El Tesoro de la alfombra mágica

Introducción a la Teoría Holónica: Wilber es el punto de partida

Redactado por Javier Del Arco

La realidad no esta compuesta de cosas o de procesos, ni de átomos ni de quarks. No está compuesta de totalidades ni tampoco de partes. Más bien esta compuesta de totalidades/partes, es decir, de holones. Arthur Koestler acuño el término holón para referirse a aquello que, siendo una totalidad en un contexto, es simultáneamente una parte en otro contexto.



Ken Wilber
Va a hacer diez años que llevo dándole vueltas a un sistema cuya paternidad no es del todo mía, ya que en puridad su gestador es el sabio –no encuentro otro término más preciso para definirlo- norteamericano Ken Wilber, cuya propuesta más acabada se remonta a 1995, cuando apareció plasmada en el volumen I de la obra Sex, ecology, spirituality: the sprit of evolution, dividida a su vez en dos libros.

A este primer volumen deberían haberle seguido otros dos pero, pese a que después se han publicado varias obras de éste autor, ninguna ha alcanzado la relevancia de lo que debería haber sido su opus magnum, esa es la verdad.

La obra de Wilber es de difícil recepción para el público académico europeo y, para ser presentada a éste, necesita una formalización, una criba y cierta actualización y reformulación ya que resulta excesivamente heterodoxo, a veces muy dogmático y poco riguroso, y no siempre bebe en las fuentes más puras y originarias de los autores que comenta; esto ocurre nada menos con Platón en filosofía y con la Teoría de la Evolución en biología que son interpretados tan libérrimamente que ciertas afirmaciones –contracciones conceptuales, trazos inacabados, piruetas filosóficas, simplificaciones excesivas…- inducen a confusión.

Sin embargo negar la influencia decisiva de Wilber en el trasfondo de mi obra contendría por mi parte un doble pecado: el de la estupidez y el del desagradecimiento, ambos, sobre todo el primero, imperdonables. En este blog de Biofilosofía pretendo rescatar lo mejor del Wilber menos esotérico y más riguroso y, a partir de unas ideas centrales, construir una teoría maciza y aceptable que de una cierta respuesta a algunas de las cuestiones centrales que hoy afectan gravemente a nuestra Tierra Patria como diría Edgar Morin.

Holones y contexto

Realizada esta aclaración, enlacemos con el articulo anterior, aún a riesgo de repetirnos –no me preocupa nada repetirme en filosofía si consigo apuntalar bien un concepto subordinando la elegancia a la eficacia comprensiva- y volvamos con la cuestión de la jerarquía.

¿Qué significa realmente la palabra jerarquía? Procede del griego por unión de los términos hierós y archo. Hierós, el prefijo, significa sagrado, separado; archo, el sufijo, se refiere al gobierno o autoridad. El poder religioso y el político estuvieron unidos siempre en la historia del llamado “creciente fértil” y esta característica impregnó, primero a los griegos -tras la expansión alejandrina- y luego a los romanos, después de sus conquistas orientales.

El cristianismo fue, de entre todas las religiones mistéricas que florecían en el siglo IV, la única que perduró -asociada al poder tras Constantino I- hasta nuestros días. Por esa vía se produjo el entrelazamiento entre lo religioso y lo político, de modo que la gestión de la cosa pública quedó situada en Occidente –hasta bien entrado el siglo XVIII- en la esfera del hierós, de lo sagrado, de lo separado que se solapaba con la esfera del archo, el gobierno, la autoridad.

La jerarquía quedaba, en la macroesfera de lo social, desvirtuada y desprestigiada por la asociación del poder y la religión que otorgaba al gobernante poderes absolutos, por lo tanto tiránicos y, por ende, se generaba una corrupción absoluta propia de todo régimen totalitario. Martineau señalaba lúcidamente en 1851 que “un planteamiento jerárquico podía degenerar fácilmente en otro despótico”.

Estas cuestiones relacionadas con la tiranía, la opresión y la muerte, que parecían haberse solucionado parcialmente en Occidente tras la II Guerra Mundial y, sobre todo tras la caída del Muro de Berlín, subsisten en la mayor parte del Mundo con la excepción de la Unión Europea de los veinticinco, alguno de sus países limítrofes como Suiza o Noruega, ciertos países de la Commonwhealt –especialmente Canadá, Australia y Nueva Zelanda- y con alguna reserva los Estados Unidos y, de manera intermitente e incompleta, algunos países Iberoamericanos.

