MIÉRCOLES 15 DE ENERO DEL 2014 | 18:07
"Si límite queda como estaba, Perú solo pierde una expectativa"
Debe haber "voluntad política bilateral" para implementar fallo de La Haya, dice intelectual chileno José Rodríguez Elizondo
ROGER ZUZUNAGA
Santiago de Chile. En diálogo con El Comercio, realizado el mes pasado, el ex diplomático, periodista, abogado y especialista en las relaciones bilaterales entre Chile y el Perú, José Rodríguez Elizondo, analiza el escenario que se viene luego de que se conozca el fallo de La Haya sobre el conflicto marítimo entre ambos países.
¿Qué viene para el Perú y Chile luego de que se conozca el fallo de La Haya. Se solucionará el problema marítimo?
Para quienes creen que el tema es “estrictamente jurídico”, la cosa es sencillísima: la teoría general del derecho dice que los fallos se cumplen y el problema se acaba. Para quienes pensamos que tras la cobertura jurídica siempre hubo un problema de poder, el cumplimiento del fallo debe ser parte de una voluntad política bilateral, en cualesquiera de sus posibles variantes. En esa voluntad política debe estar el compromiso de terminar de una buena vez con los conflictos de frontera, para poder volcarnos al desarrollo. Y no importa que esto ya se haya dicho en 1999, cuando los gobiernos de Chile y el Perú aprobaron el Acta de Ejecución de los temas pendientes del tratado de 1929. En política exterior las confirmaciones son parte del juego.
¿Es sincera la buena disposición para acatar el fallo que han manifestado ambos gobiernos?
Los gobiernos siempre son sinceros, hasta que las circunstancias los obligan a cambiar de opinión.
¿Hay margen para que se presente un escenario parecido al de Colombia, que no está cumpliendo el fallo a favor de Nicaragua?
Esta es una pregunta para los jueces. Si ponen demasiada imaginación en su fallo, pueden crear escenarios que escapen a todas las previsiones vigentes, levantando un eventual tsunami político. Es lo que pasó, precisamente, en el caso que usted cita.
¿Cree que ir al tribunal de La Haya fue la mejor decisión?
Fue una mala decisión y lo he fundamentado en libros, artículos de prensa y papers académicos. En síntesis, cuando los abogados desalojan a los negociadores, contribuyen a que los guerreros se asomen al pleito. La negociación política es de la esencia de la diplomacia y por algo el artículo 33 de la Carta de la ONU la menciona como la primera medida de solución pacífica de controversias, relegando la solución judicial al penúltimo lugar.
¿Si el resultado es contra el Perú, el país no perderá nada pues en este momento ese mar no lo tiene como suyo, pero si es en contra de Chile sí habrá una gran pérdida. La ciudadanía chilena está preparada para este segundo escenario. Qué nivel de importancia tiene para el ciudadano común chileno el litigio en La Haya?
Nunca se está preparado para perder cosas, atributos o expectativas importantes. Es cierto que, en términos físicos, basta con que Chile pierda un litro de mar para que disminuya su soberanía marítima. También es cierto que, si queda como estaba, el Perú solo perdería una expectativa. Pero la realidad ha ido complejizando esas percepciones y hoy podemos entender, chilenos y peruanos, una vieja máxima de la diplomacia: a veces no es bueno ganar o perder por paliza. Por ejemplo, el Perú perdió la soberanía plena sobre Tiwinza tras la guerra del Cenepa, pero lo que ganó, en términos de buena relación con Ecuador, compensa con creces la cesión de ese enclave. Al menos es lo que yo creo.
Usted le dijo hace poco a la periodista Cecilia Valenzuela que antes de La Haya estábamos camino a una colisión. ¿De qué tipo: bélica, rompimiento de relaciones?
Se lo dije a Cecilia en su programa y también está en mis textos previos. Es un tema muy delicado, pues las hipótesis de colisión nunca son comprobables a priori. Se debaten en círculos herméticos y con acopio de desinformación. En algunos casos la gente solo se da cuenta cuando la colisión se produce, como en la guerra de las Malvinas. Pero un analista puede detectar un curso de colisión si sabe decodificar la información abierta y personal y se atreve a publicar sus resultados, para encender luces rojas. Es decir, para contribuir a que la colisión no se produzca. Es lo que hice cuando crucé todos los datos disponibles, a partir del libro del Almirante Guillermo Faura, de 1977, tan importante por el contexto en que se escribió. Además, entre esos datos estaba una larga conversación que tuve en el 2008 con el general Edgardo Mercado Jarrín, un grande y respetado amigo, en la cual me advirtió, textualmente, “vivimos uno de los momentos más críticos de la relación desde la guerra de 1879”. Agrego que nadie me acusó de alarmista cuando expuse mis razones.
