En el artículo de hoy reflexionaremos sobre el cirenaísmo y su doble vertiente: el Hedonismo y el Relativismo. Nada hay nuevo bajo el sol. Pero en una sociedad dominada por el hipersector de la información, todo se magnifica y difunde mucho más rápidamente.
1. El Hedonismo no es cosa de hoy: Cirenaicos y Epicúreos
Si hacemos un esfuerzo por bucear en la Historia de la Filosofía nos encontramos con La escuela cirenaica que fue fundada por Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates, en tiempo de la Grecia clásica y en el momento culminante de su mejor filosofía. Esta escuela tenía un cierto parentesco con las escuelas megárica y cínica; su doctrina fue bautizada generalmente como Hedonismo, aunque habría que matizar mucho este último término porque el epicureismo presentaba diferencias sustanciales –la introducción de la racionalidad y mucha más envergadura intelectual- con la escuela cirenaica. Hoy coexisten cirenaicos (muchos y masificados) y epicúreos (pocos e intelectuales) que sin saberlo su actitud vital en los primeros y vital-racional en los segundos, los hace herederos, a través de los recovecos de la historia del pensamiento, sin que ellos, salvo una pequeña minoría cualificada, sean conscientes de ello.
Esta escuela cirenaica se descompuso en diversas ramas que llevaron a algunos a distinguir entre cireneos (seguidores de Aristipo), hegesíacos (seguidores de Hegesías), anicerios (seguidores de Aníceris) y teodorios (seguidores de Teodoro, el Ateo).
Los cirenaicos se ocuparon fundamentalmente de cuestiones de ética. En su opinión, el bien se identifica con el placer, aunque éste debe entenderse también como placer espiritual. La felicidad humana, según Aristipo, consiste en librarse de toda inquietud, siendo la vía para lograrlo la autarquía. En teoría del conocimiento, los cirenaicos defendieron una posición sensualista (la única fuente de conocimiento son los sentidos) y subjetivista (no hay más conocimiento que el conocimiento individual).
Los seguidores de Aristipo prolongaron las enseñanzas de su maestro hasta el periodo helenistico. Filósofos como Teodoro el Ateo, Hegesias, Aníceris, Antípatro de Cirene y Parebates representaron una tendencia filosófica más que una "escuela" propiamente dicha. Cicerón y otros autores nos cuentan que las lecciones dadas por Hegesias en Alejandría fueron causa de tantos suicidios que el faraón helenístico Ptolomeo I tuvo que prohibir su continuidad.
Aristipo fue un discípulo señalado de Sócrates y predecesor de Epicuro, y el fundador de la escuela de Cirene o cirenaica. Para ella, el casi único criterio de verdad se halla en las emociones internas. Y en cuanto al origen del conocimiento, debe buscárselo en la sensación.
En lo que concierne al supremo fin del hombre debo ser considerado como la felicidad, fundamentada ésta tan sólo en torno al placer. Se le tuvo como hombre materialmente pudiente, con riquezas y fortuna que le posibilitaban el ejercicio de una vida acorde con el tenor de su filosofía. En torno al bien y al mal, no admitía criterios diferenciales que no fueran los del placer; buscaba únicamente los goces. Los datos biográficos conservados dicen que llevo sus ideas a la práctica y que en su casa y entorno próximo arraigó la doctrina hedonista. Ejemplo de ello es que su hijo Arete, educó al nieto de Arístipo en el marco del hedonismo.
Hegesias es quizá un poco heterodoxo dentro de esta escuela cirenaica a la que si pertenecían sus alumnos. Este pensador no debió de sentirse muy satisfecho con el hedonismo cirenaico, pues los placeres de esta vida le parecían pocos y mucho menores que los dolores, y además muy difíciles de conseguir a causa de la oposición de la fortuna y el azar. Por ello destacaba las ventajas y beneficios de la muerte y se le tuvo como inductor del suicidio. Esto último, por algunos casos que se dieron a causa de estas ponzoñosas enseñanzas, alarmó al rey Ptolomeo I, quien le prohibió hablar de estas cuestiones, prohibió sus libros, cerró su escuela y le expulsó de la Alejandría donde enseñaba.
Teodoro el Ateo, se mofaba de las divinidades griegas y se apartó radicalmente de ellas de ellas, lo que, según Plutarco, le acarreó bastantes problemas cuando estuvo en Atenas; eso le valió ser llamado Teodoro, el Ateo. Un discípulo suyo, Evémero, explicaba que los dioses habían sido en realidad hombres célebres venerados a causa de sus virtudes y contribuciones al bien general, por lo cual habían sido recordados como dioses, aun siendo mortales. A esta doctrina que intentaba racionalizar los mitos se la llamó Evemerismo.
