Bitácora
Fidel Castro de novela
José Rodríguez Elizondo
Pablo Neruda, con Canción de Gesta, fue el primer foráneo que cantó la leyenda producida por Fidel Castro. Luego se arrepintió, pero consta. Gabriel García Márquez intentó una biografía en clave del líder, con El otoño del patriarca. Quizás esperaba que muriera a tiempo para contarlo de frentón.
Tad Szulc publicó la mejor biografía no autorizada del hombre (léase: no censurada) e Ignacio Ramonet reincidió en el género, pero bajo prolija revisión del biografiado. Theodore Draper, Jean Paul Sartre, Wright Mills, Jorge Edwards, Mario Vargas Llosa, Regis Debray, K.S. Karol, Jorge Castañeda, Manuel Vásquez Montalván y Andrés Oppenheimer, entre otros, arañaron todas las posibilidades del ensayo.
El fenómeno llegó al cuento, con la notable Reunión, de Julio Cortázar. Pero, por alguna razón misteriosa, el entusiasmo literario se quemó en las puertas de la novela. No es computable una pésima intentona de Debray. Roberto Ampuero, con Los años verde olivo, casi la consiguió. Pero, como lo que quiso hacer fue su autobiografía camuflada, terminó lanzando uno de esos híbridos que los caribeños llaman “arroz con mango”.
Por eso, importa saber que ese vacío duró hasta ayer. Marcos Aguinis –argentino, premio Planeta con La gesta del marrano-, acaba de publicar La pasión según Carmela. Es una novela de verdad que, en la tradición balsaciana, cuenta la historia privada de la revolución a través de una pareja de ficción.
Ella (Carmela), una joven médica de la alta sociedad habanera. Él (Ignacio), un joven economista argentino. Ambos, “alienados” por su ideologismo, suben a la Sierra Maestra con el mismo candor con que hicieron su Primera Comunión.
Tras la victoria comienza el desencanto con la realidad totalitaria del líder carismático. Punto de inicio: la aserruchada de piso a Hubert Matos, jefe directo de Carmela y el penoso rol marginal de Camilo Cienfuegos, quien desaparece de la novela como desapareció en la realidad. Este episodio iniciático revela a la pareja las partes innobles del dios revolucionario.
Castro se deshace de sus contradictores internos más por un proyecto personalísimo y para silenciar sus errores propios, que por el bien de la nación. Su úkase basta para liquidar la revista Pensamiento Crítico, en decisión que fue realidad y metafóra a la vez. A diferencia de esos demócratas burgueses que Carmela e Ignacio repudiaban, Él no concibe la discrepancia.
Carmela e Ignacio van aprendiendo, así, que en una revolución de verdad saber callar es más importante que saber decir. La “firmeza revolucionaria” encubre una dictadura de tipo nuevo y la “traición” es simple lealtad al humanismo originario. Como buenos isleños, ignoraban que esa misma revelación ya había azotado a muchos camaradas de Lenin y Stalin. Tras la razón revolucionaria del jefe estaba oculta la sinrazón de El Proceso de Kafka.
Todo esto configura una novela tan apasionante, que el lector pasa raudo sobre errores de edición y ripios puntuales de lenguaje. Advirtamos, sí, que nace destinada a chocar con el silenciamiento de los críticos nostalgiosos y de las izquierdas paleolíticas.
El propio Aguinis ya percibió, en su lanzamiento santiaguino, que los presentadores lucían más atentos a presentar sus respetos a Castro, que a presentar la complejidad literaria y política de su obra. Como víctima experta, este escribidor le endosó un viejo proverbio árabe: “Si alguien te dice la verdad, regálale un caballo para que pueda huir”.
.
Publicado en La Republica el 25.11.08.
