En su actual zoom de acercamiento con Argentina, el Presidente Sebastián Piñera debe estar verificando dos axiomas fundamentales: uno, que para Chile y Argentina la buena relación es literalmente estratégica y, dos, que esa buena relación depende de que los intereses nacionales primen siempre por sobre las devociones presidenciales.
Para ser justos, El primer axioma lo sospechó desde un principio. Durante su campaña, ya nos comunicó que Argentina. es el país con el cual tenemos más desarrollada nuestra integración, nuestra política de buena vecindad y que debíamos seguir avanzando. Para una eventual agenda binacional, mencionó la cooperación política, el apoyo a la participación de Argentina en el grupo G20, y el fortalecimiento de la integración económica. Prudente, .omitió el apoyo a Néstor Kirchner como mandamás de Unasur.
El segundo axioma está conjugándose. Por una parte, Piñera debe estar agradeciendo esa presión ecuánime que lo hizo desprenderse de sus intereses en Lan. Una aerolínea con tanta y tan prestigiada presencia en Argentina, lo habría expuesto no sólo a problemas comerciales importantes, sino a mayúsculos atolladeros políticos. A desafíos aptos para hacer trizas no sólo los buenos deseos de libre competencia, sino la viabilidad de la amistad estratégica binacional. Durante los gobiernos de la Concertación ya hubo indicios de que esta problemática existía, con motivo de los vuelos de Lan a las islas Malvinas.
MAQUIAVELOS Y ESTAFAOS
Pero la suerte que es grela (caprichosa), según Discépolo, hoy quiere que los intereses presidenciales chilenos y argentinos muestren un curso de colisión nuevo, aunque más solapado, en cuanto vinculado al principio democrático de la libertad de prensa. Se trata de la durísima guerra declarada por el matrimonio Kirchner contra la prensa opositora, con epicentro en el poderoso grupo Clarín. Un combate singular que podría pluralizarse y alcanzarnos, si los directivos de este grupo consiguen comprar nuestra Chilevisión (que en rigor no es nuestra, sino del Presidente Piñera).
A nivel de simple rumor, ya es un gambito maquiavélico. Con la sola filtración de su interés, los mandamases de Clarín comprobaron que no son ningunos otarios (pajarones), pues pusieron a la defensiva a los cónyuges K. No sería poco peligro, para éstos, tener un canal de televisión opositor operando desde la inmediata extraterritorialidad. Ahora, si el tema va en serio, también pondrían a la defensiva a Piñera, quien queda mal en cualquier circunstancia.
En efecto, si optara por defender a sangre fría las libertades de prensa, de las empresas o de los mercados, sería visto, incluso por los neutrales, como parte económicamente interesada. Y eso sería lo de menos pues, desde la “perspectiva K”, el tema sería muchísimo más grave: algo así como una “simple” entrega de armas al enemigo, por parte del Presidente de Chile.
VENTA Y PEAJE
Poco importa, para estos efectos, que los cónyuges K hayan demostrado escasa sofisticación diplomática y poco interés por las sutilezas de la política exterior. Visto que las relaciones argentino-chilenas se dan entre los mandatarios realmente existentes y como con la amistad estratégica no se juega, Piñera debe impedir, a costa de cualquier sacrificio, que el mal escenario se imponga.
Esto supone tres condiciones conjuntas: que se desprenda, rápidísimo, de su canal de televisión, que éste no sea adquirido por la prensa opositora al matrimonio K y que la operación sea lo bastante transparante como para no dejar dudas soibre el cumplimiento de las tres condiciones.
En el intertanto, nuestro Presidente deberá pagar el peaje de votar por el marido de doña Cristina para jefe de Unasur.
Como dice el fatalismo chileno, peor sería mascar laucha.
Version completa de texto publicado en La Tercera, 5.5.2010