Bitácora

CHILE SE DISPARA A LOS PIES

José Rodríguez Elizondo

Tras señales que nunca fueron decodificadas por la inteligencia del Estado, el viernes 18 mi país fue azotado por una violencia insólita. El motivo eficiente fue un alza en las tarifas del Metro, que liberó dos procesos interrelacionados: la protesta masiva por una serie acumulada de abusos y una estrategia subversiva que usó ese malestar como plataforma para destruir y poner en jaque a la democracia realmente existente. Todo eso traté de explicarlo en la siguiente entrevista, que me hizo la excelente revista peruana Caretas, en la cual trabajé durante mi exilio en el Perú.


Entrevista en Caretas de 24.10.2019

El estallido violento refleja un profundo descontento social. Sin embargo la participación electoral voluntaria se desplomó a 50% en las últimas elecciones presidenciales. ¿Hay una correlación entre el anarquismo y la deserción electoral? ¿El voto voluntario ha debilitado la representación política?

Puede que hoy se vea así, pero no fue la correlación de base. En Chile solemos hacer la relación entre los tres primeros gobiernos de la Concertación, de un progreso gradualista pero sostenido y los gobiernos que siguieron, donde volvimos a los ideologismos y a los retrocesos y avances pendulares. En ese marco, la asonada en curso refleja un malestar social que fue creciendo, por razones que serían muy atendibles y debatibles, democráticamente, si no fuera por dos razones elementales: el déficit alarmante de la inteligencia técnica del Estado, que privó de información estratégica al Poder Ejecutivo y la penuria flagrante de nuestros políticos, ya estructurados como “clase”.

¿Cómo define esa clase política?

Baste decir que tenemos el personal político más caro del mundo. ¿Cómo va usted a decirles a chilenos humildes que actúen a través de sus “representantes políticos”, a sabiendas de que éstos se han concedido salarios y beneficios que los encasillan en los sectores más privilegiados del país?  Ensimismados en su estatus, esos políticos suelen crear clientelas que los sostengan, engolfarse en querellas semánticas y soslayar los proyectos y temas-país. Como resultado, nos han vuelto a encerrar en la polarización, cuya temible vía de escape es el sentimiento anarco. Ese “que se vaya todos”. No es casual que, tras el estallido, un joven parlamentario de izquierdas, Gabriel Boric, haya recordado una antigua moción suya para reducir el sueldo de sus colegas, a modo de señal autocrítica. Nadie lo cotizó, por cierto. Agrego que el rechazo a los políticos se está transfiriendo a la política misma y en definitiva a la democracia. El peligro es que ésta comience a depender de la probidad de los jueces y la apoliticidad de los militares, más que del arte de los políticos. Por eso no hay juventud en los partidos, muchos se abstienen de votar, se informan a través de las redes sociales y prefieren estar en organizaciones temáticas. La abstinencia electoral es una secuela.

¿Significa eso que el estallido fue espontáneo?

Cero espontaneísmo. Parafraseando a Lenin, “sin organización insurreccional no hay acción insurreccional” Todo vacío social tiende a llenarse y el que dejaron los políticos profesionales abrió las compuertas, entre otros, a políticos antisistémicos, antiguos castristas y anarcos de diversas familias. Posiblemente, la historia los individualizará. El caso es que supieron levantar una estrategia con base en el viejo lema “tanto peor, tanto mejor”, orientada a desestabilizar el gobierno de Sebastián Pilera y, en lo minimalista, a entrabar su gobernabilidad.

Entonces, el alza de la tarifa del Metro no fue la causa.

En este tipo de fenómenos nunca hay una causa única. El alza fue la gota clásica que rebalsa el vaso y libera fenómenos en cadena. Más importante ha sido la conjunción de esa medida con, por ejemplo, la “neutralidad benévola” de políticos opositores, el sesgo antipiñerista de medios importantes, la debilidad coyuntural de la policía, el renovado distanciamiento entre políticos y militares y la envidiable energía de los estudiantes.

¿Por qué ese rol de los estudiantes?