Tad Szulc publicó la mejor biografía no autorizada del hombre (léase: no censurada) e Ignacio Ramonet reincidió en el género, pero bajo prolija revisión del biografiado. Theodore Draper, Jean Paul Sartre, Wright Mills, Jorge Edwards, Mario Vargas Llosa, Regis Debray, K.S. Karol, Jorge Castañeda, Manuel Vásquez Montalván y Andrés Oppenheimer, entre otros, arañaron todas las posibilidades del ensayo.
El fenómeno llegó al cuento, con la notable Reunión, de Julio Cortázar. Pero, por alguna razón misteriosa, el entusiasmo literario se quemó en las puertas de la novela. No es computable una pésima intentona de Debray. Roberto Ampuero, con Los años verde olivo, casi la consiguió. Pero, como lo que quiso hacer fue su autobiografía camuflada, terminó lanzando uno de esos híbridos que los caribeños llaman “arroz con mango”.
Por eso, importa saber que ese vacío duró hasta ayer. Marcos Aguinis –argentino, premio Planeta con La gesta del marrano-, acaba de publicar La pasión según Carmela. Es una novela de verdad que, en la tradición balsaciana, cuenta la historia privada de la revolución a través de una pareja de ficción.
Ella (Carmela), una joven médica de la alta sociedad habanera. Él (Ignacio), un joven economista argentino. Ambos, “alienados” por su ideologismo, suben a la Sierra Maestra con el mismo candor con que hicieron su Primera Comunión.
Tras la victoria comienza el desencanto con la realidad totalitaria del líder carismático. Punto de inicio: la aserruchada de piso a Hubert Matos, jefe directo de Carmela y el penoso rol marginal de Camilo Cienfuegos, quien desaparece de la novela como desapareció en la realidad. Este episodio iniciático revela a la pareja las partes innobles del dios revolucionario.
Castro se deshace de sus contradictores internos más por un proyecto personalísimo y para silenciar sus errores propios, que por el bien de la nación. Su úkase basta para liquidar la revista Pensamiento Crítico, en decisión que fue realidad y metafóra a la vez. A diferencia de esos demócratas burgueses que Carmela e Ignacio repudiaban, Él no concibe la discrepancia.
Carmela e Ignacio van aprendiendo, así, que en una revolución de verdad saber callar es más importante que saber decir. La “firmeza revolucionaria” encubre una dictadura de tipo nuevo y la “traición” es simple lealtad al humanismo originario. Como buenos isleños, ignoraban que esa misma revelación ya había azotado a muchos camaradas de Lenin y Stalin. Tras la razón revolucionaria del jefe estaba oculta la sinrazón de El Proceso de Kafka.
Todo esto configura una novela tan apasionante, que el lector pasa raudo sobre errores de edición y ripios puntuales de lenguaje. Advirtamos, sí, que nace destinada a chocar con el silenciamiento de los críticos nostalgiosos y de las izquierdas paleolíticas.
El propio Aguinis ya percibió, en su lanzamiento santiaguino, que los presentadores lucían más atentos a presentar sus respetos a Castro, que a presentar la complejidad literaria y política de su obra. Como víctima experta, este escribidor le endosó un viejo proverbio árabe: “Si alguien te dice la verdad, regálale un caballo para que pueda huir”.
.
Publicado en La Republica el 25.11.08.
Bitácora
Chile y el presidente que se nos viene
José Rodríguez Elizondo
LAKES & SON Ltd.
Ocasionalmente, miembros de mi grupete de lectores del extranjero me preguntan por la emergente campaña presidencial chilena. Suelo no responder mediante un artículo, porque no me entusiasma analizar el tema en serio (entre otras cosas, porque la mayoría de los candidatos no actúa seriamente).
Pero, como esos lectores insisten, he optado por la visión caricaturesca, que es mucho más adecuada, rápida ... y eventualmente, más divertida.
Con esto quiero decir que la adjunta caricatura permite mostrar, rápido, cuales son las principales carácterísticas de uno de los presidenciables vigentes. Se trata del ex presidente Ricardo Lagos (Richard Lakes para sus amigos), quien aparece en acción junto con su hijo Ricardo Lagos jr., también candidato a algún cargo en el próximo gobierno ... si es que vuelve a ser de la Concertación Democrática.
