CONO SUR: J. R. Elizondo

Bitácora

21votos
Gaza no comienza en Gaza José Rodríguez Elizondo

Hugo Chávez sentenció que la tragedia de Gaza es culpa aislable de los judíos israelíes, quienes aplican el método de exterminio nazi. Otros opinantes, genuina o tácticamente emocionales, aceptaron su “tesis” talibánica. Una artista israelí me escribió diciendo que se trata de “una manipulacion perversa que ayuda a incrementar el odio ya tan lamentablemente bien instalado”.

Es que aquella sobresimplificación oculta la complejidad de este odio. Además, es disfuncional a la ayuda urgente que necesitan las víctimas de hoy, entrampadas en una espiral de ataques que generan represalias (y viceversa). Mientras, el conflicto interminable sigue convocando actores peligrosos para la paz mundial.

En rigor, Gaza es una penúltima oportunidad para asumir el origen moderno de la tragedia –el remoto está en la Biblia-, con dos objetivos vinculados: comprender cuándo se volvió a traumatizar la Tierra Santa y usar ese entendimiento para fortalecer la razón laica y la compasión espiritual. Entre los adoradores del dios único tienen que existir humanos de buena voluntad.

Todo comenzó con el milagroso consenso Truman-Stalin de 1947, expresado en la partición de la ONU: un Estado para los judíos y otro para los palestinos. Desgraciadamente, el milagro se administró asimétricamente. A fuer de realista, el líder sionista David Ben Gurión lo aceptó al toque, como pájaro en la mano. A fuer de idealistas, los gobernantes árabes del entorno declararon la guerra al nuevo Estado Judío y los palestinos, sin líderes propios, se quedaron con cien pájaros volando.

Esa fue la verdadera nakba (catástrofe) de los palestinos. Por déficit de liderazgo, quedaron fuera del juego de los Estados nacionales, sufriendo el impacto de la derrota árabe en seis guerras, el exilio sine die y la coexistencia desigual en Israel. Hoy, tras ensayar formas propias de lucha - guerrillas, intifadas y atentados suicidas-, luchan por un Estado con menos territorio del que pudieron tener en 1948. Por cierto, hubo un escarmiento tardío, expresado en negociaciones conducidas por la Autoridad Nacional Palestina, pero pronto fueron impugnadas por la organización fundamentalista Hamas. Esta se hizo hegemónica en Gaza, reivindicando la posición de origen: Israel debe desaparecer.

Esa inconsistencia de sus interlocutores necesarios deformó el desarrollo de Israel. Un sector judío sobrevaloró su aplastante superioridad militar, argumentando que una sola guerra perdida significaría el fin del Estado. Otro sector se subió por ese chorro, tomando al todopoderoso como coartada: Yahvé quería que las fronteras asumidas en 1948 fueran sólo una cabeza de playa para “recuperar” Eretz Israel, la tierra prometida a Abraham antes de que naciera Ismael.

En ese marco los visionarios como Shimon Peres quedaron atrás, surgió la política de asentamientos, crecieron los partidos religiosos, vino el asesinato de Itzhak Rabin y Ariel Sharon llegó al poder. Esto trajo tres efectos paralizantes: empate estructural entre intransigentes y dialogantes, debilidad política para asumir concesiones significativas y fortalecimiento de todos los fundamentalismos. Israel se estancó, así, en una dicotomía irreductible: por un lado, quienes sólo conciben una pax armada. Por otro, quienes quieren una paz normal, con un Estado palestino viable, a cuyo desarrollo económico deben contribuir.

Como resultado, judíos y palestinos de Israel llevan 60 años viviendo en la más perfecta inseguridad. Según el intelectual palestino Edward Said, “desde cualquier perspectiva concebible” son o se autoperciben como víctimas de la violencia.

Por esto (excúseme, Presidente Chávez), no fue inteligente homologarlos con las víctimas y victimarios del Tercer Reich.


Publicado en La Republica el 20.1.09

José Rodríguez Elizondo
Miércoles, 21 de Enero 2009



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Bitácora

20votos
No molestar a los compañeros cubanos José Rodríguez Elizondo
La solidaridad con los disidentes y exiliados chilenos de la dictadura no se redujo a los países socialistas. Fue un fenómeno transversal y global, con soporte en la cultura de los derechos humanos y promotores como Giscard D’Estaing, Francois Mitterrand, Olof Palme, Felipe González, Giulio Andreotti, Bettino Craxi, Willy Brandt, Helmut Schmidt, Helmut Kohl, Jimmy Carter, Luis Echeverría y Carlos Andrés Pérez. En otros planos, hubo apoyo del Papa, el Rey de España y el Secretario General de la ONU.

