Bitácora

Chávez en dos tiempos: el último fiasco (I)

José Rodríguez Elizondo

En la cumbre de Unasur de Santiago, Hugo Chávez apostó dos a uno. Ganaba tanto si se aprobaba el compromiso de apoyar militarmente a Evo Morales contra “el imperio”, como si la propia Unasur se quebraba en el intento.

En ambos casos, afirmándose en videos de la reunión, habría lanzado insultos y centellas desde La Paz, Quito y Buenos Aires, para culminar su performance en Caracas. Con Morales, Cristina Fernández y Rafael Correa (también podía invitar a Daniel Ortega) como teloneros, se habría autoproclamado único líder operativo de la región contra quienes llama, tan delicadamente, “yanquis de mierda”.

¡Pobre de sus opositores internos!

Chávez sólo perdía si sus colegas de “eje” y el paraguayo Fernando Lugo se dejaban seducir por la posición previsible de Brasil, Colombia, Chile, el Perú y Uruguay. Es decir, si aprobaban por consenso una manera dialogante de defender la democracia en Bolivia, sin antagonizarse con los Estados Unidos. Para infortunio del líder venezolano, esto fue exactamente lo que sucedió.

Como efecto inmediato, la opinión pública mundial tiene tres cosas en claro: Una, que apoyar la causa democrática en Bolivia, no equivale a apoyar el intrusismo de Chávez. Dos, que ni siquiera Morales está dispuesto a dejarse polarizar hasta el delirio. Tres, que el eje político de América del Sur no es el “bolivariano metiche”, sino el de esa fuerza tranquila, liderada por Lula, que impuso el consenso de Santiago.

Decodificado por Evo, el resultado fue un exitazo. Si bien no favoreció su proyecto de “refundación” –disfraz semántico de “revolución”-, disuade a sus enemigos impacientes de la media luna. Los coloca frente a una fuerza regional variopinta y de buen semblante, en la que está incluso Alan García (aunque de lejitos).

Pero, decodificado por Chávez lo que hubo se llama fiasco. Primero, porque verificó que sus amigos íntimos no son incondicionales: podrán aceptar sus subsidios, reirle sus chistes, soportar que cante y dejar que se entrometa con sus militares, pero… no están dispuestos a cortarse las venas por él.

Segundo, porque ni siquiera pudo disponer de Chile como caja de resonancia, para sus andanadas marqueteras contra gringos satanizables. Michelle Bachelet, escarmentada por su experiencia en la Cumbre Iberoamericana, supo cortarle el caño mediático y no se dejó manipular con la evocación polarizante de Salvador Allende.

Por eso, el líder venezolano prefirió abstenerse de la ONU, este año. Asumiendo que el horno mundial no estaba para sus bollos o que la crisis financiera era más satanizante para George W. Bush que sus exorcismos histriónicos, se fue a comprar armas a Beijing y Moscú. Fue un reflejo político similar al de Fidel Castro, cuando se le agotó el foco guerrillero en la región y mandó al Ché Guevara a combatir al Africa.

Pero su objetivo de fondo, copiado de la receta cubana, sigue siendo el mismo: antagonizar con los EE.UU, sea quien fuere su Presidente, para acumular poder nacional sin fecha de vencimiento. Chávez ya había ensayado la escena al abrazarse con el líder iraní Ahmedinejah, pagando incluso el peaje de borrar a Israel del mapa.

En su contra juega el que chinos y rusos son muy poco impresionables con el “socialismo del siglo XXI”. Ya hicieron la prueba durante gran parte del siglo XX y no están dispuestos a comprar un modelo made in Caracas. Además, tras la crisis de los misiles de 1962, conocen el peligro de esos líderes carismáticos de América Latina, que tratan de instrumentalizar líderes gigantes para hacer reventar el planeta.


Publicado en La República el 30.9.08.
José Rodríguez Elizondo
| Miércoles, 1 de Octubre 2008
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