El Hedonismo es la doctrina filosófica basada en la búsqueda del placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de ser de la vida. Las dos escuelas clásicas del hedonismo son la escuela cirenaica, que someramente hemos visto, y los epicúreos.
El Hedonismo es la doctrina que considera el placer como el fin de la vida, por lo que se deduce que los seres humanos deberíamos dedicarnos exclusivamente a vivir en su eterna búsqueda. En la Grecia antigua se formularon las primeras teorías sobre el placer:
En la primera doctrina, la radical, se plantea que los deseos personales se debían satisfacer de inmediato sin importar los intereses de los demás. Esta teoría fue expuesta por un grupo llamado los cirenaicos.
La segunda doctrina, más moderada y elaborada, fue formulada por los epicúreos o hedonistas racionales, seguidores del filósofo Epicuro de Samos, quien vivió en Grecia entre el 341 y el 270 a.c. La doctrina que predicó Epicuro de Samos ha sido tergiversada a través de la historia, hasta el punto de que algunos lo toman como un libertino mientras que otros consideran esa característica tan sólo lo consideraron una faceta de su filosofía.
Epicuro consideraba que la felicidad consiste en vivir en continuo placer, porque para muchas personas el placer es concebido como algo que excita los sentidos. Epicuro consideró que no todas las formas de placer se refieren a lo anterior, pues lo que excita los sentidos son los placeres sensuales. Existen otras formas de placer que según él se refieren a la ausencia de dolor o de cualquier tipo de aflicción. También afirmó que ningún placer es malo en sí, sólo que los medios para buscarlo pueden ser el inconveniente, el riesgo o el error.
Existen escritos del filósofo y de sus seguidores que nos muestran sus doctrinas: entre los deseos, algunos son naturales y necesarios, algunos naturales y no necesarios y otros ni naturales ni necesarios, sólo consagrados a la opinión vana. La disposición que tengamos hacia cada uno de estos casos determina nuestra aptitud para ser felices o no.
-Dentro de los deseos naturales y necesarios encontramos las necesidades básicas físicas, como el alimentarse, calmar la sed, el abrigo y el sentido de seguridad.
-Dentro de la clase de naturales e innecesarios están, la conversación amena, la gratificación sexual, las artes, etc.
-Dentro de los placeres innaturales e innecesarios están la fama, el poder político, el prestigio, etc.
Epicuro formuló algunas recomendaciones entorno a todas estas categorías de deseos así:
-Debemos satisfacer los deseos naturales necesarios de la forma más económica posible.
-Podemos perseguir los deseos naturales innecesarios hasta la satisfacción de nuestro corazón, no más allá.
-No debemos arriesgar la salud, la amistad, la economía en la búsqueda de satisfacer un deseo innecesario, pues esto sólo conduce a un sufrimiento futuro.
-Hay que evitar por completo los deseos innaturales innecesarios pues el placer o satisfacción que éstos producen es efímero.
Muchos adeptos
La filosofía epicúrea ganó un gran número de adeptos. Fue una importante escuela de pensamiento que perduró durante siete siglos después de la muerte de su creador. Hacia la Edad Media decayó y fueron destruidos muchos de sus escritos. Sin embargo hoy existen remanentes de esta doctrina que han sido compilados y difundidos por el mundo. Y últimamente hay un reverdecer grosero y poco original de la misma que ignora sus raíces pero que lleva a la práctica sus formas más radicales.
Los epicúreos sostenían que el placer verdadero es alcanzable tan solo por la razón, algo de lo que hoy se prescinde. Hacían hincapié en la virtud del dominio de sí mismo y de la prudencia. En los siglos XVIII y XIX los filósofos británicos Jeremy Benthan, James Mill y Jhon Stuart Mill hicieron la propuesta de una doctrina universal más conocida como utilitarismo. Según esta teoría el comportamiento humano debe tener como criterio final el bien social. Hay que guiarse moralmente buscando todo aquello que proporciona y favorece el bienestar de un mayor número de personas.
Las dos escuelas, cirenaica y epicúrea, convergen en el detestar la superstición y la religión y basar la conducta y el juicio mediante la experiencia y la razón. Así anticipan las posiciones del humanismo y del iluminismo posterior. De todas formas, difieren en lo siguiente:
La escuela cirenaica (siglos IV y III a. C.) fue fundada por Aristipo de Cirene, fue una de las más antiguas escuelas socráticas y enfatizaba sólo un lado de las enseñanzas de Sócrates. Tomando la afirmación de Sócrates de que la felicidad es uno de los fines de la acción moral, Aristipo mantenía que el placer era el bien superior. Él decía que las gratificaciones corpóreas, las cuales el consideraba intensas, eran preferibles a las mentales. Ellos también negaban que debamos posponer la gratificación inmediata para la ganancia a largo plazo. En este respecto ellos difieren de los epicúreos.
