Para infortunio de Bolivia, la reunión de hoy de Unasur no estará focalizada en la solidaridad respecto a sus graves problemas internos, sino en su gran problema externo. Es decir, en Hugo Chávez.
Mala suerte para los bolivianos, para Unasur y para nosotros, que ponemos la sede y la imagen de nuestra Presidenta. Hasta el observador más ingenuo percibe que, en vísperas de sus elecciones regionales, Chávez quiere usar el encuentro para remontar el bajón de pupularidad en que cayó desde tapabocas del Rey de España. Baste señalar que, con su exquisito descuido de las formas, hasta se adelantó a Bachelet para informar sobre la convocatoria.
Su método es el mismo: aprovechar una crisis vecinal para polarizar todo lo polarizable y después, si algo falla, imitar al capitán Araya (que embarca a su gente y se queda en la playa). Recordemos que, cuando fuerzas colombianas atacaron un santuario Farc en Ecuador, insultó al Presidente de Colombia y puso tropas venezolanas en la frontera. Así cortó cualquier intento de arreglo entre Rafael Correa y Alvaro Uribe. Luego, cuando la OEA y Lula pusieron una dosis de cordura, descubrió que Uribe era su hermano palmoteable y lo invitó a Caracas, ante el ¡plop! amurrado de Correa.
En este caso ha ido un pelín más lejos. Apenas Evo Morales expulsó al embajador de los EE.UU, Chávez hizo lo propio con el que tenía en Caracas, mostró bombarderos estratégicos rusos en los cielos de Venezuela, entró en dura polémica con el jefe del Ejército de Bolivia y pasó del insulto personalizado a George W. Bush al insulto colectivizado a los “yanquis de mierda”. Como para demostrar que él no le teme ni al diablo, que también manda en Bolivia y que Morales debiera pensarlo cuatrocientas veces antes de negociar cualquier arreglo con sus opositores politicos y regionales o con el gobierno de los EE.UU.
Era razonable, entonces, que los convocados independientes no mostraran entusiasmo por esta reunión. Lula, Uribe y Alan García sospechan que Chávez quiere montar un escenario contra “el imperio”, colgándose de Morales, aprovechando que Bush es un “pato cojo” y asumiendo que Cristina Fernández está entre sus colegas-clientes. Por algo su marido es hoy candidato para liderar Unasur, con el patrocinio de Chávez (el mismo marido que, dicho sea de paso, se comió el fiasco de la Operación Emanuel).
En el fiel de la balanza quedan, más visibles que nunca, José Miguel Insulza, Bachelet y Lula. El pánzer, porque el grueso intervencionismo de Chávez en Bolivia y la agresión verbal a los EE.UU dejaron a su OEA con poco juego de ruedas. Nuestra Presidenta, porque siempre cuidó la relación con Chávez y no sólo por ideologismo. Ella sabe que, desde el supuesto apoyo de Ricardo Lagos al golpe frustrado de 2002, el socialismo chileno está en la libreta negra del venezolano y eso ya se vio en su manipulación de la aspiración marítima de Bolivia. Lula, porque hasta ahora había lucido paciencia y sabiduría ante los desafíos de Chávez. Eludió choques que parecían cantados, demostrando que el histrionismo vale menos que la fuerza tranquila y que el peso geopolítico de Brasil supera a los pesos petroleros.
Sin embargo, parece que Chávez ahora sobrepasó los límites de Lula. No sólo porque sacó de cuajo a Morales de la órbita peruano-brasileña tradicional. Además, porque se está quedando sin gas. Esto hace que tenga mucho interés en una solución real para Bolivia y muy poco en los éxitos electorales del líder venezolano.
Lindo estreno para Unasur.
Publicado en La Tercera el 15.9.08.