz y mi amigo Juan Miguel Bákula dice que no la hemos ejercido. Yo digo que lo que hemos tenido es una opción de paz, pero fría. Si somos realmente valientes tenemos que ir a una opción de amistad. Cuando la ejerzamos estaremos en condiciones de hablar de seguridad compartida. Con Argentina estamos llegando a ese nivel. Tenemos unidades armadas de acción conjunta internacional y una serie de actividades que demuestran una gran confianza política: buques argentinos que se reparan en astilleros chilenos, cadetes que viajan a la escuela de Esmeralda.

–¿Es correcto afirmar que Bachelet no ejerció grandes cambios a la política exterior de Lagos que usted criticó?

Es un realismo decepcionado. Durante los gobiernos de Toledo y Lagos las relaciones se deterioraron de una manera muy fuerte, hasta la delimitación marítima, según la visión peruana, y redelimitación marítima, según mi visión. La demanda de un Estado contra otro Estado es un asunto muy grave. No es un reclamo de cobranza de cheques. El tema se planteó en el primer gobierno de García como un proyecto de negociación. El pecado de Pinochet fue haberlo dejado en el aire. Por lo tanto, en el Perú se asumió como un tema pendiente. La negociación no es lo que uno quiere, es lo que quieren ambos. Pasaron varios años y la relación Lagos-Toledo se emponzoña definitivamente con la ley de bases marítimas. Allí se acabó la posibilidad de negociar. García llega al poder por segunda vez y se encuentra con que ya no puede plantear una propuesta de negociación.

-Pero García comienza su segundo mandato y manda esa ley al desván para plantear en cambio una relación franca y abierta con Chile. En el libro reconoce que Bachelet no aprovechó esa rama de olivo como se debía. Fue la ley Arica-Parinacota lo que arruinó la situación.

Hay dos cosas. Primero, AGP llega con esta rama de olivo predicando el cariño y la amistad. Pero García está acosado por el nacionalismo belicista de Humala y por una nueva variante representada por Carlos Ferrero y Manuel Rodríguez que quieren ejercer la demanda.

–¿Lo último no tiene mucho que ver con la penetración económica chilena en el Perú?

Mucho que ver porque en el fondo Carlos es un leninista. Está en el libro El imperialismo, etapa superior del capitalismo. Mira a los chilenos como imperialistas en el sentido de Lenin. Se lo he dicho. Alan García está presionado y manda una señal que tuvo que ser agarrada al toque por Michelle Bachelet. Ella no tiene la experiencia de García y esto sucede al comienzo de los mandatos de los dos. García llega con un período presidencial encima, una sabiduría renovadora y autorectificante. Pero se producen errores de lado y lado.

Yo tengo una tesis de fondo: siempre está el factor boliviano catalizando los momentos de malas relaciones. Si tú tomas los peores momentos de la relación Chile-Perú, siempre han estado de por medio las relaciones con Bolivia. Esto abona a una tesis que yo tengo. No las FFAA ni la Cancillería, como han querido decir algunos amigos. Para que Chile y Perú marchen como deben tiene que haber medidas de confianza. Que no solo son la entrega de libros y ni siquiera la eventual devolución del Huáscar. Medida de confianza se llama política común de Chile y Perú con respecto a Bolivia. No es un triángulo equilátero, es un trilateralismo diferenciado. Esta tesis me ha traído incomprensiones porque hay quienes se preguntan de dónde viene. Pero los académicos también tenemos derecho a formularlas.

–Esa triple relación está hoy marcada por la crisis energética chilena. Habla de la necesidad de “desgasificar” las relaciones.

Para Chile la penuria energética tiene un peso estratégico. No es solo que no pueda garantizar mi ducha caliente todas las mañanas. Se trata de que la economía del país depende de la energía. Estamos en una situación que es aprovechada desde el punto de vista estratégico y militar. El ex presidente boliviano Carlos Mesa dijo, bueno, señores de Argentina, les vendo todo el gas que ustedes quieran si no le venden una sola molécula a Chile. Es la mentalidad de bloqueo, que es una medida parabélica. Pero si lo tomas desde el punto de vista de la economía de mercado que queremos desarrollar, ¿por qué no venderle gas a Chile? Allí tienen un cliente cercano que les da una seguridad de pago y la posibilidad de buenos precios. En Chile hay quienes dicen, si no nos quieren vender los peruanos compramos en Indonesia. Lo cual es freudiano.