El epicureismo identificaba al placer con la tranquilidad y enfatizaba la reducción del deseo sobre la adquisición inmediata del placer. En esta forma, el epicureismo escapa a la objeción precedente: mientras el placer y el bien mayor son de hecho lo mismo, Epicuro argumentaba que el placer más alto consiste de una vida simple, moderada, que se vive con amigos en discusión filosófica. Él enfatizaba que no era bueno hacer algo que a uno le haga sentir bien si, cuando se lo experimentaba, uno después denigraría las experiencias posteriores y éstas le harían sentirse bien. Así mismo afirmaba que a veces por tener placeres momentáneos intensos se sacrifica el bienestar posterior. En tanto él entendía por placer la ausencia de dolor.
Dentro del Hedonismo en sentido estricto se pueden distinguir dos formas del mismo, de acuerdo con los dos significados que tiene el término placer. Éste designa al placer sensible o inferior, y al placer espiritual o superior. En consecuencia, habrá dos formas de hedonismo, llamadas hedonismo absoluto y hedonismo mitigado, o eudemonismo.
Por lo que se refiere al hedonismo psicológico, son varias las doctrinas existentes según la determinación temporal del placer. La teoría del placer de los fines o “hedonismo psicológico del futuro” sostiene que el placer personal es el único fin último de una persona.
El hedonismo no consiste en afirmar que el placer es un bien, ya que dicha afirmación ha sido admitida por otras muchas doctrinas éticas muy alejadas del hedonismo, sino en considerar que el placer es el único y supremo bien.
El término hedonismo puede tomarse en dos sentidos, lato y estricto. En el primero, el Hedonismo sería una teoría ética de gran amplitud en la que la palabra placer tendría un significado muy extenso, abarcando tanto el placer como la utilidad; en este sentido se encuadraría dentro del Hedonismo el utilitarismo.
En un sentido más restringido, el Hedonismo se diferencia del utilitarismo, fundamentalmente, porque el primero cifra el bien en el placer individual, mientras que el segundo afirma como bien sumo el placer, el bienestar y la utilidad sociales; el Hedonismo tiene carácter individualista, el utilitarismo es de índole socialista (en el sentido etimológico de la palabra). El punto de vista que sostiene que la satisfacción humana se encuentra en la búsqueda y posesión del placer material y físico.
El hedonismo radical sostiene que todos los placeres físicos deben ser satisfechos sin ninguna restricción, mientras que el hedonismo moderado afirma que las actividades placenteras deben ser moderadas, para que así aumente el placer. En ambos casos el placer es la principal motivación del comportamiento.
2. El Hedonismo hoy
Dentro de la filosofía contemporánea se destaca la figura de Michel Onfray como abierto proponente del hedonismo. Él manifiesta en una entrevista que "Se cree que el hedonista es aquel que hace el elogio de la propiedad, de la riqueza, del tener, que es un consumidor. Eso es un hedonismo vulgar que propicia la sociedad. Yo propongo un hedonismo filosófico que es en gran medida lo contrario, del ser en vez del tener, que no pasa por el dinero, pero sí por una modificación del comportamiento. Lograr una presencia real en el mundo, y disfrutar jubilosamente de la existencia: oler mejor, gustar, escuchar mejor, no estar enojado con el cuerpo y considerar las pasiones y pulsiones como amigos y no como adversarios."
Michel Onfray, nacido en 1959 en el seno de una familia de agricultores normandos, es el creador Universidad Popular de Caen y escribió su manifiesto en 2004 (communauté philosophique). Onfray cree que no hay filosofía sin psicoanálisis, sin sociología, ni ciencias. Un filósofo piensa en función de las herramientas de que dispone; si no, piensa fuera de la realidad.
Sus escritos celebran el hedonismo, los sentidos, el ateísmo, al filósofo artista en la raza de los pensadores griegos que predican la autonomía del pensamiento y de la vida. Su ateísmo es sin concesiones, expone que las religiones son indefendibles como herramientas de soberanía y trato con la realidad. Forma parte de una línea de intelectuales próximos a la corriente individualista anarquista, intentando entroncar con el aliento de los filósofos cínicos (Diógenes), epicúreos (Epicuro) y cirenaicos.
