Bitácora

Alan, Hugo, Ricardo, Michelle y el serrucho

José Rodríguez Elizondo


Durante la Cumbre Iberoamericana, pero antes del "por qué no te callas", me preguntaron en una radio santiaguina si no había un Presidente capaz de pararle el carro a Hugo Chávez.

–Alan García, respondí con rotundidad.

–Sí, claro, asumió el entrevistador, recordando la mutua insultadera durante la última campaña presidencial peruana.

Debí explicarle que no aludía a ese festival de lisuras, sino a la gran capacidad dialéctica de García. Yo lo recordaba cuando, todavía treintón, se dio el lujo de vapulear a Fidel Castro, con motivo del tratamiento de la deuda externa. Fue tan clara su victoria, que incluso lo apoyó Alfonso "Frejolito" Barrantes, ese entrañable líder de la izquierda sistémico-marxista que nos dejó hace cinco años. El ícono de Chávez comprendió, entonces, que a García no podría llevarlo de las narices y se guardó sus clases de revolución.

Desgraciadamente, parece que el actual Presidente García ya no entra a esas batallitas. Dicen los que saben que está dedicado a consolidar su liderazgo interno y no lo desvela el lucimiento torero en las plazas de las Cumbres. Por eso, en vez de rejonear a Chávez como antes a Castro, se limitó a enviar una epistolar adhesión al rey de España. El mensaje tácito era "a mí también me habría gustado acallarlo".

Puede que esa desaprensión tenga que ver con una concepción ultrapragmática del interés nacional. Algo así como "para qué meterme bajo las patas del caballo, cuando podemos hacer buenos negocios para el país". Esto formaría parte de esa ultrarrenovación de las izquierdas –apristas o no– que siguiera a la caída de los muros y que Fukuyama quiso ver como el fin de la Historia.

Animal político

El problema es que el pragmatismo ultra suele limitar con el fin de los principios. Por ejemplo, con la indiferencia ante la amenaza para los sistemas democráticos que pueden significar los caballos de Troya que regala o intercambia el jefe venezolano. Confieso que esta preocupación se me agudizó cuando leí un texto de mi buen amigo Gustavo Gorriti, según el cual García, tras descalificar como "chavista" a una central sindical, invitó a Chávez a "invertir en el país que intenta subvertir".

Puede que García esté siguiendo la huella de nuestro ex presidente Ricardo Lagos. Este, tras ser acusado y zaherido por Chávez como socialista vergonzante y favorecedor del golpe frustrado de 2002, terminó solicitándole y agradeciéndole el apoyo para que su ministro José Miguel Inzulza fuera elegido Secretario General de la OEA. "Hugo es un animal político", dijo entonces Lagos, sumamente complacido.

Por cierto, la presidenta Michelle Bachelet terminó pagando la cuenta de ese pragmatismo laguiano. Chávez llegó a Chile para ningunearle el lema de la cumbre, interferir en sus negociaciones con Evo Morales, organizarse un evento paralelo y… ofrecerle petrodólares para el crítico sistema de transportes de Santiago. Es decir, Bachelet experimentó en carne propia el riesgo del serrucho amigo.

Por lo señalado, debemos admitir que el exabrupto del Rey de España tiene dos lecturas básicas. Una, la de Chávez, quien recusa al rey por ser rey y no tener votos bajo la corona. Esto le permite elaborar sobre colonialistas que "no pasarán" y blindarse con la retórica castrista. La otra lectura es más sencilla y para nada ideológica. Dice que el Rey simplemente "se cabreó" con los desplantes de Chávez y, de refilón, con el pragmatismo ultrista de algunos de los otros mandatarios reunidos en la Cumbre. El referéndun venezolano del 2 de diciembre tal vez aclare cuál de estas dos lecturas favorece a la democracia.


Publicado en La Republica el 4.12.07.

José Rodríguez Elizondo
| Viernes, 7 de Diciembre 2007
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