ENRIQUE SILVA CIMMA. APUNTES DE MEDIO SIGLO (*)
1)
A fines de los años 50, en su primera clase a nuestro curso, Facultad de Derecho, Universidad de Chile, el profesor Enrique Silva Cimma (ESC) pasó lista y se aprendió, al toque, los nombres de todos sus alumnos. Me dí cuenta ese mismo día, a la salida de la Escuela, cuando iba con mi compañero Mario Soto por el Parque Forestal, rumbo al centro. Un automóvil grande, bastante viejo, se detuvo a nuestra altura y escuché la voz del recientísimo maestro:
Rodríguez, Soto, los llevo. Gracias señor Ramírez, respondí yo, que siempre he sido refractario a los nombres nuevos. 2) Pocos años después ESC, cuarentón reciente, era Contralor y este servidor su ayudante de cátedra y abogado del Departamento Jurídico de la institución. Junto con otros jóvenes colegas –recuerdo entre ellos a Urbano Marín- habíamos concursado para llegar a lo que internamente (y con cierta sorna) se llamaba “el Olimpo”. Pocos eran los escogidos y a nadie se le ocurría postular mediante influencias de cualquier tipo. Todos sabíamos que el jefe máximo era producto neto de la meritocracia. Y la imponía.
3)
Con ese mismo espíritu, él enfrentaba las intrigas políticas y burocráticas contra sus funcionarios meritorios. Nunca olvidaré la dura nota que envió a un profesional que quiso indisponer a otro, para ascender más rápido de lo que sus méritos aconsejaban: “No tiene usted la suficiente autocrítica para juzgar con ecuanimidad a sus colegas (…) En ningún momento, al designarlo, le prometí rápidos ascensos o situaciones excepcionales, que sólo tienen por fundamento la calidad y dedicación al servicio”
4)
Pese a su perfil tan rigurosamente jurídico, también debió salir del país después de 1973. A esa altura, su gran prestigio como tratadista de Derecho Público le abrió las puertas de la Universidad en México y Venezuela. También las de la Contraloría venezolana. Buena parte de su obra la escribió en esos paises hermanos, donde lo distinguieron y galardonaron. Entonces,, como yo también estaba con mi país prohibido, nuestro diálogo –que a esa altura era el de viejos amigos- siguió por escrito. Así supe de su alegría por reunirse en Venezuela con sus hijas Manena y Margarita, yernos y nietos. De los gratos momentos que pasaba con sus amigos: el doctor Jirón, su discípula María Angelica Silva. Augusto Bermúdez, el negro Jorquera.
5)
Por cierto, también compartió las tristezas del exilio. En esa correspondencia constan sus análisis autocríticos y premoniciones. Porque ESC era un excelente y perspicaz analista político. En una carta desde Caracas me dijo, entre escarmentado y premonitorio: “me parece que aquí juegan mucho con su democracia”
6)
El periodismo nos puso, en 1983, en los roles de entrevistador y entrevistado. El ya había vuelto a Chile para trabajar por el retorno a la democracia y su opinión, en esa entrevista, sobre los tres últimos presidentes democráticos sorprendió a muchos por su ecuanimidad. Así, Jorge Alessandri “era un hombre con un sentido liberal del ejercicio de su función, pero muy conocedor de la cosa pública y con gran sentido de defensa del interés público” y Eduardo Frei Montalva, “era de una personalidad más abierta, más proyectada al interés colectivo”. En cuanto a Salvador Allende, “lo capté siempre como un hombre de profunda buena fe, con un hondo deseo de realizar un gobierno genuinamente democrático”
7)
En esa entrevista me regaló esta definición de la Política, tan acorde con su formación:
La Política, por esencia, es un valor ético fundamental y el político que carece de ética pierde todo valor moral. Deja de estar habilitado para ser político.