Onfray propone un pensamiento puramente materialista/naturalista del que hace un elogio en todos los ámbitos que le interesan: ética de la vida, política, uso del cuerpo, relatos amorosos. Para este filósofo, la probidad y el conocimiento del mundo son claves inevitables: “Es necesario trabajar con la realidad y construir a partir de ella”. Trabaja en la reconstrucción de mitos guiados por la “pulsión de muerte”, es decir, la negación del mundo y la existencia en favor de quimeras y cuentos. Posición que le ha conducido a un ateísmo “no cristiano” (un ateísmo que no conserva los usos del cristianismo en la vida corriente o ateología). Propone un arte de vivir hedonista orientado hacia la existencia, la cultura de las artes y del conocimiento, la expansión, el placer, el conocimiento de sí mismo y del otro.
Señalando con el dedo las formas de alienación y de dolor que imputa a las religiones y a sus dogmas políticos y económicos, vuelve a poner al individuo en el centro de su existencia y le invita a “pensar su vida y vivir su pensamiento”. Para él, trabajar sobre el rechazo de los cuentos, sobre el placer, sobre el uso de su cuerpo y su relación con los otros, son elementos esenciales que permiten no caer bajo el pensamiento idealista, con su canto de sirenas de pretendidas existencias después de la muerte, que aplaza una vida gozosa en el único mundo real existente. Para Michel Onfray la felicidad (le bonheur) debe hacerse en el momento presente de la vida.
El éxito del “Tratado de ateología”, vendió más de doscientos mil ejemplares en Francia, lo que muestra el creciente interés por las cuestiones religiosas, tanto si los analistas tienden al ateísmo o a la religión.
Sin embargo, el Tratado desencadenó en 2005 una polémica en los medios intelectuales franceses, equilibrada por la publicación de decenas de artículos sobre el tema y de dos libros que atacan lo que sus autores consideran como "errores históricos" y "confusiones" en el Tratado: El antitratado de ateologia, el sistema Onfray al descubierto (Matthieu Balsamero, ediciones Presses de la Renaissance) y Dios con espíritu: Respuesta a Michel Onfray (Irène Fernandez, ediciones Philippe Rey).
Otra figura destacable en defensa de este plantamiento hedonista es la escritora Valérie Tasso. Su libro Antimanual de sexo intenta abordar desde esta perspectiva el fenómeno de la sexualidad humana con declaraciones como la siguiente: "El hedonismo es una actitud ante la vida. Es una filosofía vital que prima al instante sobre el devenir, que reivindica la valentía sobre el miedo, que respeta la materialidad y cuestiona el espíritu, que gestiona lo que sucede sin despreciarse por lo que nunca sucedió, que aprecia la lógica de la vida y cuestiona la lógica de la muerte, que sabe que lo suficiente es suficiente, que busca el placer donde está, no donde se busca, que hace de su cuerpo su aliado y no su prisión, que desea sin que lo esclavice su deseo, que emplea su tiempo más que su dinero[...] El hedonista ejerce el difícil arte de establecer la paz consigo mismo.
Valérie Tasso (23 de enero de 1969, región de la Champagne-Ardenne, Francia). Escritora, sexóloga e investigadora, que actualmente reside en Barcelona.
Se licenció en Ciencias Económicas y Lenguas Extranjeras Aplicadas y obtuvo un máster en Dirección de Empresas por la universidad de Estrasburgo. Publicó en 2003 su obra "Diario de una Ninfómana" de la que en 2008 se realizó una adaptación cinematográfica con el mismo título y bajo producción española de Filmax y Canónigo Films, que despertó un enorme revuelo mediático por la polémica con la censura al cartel de la película. A este libro le siguió en 2004 "París la nuit" y en marzo de 2006 "El otro lado del sexo", todos bajo el sello editorial de Plaza y Janés. En 2008 publica con la editorial Temas de Hoy su cuarto libro, "Antimanual de sexo". El éxito internacional de ventas de estos libros la ha colocado entre las escritoras de no ficción de habla hispana con mayor proyección, habiendo sida traducida su obra en más de 15 países.
Colaboradora habitual en programas televisivos y radiofónicos, es conocida su trayectoria como conferenciante e investigadora. Finalizó en junio de 2006 un Postgrado en Sexología en el INCISEX dependiente de la Universidad de Alcalá de Henares, en Madrid. Su actual pareja es el pensador y pintor sevillano Jorge de los Santos. En junio de 2009 impartió en el campus de Avilés de la Universidad de Oviedo una conferencia sobre "el discurso normativo del sexo", dentro de un curso de verano sobre sexología de la referida universidad.