Posdata técnico: por motivos de tiempo, estoy puliendo el arte de la intervención caricaturesca, que consiste en aprovechar “los exteriores” de otro dibujo o fotografías ad-hoc. Algo así como un collage.
Pero, como esos lectores insisten, he optado por la visión caricaturesca, que es mucho más adecuada, rápida ... y eventualmente, más divertida.
Con esto quiero decir que la adjunta caricatura permite mostrar, rápido, cuales son las principales carácterísticas de uno de los presidenciables vigentes. Se trata del ex presidente Ricardo Lagos (Richard Lakes para sus amigos), quien aparece en acción junto con su hijo Ricardo Lagos jr., también candidato a algún cargo en el próximo gobierno ... si es que vuelve a ser de la Concertación Democrática.
Posdata técnico: por motivos de tiempo, estoy puliendo el arte de la intervención caricaturesca, que consiste en aprovechar “los exteriores” de otro dibujo o fotografías ad-hoc. Algo así como un collage.
Bitácora
Nuestra peligrosa superioridad
José Rodríguez Elizondo
Una nueva encuesta chilena – de la Universidad Católica y la empresa ADIMARK- demuestra que la tradición de aislamiento arrogante, inaugurada en Chile con el régimen del general Pinochet, es dura de matar. Por el siguiente comentario, publicado en el diario El Mercurio, los lectores de este blog comprenderán por qué lo digo.
La parte de la encuesta UC-Adimark sobre nuestro vecindario es altamente testimonial, incluso a partir de su deficit de diseño. En efecto, preguntar “monográficamente” sólo por la relación con Bolivia, transmite la equívoca sensación de que éste es el único país que nos plantea problemas diferenciales.
De este modo, encuestados y encuestadores parten soslayando que nuestro problema vecinal mayor es la demanda del Perú ante una corte internacional, en un pleito que se vincula inextricablemente con la aspiración marítima boliviana. Uno que, de hecho, bloquea cualquier negociación similar a la de Charaña, pues el segmento de mar entonces disponible para Bolivia hoy aparece en litigio. Curiosamente, los encuestados parecen intuirlo, al encontrar levemente más simpático a Evo Morales que a Alan García.
En lo demás, la encuesta refleja algo tristemente sabido: la ignorancia autosustentable de los chilenos sobre nuestra realidad geopolítica. En efecto, los encuestados parecen ajenos a toda relación entre nuestros intereses, necesidades y posibilidades y la mayor o menor simpatía hacia Chile de nuestros vecinos. Por lo mismo, parecen inmunes a toda relación entre una “buena opinión” vecinal y una buena seguridad nacional. Desde su limbo nacional parecen seguros de que nuestro prestigio comercial en “las grandes ligas” contrapesa cualquier “mala opinión” regional en circunstancias de crisis. Eso explica que decenas de miles de chilenos se den el lujo de pifiar los himnos nacionales de Argentina, Brasil y Perú, en cualquier encuentro futbolístico, ante la impavidez docente de nuestras autoridades. Cualquier estratego los sorprendería si les revelara que una mediana relación con Lula debiera importarnos más que una excelente relación con Sarkosy.
En síntesis, la “excepcionalidad chilena” que refleja la encuesta es decodificable como “superioridad autoconferida” y demuestra que seguimos disfrazados con la piel del jaguar. Si se añade que los jóvenes parecen más convencidos que los viejos, queda claro que esta patética autocomplacencia es fruto de la nula docencia estatal en materias de política exterior y del egocentrismo de nuestra clase política.
Publicado en El Mercurio el 16.11.2008.
