El canciller Alfredo Moreno es el único ministro que no podrá dedicarse, prioritariamente, a las tareas de reconstrucción. Como su agenda no depende sólo de lo que interesa a Chile, tiene por delante tareas urgentes, más políticas que solidaristas, relacionadas con los países que nos rodean.
CON ARGENTINA, debemos tener claro que -no importa cuál peronista gobierne- lo esencial es seguir cultivando una relación literalmente estratégica. Muy mal habremos estado, alguna vez, pero nunca llegamos a las trompadas y eso es un punto decisivo.
Dado que esa realidad impone obligaciones, hay que tener protocolos listos. Y sucede que el gobierno de Cristina Fernández acaba de reflotar, contra el Reino Unido, el histórico tema de las Malvinas argentinas. Motivo: la autorización de SM británica para que empresas petroleras inicien actividades de exploración en la plataforma marítima de las islas.
Ante eso, no interesa si la política pos Menem ha sido errática o reactiva. Lo que debe preocuparnos es nuestra propia relación con Elizabeth II y si la señora K se conforma con los apoyos retóricos que gestiona (y obtiene) en las cumbres. Al efecto, debiéramos analizar si pretende algo especial de Chile, como un tratamiento portuario discriminatorio hacia los buques que transporten materiales de las empresas petroleras, o limitar el rol de Punta Arenas, en cuanto base comercial de los isleños.
Además, motu proprio, podríamos uniformar la nomenclatura. No es de recibo que, en algunos documentos o discursos de servidores públicos, siga aludiéndose a las Malvinas como “Falklands” a secas. Importa, pues muchos argentinos siguen pasándonos factura por el apoyo de Pinochet a Margaret Thatcher, durante la guerra de 1982. No asumen que una eventual victoria sobre los británicos pudo ser el prólogo de una guerra contra Chile.
CON BOLIVIA perseveramos en la riesgosa ambigüedad de las políticas secretas. En efecto, si la agenda de los 13 puntos indujera una negociación sobre transferencia de soberanía de un territorio ex peruano (corredor por Arica) , estaríamos a) creando falsas expectativas a este vecino y b) incordiando aun más la relación con el Perú.
Mejor sería insistir en el fútbol, con la dupla Evo-Sebastián en un mismo equipo y buenos servidores que les permitan golear sin asco. El deporte, como enseñara el gran Mandela, abre un excelente espacio para la amistad que precede a la comprensión. ¿Y que debe comporender Evo?... pues, que su aspiración marítima eventual –con paso soberano por Arica- es un tema para tres.
CON PERU nuestras relaciones estaban en la UTI desde que. ejecutando el legado del ex canciller Manuel Rodríguez, Alan García consumó una incordiante demanda internacional contra Chile. Quizás una victoria táctica, pero al costo de una enemistad llena de malos augurios estratégicos.
Pero, cuando papas y rocotos quemaban, el cambio de gobierno y los terremotos chilenos abrieron una ruta hacia la sensatez perdida. García –político de decisiones rápidas- lo entendió al toque y aterrizó en Santiago con una importante ayuda solidaria. A mayor abundamiento, no le importó esperar una hora a su colega chilena, volvió para el 11 y tuvo “el honor” –como él mismo dijo- de compartir un nuevo terremoto con nosotros. Con esto, facilita una versión renovada de las “cuerdas separadas” y hasta una mejor aceptación nuestra de los hechos y errores consumados.
Como rezaba el bello título de un filme español, amanece, que no es poco.
Publicado en La Tercera el 14.3.10.