En sus obras, Valérie Tasso relata su experiencia sexual con diferentes enfoques, pero con un nexo común en el que pretende desmitificar las prácticas sexuales. "Diario de una ninfóma" y "Paris la nuit" constituyen parcialmente una biografía de la autora, el primero en forma de diario, donde explica sus experiencias y plantea la importancia de la condición humana más allá del sexo pero de una manera sexo-centrista. "El otro lado del sexo" trata de diferentes prácticas sexuales con el objetivo de desmitificarlas y valorar los elementos que las mantienen aisladas.
En "Antimanual de sexo" incorpora el concepto del "discurso normativo del sexo" para explicar, siguiendo la estela de Michel Foucault, que ocultamos la verdadera naturaleza del sexo por la sobreexposición discursiva de éste. Se habla cada vez más de sexo pero sólo de lo que el citado "discurso normativo del sexo" encuentra conveniente, conveniencia que se manifiesta en la creación de tópicos sexuales que la autora desmonta en base a la reflexión y a sus experiencias vitales, para intentar devolver al sexo su verdadera naturaleza "desmoralizada". Tasso trata de vivir plenamente la amoralidad para superar a Sade que, según ella, no pasó de inmoral.
En su trayectoria ensayística, especialmente vinculada con los estudios de postgrado en sexologia, se localizan algunos trabajos como "Sade, o la amoralidad fingida" (una aproximación a la experiencia vital del escritor como inmoral aspirante a la amoralidad) o "Lilith" (Lilith como musa y arquetipo de la "belle femme sans merci" en el ideario poético simbolista).
El Hedonismo es considerado por muchas religiones una actitud carente de moral, no porque aprecie algún placer, sino porque lo antepone a las exigencias del amor a Dios y al prójimo. Para ellos es una actitud egocéntrica que incapacita al sujeto para relacionarse con otros a menos que sea para explotarlos y satisfacer su afán de placer.
La Psicología Positiva (1998-), basada en investigaciones científicas de psicológica cognoscitiva, ha revelado que sustentar la felicidad en la búsqueda del placer, "la vida placentera", conlleva a un mayor índice de insatisfacción. La búsqueda de una Felicidad Auténtica, como indica el psicólogo Martin E. P. Seligman, implica poner un mayor enfoque en el compromiso y el significado.
La “vida comprometida” está basada en gratificaciones que no pueden ser adquiridas por atajos, como aprender un oficio, deporte, etc.; se busca el flujo, que es el balance del reto con la habilidad. Por otra parte, la vida significativa son las acciones y creencias basadas en algo mayor a nuestro ego, acciones motivadas por un bien común, etc. Se ha comprobado que aquellos que basan su felicidad en la vida comprometida y la vida significativa cuentan con un índice de mayor satisfacción en la vida. La "felicidad auténtica" es un concepto superior al simple hecho de estar fuera de dolor, sentir placer, o no sufrir enfermedades psicológicas.
3. Y el Relativismo, tampoco: la escuela cirenaica uno de los puntos de partida del relativismo
La Escuela Cirenaica de Filosofía, denominada así a causa de la ciudad de Cirene, en la que se fundó, se desarrolló aproximadamente desde el 400 hasta el 300 a.C., y tenía como principio más distintivo el hedonismo, o la doctrina de que el placer es el bien mayor.
Se dice generalmente que la escuela deriva sus doctrinas de Sócrates por un lado, y del sofista Protágoras por el otro. De Sócrates, por una tergiversación de la doctrina de que la felicidad es el sumo bien, derivó la doctrina de la supremacía del placer, mientras que de Protágoras adoptó su teoría relativista del conocimiento.
Aristipo (floreciendo c. 400 a.C.) fue el fundador de la escuela, y contó entre sus seguidores a su hija Areta y a su nieto Aristipo el Joven. Los cirenaicos comenzaron su indagación filosófica coincidiendo con Protágoras en que todo conocimiento es relativo.
Es verdadero, decían, aquello que aparenta ser verdadero; de las cosas en sí nada podemos conocer. A partir de esto, se vieron llevados a sostener que podemos conocer únicamente nuestros sentimientos, o la impresión que las cosas producen en nosotros.
Al transferir esta teoría del conocimiento a la discusión del problema de la conducta, y asumir, según se ha dicho, la doctrina socrática de que el fin principal de la conducta es la felicidad, concluían que la felicidad debe obtenerse generando sentimientos placenteros y evitando los dolorosos. El placer es, entonces, el objetivo capital en la vida.
