Santiago 27.08.2009
Sr. Manfred Wilhelmy
Director revista Estudios Internacionales.
Sr. Director:
Le escribo a tenor de la reseña de mi libro De Charaña a La Haya. Chile, entre la pretensión marítima de Bolivia y la demanda marítima de Perú, publicada en el N° 163 de su revista.
Advierto a usted que no conozco a las dos reseñistas que firman y tampoco sé si representan a alguna institución oficial o académica, pues sus antecedentes no figuran en la sección “datos de los autores”. También advierto que, como los libros deben defenderse solos -y el mío lo está haciendo muy bien- no aludiré al contenido globalmente descalificatorio de la reseña. Quiero limitarme sólo a su motivación implícita, contenida en la siguiente “información” inicial sobre el autor:
“(José Rodríguez Elizondo) durante su exilio político residió casi una década en Perú, lo que le permitió conocer de cerca la realidad política y social de dicho país, además de trabajar como colaborador en los gobiernos del general Francisco Morales Bermúdez, Alan García y Fernando Belaunde”
Por cierto, cualquier peruano o chileno enterado sabe que durante mi exilio limeño trabajé como periodista, con base en la revista Caretas. Lo saben en Estudios Internacionales, revista de la cual fui director hasta 2002. Lo sabe incluso el rey de España, quien me entregó el premio que lleva su nombre, por mi labor periodística en Perú. Ello indica que la invención reproducida, con su insólito detalle, no se debe a un error inocente. Lo que se pretende, con esa falsedad, es avalar la acusación de una supuesta parcialidad mía a favor del Perú y, por tanto, en contra de Chile. Tácitamente, no podría esperarse otra cosa de quien fue colaborador (¿colaboracionista?) de un dictador castrense peruano y del mismísimo Presidente que instaló el contencioso de la frontera marítima y hoy nos tiene demandados.
No por esperpéntica es una falsedad imprevista. En el prólogo de mi libro ya advertí que “el autor se sabe condenado a priori por quienes cultivan la tergiversación patriótica y aplican la descalificación ad hominem”. De hecho, una tergiversación de contenido inverso ya se había producido en Perú. El embajador Juan Miguel Bákula, actor emblemático del contencioso vigente, sostuvo en su último libro que mi tesis sobre la vinculación entre la aspiración boliviana y la demanda peruana parecía “teledirigida desde otros miradores”. Su discípulo, el embajador y ex vicecanciller Luis Solari, fue más directo: encasilló mis análisis en el marco de una supuesta “campaña antiperuana”.
Obviamente, descalificarme sobre la base de falsedades y sospechas conspirativas, desde Chile y Perú, es una buena prueba de rigor académico e inspiración pacifista. Le dice al lector de buena fe, peruano o chileno, que si para controvertir mi análisis hay que tergiversar, pensar torcidamente o mentir, es porque me acerqué demasiado al meollo de los rencores. A la razón oculta del conflicto.
Con el mérito de lo señalado, no estimo necesario invocar norma alguna para pedirle publique esta carta en el siguiente número de su revista. Es lo que corresponde.
Lo saludo atentamente.
José Rodríguez Elizondo
Profesor titular de Relaciones Internacionales
Facultad de Derecho
Universidad de Chile
Sr. Manfred Wilhelmy
Director revista Estudios Internacionales.
Sr. Director:
Le escribo a tenor de la reseña de mi libro De Charaña a La Haya. Chile, entre la pretensión marítima de Bolivia y la demanda marítima de Perú, publicada en el N° 163 de su revista.
Advierto a usted que no conozco a las dos reseñistas que firman y tampoco sé si representan a alguna institución oficial o académica, pues sus antecedentes no figuran en la sección “datos de los autores”. También advierto que, como los libros deben defenderse solos -y el mío lo está haciendo muy bien- no aludiré al contenido globalmente descalificatorio de la reseña. Quiero limitarme sólo a su motivación implícita, contenida en la siguiente “información” inicial sobre el autor:
“(José Rodríguez Elizondo) durante su exilio político residió casi una década en Perú, lo que le permitió conocer de cerca la realidad política y social de dicho país, además de trabajar como colaborador en los gobiernos del general Francisco Morales Bermúdez, Alan García y Fernando Belaunde”
Por cierto, cualquier peruano o chileno enterado sabe que durante mi exilio limeño trabajé como periodista, con base en la revista Caretas. Lo saben en Estudios Internacionales, revista de la cual fui director hasta 2002. Lo sabe incluso el rey de España, quien me entregó el premio que lleva su nombre, por mi labor periodística en Perú. Ello indica que la invención reproducida, con su insólito detalle, no se debe a un error inocente. Lo que se pretende, con esa falsedad, es avalar la acusación de una supuesta parcialidad mía a favor del Perú y, por tanto, en contra de Chile. Tácitamente, no podría esperarse otra cosa de quien fue colaborador (¿colaboracionista?) de un dictador castrense peruano y del mismísimo Presidente que instaló el contencioso de la frontera marítima y hoy nos tiene demandados.
No por esperpéntica es una falsedad imprevista. En el prólogo de mi libro ya advertí que “el autor se sabe condenado a priori por quienes cultivan la tergiversación patriótica y aplican la descalificación ad hominem”. De hecho, una tergiversación de contenido inverso ya se había producido en Perú. El embajador Juan Miguel Bákula, actor emblemático del contencioso vigente, sostuvo en su último libro que mi tesis sobre la vinculación entre la aspiración boliviana y la demanda peruana parecía “teledirigida desde otros miradores”. Su discípulo, el embajador y ex vicecanciller Luis Solari, fue más directo: encasilló mis análisis en el marco de una supuesta “campaña antiperuana”.
Obviamente, descalificarme sobre la base de falsedades y sospechas conspirativas, desde Chile y Perú, es una buena prueba de rigor académico e inspiración pacifista. Le dice al lector de buena fe, peruano o chileno, que si para controvertir mi análisis hay que tergiversar, pensar torcidamente o mentir, es porque me acerqué demasiado al meollo de los rencores. A la razón oculta del conflicto.
Con el mérito de lo señalado, no estimo necesario invocar norma alguna para pedirle publique esta carta en el siguiente número de su revista. Es lo que corresponde.
Lo saludo atentamente.
José Rodríguez Elizondo
Profesor titular de Relaciones Internacionales
Facultad de Derecho
Universidad de Chile