Bitácora

Bachelet: primer año internacional

José Rodríguez Elizondo


Como se sabe, la mochila internacional que recibió Michelle Bachelet venía desestibada. Bajo el rótulo “secreto”, contenía un sonoro éxito comercial en las grandes ligas y un asordinado fracaso político en las ligas regional y vecinal. Para equilibrar el bulto, ella debía enfrentar dos tareas: iniciar la postergada reestructuración de la Cancillería y devolver a la política exterior su carácter de “pública”.

Sin embargo, cuando Alejandro Foxley juró como canciller, quedó claro que no había dimensionado el desafío. Gran economista, prócer del “regionalismo abierto”, Foxley habría sido un tremendo Ministro de Comercio Exterior. Pero, como jefe de “lo que hay”, estaría más dispuesto a administrar el éxito que a desmontar la base de los fracasos.

Y así nomás fue. Nuestra política exterior siguió en la ruta calada de los telecés, con nuevos socios en los grandes mercados y simpatía en los países centrales. Como contrapartida, América Latina siguió neutra o huraña, pese a guiños ocasionales de México y Brasil.

Repaso por países

La Venezuela de Hugo Chávez siguió penando. Su petición de apoyo para el Consejo de Seguridad desnudó la inseguridad de la política exterior chilena y “el tema se les fue de las manos”, comentó el embajador de Guatemala, mostrando la molestia de su país.

En Argentina, Néstor Kirchner percibió que priorizar el tema gasífero era ignorar sus problemas domésticos y abortó –de mala manera- una amistad presidencial en ciernes (ésta habría amarrado la relación estratégica que ambos países necesitan).

En cuanto a Bolivia, el talante oficial –reactivo y calculadamente ambiguo- alimentó expectativas allá y recelos aquí. No se percibió que un gobierno boliviano de nuevo tipo y con mayor estatura estratégica –por su riqueza energética y alianzas políticas- amerita actualizar el interés nacional, asumir iniciativas claras y hacer docencia interna.

Respecto al Perú, Alan García llegó con una genuina “agenda de futuro”, para que olvidáramos el mal sabor de la relación Toledo-Lagos, pero una chapuza made in Chile casi nos volvió a fojas cero. Fue el boicot de la insensibilidad política establecida.

Estrujar los próximos tres años

Por lo señalado, la Presidenta tendrá que estrujar los próximos tres años. Al efecto, podría procesar la experiencia de Eduardo Frei quien, por no ser experto, designó tres cancilleres de alta especialización: Carlos Figueroa, José Miguel Insulza y Juan Gabriel Valdés. Su período marcó el mejor momento de nuestras relaciones internacionales.

Paralelamente, debiera terminar con el malsano secretismo de nuestra política exterior tan impropio de una democracia- y optimizar su excelente imagen en el extranjero. Esa que (me consta) pudo lucir sin despliegue mediático en septiembre pasado, en New York, en la masiva cena que le ofrecieron la Foreign Policy Association y el World Leadership Forum.

Por último, la Presidenta sabe que cuenta con un novedoso activo diplomático: la alta comprensión de la temática internacional de los altos mandos militares. Sobre esa base, puede decir a los vecinos que hoy, paradójicamente, le complica más la debilidad de su Cancillería que la fortaleza de sus Fuerzas Armadas.


Publicado en La Tercera el 10.03.07.
José Rodríguez Elizondo
| Sábado, 10 de Marzo 2007
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