¿Pero ello sería una locura para el Perú. El potencial bélico de Chile es inmensamente superior?
En cuanto al potencial de las panoplias, primero, no es necesario que sean equivalentes para que lo innombrable se produzca; segundo, el potencial estratégico de los países puede cambiar, dramáticamente, en el período que precede a la colisión.
¿Cuál debe ser la nueva agenda pos fallo?
La que corresponde a dos países que, además de vecinos, son complementarios en cantidad de aspectos y pertenecen a la Alianza del Pacífico. Debe ser una agenda integracionista de alta intensidad que nos potencie en los grandes mercados. Como ítem imprescindible, yo agregaría la disposición a levantar una política común hacia Bolivia, que interese a este tercer vecino e impida que su histórico objetivo ariqueño siga perjudicando la relación chileno-peruana.
¿Tiene futuro el reclamo que ha planteado Bolivia de una salida al mar por Chile?
Creo que el Perú logró construir un caso jurídico que a muchos parece plausible. Pero Bolivia solo está imitando la externalidad del gesto peruano, pues el contenido de su demanda tiene poco que ver con el derecho internacional. Pedirle a un organismo de la ONU, como es la corte de la Haya, que obligue a Chile a negociar para cederle un espacio soberano y agregar que eso no se relaciona con el tratado de límites de 1904, es una audacia política… o un tema para el Consejo de Seguridad. A mayor abundamiento, como esa cesión debiera pasar por Arica, también afectaría los derechos del Perú en el tratado de 1929 y su protocolo complementario. Es decir, afectaría dos tratados a la vez. Por eso, me parece asombroso que la corte no tenga un mecanismo que le permita rechazar de oficio las demandas que atentan contra el sistema de tratados limítrofes, que está en la base del sistema de la propia ONU.
¿Si la demanda de Bolivia no es admitida, hay margen para la negociación política? ¿La Paz dice que la agenda planteada con Bachelet no se cumplió. Es posible retomar dicha agenda?
Ya lo he dicho. Hay que negociar siempre. Pero para que una negociación con Bolivia sea eficiente, Chile y el Perú deben ponerse previamente de acuerdo en los márgenes de cesión, a partir de una pregunta estratégica: ¿es sostenible hoy y hasta qué punto, el sistema de exclusión de Bolivia que pactamos en 1929? Creo que en las élites intelectuales bolivianas esto se está entendiendo mejor que antes.
"Si límite queda como estaba, Perú solo pierde una expectativa"
Debe haber "voluntad política bilateral" para implementar fallo de La Haya, dice intelectual chileno José Rodríguez Elizondo
ROGER ZUZUNAGA
Santiago de Chile. En diálogo con El Comercio, realizado el mes pasado, el ex diplomático, periodista, abogado y especialista en las relaciones bilaterales entre Chile y el Perú, José Rodríguez Elizondo, analiza el escenario que se viene luego de que se conozca el fallo de La Haya sobre el conflicto marítimo entre ambos países.
¿Qué viene para el Perú y Chile luego de que se conozca el fallo de La Haya. Se solucionará el problema marítimo?
Para quienes creen que el tema es “estrictamente jurídico”, la cosa es sencillísima: la teoría general del derecho dice que los fallos se cumplen y el problema se acaba. Para quienes pensamos que tras la cobertura jurídica siempre hubo un problema de poder, el cumplimiento del fallo debe ser parte de una voluntad política bilateral, en cualesquiera de sus posibles variantes. En esa voluntad política debe estar el compromiso de terminar de una buena vez con los conflictos de frontera, para poder volcarnos al desarrollo. Y no importa que esto ya se haya dicho en 1999, cuando los gobiernos de Chile y el Perú aprobaron el Acta de Ejecución de los temas pendientes del tratado de 1929. En política exterior las confirmaciones son parte del juego.
¿Es sincera la buena disposición para acatar el fallo que han manifestado ambos gobiernos?
Los gobiernos siempre son sinceros, hasta que las circunstancias los obligan a cambiar de opinión.
¿Hay margen para que se presente un escenario parecido al de Colombia, que no está cumpliendo el fallo a favor de Nicaragua?
Esta es una pregunta para los jueces. Si ponen demasiada imaginación en su fallo, pueden crear escenarios que escapen a todas las previsiones vigentes, levantando un eventual tsunami político. Es lo que pasó, precisamente, en el caso que usted cita.
¿Cree que ir al tribunal de La Haya fue la mejor decisión?
Fue una mala decisión y lo he fundamentado en libros, artículos de prensa y papers académicos. En síntesis, cuando los abogados desalojan a los negociadores, contribuyen a que los guerreros se asomen al pleito. La negociación política es de la esencia de la diplomacia y por algo el artículo 33 de la Carta de la ONU la menciona como la primera medida de solución pacífica de controversias, relegando la solución judicial al penúltimo lugar.