El hombre bueno es aquel que obtiene o se empeña en obtener el máximo de placer y el mínimo de dolor. La virtud no es un bien en sí misma; es un bien solo como medio para obtener el placer. Este último punto suscita la pregunta: ¿qué entendían por placer los cirenaicos? Eran sin duda sensualistas, pero no es del todo exacto que por placer significaran únicamente el placer sensible. Hacían referencia a una jerarquía de placeres en la que los placeres corporales están subordinados a la virtud, conocimiento, goce estético, que pertenecen a la naturaleza superior del hombre.
Algunos de los cirenaicos posteriores redujeron el placer a un estado meramente negativo, sin sufrimiento; y otros, aún más tardíos, reemplazaban el placer por "jovialidad e indiferencia". La verdad parece radicar en que en este, como en muchos otros casos, el sensualismo se satisfacía con un sistema superficial y laxo. No había consistencia en la teoría cirenaica de la conducta; probablemente no se buscaba ninguna.
En verdad, a pesar del ejemplo de los fundadores de la escuela, los cirenaicos posteriores cayeron muy por debajo de lo que se esperaba de los filósofos, incluso en Grecia, y su doctrina devino un mero conjunto de máximas para justificar el modo de vida indolente de hombres cuyo fin supremo en la vida era un pasar placentero.
En el mejor de los casos, la filosofía cirenaica apenas puede ser considerada un sistema ético. Sustituían el bien y el mal por el placer y el dolor, sin referencia, directa o indirecta, a la obligación o el deber. En algunos puntos de su doctrina, la escuela desciende a los lugares comunes, como cuando justifica la obediencia de la ley reparando en que la observancia de la ley del territorio evita el castigo, y que uno debe actuar honestamente porque así incrementa la cantidad de placer. Los cirenaicos posteriores hicieron causa común con los epicúreos. De hecho, la diferencia entre estas dos escuelas era cuestión de detalles, no de principios fundamentales.
La Escuela Cirenaica, una de las "escuelas socráticas menores" que se desarrolló durante el siglo IV a.C., fue fundada por Aristipo de Cirene, aunque la sistematización de sus afirmaciones se la debemos a su nieto, Aristipo "El Joven". Al igual que sus pares de las Escuela Cínica y de la Escuela Megárica, los cirenaicos sostenían que la felicidad es la tranquilidad que se obtiene por el autodominio.
Por "bien" entendían placer inmediato y, en este sentido, se los considera hedonistas. Su hedonismo no parte del deseo de llevar una vida voluptuosa sino de la indagación en los fundamentos del valor. Influidos por el relativismo de Protágoras, entendían el conocimiento desde una óptica sensista y subjetivista.
A las ideas y a los conceptos los tenían por inseguros y dudosos. Por eso no compartían el punto de vista de quienes pretendían fundamentar el valor en meras especulaciones. Por el contrario, encontraban en el placer —que se percibe inmediatamente en la experiencia sensible— la garantía del valor, su evidencia. Hirschberger dice que el hedonismo de la escuela de Cirene “tiene una base epistemológica sensista”.
La hija de Aristipo de Cirene, Areta, fue fiel discípula de su padre. Ella formó en las doctrinas cirenaicas a su hijo Aristipo "El Joven". El principal discípulo de Aristipo "El Joven" fue Teodoro "El Ateo", influido también por el cinismo, quien refutó las creencias griegas sobre los dioses. Un miembro de la escuela, Hegesías, derivó desde el hedonismo hacia un pesimismo extremo (cosa que Kierkegaard entendería como previsible y lógica). A Hegesías lo llamaban "El Predicador de la Muerte". Exhortaba a los hombres al suicidio y fue por eso encerrado en la cárcel por Ptolomeo Lago.
Escribió “Sobre el suicidio por el ayuno”. Aníceris (que según algunos fue quien compró y liberó a Platón cuando había sido vendido como esclavo luego de su primer viaje a Sicilia) no se plegó al pesimismo de Hegesías, sosteniendo que si no se podía alcanzar el placer —como él afirmaba— al menos se podían alcanzar otros valores como la amistad y el patriotismo.
Las distintas corrientes que se originaron en la Escuela de Cirene llevaron a algunos a distinguir entre cireneos (seguidores de Aristipo), hegesíacos (seguidores de Hegesías), anicerios (seguidores de Aníceris) y teodorios (seguidores de Teodoro).
Los cirenaicos pueden considerarse antecesores de los epicúreos, pero se diferencian de éstos porque su concepción del placer es dinámica, en cuanto búsqueda del goce corporal y sensible. El autodominio, ideal compartido por todas las escuelas socráticas, era entendido por ellos como la administración de los placeres (utilizar las circunstancias para conseguir el placer, sin dejarse dominar por el deseo de obtenerlo).