8)
Es que ESC combinaba, de manera poco común, una gran bondad, una ecuanimidad natural y una fuerte autoridad presencial. Ello, más su sensibilidad de izquierda –se autodefinía como socialista democrático- lo convirtieron en uno de los tres actores políticos claves, cuando Chile debió recurrir a sus “grandes reservas”. Tuve el privilegio de escucharlo contar a él y a don Patricio Aylwin, cómo se unieron al líder conservador Francisco Bulnes Sanfuentes, para impulsar el acatamiento a la institucionalidad jurídica del general Pinochet y así abrir paso a la transición. Otros reivindicarían la iniciativa formal, pero la transversal maniobra de esos tres blindados sería irresistible para los "inmovilistas", en las derechas y para los adeptos a "otras formas de lucha", en las izquierdas.
9)
Recuperada la democracia, volví desde España para trabajar bajo su dirección. ESC ya era el primer Canciller de la transición.
Ser canciller no es fácil. Quien llega desde fuera ignora muchos detalles del engranaje diplomático y muchos quieren creer (o hacer creer) que esos detalles son lo principal. Pero lo principal fue su sabiduría (incrementada) y él supo ponerla al servicio de los intereses de Chile y del gobierno de don Patricio. Como testigo cercano de su gestión, sé que su bondad, su ecuanimidad y su autoridad, esos rasgos, tan suyos, fueron apreciados por quienes debían apreciarlo: sus pares. Todos aprendieron a respetarlo y el país se benefició.
10)
En resumidas cuentas, las obras de ESC ya están completas. Lo muestran como un hombre que amó a su familia, aleccionó a sus discípulos, dignificó la política y sirvió lealmente a Chile.
Al margen del paréntesis del exilio, puede decirse que Chile supo reconocerlo.
Por eso fue Contralor, Presidente del Tribunal Constitucional, Canciller, Senador y Profesor Emérito de la Universidad de Chile.
Por eso, para los de nuestra promoción universitaria, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, fue un maestro clásico: en la ciencia y en la vida.
Por eso, don Enrique queda con nosotros: para imitarlo en la medida de lo posible.
Nunca lo podremos olvidar.
(Despedida en el Cementerio General, 16.7.12
1)
A fines de los años 50, en su primera clase a nuestro curso, Facultad de Derecho, Universidad de Chile, el profesor Enrique Silva Cimma (ESC) pasó lista y se aprendió, al toque, los nombres de todos sus alumnos. Me dí cuenta ese mismo día, a la salida de la Escuela, cuando iba con mi compañero Mario Soto por el Parque Forestal, rumbo al centro. Un automóvil grande, bastante viejo, se detuvo a nuestra altura y escuché la voz del recientísimo maestro:
Rodríguez, Soto, los llevo. Gracias señor Ramírez, respondí yo, que siempre he sido refractario a los nombres nuevos. 2) Pocos años después ESC, cuarentón reciente, era Contralor y este servidor su ayudante de cátedra y abogado del Departamento Jurídico de la institución. Junto con otros jóvenes colegas –recuerdo entre ellos a Urbano Marín- habíamos concursado para llegar a lo que internamente (y con cierta sorna) se llamaba “el Olimpo”. Pocos eran los escogidos y a nadie se le ocurría postular mediante influencias de cualquier tipo. Todos sabíamos que el jefe máximo era producto neto de la meritocracia. Y la imponía.
3)
Con ese mismo espíritu, él enfrentaba las intrigas políticas y burocráticas contra sus funcionarios meritorios. Nunca olvidaré la dura nota que envió a un profesional que quiso indisponer a otro, para ascender más rápido de lo que sus méritos aconsejaban: “No tiene usted la suficiente autocrítica para juzgar con ecuanimidad a sus colegas (…) En ningún momento, al designarlo, le prometí rápidos ascensos o situaciones excepcionales, que sólo tienen por fundamento la calidad y dedicación al servicio”
4)
Pese a su perfil tan rigurosamente jurídico, también debió salir del país después de 1973. A esa altura, su gran prestigio como tratadista de Derecho Público le abrió las puertas de la Universidad en México y Venezuela. También las de la Contraloría venezolana. Buena parte de su obra la escribió en esos paises hermanos, donde lo distinguieron y galardonaron. Entonces,, como yo también estaba con mi país prohibido, nuestro diálogo –que a esa altura era el de viejos amigos- siguió por escrito. Así supe de su alegría por reunirse en Venezuela con sus hijas Manena y Margarita, yernos y nietos. De los gratos momentos que pasaba con sus amigos: el doctor Jirón, su discípula María Angelica Silva. Augusto Bermúdez, el negro Jorquera.
