Bitácora

Bachelet y su posible visita a Cuba

José Rodríguez Elizondo


La eventual visita de Michelle Bachelet a Cuba (segun informacion de La Tercera, 10.2.07) puede remecer tanto a la Cancillería chilena como a los compañeros de hemisferio. Lo primero, porque destrozaría el equilibrio conservador de la diplomacia vigente. Del rechazo a cruzar cualquier río, para no arriesgar, pasaría a ejecutar la decisión de política exterior más audaz desde el reinicio de la democracia. Ningún predecesor de Bachelet había considerado la posibilidad de abrazar a Fidel Castro a domicilio.

Lo segundo, porque cambiaría la percepción de Chile como país modélico, que privilegia el libre mercado y “no se mete en política”. Algunos hasta nos verán rumbo al “socialismo del siglo XXI” de Hugo Chávez. Una sorpresota para George W. Bush, quien acaba de insertar a nuestra Presidenta en el círculo de sus amigos sudacas, junto a Lula, Kirchner, García y Uribe. Y si Bush no califica como marca de prestigio, hay que asumir que la sorpresa también afectaría a sus adversarios internos. Digamos, a la inmensa mayoría en los EE.UU.

Como los países no tienen amigos, sino intereses, y sus economías -por libres que sean- aún dependen de marcos políticos, Bachelet y sus asesores debieran prever lo señalado. Ergo, si optan por realizar la visita, es porque concluyeron que no afecta los intereses de Chile (hipótesis mínima) o que corresponde a estos (hipótesis máxima).

Tres consideraciones

Dado que nuestra política exterior no es una política pública, los aficionados al género debemos deducir, más por sospechas que por información, las consideraciones tras esas conclusiones eventuales.

Entre ellas destacaría el efecto sorpresa del gesto, ratificando nuestra independencia ante Washington y redimiendo la imagen “acomodada” de la Concertación… ¡Por fin un gobernante socialista chileno actuando como socialista!

En segundo lugar estaría la tribuna mundial que supone una aparición con Castro, máxime si rompe el monopolio paramédico de Chávez. Tercera posibilidad: Chile seria un excelente facilitador de una transición democrática cubana. Nuestro gobierno tiene acceso a la Casa Blanca y Raúl Castro ha dado señales interesantes de apertura, mientras comienza a desaparecer su Gran Hermano.

Pero, actuar sobre esas o parecidas hipótesis seria ignorar la historia de nuestras relaciones con el castrismo real. Los aguafiestas sabemos que Castro se llevó mejor con el lider derechista Joaquín Lavín que con Ricardo Lagos y que –salvo su solidaridad postmortem- este jamás regaló nada a nuestras izquierdas históricas. Por verlas como su antiparadigma, antes de 1970 apoyó a las izquierdas extrasistémicas y se mofó de la Unidad Popular.

Luego, en su fatal visita de 1971, unió a los opositores de Salvador Allende, antagonizó con los comunistas “soviethinchas” y profundizó la división entre los socialistas. Para redondear su performance de la época falsificó la muerte de Allende, manipulando su imagen y bocetó un proyecto de guerra argentino-peruana contra Chile. Quería cambiar su foquismo artesanal y derrotado, por una guerra profesional y “antifascista”.

En definitiva, una visita a Cuba, hoy, es una operación de alto riesgo, pues una buena política exterior no se hace solo con buenas intenciones.
José Rodríguez Elizondo
| Jueves, 15 de Febrero 2007
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