La escuela cirenaica también mantuvo relación con algunos discípulos de Fedón, los llamados eretrienses. A pesar de los esfuerzos de los fundadores por no caer en posturas fáciles, los cirenaicos posteriores transformaron las doctrinas de la escuela en meras justificaciones de la vida indolente de los que sólo buscan su propio placer.
Esto es sólo el principio. El relativismo merecerá mucha más atención por mi parte.
Si hacemos un esfuerzo por bucear en la Historia de la Filosofía nos encontramos con La escuela cirenaica que fue fundada por Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates, en tiempo de la Grecia clásica y en el momento culminante de su mejor filosofía. Esta escuela tenía un cierto parentesco con las escuelas megárica y cínica; su doctrina fue bautizada generalmente como Hedonismo, aunque habría que matizar mucho este último término porque el epicureismo presentaba diferencias sustanciales –la introducción de la racionalidad y mucha más envergadura intelectual- con la escuela cirenaica. Hoy coexisten cirenaicos (muchos y masificados) y epicúreos (pocos e intelectuales) que sin saberlo su actitud vital en los primeros y vital-racional en los segundos, los hace herederos, a través de los recovecos de la historia del pensamiento, sin que ellos, salvo una pequeña minoría cualificada, sean conscientes de ello.
Esta escuela cirenaica se descompuso en diversas ramas que llevaron a algunos a distinguir entre cireneos (seguidores de Aristipo), hegesíacos (seguidores de Hegesías), anicerios (seguidores de Aníceris) y teodorios (seguidores de Teodoro, el Ateo).
Los cirenaicos se ocuparon fundamentalmente de cuestiones de ética. En su opinión, el bien se identifica con el placer, aunque éste debe entenderse también como placer espiritual. La felicidad humana, según Aristipo, consiste en librarse de toda inquietud, siendo la vía para lograrlo la autarquía. En teoría del conocimiento, los cirenaicos defendieron una posición sensualista (la única fuente de conocimiento son los sentidos) y subjetivista (no hay más conocimiento que el conocimiento individual).
Los seguidores de Aristipo prolongaron las enseñanzas de su maestro hasta el periodo helenistico. Filósofos como Teodoro el Ateo, Hegesias, Aníceris, Antípatro de Cirene y Parebates representaron una tendencia filosófica más que una "escuela" propiamente dicha. Cicerón y otros autores nos cuentan que las lecciones dadas por Hegesias en Alejandría fueron causa de tantos suicidios que el faraón helenístico Ptolomeo I tuvo que prohibir su continuidad.
Aristipo fue un discípulo señalado de Sócrates y predecesor de Epicuro, y el fundador de la escuela de Cirene o cirenaica. Para ella, el casi único criterio de verdad se halla en las emociones internas. Y en cuanto al origen del conocimiento, debe buscárselo en la sensación.
En lo que concierne al supremo fin del hombre debo ser considerado como la felicidad, fundamentada ésta tan sólo en torno al placer. Se le tuvo como hombre materialmente pudiente, con riquezas y fortuna que le posibilitaban el ejercicio de una vida acorde con el tenor de su filosofía. En torno al bien y al mal, no admitía criterios diferenciales que no fueran los del placer; buscaba únicamente los goces. Los datos biográficos conservados dicen que llevo sus ideas a la práctica y que en su casa y entorno próximo arraigó la doctrina hedonista. Ejemplo de ello es que su hijo Arete, educó al nieto de Arístipo en el marco del hedonismo.
Hegesias es quizá un poco heterodoxo dentro de esta escuela cirenaica a la que si pertenecían sus alumnos. Este pensador no debió de sentirse muy satisfecho con el hedonismo cirenaico, pues los placeres de esta vida le parecían pocos y mucho menores que los dolores, y además muy difíciles de conseguir a causa de la oposición de la fortuna y el azar. Por ello destacaba las ventajas y beneficios de la muerte y se le tuvo como inductor del suicidio. Esto último, por algunos casos que se dieron a causa de estas ponzoñosas enseñanzas, alarmó al rey Ptolomeo I, quien le prohibió hablar de estas cuestiones, prohibió sus libros, cerró su escuela y le expulsó de la Alejandría donde enseñaba.
Teodoro el Ateo, se mofaba de las divinidades griegas y se apartó radicalmente de ellas de ellas, lo que, según Plutarco, le acarreó bastantes problemas cuando estuvo en Atenas; eso le valió ser llamado Teodoro, el Ateo. Un discípulo suyo, Evémero, explicaba que los dioses habían sido en realidad hombres célebres venerados a causa de sus virtudes y contribuciones al bien general, por lo cual habían sido recordados como dioses, aun siendo mortales. A esta doctrina que intentaba racionalizar los mitos se la llamó Evemerismo.