¿Si el resultado es contra el Perú, el país no perderá nada pues en este momento ese mar no lo tiene como suyo, pero si es en contra de Chile sí habrá una gran pérdida. La ciudadanía chilena está preparada para este segundo escenario. Qué nivel de importancia tiene para el ciudadano común chileno el litigio en La Haya?
Nunca se está preparado para perder cosas, atributos o expectativas importantes. Es cierto que, en términos físicos, basta con que Chile pierda un litro de mar para que disminuya su soberanía marítima. También es cierto que, si queda como estaba, el Perú solo perdería una expectativa. Pero la realidad ha ido complejizando esas percepciones y hoy podemos entender, chilenos y peruanos, una vieja máxima de la diplomacia: a veces no es bueno ganar o perder por paliza. Por ejemplo, el Perú perdió la soberanía plena sobre Tiwinza tras la guerra del Cenepa, pero lo que ganó, en términos de buena relación con Ecuador, compensa con creces la cesión de ese enclave. Al menos es lo que yo creo.
Usted le dijo hace poco a la periodista Cecilia Valenzuela que antes de La Haya estábamos camino a una colisión. ¿De qué tipo: bélica, rompimiento de relaciones?
Se lo dije a Cecilia en su programa y también está en mis textos previos. Es un tema muy delicado, pues las hipótesis de colisión nunca son comprobables a priori. Se debaten en círculos herméticos y con acopio de desinformación. En algunos casos la gente solo se da cuenta cuando la colisión se produce, como en la guerra de las Malvinas. Pero un analista puede detectar un curso de colisión si sabe decodificar la información abierta y personal y se atreve a publicar sus resultados, para encender luces rojas. Es decir, para contribuir a que la colisión no se produzca. Es lo que hice cuando crucé todos los datos disponibles, a partir del libro del Almirante Guillermo Faura, de 1977, tan importante por el contexto en que se escribió. Además, entre esos datos estaba una larga conversación que tuve en el 2008 con el general Edgardo Mercado Jarrín, un grande y respetado amigo, en la cual me advirtió, textualmente, “vivimos uno de los momentos más críticos de la relación desde la guerra de 1879”. Agrego que nadie me acusó de alarmista cuando expuse mis razones.
¿Pero ello sería una locura para el Perú. El potencial bélico de Chile es inmensamente superior?
En cuanto al potencial de las panoplias, primero, no es necesario que sean equivalentes para que lo innombrable se produzca; segundo, el potencial estratégico de los países puede cambiar, dramáticamente, en el período que precede a la colisión.
¿Cuál debe ser la nueva agenda pos fallo?
La que corresponde a dos países que, además de vecinos, son complementarios en cantidad de aspectos y pertenecen a la Alianza del Pacífico. Debe ser una agenda integracionista de alta intensidad que nos potencie en los grandes mercados. Como ítem imprescindible, yo agregaría la disposición a levantar una política común hacia Bolivia, que interese a este tercer vecino e impida que su histórico objetivo ariqueño siga perjudicando la relación chileno-peruana.
¿Tiene futuro el reclamo que ha planteado Bolivia de una salida al mar por Chile?
Creo que el Perú logró construir un caso jurídico que a muchos parece plausible. Pero Bolivia solo está imitando la externalidad del gesto peruano, pues el contenido de su demanda tiene poco que ver con el derecho internacional. Pedirle a un organismo de la ONU, como es la corte de la Haya, que obligue a Chile a negociar para cederle un espacio soberano y agregar que eso no se relaciona con el tratado de límites de 1904, es una audacia política… o un tema para el Consejo de Seguridad. A mayor abundamiento, como esa cesión debiera pasar por Arica, también afectaría los derechos del Perú en el tratado de 1929 y su protocolo complementario. Es decir, afectaría dos tratados a la vez. Por eso, me parece asombroso que la corte no tenga un mecanismo que le permita rechazar de oficio las demandas que atentan contra el sistema de tratados limítrofes, que está en la base del sistema de la propia ONU.
¿Si la demanda de Bolivia no es admitida, hay margen para la negociación política? ¿La Paz dice que la agenda planteada con Bachelet no se cumplió. Es posible retomar dicha agenda?
Ya lo he dicho. Hay que negociar siempre. Pero para que una negociación con Bolivia sea eficiente, Chile y el Perú deben ponerse previamente de acuerdo en los márgenes de cesión, a partir de una pregunta estratégica: ¿es sostenible hoy y hasta qué punto, el sistema de exclusión de Bolivia que pactamos en 1929? Creo que en las élites intelectuales bolivianas esto se está entendiendo mejor que antes.