Por cierto, Fidel Castro también ayudó, pero con un sesgo diferencial. Más que defender nuestros DD.HH., quería borrar de la historia lo funcional que fue para la caída de Salvador Allende. Además, como nunca abandonó la obsesión por convertirnos a la revolución verdadera, su apoyo comprendió la formación de cuadros militares chilenos. Según el fallecido jefe comunista Orlando Millas, los jóvenes que enroló eran “la flor y nata de nuestra gente (y) fueron conducidos a quemarse en Chile en batallas imposibles”.

Las militantes de nuestras izquierdas renovadas asumieron la lección moral: los DD.HH. son indivisibles. Por lo mismo, fueron la base para que las culturas socialista, socialdemócrata y socialcristiana se unieran en la Concertación y llegaran al gobierno. Ese escarmiento permeó hasta la cultura militar. La actual Ordenanza General del Ejército dice que éste debe actuar dentro del orden político democrático “que asegura el respeto a los derechos humanos”.

Pero, en el corto plazo, la buena disposición comenzó a ceder ante la gratitud mal entendida, el pragmatismo mercantilista, la viscosidad del binominalismo, el viejo “tirón ideológico” y la lentísima evolución de los líderes de la Alianza. Así, los violadores de Pinochet sirvieron como coartada para ser indulgentes con los violadores extranjeros políticamente simpáticos, en una nueva aplicación del empate chilensis.

El primer gran test vino con el bochornoso amago de protección a Erich Honneker, tras su previsible ingreso a nuestra embajada en Moscú. Fue un empeño sin gloria, pues Chile comprometió la doctrina pero Honecker terminó enfrentando a sus jueces.

El segundo gran test está en desarrollo y consiste en la programada visita de Michelle Bachelet a Cuba. Para el régimen de Raúl Castro es una muestra de solidaridad, muy distinta a la socavante visita de su hermano a Chile en 1971. Además, por reflejar la admiración de nuestra Presidenta por “el líder máximo”, el protocolo cubano calificó su deseo de verlo como una “aspiración”.

Dado que la política exterior chilena no es pública, los ciudadanos no saben qué tipo de interés nacional justifica el viaje. Sólo escuchan las voces críticas, que incluyen a la Democracia Cristiana gobernante. Además, nadie niega que en Cuba se violan los DD.HH. Como para confirmarlo, la visita se ha diseñado a semejanza de las que se hacían a los países del socialismo real durante la guerra fría: el comercio es lo que importa y ni pensar en “escapadas” para conversar con los disidentes. Unica audacia permitida, una charleta con el cardenal Jaime Ortega.

A esa prudencia ni siquiera escapan los libros chilenos que se van a mostrar. Para no molestar a los anfitriones, están excluídos los de autores “escépticos”. Para compensar a los lectores cubanos, se les llevará la primera novela de Guillermo Teiller, el jefe comunista chileno.

Si ese programa un pelín cómplice se ejecuta, los chilenos para quienes los DD.HH. no son de izquierdas ni de derechas se sentirán avergonzados.

Pubicado en La Tercera, el 17.1.09

José Rodríguez Elizondo
Domingo, 18 de Enero 2009



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Bitácora

19votos
Huntington, el penúltimo profeta José Rodríguez Elizondo
El recuento de difuntos ilustres de 2008 trajo a la memoria a Samuel Huntington, el profesor de Harvard que en 1993 nos asestara el pronóstico de “El choque de civilizaciones”. Fue en un artículo en Foreign Affairs, cuyo título llevaba un prudente signo de interrogación.

Esquemáticamente, él creía que el fin de la Guerra Fría no traería una paz autosustentable, sino el fin de las coartadas ideológicas. En lo sucesivo, habría que ir a la raíz cultural-religiosa de las naciones para explicar la continuidad de la guerra. La polémica suscitada lo obligó a profundizar, convirtiendo su opúsculo de 30 carillas en un best seller de 420 páginas, ahora sin título interrogativo. El pronóstico había ascendido a tesis, rumbo a convertirse en ley.

Tanto éxito fue llamativo, pues los contemporáneos leen menos que poco, y pronosticar un mundo en estado de trauma terminal es un tópico viejísimo. Siempre habrá un conflicto coyuntural que parezca globalizable. En este caso, fue la Guerra del Golfo de 1991 que mostró, de paso, lo impotable de ese “fin de la historia” que había anunciado Francis Fukuyama.