5)
Por cierto, también compartió las tristezas del exilio. En esa correspondencia constan sus análisis autocríticos y premoniciones. Porque ESC era un excelente y perspicaz analista político. En una carta desde Caracas me dijo, entre escarmentado y premonitorio: “me parece que aquí juegan mucho con su democracia”
6)
El periodismo nos puso, en 1983, en los roles de entrevistador y entrevistado. El ya había vuelto a Chile para trabajar por el retorno a la democracia y su opinión, en esa entrevista, sobre los tres últimos presidentes democráticos sorprendió a muchos por su ecuanimidad. Así, Jorge Alessandri “era un hombre con un sentido liberal del ejercicio de su función, pero muy conocedor de la cosa pública y con gran sentido de defensa del interés público” y Eduardo Frei Montalva, “era de una personalidad más abierta, más proyectada al interés colectivo”. En cuanto a Salvador Allende, “lo capté siempre como un hombre de profunda buena fe, con un hondo deseo de realizar un gobierno genuinamente democrático”
7)
En esa entrevista me regaló esta definición de la Política, tan acorde con su formación:
La Política, por esencia, es un valor ético fundamental y el político que carece de ética pierde todo valor moral. Deja de estar habilitado para ser político.
8)
Es que ESC combinaba, de manera poco común, una gran bondad, una ecuanimidad natural y una fuerte autoridad presencial. Ello, más su sensibilidad de izquierda –se autodefinía como socialista democrático- lo convirtieron en uno de los tres actores políticos claves, cuando Chile debió recurrir a sus “grandes reservas”. Tuve el privilegio de escucharlo contar a él y a don Patricio Aylwin, cómo se unieron al líder conservador Francisco Bulnes Sanfuentes, para impulsar el acatamiento a la institucionalidad jurídica del general Pinochet y así abrir paso a la transición. Otros reivindicarían la iniciativa formal, pero la transversal maniobra de esos tres blindados sería irresistible para los "inmovilistas", en las derechas y para los adeptos a "otras formas de lucha", en las izquierdas.
9)
Recuperada la democracia, volví desde España para trabajar bajo su dirección. ESC ya era el primer Canciller de la transición.
Ser canciller no es fácil. Quien llega desde fuera ignora muchos detalles del engranaje diplomático y muchos quieren creer (o hacer creer) que esos detalles son lo principal. Pero lo principal fue su sabiduría (incrementada) y él supo ponerla al servicio de los intereses de Chile y del gobierno de don Patricio. Como testigo cercano de su gestión, sé que su bondad, su ecuanimidad y su autoridad, esos rasgos, tan suyos, fueron apreciados por quienes debían apreciarlo: sus pares. Todos aprendieron a respetarlo y el país se benefició.
10)
En resumidas cuentas, las obras de ESC ya están completas. Lo muestran como un hombre que amó a su familia, aleccionó a sus discípulos, dignificó la política y sirvió lealmente a Chile.
Al margen del paréntesis del exilio, puede decirse que Chile supo reconocerlo.
Por eso fue Contralor, Presidente del Tribunal Constitucional, Canciller, Senador y Profesor Emérito de la Universidad de Chile.
Por eso, para los de nuestra promoción universitaria, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, fue un maestro clásico: en la ciencia y en la vida.
Por eso, don Enrique queda con nosotros: para imitarlo en la medida de lo posible.
Nunca lo podremos olvidar.
(Despedida en el Cementerio General, 16.7.12