Bitácora
La revolución de Obama
José Rodríguez Elizondo
Quise dibujar a Barack Obama como un mestizo "bronceado", levantando las tres enormes mochilas que le deja el increíble George W. Bush: ocupación indefinida de Irak, terrorismo incrementado por dispersión y macrocrisis del sistema capitalista.
Pero, ante las dificultades de realización, opté por caricaturizarlo sin mayor imaginación. Simplemente de camisa y corbata. Ahí descubrí, recién, que esa imagen tiene tradición instalada. En los EEUU, las revoluciones de verdad –es decir, las que cambian el contrato social de manera autosostenida– se han desencadenado y sucedido sin atuendos novedosos. Desde la continuidad del establishment.
Ahí tenemos al presidente filósofo Thomas Jefferson advirtiendo, mucho antes que Bertolt Brecht, que "los bancos son más peligrosos que los ejércitos permanentes". Su motivo vale hasta hoy: "gastar dinero para que lo pague la posteridad no es más que una estafa a gran escala al futuro".
Luego, cada vez que surgió una crisis grande, la solución fue de cuello y corbata. En efecto, la Guerra de Secesión, bajo la guía de Lincoln, no se prolongó con rencores históricos insolucionables –como entre nosotros los del sur–, sino con una integración que instaló a EEUU en "las grandes ligas". La tentación de la victoria en la Primera Guerra Mundial no los llevó a desplegarse militarmente por el planeta, sino a sentar las bases de su hegemonía económica.
La Gran Depresión de 1929 no culminó con un golpe al sistema, sino con un Nuevo Trato, bajo el liderazgo de Frankin D. Roosevelt. Este lideró el cambio desde una silla de ruedas, llegó hasta la victoria en la Segunda Guerra Mundial y dejó a la Casa Blanca como sede del liderazgo de Occidente.
Desde este sitial, el país estuvo a punto de perder el alma en Vietnam, pero vino un presidente no elegido y con apellido de automóvil, Gerald Ford, para salvar la cara, rindiéndose ante la realidad.
Incluso la Contrarreforma tuvo rostro hollywoodense, cuando Ronald Reagan llegó para borrar el mal sabor vietnamita. Tipo simpático, hizo creer que la Historia terminaría con el triunfo de "los buenos" y, en 1989, el colapso del socialismo real facultó a Fukuyama para protocolizar ese optimismo.
En ese marco, el catastrófico George W. Bush sólo pavimentó el camino para el liderazgo rectificador de Obama. Con su sola victoria, éste pone término oficial a un pasado reciente, racialmente conflictivo. Uno que hacía imaginar "negritos buenos" posibles –como el de Harvard–, porque los negros probables sólo podían estar puño en alto contra el sistema: "la única vía de liberación para los negros es la abolición completa y total de la clase capitalista", había amenazado la imponente Angela Davis.
De ahí viene, entonces, la gran paradoja de nuestros días: como la revolución del socialismo real nunca fue real ni democrática ni socialista, su colapso obligó a poner marcha atrás.
Por el contrario, las reformas endógenas del capitalismo made in USA siempre fueron revolucionarias, porque ampliaron la realidad de la democracia interna, indujeron mejoras en los controles y equilibrios republicanos y generaron un expansivo "efecto-demostración" en el planeta.
Por eso, el gran desafío para Obama será sintetizar esa historia de "reformas revolucionarias", con una performance antes inimaginable: la de un gobernante negro, que llega para refundar el capitalismo y revitalizar el liderazgo global de la Casa Blanca.
Al ganar, los analistas norteamericanos ya podrán decir que la revolución social real siempre tuvo cuello y corbata y siempre fue más jeffersoniana que marxiana.
Publicado en La Republica el 11.11.08.
Bitácora
La revolución real
José Rodríguez Elizondo
(aca iria caricatura)
La verdad es que a Barak Obama no habría que dibujarlo de camisa y corbata, sino como Atlas, pues no necesita una victoria, sino un “landslide”. Sólo así, ganando por paliza, podrá levantar las dos enormes mochilas que le está dejando George W.Bush: la ocupación de Irak y la crisis económica.