Al parecer, el secreto marquetero estuvo en que Huntington, como el apocalíptico apóstol Juan, supo presentar su elaboración como profecía o, dicho en difícil, como “escatología”. Su guerra de civilizaciones es, en su esencia, una versión harvardiana de la batalla de Armagedón.

En dos visitas muy concurridas a Santiago, Huntington lució esa mezcla de satisfacción con tristeza, propia de quienes aciertan pronósticos catastrofistas. Según mis apuntes, en 2003 nos dijo, con austeridad académica, que “la realidad ha validado algunos puntos de mi libro”. Luego forzó la realidad, para que calzara mejor con sus puntos. Así, convirtió a Bin Laden en el mellizo fundamentalista de George W. Bush y advirtió que la “guerra antiterrorista” era un mero eslogan político que desviaba la atención del tema central: “el papel crecientemente importante de la religión en los asuntos mundiales”.

Es lo apasionante de las profecías. Si son potentes, siempre habrá quienes traten de forzar y ampliar su cumplimiento. Es lo que hicieron Lenin respecto a Marx, Fidel Castro respecto a Lenin y Hugo Chávez respecto a Castro. Por eso, los huntingtonianos ortodoxos solo ven al islamismo en su versión fundamentalista, arrinconando en la invisibilidad a los musulmanes coexistentes. Además, hoy advierten la amenaza de cualquier otra religión, aunque sea de la misma familia. El propio Huntington incluyó en su libro “¿Quiénes somos?”, de 2004, a la inmigración mexicana entre las amenazas culturales para los EEUU. Es que su catolicismo atentaba contra el eje identitario protestante de la anglosajonía.

Por último, un par de errores puntuales en su obra, propios de quienes tratan de embutir fenómenos complejos en tesis simplistas. El primero, en su texto de 1993, es su definición de Israel como país “creado por Occidente”. Esto implicaba desconocer que es precisamente la raíz oriental de Israel lo que mejor explica el conflicto del Medio Oriente. El otro error atañe al Perú y está en “La tercera ola”, su libro sobre transiciones democráticas, con título expropiado a Alvin Toffler. Aquí hay un desconocimiento casi total del gobierno de Francisco Morales Bermúdez, conductor del proceso transicional más complejo de Hispanoamérica, en cuanto iniciado desde un contragolpe de Estado, bajo fuerte presión civil y enfrentando dos veces el riesgo de una guerra vecinal.

Publicado en La Republica el 6.1.09.

José Rodríguez Elizondo
Martes, 6 de Enero 2009



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Bitácora

22votos
El “combo” de Sauipe José Rodríguez Elizondo

La I Conferencia de América Latina y el Caribe, en la brasileña Costa do Sauipe, fue un “gran combo”. Los presidentes reunidos actuaron, además, como Grupo de Río, Unasur y Mercosur, echando algunas parrafaditas sobre la OEA.

Esto ratifica que hemos estado más preocupados de crear “aparatos” que de asumir decisiones políticas con alcance regional. Pero, también demuestra que la crisis global, catalizada por George W. Bush, nos está abriendo una estupenda ventana de oportunidad. A su través podemos visualizar las tareas pendientes de la integración, mejor que desde los papers de la burocracia integracionista.

Hoy habría que ser demasiado subdesarrollados para no entender que la integración vía inserción (por separado) en los grandes mercados, siempre fue una alternativa trucha. Una manera ideológica de amarrarnos al subdesarrollo, con base en la doctrina Monroe, anclaje en el consenso de Washington y ninguneo sistemático de John Maynard Keynes y Raúl Prebish.

Por lo mismo –pero al revés–, hoy debemos asumir que tampoco Hugo Chávez es el enviado de Simón Bolívar, para integrarnos en la horma de Fidel Castro. La integración que nos debemos no es un sueño ideológico, sino una necesidad estratégica de nuestro desarrollo. Al efecto, “se necesitan definiciones de Política de Estado”, como ha escrito el expertísimo Osvaldo Sunkel. A partir de ahí, habría que instalarlas en la agenda regional a partir de una decisión política común, con base en nuestra historia, economía y geopolítica.