Para los teóricos de la violencia, los políticos opositores tienen como límite la acción insurreccional. Saben que los afectaría en su estatus personal. Por eso, las organizaciones violentistas emergen con políticos desplazados de las instituciones democráticas y utilizan como tropa a los marginales y a los “indignados”. Entre estos suelen estar los que George Sorel denominaba “clases peligrosas” o “agrupaciones de malvivientes”. También suelen estar los estudiantes, cuando confluyen en ellos el rechazo a los políticos adultos, el romanticismo de las revoluciones históricas y la falta de liderazgo –o la complicidad- de las autoridades educacionales. En la época de las guerrillas castristas, el brasileño Carlos Marighella escribió que “las fuentes de reclutamiento son inagotables, comenzando por los estudiantes”.

¿Hay influencia del contexto regional en el estallido chileno?

Es más que probable. En lo inmediato está el fuerte rechazo popular al Presidente de Ecuador Lenin Moreno, tras haber suprimido el subsidio a los combustibles… que debió reponer. La clara aceptación popular a la disolución del Congreso de ustedes, dispuesta por el Presidente Martín Vizcarra. El fracaso de Mauricio Macri y el eventual retorno del peronismo, que graficaría el fin de los gobernantes “tecnopol”. También computo el desparpajo con que Evo Morales ha sobrepasado el Derecho –comprendida la transparencia electoral-, para seguir aferrado al poder. En Venezuela Nicolás Maduro está disfrutando con lo sucedido y Diosdado Cabello ya incluyó al Chile de Piñera en lo que llama “huracán bolivariano”.

El presidente Piñera suspendió el alza de tarifas del metro diciendo “he escuchado humildemente la voz del pueblo”. Al día siguiente sostuvo que Chile está “en guerra” y que “las protestas tienen una organización y logística similares a los delincuentes”. ¿Tiene el gobierno ahora un plan para atajar el descontento social?

Nuestro Presidente tiene una inteligencia rápida, “está en todo” a nivel de administración y no tiene aversión a los riesgos políticos. Sin embargo –o quizás por lo mismo- privilegia lo técnico, descuida la motricidad fina que exigen los conflictos graves y suele ser impreciso en las categorías de la que por algo se llama “ciencia política”. Esto ha originado muchos “memes” y “piñericosas”.  Quizás debiera reclutar asesores que le merezcan respeto y que tengan el coraje suficiente para advertirle, de manera oportuna, sobre las trampas conceptuales. Respecto a su pregunta, ignoro si las medidas anunciadas –entre ellas la suspensión del alza- configuran un plan. En todo caso, hay rumores de cambio en el plantel político de gobierno, lo que me parece inevitable.
 
La tarifa del Metro en hora pico subió más de 100% ¿Tan mal está la situación financiera de la empresa?

El alza fue de sólo $30 sobre un valor de $800. No afectaba la tarifa preferencial de los estudiantes y las finanzas de la empresa -que es una sociedad anónima- no estaban mal. Los técnicos dicen que se fijó sobre la base de un “polinomio”, para desglosar parte importante de los mayores recursos en favor de la flota de transportes de tierra, deficitaria desde su origen en otros gobiernos y para otros gastos. En la empresa se comenta que debieron desmarcarse de esos subsidios, pero no lo hicieron para proteger al gobierno. En todo caso, hoy está claro que la consigna de “evadir” el pago no nació para protestar por esa alza específica, sino para catalizar una asonada política, con pérdida de vidas, destrucción de centros de abastecimientos, pillajes, incendios de edificios emblemáticos y el cataclismo del propio Metro. Los organizadores reventaron, así, una empresa que servía a millones de usuarios, integrando en sus vagones a ricos y pobres, mejorando la calidad de vida de los trabajadores, entre los cuales las familias de los propios estudiantes. Es un caso paradigmático que me recuerda un texto de Bertolt Brecht: “soy libre dijo el esclavo y se cortó un pie”.
José Rodríguez Elizondo
| Jueves, 24 de Octubre 2019
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