Bitácora

BOLIVIA Y PERU: LA CONJUNCIÓN COPULATIVA SOBRA

José Rodríguez Elizondo

(Publicado en La Segunda, 16.12.2011)


Los chilenos tendemos a olvidar que el alma de la política es la acción, con base en el abecé de la estrategia: ampliar al máximo la red de los amigos o, dicho al revés, reducir al mínimo la red de los adversarios.  
En efecto, pasamos por largas temporadas de inacción. Ultimamente, el empate binominalista adormeció tanto a nuestra clase política, que ni seis meses de marchas la despertaron. En lo internacional, durante los largos años del general Pinochet optamos por empatar a cero o pasar piola en los temas estratégicos de la región, disimulando, incluso, las amenazas de guerra vecinal. Para despistar, pusimos mucho énfasis en el comercio.
Ese legado internacional le penó a la Concertación y mañana puede malograr los avances de este gobierno. Un balance al paso indica que, ejerciendo la iniciativa político-diplomática,  hoy nos entendemos mejor con Brasil y buscamos una buena asociación con Argentina, Colombia, México, Panamá y Perú. Paralelamente, redujimos el peligro de aislarnos, pues arriesgamos más en el apoyo a Cristina Fernández en las Malvinas, mantenemos una distancia civilizada con Hugo Chávez, dejamos de crear ilusiones  a Evo Morales y fuimos hasta sofisticados en el trato con Alan García, Ollanta Humala y Rafael Correa. 
Ante eso, los duendes de la inacción se están concentrando en el presunto binomio Perú-Bolivia, que vemos como cristalizadamente antagónico. Es lo que sucede cuando, ante cualquier problema con uno de esos vecinos, recurrimos a la conjunción copulativa “y” para incorporar al otro. Haciéndolo, nos resignamos a ser el vértice aislado y atornillamos al revés en materia de estrategia. 
Olvidamos, así, que la unidad de ambos contra Chile sólo se dió -y con mal resultado- entre el Pacto secreto de 1873 y el primer año de la guerra del Pacífico. Antes,  desde la creación de Bolivia y hasta hoy, su relación ha estado marcada por intereses tan opuestos y recelos  tan sistemáticos, como los de cualquier dupla vecinal competitiva. De ahí que “la idea federal”, como la llamaba Jorge Basadre -el historiador peruano por antonomasia-, refleja  más una lucha por la hegemonía, expresada hasta con acciones bélicas, que una épica de integración.
Arica estuvo y está en el epicentro de esos recelos. Es un objetivo boliviano fundacional, que tuvo el padrinazgo (fugaz) de Simón Bolívar. Por ello, como ha reconocido el historiador boliviano Rafael Puente, “la frustración portuaria de nuestro país no empezó con la Guerra del Pacìfico”. Un texto de la Cancillería boliviana, de 1910, desarrolló a fondo esa idea: “Chile y Perú deberían dejar de ser colindantes, estableciendo la soberanía territorial de Bolivia en una zona intermediaria sobre la costa del Pacífico”.
 Para la Cancillería peruana, tal aspiración es “una hipoteca de la política exterior”. Así lo dijo, entre otros, el ex canciller Carlos García Bedoya. El experto Alejandro Deustua sostiene que  ha sido “una fuente de inseguridad geopolítica y económica para el Perú”. Esto explica por qué los gobiernos bolivianos miran de soslayo a Lima, cada vez que negocian el tema con Santiago. El eufemismo atroz de la bilateralidad no logra ocultarles que, para Perú, la contigüidad con Chile es punto clave del Tratado de 1929. 
Por lo señalado, salvo que queramos jugar a las profecías autocumplidas, nuestra reflexión y acción deben orientarse a la búsqueda diversificada de la mejor amistad con Perú y Bolivia. Sólo así podremos potenciar la relación con Lima y enriquecer la percepción de La Paz con la complejidad de lo real.
 

José Rodríguez Elizondo
| Sábado, 17 de Diciembre 2011
| Comentarios