Jerarquía y religión

Pero el término jerarquía, tal y como se emplea hoy en día en el ámbito de las ciencias, sobre todo en psicología, biología evolucionista y teoría de sistemas, nada tiene que ver con la religión ni con la política y mucho menos con sus espurios ayuntamientos. Una jerarquía, expresada en términos científicos, es una escala de órdenes de sucesos de acuerdo a su capacidad holística.

En cualquier secuencia de desarrollos, lo que es totalidad en un estadío se hace parte de un todo mayor en el estadío siguiente. Una letra es parte de una palabra completa, que es parte de una frase completa, que es a su vez parte de un párrafo completo, y así sucesivamente.

En el caso de las ciencias biológicas Howard Gardner, en su obra Quest for mind, lo explica del siguiente modo:

Cualquier cambio en un organismo afectará a todas las partes; no se puede alterar ningún aspecto de una cierta estructura sin que afecte a su totalidad; cada totalidad contiene partes y es a su vez parte de una totalidad mayor.

Para el lenguaje Roman Jakobson establece lo siguiente: El fonema es una combinación de rasgos distintivos; esta compuesto por diversas unidades indicadoras y puede ser incorporado a unidades más amplias como sílabas o palabras. Es simultáneamente un todo compuesto de partes que se incluye en totalidades más amplias.

Parte de un todo

Arthur Koestler acuño el término holón para referirse a aquello que, siendo una totalidad en un contexto, es simultáneamente una parte en otro contexto. Si consideramos la frase “el relinchar de los caballos”, la palabra relinchar es una totalidad en relación a cada una de sus letras consideradas individualmente consideradas, pero una parte en relación con la frase que la contiene.

El todo –o contexto- puede determinar el significado o función de la parte. Veamos un ejemplo muy claro: el significado de una palabra, Vg., banco, es muy diferente en el contexto “en el jardín ese es mi banco” que en este otro contexto: “hice la transferencia desde mi banco”. Consecuentemente, la totalidad es más que la suma de sus partes y esa totalidad puede influir y determinar en muchos casos la función de estas.

Una jerarquía cualquiera, está formada por un orden de holones creciente que representan un aumento de totalidad y capacidad integradora: la serie átomos, moléculas, células…constituye un ejemplo de jerarquía natural; la jerarquía es un concepto central en la teoría de sistemas.

Ser parte de un todo mayor significa que ese todo proporciona algún principio –como el pegamento que antes aludíamos- que no se encuentra en las partes aisladas, y ese principio permite varias cosas: que las partes se unan, se conecten, posean propiedades comunes y emerjan nuevas cualidades ausentes en las partes.

La jerarquía, vista así, es un factor que da sentido ya que convierte las acumulaciones en totalidades y los fragmentos inconexos en redes de interconexión. Cuando decimos que el todo es mayor que la suma de sus partes, este “mayor” significa jerarquía.

No significa dominación totalitaria: significa una más alta o más profunda comunidad –y esta es una de las justificaciones del comunitarismo de McYntire aunque él no lo haya expresado así- que reúne las hebras aisladas en una red real.

Jerarquía y totalidad son términos contiguos. Para las ciencias biológicas, Gardner dice: Un organismo biológico es visto como una totalidad cuyas partes están integradas en un todo jerárquico.

Para la lengua, Jakobson manifiesta que ésta es: Simultáneamente una totalidad compuesta de partes y ella misma una parte incluida en un todo mayor.

Para inmediatamente concluir: Jerarquía, entonces, es el principio estructural fundamental.

Figuras dentro de figuras

También es la razón por la que las jerarquías se representan a menudo como una serie de círculos concéntricos, o esferas también concéntricas, o bien “figuras dentro de figuras”. El esquema general de niveles no debe ser contemplado como una serie de estratos geológicos o como si se tratase de los peldaños de una escalera.
Complejas interrelaciones

Estas imágenes no hacen justicia a las complejas interrelaciones existentes en el mundo real, que son mucho más parecidas a las halladas en un juego de cajas chinas o en una serie de esferas concéntricas, ya que un nivel dado puede contener otros niveles dentro de él.

Tampoco las jerarquías son lineales. Los estadíos del crecimiento no son casuales ni aleatorios, sino que se rigen por algún tipo de pauta, que no es ni lineal, ni rígida, ni unidireccional. Estos procesos son interdependientes y complejamente interactivos. Los términos “nivel”, “escala” o “estrato” son meras metáforas.

La jerarquía es asimétrica porque los procesos no ocurren a la inversa. Las bellotas crecen hasta convertirse en encinas pero no al revés; el cigoto humano se desarrolla hasta convertirse en un nasciturus pero el conjunto ya formado y a punto de ser alumbrado, no puede iniciar el recorrido inverso que le devuelva al estado de cigoto.