–Pero Argentina tiene vacíos los gasoductos hacia Chile. En Bolivia y Perú también hay resistencia. ¿Cuánta responsabilidad de esto le compete a su país?

–Ese es un tema fascinante: el fantasma del aislamiento. Yo creo que con Alan García se iba a romper por primera vez esta sensación. Él entendía un poco mejor la psicología de los chilenos. Somos un país altivo. Altanero, dicen otros. En sus crónicas Luis Alberto Sánchez dice que los chilenos pueden pelear mucho entre ellos pero cuando se trata del país son terriblemente patriotas.

–En su ensayo narra cómo el embajador Hernán Couturier fue a Bolivia con el objetivo de desmontar la zona económica exclusiva que Lagos ofrecía entonces a ese país. Para usted, Alejandro Toledo empujó a Bolivia a un “maximalismo sin sentido”. ¿La relación se salió de las manos?

A los dos. Creo que Toledo y Lagos manejaron muy mal la situación. Lagos perseveró en pensar que podía tener una gran relación con Bolivia manteniendo al margen al Perú. Entonces se elaboró este sistema de la Zona Económica Exclusiva (ZEE). No puede haber una relación directa Chile-Bolivia que no hiera la susceptibilidad del Perú. Bolivia fue producto de una maniobra geopolítica de Bolívar y Sucre. Siempre habrá un cordón umbilical. Por eso insisto en el trilateralismo diferenciado. Ahí estuvo el error de Lagos. Y es por eso Couturier fue obedeciendo instrucciones de Torre Tagle para deshacer la idea de la ZEE y ofreció el gasoducto a los bolivianos incluso con un hipotético subsidio peruano porque los costos eran mayores. Y los bolivianos se quedaron sin ZEE y sin gasoducto.

–A pesar de todo, Perú y Chile deberían estar más cerca por la naturaleza política de sus gobiernos. ¿Cuánto se puede salvar a estas alturas?

García es un doctrinario aprista que se encuentra en Chile con una socialista y puede pasar a la historia como el presidente que deja en su peor momento las relaciones peruano-chilenas. Esto me sirve para decir una cosa muy heterodoxa: si hubiera mejor diplomacia en los dos países no llegaríamos a esta situación, en la que un juez de La Haya nos va a decir a dos Estados supuestamente maduros lo que debemos hacer.

–¿Las cancillerías se quedaron cortas?

–Están resignadas a la fatalidad. Por muchas cuerdas separadas que haya. Otro punto: ¿qué va a pasar después del fallo? La mala relación va a seguir igual o peor. Desde el punto de vista jurídico, Chile no tiene nada que ganar. Si pierde un litro de agua va a haber descontento. Si pierde Perú va a quedar igual que antes, es decir, con la sensación de que le ha sido escamoteada una posición vital. Después de La Haya se va a alejar más la opción de amistad.

–¿Y cómo evalúa la relación entre los dos actuales cancilleres?

Creo que Joselo García Belaunde es un hijo muy ortodoxo de Torre Tagle. Es un discípulo de Carlos García Bedoya, de quien no podría decir que era antichileno.

–¿Qué papel jugó Foxley?

Es un tipo un poco incomprendido porque habla poco. Pero es uno de los chilenos más inteligentes en política. Es brillante. Ya pasó el período de aprendizaje de todo canciller que no ha pertenecido al aparato. Tengo una gran admiración por él y debería conocerse mejor con Joselo.

–Parece que en los momentos de crisis Foxley no es muy comunicativo.

–Tal vez porque Foxley es muy británico y Joselo muy limeño. Si hay una distancia grande entre Londres y Lima, se aventó ahí. (Enrique Chávez)


Entrevista publicada en la revista Caretas el 24 de julio de 2008.
Descargar original
José Rodríguez Elizondo
| Jueves, 24 de Julio 2008
| Comentarios