Lo primero tiene jurisprudencia. Por salvar la cara de Lyndon Johnson, Robert McNamara, Richard Nixon y Henry Kissinger, los Estados Unidos casi perdieron el alma en la guerra de Vietnam. Tuvo que llegar un presidente distinto, el no elegido Gerald Ford, para rendirse a la evidencia de que no había victoria posible.
Según ese precedente, traer de vuelta a los soldados significará , para Obama, asumir que no cabe esperar a que se consolide una democracia en Irak. Ni siquiera podrá distraerse en procesar las mentiras que contó el piadoso Bush, perfectamente asesorado por Dick Cheney, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz.
En cuanto a la crisis económica, se daría una notable astucia de la historia. Con un pasado reciente de racistas encapuchados que los asesinaban y de discriminación incluso a nivel de pobretones -en los servicios de locomoción colectiva-, los negros no pinchaban ni cortaban en el sistema. Por ello, no se los imaginaba gobernando y se los pensaba puño en alto, recitando un texto de Angela Davis: “la única vía de liberación para los negros es la abolición completa y total de la clase capitalista”.
El martes 4, Obama podría empezar a realizar lo inimaginable en contra de lo pensable: un gobernante negro, para refundar el capitalismo y sostener el liderazgo global de la Casa Blanca. Si se piensa que el socialismo real envejeció conservadoramente, hasta implosionar en Moscú, todo esto tiene una connotación extraña: la revolución social real, al fin de cuentas, siempre fue más jeffersoniana que marxiana.
Lo primero tiene jurisprudencia. Por salvar la cara de Lyndon Johnson, Robert McNamara, Richard Nixon y Henry Kissinger, los Estados Unidos casi perdieron el alma en la guerra de Vietnam. Tuvo que llegar un presidente distinto, el no elegido Gerald Ford, para rendirse a la evidencia de que no había victoria posible.
Según ese precedente, traer de vuelta a los soldados significará , para Obama, asumir que no cabe esperar a que se consolide una democracia en Irak. Ni siquiera podrá distraerse en procesar las mentiras que contó el piadoso Bush, perfectamente asesorado por Dick Cheney, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz.
En cuanto a la crisis económica, se daría una notable astucia de la historia. Con un pasado reciente de racistas encapuchados que los asesinaban y de discriminación incluso a nivel de pobretones -en los servicios de locomoción colectiva-, los negros no pinchaban ni cortaban en el sistema. Por ello, no se los imaginaba gobernando y se los pensaba puño en alto, recitando un texto de Angela Davis: “la única vía de liberación para los negros es la abolición completa y total de la clase capitalista”.
El martes 4, Obama podría empezar a realizar lo inimaginable en contra de lo pensable: un gobernante negro, para refundar el capitalismo y sostener el liderazgo global de la Casa Blanca. Si se piensa que el socialismo real envejeció conservadoramente, hasta implosionar en Moscú, todo esto tiene una connotación extraña: la revolución social real, al fin de cuentas, siempre fue más jeffersoniana que marxiana.
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
Libros de José Rodríguez Elizondo
Últimos apuntes
Archivo
Enlaces
Tendencias21
-
Nuestro antiguo ancestro Lucy convivió con hasta cuatro especies protohumanas diferentes
22/11/2024 17:54 -
Nuestro antiguo ancestro Lucy convivió con hasta cuatro especies protohumanas diferentes
22/11/2024 17:54 -
Un aprendizaje rápido y social integró a los niños a las sociedades durante el 99% de nuestra historia
21/11/2024 17:58 -
Un aprendizaje rápido y social integró a los niños a las sociedades durante el 99% de nuestra historia
21/11/2024 17:58 -
Revelan por accidente un mundo perdido de 280 millones de años de antigüedad en los Alpes italianos
20/11/2024 17:57
Blog latinoamericano de Tendencias21
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850