Bitácora

Conversación en la cantina

José Rodríguez Elizondo


El tema del interlocutor político dudoso fue bien ilustrado por los publicistas de John F. Kennedy, durante su campaña presidencial contra Richard Nixon. Publicaron una foto patibularia de "Tricky Dicky" y preguntaron si alguien sería tan imprudente como para comprarle un automóvil usado.

El escritor peruano Mirko Lauer actualizó el tema, a propósito de Hugo Chávez: "no es el tipo con el cual uno discute en la cantina", sentenció. Desafortunadamente, más que una advertencia fue una verificación tardía. Se produjo con Chávez ya encaramado en un incordiante protagonismo regional, gracias a que los electores venezolanos lo asumieron como un outsider necesario y sus colegas presidentes lo subestimaron, para después acojonarse.

Esa verificación luce más clara luego del "por qué no te callas" del rey Juan Carlos y tras el referéndum de noviembre. Ambas situaciones revelaron a Chávez como pésimo encajador: se jactó de tener más votos que el Rey de España y mandó a la mierda a quienes no aceptaron constitucionalizarle una Presidencia Absoluta y posiblemente vitalicia. Luego, para recuperar rating, buscó desquitarse a costas del presidente colombiano Álvaro Uribe, por haberlo sacado de la mediación en el tema de los secuestrados de las FARC.

Uribe –es su pecado– había ofrecido ese rol a Chávez, a sabiendas de que las FARC están en su red de amigos clandestinos –gracias a Fidel Castro– y figuran en la lista de "organizaciones terroristas" de la Casa Blanca. Por lo mismo, cuando le retiró el encargo, no pudo evitar los daños causados por su propia imprudencia. El venezolano, que ya estaba interactuando con los altos mandos militares de Colombia, se autoerigió en rescatista por cuenta propia, apoyado en parientes de los rehenes, cineastas, representantes del gobierno de Francia y ex jefes de Estado, como Néstor Kirchner. Con esa base, pisoteó a Uribe y levantó la "Operación Emmanuel", cuyo guión copió del caso del niño Elián, el "balserito cubano".

Lo surrealista es que ese show mediático semifracasó porque Chávez cayó en su propia trampa, al negociar con un interlocutor poco fiable. En este caso, con Pedro Antonio Marín (a) Manuel Marulanda (a) "Tiro Fijo", líder vitalicio de las FARC. El casi nonagenario guerrillero le prometió un niño Emmanuel que no estaba en sus activos negros desde hacía dos años y así Uribe recibió en bandeja, servida por su principal enemigo interno, una revancha espectacular. El desastre para Chávez no fue total porque, fruto de las recriminaciones secretas que siguieron, Marulanda le entregó incondicionalmente dos secuestradas, que le salvaron media cara.

El balance anuncia tiempos de repliegue. De partida, Fidel Castro debe sentirse mal imitado, pues jamás actuó tan burdamente. Cuando ayudó a liberar rehenes, siempre puso por delante a un fusible respetable, como Gabriel García Márquez. Si en el caso del niño Elián actuó de frente, fue porque tenía un interlocutor más serio y confiable que Marulanda: el Poder Judicial de los Estados Unidos.

Además, Chávez debe sospechar que ya no podrá seguir disponiendo de aquellos jefes políticos que consideraba simpatizantes o deudores. Durante la Cumbre santiaguina, su "gran amiga" Michelle Bachelet se pasó al bando de los críticos, el ecuatoriano Rafael Correa dio muestras de independencia y Evo Morales se negó a jugarle el juego del "macaco menor". Cristina Kirchner y señor, por su parte, lucen como si le hubieran comprado un automóvil usado. Quizás comienzan a entender que el rescate chavista de la deuda externa argentina implica soportar chanzas pesadas, recibir maletines sospechosos y pagar peajes políticos inaceptables.

Mientras Lula sonríe, desde Brasilia, todo indica que la cantina será clausurada.


Publicado en La Republica el 15.1.08.
José Rodríguez Elizondo
| Jueves, 17 de Enero 2008
| Comentarios