Cuando hablo conmigo mismo suelo ser políticamente incorrecto y toco temas de los que no se habla. La penúltima vez fue a propósito del suboficial peruano de apellido Ariza, acusado de ser un espía pagado por Chile. Entonces, aunque no sabía nada del tema, me dije que nuestra réplica totalizante, según la cual “Chile no espía”, era un pelín surrealista. En este mundo todos espían y son espiados, comenzando por los países más distinguidos. Y nada hay más fascinante que un agente secreto, con excepción de una agente secreta. Esa vez estuve muy de acuerdo conmigo.
Estos últimos días he vuelto a mi diálogo interior, con motivo de los 13 soldados bolivianos, uniformados y armados, a cargo del teniente Zenteno, capturados en Chile por 6 carabineros. ¿Alguien puede creer, me dije, que se trataba de una unidad militar disciplinada, encargada de capturar contrabandistas de autos chilenos, a bordo de autos chilenos contrabandeados?
Ante mi negativa rotunda, me planteé una hipótesis alternativa: se trataba de Fuerzas Especiales, con la misión de hacer levantamientos topográficos, para catastrar los puntos vulnerables de la frontera. Algo similar, quizás, a lo que hiciera ese camión peruano con 19 efectivos dentro y un coronel tocayo de Alan García en la cabina, que llegó tocando el claxon a Chacalluta. en abril de 2008.
Tampoco puede ser, me repliqué. Esos militares peruanos llegaron en camión propio, sin armas y los 19 eran oficiales y suboficiales. Además fueron tan simpáticos, que el carabinero de turno les creyó el despiste invocado, les dio vía libre para el retorno y no les pasó siquiera un parte. Sólo a posteriori, un amigo muy militar me comentó que ese policía fue castigado, que los peruanos “en nada bueno andaban” y que esa pasada tuvo todo el aspecto de un ejercicio de Estado Mayor.
Quise mantener mi posición, diciéndome que los bolivianos devueltos fueron recibidos con fanfarria y honores militares en su regimiento, prueba de que algo notable hicieron por su patria. Pero debí replegarme ante una contrargumentación con peso icónico: eso fue sólo para parchar la imagen de soldados delincuentes, esposados por gendarmes y formalizados por la justicia. Tal imagen cayó como lluvia sobre mojado en el gobierno de Evo Morales, pues hacía recordar al mundo el caso del narcotraficante general René Sanabria.
Como todo eso me complicó el debate, fui en busca de la teoría y ésta me aportó unos datos interesantes. Por ejemplo, con los peruanos solemos tener un equilibrio estratégico oscilante. La última vez que la balanza se inclinó hacia ellos, en la época del general Juan Velasco Alvarado, estuvimos cerca de lo innombrable. Desde que está inclinada hacia Chile, existe una polémica asordinada, según la cual aquí administramos la paz y allá eso sería una petulancia inaceptable. Con Bolivia, por el contrario, existe una relación tan desigual, que no es factible un potenciamiento rápido hacia el equilibrio ni un planeamiento estratégico como el de Velasco Alvarado. Pero, como la sabiduría tradicional dice que “no hay enemigo chico”, nuestros estudiosos han venido descubriendo la teoría de la “amenaza asimétrica”.
¿Y qué es esa amenaza?
Según nuestro Libro de la Defensa Nacional, es una que se realiza mediante medios no homologables al poder del Estado desafiado. Sus ejecutores son militarmente más débiles, pero pueden producir daños graves, pues actúan inmersos en la sociedad y desde la impredectibilidad. Aquí expropio la exclamación ¡reflautas! a Condorito, pues capto que se trata de un concepto ómnibus. Comprende cualquier cosa que sea dañina para los amenazados, desde las intifadas y los mártires suicidas, del Medio Oriente, hasta la falsificación masiva de moneda nacional, el narcotráfico invasivo y ¿por qué no? el robo masivo y legalizado de un parque automotor fronterizo.
Quise chequear este descubrimiento con un amigo sabio, que venía llegando de La Paz. Su comentario se pasó de asertivo: “estás usando el celular más de 15 minutos al día”, me dijo. Para él, la cosa era mucho más sencilla y se reducía a un cuento de autos “chutos” (robados e indocumentados), que se reducen en los mercados secundarios bolivianos, con pingües ganancias para policías, militares y políticos en campaña electoral. Sobre la acogida gloriosa que tuvieron los 14 retornados, me explicó que se debía a la campaña de odio contra Chile: su gran impacto indujo a recibir como héroes a esos bandoleros, gruñó.
