(Publicado en El Mercurio de 27.8.2014)
Cuando conocí a Enrique Zileri Gibson en Lima, en 1979, ya era una leyenda. Tras las clausuras de su revista Caretas por “el Chino” Velasco, vivía con la maleta lista para la deportación o el clandestinaje. La brusca emergencia del general Francisco Morales Bermúdez, no le dio mayor espacio. El nuevo hombre fuerte también necesitaba el secreto para coexistir con la Asamblea Constituyente, sondear a los apristas, escuchar a los amigos del exiliado Fernando Belaunde, deportar al almirante Faura, y entretener a los enviados de Fidel Castro y la dictadura argentina. Estos lo empujaban –cualquiera lo sabía- a celebrar el centenario de la Guerra del Pacífico con una revancha contra Chile.
Con su bienhumorado lema “pálidos pero serenos”, Zileri y sus periodistas eran el faro de la disidencia democrática y del coraje de informar. Impresionado por su carisma sin poses, le propuse escribir como colaborador y él aceptó sin mayor formalidad. Pero, mientras preparaba mi primer texto, el general dispuso una nueva y larga clausura del medio. Zileri esa vez contraatacó con una huelga de hambre ambulante, entre la Catedral y el Congreso que fue noticia global. Hasta allí fui, para solidarizar con él y los macilentos leones de su equipo.
Como dijera Ricky, en Casablanca, aquello fue el comienzo de una hermosa amistad, que se proyectaría a nuestros hijos. Gracias a ella me integré como miembro pleno de una revista genial, que marcaba la pauta noticiosa de la semana que venía, al costo que correspondiera. Si la coyuntura arruinaba una portada costosamente elaborada, el director la enviaba al tacho e inventaba otra sobre la marcha. Luego arreglaba cuentas a los gritos con su madre y Presidenta del Directorio, la mitológica Doris Gibson. Según persistente leyenda de la redacción, en una de esos debates financieros un televisor voló siete pisos por los aires, hasta estrellarse en la calle Camaná.
Por eso y muchísimo más, hoy lloro a mi hermano Zileri sin pudor. Gran ser humano y tremendo profesional, no he conocido y difícilmente conoceré otro periodista igual.