En lingüística primero hay letras, luego palabras, después frases, pero no al revés Y este “no al revés” constituye una inevitable jerarquía, categoría u orden asimétrico de totalidades crecientes. Todas las secuencias del desarrollo evolutivo proceden por jerarquización, tanto a nivel orgánico como si retrata del desarrollo cognitivo.

En este último, observamos que la conciencia se desarrolla desde imágenes simples que representan un día o un suceso, hasta símbolos y conceptos que representan grupos enteros o clases de cosas y sucesos, hasta postular leyes que integran y organizan numerosas clases y grupos de cosas en redes complejas.

En el desarrollo moral encontramos un razonamiento que va desde el sujeto aislado hasta el grupo o tribu de sujetos relacionados, y después hasta toda una red de grupos más allá de cualquier elemento aislado.

Redes jerárquicas

Estas redes jerárquicas se despliegan necesariamente de manera secuencial o por niveles. Primero son los átomos, luego las moléculas, para después aparecer las células, y después órganos, los tejidos, los sistemas y, con posterioridad, los organismos complejos. La aparición de estas redes no es simultánea. El crecimiento tiene lugar por etapas, y estas están escalonadas en orden lógico y cronológico.

Las estructuras más holísticas o relacionales aparecen en una fase posterior del desarrollo porque han de esperar la emergencia de las partes capaces de integrar o unificar, de la misma forma que las frases completas sólo surgen después de que lo han hecho las palabras completas.

Algunas jerarquías implican un tipo de red o redes de control. Veamos: los niveles inferiores –niveles menos holísticos-, pueden influenciar a los niveles superiores –o más holísticos-, a través de un proceso llamado “causación ascendente”.

Pero los niveles superiores, asimismo, pueden influir y de hecho controlar a los inferiores, la llamada “causación descendente”. Ejemplo: si decidimos mover el brazo, todos sus átomos, moléculas y células se moverán con él; este es un caso de causación descendente.

Heterarquía

Los elementos de un determinado nivel, situado en un contexto jerárquico, operan por heterarquía, es decir que en ese nivel ninguno de esos elementos parece ser más importante y, cada uno contribuye de manera más o menos equivalente al buen funcionamiento de la totalidad del nivel (el llamado “bootstrapping”).

Una totalidad de orden superior T1 del que otra totalidad T2 sea una parte, puede ejercer una influencia definitiva sobre cada uno de sus componentes. Ejemplo: Cuando decidimos mover un brazo, nuestro cerebro/mente, una organización relacional u holística de orden superior, ejerce su influencia sobre las células de dicho brazo que son totalidades de orden menor, pero no al revés: una célula de un brazo no puede decidir por si sola mover el brazo, de la misma manera que la cola no mueve al perro. De lo dicho se deduce: dentro de cada nivel, heterarquía; entre niveles, jerarquía.

En cualquier secuencia de desarrollo o crecimiento, a medida que surge un estadío u holón más amplio, este incluye las capacidades, patrones y mecanismos de funcionamiento de los holones situados en niveles inferiores. Entonces, en ese nuevo nivel, se producen nuevas propiedades que lo amplifican.

En este sentido y, recalcamos, sólo en ese sentido, se puede decir que el nuevo holón es bien más elevado o bien más profundo. Altitud y profundidad implican la dimensión vertical de integración que no se encuentra en una nueva expansión horizontal. Los organismos incluyen células, que incluyen moléculas, que incluyen átomos, pero no al revés.

Así, cualquiera que sea la importancia del valor del estadío previo, el nuevo estadío lo tiene incorporado en su propia formación, y además tiene “algo más” –más capacidad de integración, por ejemplo-, y “ese algo más” significa más valor en relación al estadío previo. Sería Aristóteles quien habría introducido estas nociones en Occidente, mientras que en Oriente lo habrían hecho Shankara y Lao Tse.

Por todo ello, Koestler, después de darse cuenta de que todas las jerarquías están compuestas de holones o grados crecientes de totalidad, señaló que tras todas estas consideraciones, el término científico más correcto para designar una jerarquía natural o social no sometida a patología alguna, es el de holarquía.

La teoría holónica y los principios de conectividad

A continuación vamos a sistematizar en un conjunto de conclusiones o principios básicos lo que podríamos llamar las “pautas de la existencia”, “tendencias de la evolución”, “leyes de la forma” o “propensiones de manifestación”. Estos principios básicos operan en los tres dominios de la evolución y por lo tanto, son tendencias que hacen que este universo -uni-versum, una vez-, o lo que es lo mismo, un pluralismo emergente entrelazado todo él por patrones comunes que denominaremos a partir de ahora leyes de conexión o mejor aún, patrones de conectividad.