¿Quieren, lectores, que me deje hasta aqui?
Publicado en La Segunda 21.6.11
Estos últimos días he vuelto a mi diálogo interior, con motivo de los 13 soldados bolivianos, uniformados y armados, a cargo del teniente Zenteno, capturados en Chile por 6 carabineros. ¿Alguien puede creer, me dije, que se trataba de una unidad militar disciplinada, encargada de capturar contrabandistas de autos chilenos, a bordo de autos chilenos contrabandeados?
Ante mi negativa rotunda, me planteé una hipótesis alternativa: se trataba de Fuerzas Especiales, con la misión de hacer levantamientos topográficos, para catastrar los puntos vulnerables de la frontera. Algo similar, quizás, a lo que hiciera ese camión peruano con 19 efectivos dentro y un coronel tocayo de Alan García en la cabina, que llegó tocando el claxon a Chacalluta. en abril de 2008.
Tampoco puede ser, me repliqué. Esos militares peruanos llegaron en camión propio, sin armas y los 19 eran oficiales y suboficiales. Además fueron tan simpáticos, que el carabinero de turno les creyó el despiste invocado, les dio vía libre para el retorno y no les pasó siquiera un parte. Sólo a posteriori, un amigo muy militar me comentó que ese policía fue castigado, que los peruanos “en nada bueno andaban” y que esa pasada tuvo todo el aspecto de un ejercicio de Estado Mayor.
Quise mantener mi posición, diciéndome que los bolivianos devueltos fueron recibidos con fanfarria y honores militares en su regimiento, prueba de que algo notable hicieron por su patria. Pero debí replegarme ante una contrargumentación con peso icónico: eso fue sólo para parchar la imagen de soldados delincuentes, esposados por gendarmes y formalizados por la justicia. Tal imagen cayó como lluvia sobre mojado en el gobierno de Evo Morales, pues hacía recordar al mundo el caso del narcotraficante general René Sanabria.
Como todo eso me complicó el debate, fui en busca de la teoría y ésta me aportó unos datos interesantes. Por ejemplo, con los peruanos solemos tener un equilibrio estratégico oscilante. La última vez que la balanza se inclinó hacia ellos, en la época del general Juan Velasco Alvarado, estuvimos cerca de lo innombrable. Desde que está inclinada hacia Chile, existe una polémica asordinada, según la cual aquí administramos la paz y allá eso sería una petulancia inaceptable. Con Bolivia, por el contrario, existe una relación tan desigual, que no es factible un potenciamiento rápido hacia el equilibrio ni un planeamiento estratégico como el de Velasco Alvarado. Pero, como la sabiduría tradicional dice que “no hay enemigo chico”, nuestros estudiosos han venido descubriendo la teoría de la “amenaza asimétrica”.
¿Y qué es esa amenaza?
Según nuestro Libro de la Defensa Nacional, es una que se realiza mediante medios no homologables al poder del Estado desafiado. Sus ejecutores son militarmente más débiles, pero pueden producir daños graves, pues actúan inmersos en la sociedad y desde la impredectibilidad. Aquí expropio la exclamación ¡reflautas! a Condorito, pues capto que se trata de un concepto ómnibus. Comprende cualquier cosa que sea dañina para los amenazados, desde las intifadas y los mártires suicidas, del Medio Oriente, hasta la falsificación masiva de moneda nacional, el narcotráfico invasivo y ¿por qué no? el robo masivo y legalizado de un parque automotor fronterizo.
Quise chequear este descubrimiento con un amigo sabio, que venía llegando de La Paz. Su comentario se pasó de asertivo: “estás usando el celular más de 15 minutos al día”, me dijo. Para él, la cosa era mucho más sencilla y se reducía a un cuento de autos “chutos” (robados e indocumentados), que se reducen en los mercados secundarios bolivianos, con pingües ganancias para policías, militares y políticos en campaña electoral. Sobre la acogida gloriosa que tuvieron los 14 retornados, me explicó que se debía a la campaña de odio contra Chile: su gran impacto indujo a recibir como héroes a esos bandoleros, gruñó.
¿Quieren, lectores, que me deje hasta aqui?
Publicado en La Segunda 21.6.11