Por cierto, la emergencia de Barak Obama es un gran punto a favor. Primero, porque ni esforzándose podría ser tan negativo como Bush, en su relación con América Latina. Segundo, porque el liderazgo inteligente que promete debiera ser funcional a nuestra desarrollo integrado. Solo los ideólogos neocons pudieron asumir que nos engatusarían for ever con una integración mediatizada, mientras nosotros seguíamos peleando al interior de la familia.

¿Y estamos preparados para aferrarnos a la oportunidad?

Todo indica que sí, pero que no.

Sí, porque al liderazgo de Brasil puede sumarse el de México. En Sauipe se advirtió que Felipe Calderón, un presidente muy sensato y preparado, miraba hacia el sur del hemisferio, abriendo vía a la posibilidad de una locotomora doble. Sí, porque en dicho evento se supo recibir, sin alarde, al cubano Raúl Castro. Fue una prueba tanto de independencia, como del fracaso de la política anticubana de los EE.UU. Sí, porque no se cedió a la tentación de romper la vajilla de Unasur, para imponer por mayoría simple el liderazgo de Néstor Kirchner. Por sobre factores de poder, se asumió que sería burlar la buena fe del presidente uruguayo Tabaré Vázquez, sin que la señora Kirchner haga, antes, el gesto que corresponde.

No, porque los participantes del “combo” desperdiciaron la oportunidad de enviar un mensaje político especial a Obama, diciéndole que confían en su liderazgo para que los EE.UU. asuman la necesidad de ser buenos vecinos de una región integrada. No, porque no atinaron a informar a Raúl Castro que la condicionalidad democrática sigue vigente. No, porque gobernantes tan importantes como Alan García y Álvaro Uribe privilegiaron las entradas locales de su agenda. No, porque la opinión pública de Chile, por falta de docencia superior, privilegió las fotos en traje de baño de Michelle Bachelet, como lo más llamativo de la multi-reunión.

¿Entonces qué?

Pues, ser lo bastante realistas como para esperar un bonito milagro, antes de que nos llegue el próximo “combo” regional.

José Rodríguez Elizondo
Martes, 23 de Diciembre 2008



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Pepemonos

25votos
Rodriguez Elizondo dibuja la presidencial que se viene

Por Ximena Torres Cautivo

Hace casi un año el abogado, periodista, ex diplomático y columnista experto en relaciones internacionales, José Rodríguez Elizondo confesó a Terra.cl un talento oculto: su buena mano para la caricatura y nos regaló la posibilidad de compartir con nuestros lectores sus mejores monos, sus “pepemonos”.

Ahora, en medio del confuso, sobrepoblado, hiperventilado, egótico, desmesurado ofertón de precandidatos presidenciales de izquierda y de derecha o centro derecha incluida “la novedad del año” crespa, rubia y millonaria que responde al nombre de Farkas, José Rodríguez Elizondo vuelve a la carga con los pepemonos en el contexto de las elecciones que se nos vienen encima.

Cuenta que ha descubierto una nueva técnica: “la intervención”, que consiste en usar fondos predibujados, sobre los que monta su propia creación, evitándose perder tiempo en “escenografías”. A este recurso responde la caricatura que alude a la anunciada peregrinación a Caleu, que deberá producirse cuando Lagos dejé de suspender sus proclamaciones y la incertidumbre respecto de su candidatura y declare, cual novia peinada y alborotada frente al altar: “Sí, acepto”.

Considerando el significativo ahorro de energía de su nueva técnica, Rodríguez Elizondo anuncia gran productividad para el atractivo año político que se nos viene, y, a manera de adelanto, nos ofrece cuatro de sus más recientes creaciones.

Claramente, dibujar en son de sátira, siguiendo la senda de Claire Bretecher, la notable caricaturista de Nouvel Observateur, es lo que más divierte a este experto en relaciones internacionales que por estos días está teniendo mucho tema para el análisis gracias al polémico ex comandante en jefe del Ejército peruano, el cuestionado general Edwin Donayre. “El general Desaire”, como llaman los peruanos al militar, fue el que nos dijo: “Chileno que entra (a territorio peruano) ya no sale. O sale en cajón. Si no hay suficientes cajones, saldrá en bolsa plástica”, generando una protesta oficial y de Chile y la correspondiente disculpa del gobierno de Alan García.

Un incidente inspirador para el talentoso José Rodríguez Elizondo, experto en las relaciones bilaterales entre Chile y Perú, pero que seguramente tratará con la pluma que usa para escribir, no para dibujar.


Publicado en Terra Chile el 30 de noviembre.

José Rodríguez Elizondo
Domingo, 14 de Diciembre 2008



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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