Hemos dudado mucho en utilizar el término ley, patrón o hábito estable del universo. Para los alcances de lo que ahora vamos a examinar, nos conformamos con que sea esto último. Utilizaremos el término principio, que nos parece menos altisonante, y comenzaremos por decir que los que vienen a continuación, están extraídos de las ciencias evolutivas y sistémicas modernas, pero haciendo hincapié en que no que no se limitan a dichas ciencias y que van más allá de ellas.

Inicialmente, el problema con que nos encontraremos para destacar los principios comunes existentes en los tres dominios de la evolución, proviene de que estos se presentan en el lenguaje del naturalismo objetivo -el lenguaje de “ello”, el neutro en tercera persona-, y fracasan estrepitosamente cuando son aplicados a los dominios descritos solamente en el lenguaje del “yo” –estética- o del “nosotros” –ética-. Cada uno de los intentos que hemos considerado en orden “a hacer un sistema unificado”, padece de esta minusvalía.

Por lo tanto, siendo muy cuidadosos y a veces pesados y reiterativos, hemos llevado estos principios a un nivel y tipo de abstracción que nos parece compatible con los lenguajes del “ello”, del “yo” y del “nosotros” -o lo verdadero, lo bello y lo bueno, expresión que tomo de Bertrand Rusell ya que, divertido como siempre, decía que lo verdadero era lo suyo, lo bueno era lo de Spinoza y lo bello lo reservaba para Plotino- de forma que la síntesis pueda continuar suavemente hacía dominios en los que, en presentaciones anteriores la teoría de sistemas, se procedía a realizar un agresivo reduccionismo en sus propios términos naturalistas y objetivantes.

Realidad de holones

La realidad no esta compuesta de cosas o de procesos; no esta compuesta ni de átomos ni de quarks; no esta compuesta de totalidades ni tampoco de partes. Más bien esta compuesta de totalidades/partes, es decir, de holones.

Esto es verdad para partículas, átomos, células, individuos, símbolos, ideas,... Todos ellos pueden ser entendidos no como cosas o como procesos, y tampoco como totalidades ni como partes, sino como totalidades/partes, simultáneamente. Así, los intentos habituales de estudio y clasificación tanto si son atomistas como holísticos, están fuera de lugar.

Antes de que un átomo sea un átomo, es conceptualmente un holón y lo mismo ocurre en los siguientes estadíos evolutivos. Todos ellos son totalidades que existen dentro de otras totalidades y de esta forma, en primer lugar y sobre todo, son totalidades/partes mucho antes de que sus “características particulares” puedan ser analizadas por nosotros.

De la misma manera ocurre con la realidad que podría estar compuesta de procesos y no de cosas. El intento de decidir si las unidades básicas de la realidad son cosas o procesos están fuera de lugar, porque sea como fuere, son holones y centrarnos en uno u otro de estos aspectos hace que nos desviemos del tema central. Evidentemente, existen cosas y procesos pero todos y cada uno de ellos son holones.

Por tanto, podemos examinar lo que los holones tienen de común entre sí. Esto nos libera del vano intento de encontrar procesos o entidades comunes en cada nivel y en cada dominio de la existencia, porque ese análisis nunca dará resultado: siempre lleva al reduccionismo y no a una verdadera síntesis.

Si decimos que el universo está compuesto de quarks, privilegiamos a un dominio en particular. Igualmente, en otro extremo del espectro, decir que el universo está compuesto de símbolos por es todo lo que conocemos, también supone privilegiar a otro dominio concreto.

Hasta la literatura

Pero decir que el universo está compuesto de holones no privilegia ningún dominio, ni implica que un nivel específico sea más fundamental. Por ejemplo la literatura -que no la letra escrita en un papel en cuanto tinta conformada- no está compuesta de partículas subatómicas; pero tanto la literatura como las partículas subatómicas están compuesta por holones.

Empezando con la noción de holón y procediendo por medio de una combinación de razonamientos a priori y de pruebas a posteriori, podemos intentar discernir lo que todos los holones conocidos parecen tener en común.

Estas conclusiones se van refinando y revisando al examinar cada uno de los dominios, desde la biología celular hasta las estructuras físicas disipativas, desde la evolución cósmica hasta el crecimiento psicológico, desde los dominios autopoiéticos hasta la fabricación de programas de ordenador, desde la estructura del lenguaje hasta las réplicas del ADN.

Como todos estos dominios operan con holones, podemos intentar discernir lo que estos holones tienen en común cuando interactúan, cuales son sus leyes, hábitos o tendencias. Vamos pues a ello en las próximas notas.
Javier Del Arco
| Miércoles, 26 de Abril 2006