El Hedonismo es la doctrina filosófica basada en la búsqueda del placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de ser de la vida. Las dos escuelas clásicas del hedonismo son la escuela cirenaica, que someramente hemos visto, y los epicúreos.
El Hedonismo es la doctrina que considera el placer como el fin de la vida, por lo que se deduce que los seres humanos deberíamos dedicarnos exclusivamente a vivir en su eterna búsqueda. En la Grecia antigua se formularon las primeras teorías sobre el placer:
En la primera doctrina, la radical, se plantea que los deseos personales se debían satisfacer de inmediato sin importar los intereses de los demás. Esta teoría fue expuesta por un grupo llamado los cirenaicos.
La segunda doctrina, más moderada y elaborada, fue formulada por los epicúreos o hedonistas racionales, seguidores del filósofo Epicuro de Samos, quien vivió en Grecia entre el 341 y el 270 a.c. La doctrina que predicó Epicuro de Samos ha sido tergiversada a través de la historia, hasta el punto de que algunos lo toman como un libertino mientras que otros consideran esa característica tan sólo lo consideraron una faceta de su filosofía.
Epicuro consideraba que la felicidad consiste en vivir en continuo placer, porque para muchas personas el placer es concebido como algo que excita los sentidos. Epicuro consideró que no todas las formas de placer se refieren a lo anterior, pues lo que excita los sentidos son los placeres sensuales. Existen otras formas de placer que según él se refieren a la ausencia de dolor o de cualquier tipo de aflicción. También afirmó que ningún placer es malo en sí, sólo que los medios para buscarlo pueden ser el inconveniente, el riesgo o el error.
Existen escritos del filósofo y de sus seguidores que nos muestran sus doctrinas: entre los deseos, algunos son naturales y necesarios, algunos naturales y no necesarios y otros ni naturales ni necesarios, sólo consagrados a la opinión vana. La disposición que tengamos hacia cada uno de estos casos determina nuestra aptitud para ser felices o no.
-Dentro de los deseos naturales y necesarios encontramos las necesidades básicas físicas, como el alimentarse, calmar la sed, el abrigo y el sentido de seguridad.
-Dentro de la clase de naturales e innecesarios están, la conversación amena, la gratificación sexual, las artes, etc.
-Dentro de los placeres innaturales e innecesarios están la fama, el poder político, el prestigio, etc.
Epicuro formuló algunas recomendaciones entorno a todas estas categorías de deseos así:
-Debemos satisfacer los deseos naturales necesarios de la forma más económica posible.
-Podemos perseguir los deseos naturales innecesarios hasta la satisfacción de nuestro corazón, no más allá.
-No debemos arriesgar la salud, la amistad, la economía en la búsqueda de satisfacer un deseo innecesario, pues esto sólo conduce a un sufrimiento futuro.
-Hay que evitar por completo los deseos innaturales innecesarios pues el placer o satisfacción que éstos producen es efímero.
Muchos adeptos
La filosofía epicúrea ganó un gran número de adeptos. Fue una importante escuela de pensamiento que perduró durante siete siglos después de la muerte de su creador. Hacia la Edad Media decayó y fueron destruidos muchos de sus escritos. Sin embargo hoy existen remanentes de esta doctrina que han sido compilados y difundidos por el mundo. Y últimamente hay un reverdecer grosero y poco original de la misma que ignora sus raíces pero que lleva a la práctica sus formas más radicales.
Los epicúreos sostenían que el placer verdadero es alcanzable tan solo por la razón, algo de lo que hoy se prescinde. Hacían hincapié en la virtud del dominio de sí mismo y de la prudencia. En los siglos XVIII y XIX los filósofos británicos Jeremy Benthan, James Mill y Jhon Stuart Mill hicieron la propuesta de una doctrina universal más conocida como utilitarismo. Según esta teoría el comportamiento humano debe tener como criterio final el bien social. Hay que guiarse moralmente buscando todo aquello que proporciona y favorece el bienestar de un mayor número de personas.
Las dos escuelas, cirenaica y epicúrea, convergen en el detestar la superstición y la religión y basar la conducta y el juicio mediante la experiencia y la razón. Así anticipan las posiciones del humanismo y del iluminismo posterior. De todas formas, difieren en lo siguiente:
La escuela cirenaica (siglos IV y III a. C.) fue fundada por Aristipo de Cirene, fue una de las más antiguas escuelas socráticas y enfatizaba sólo un lado de las enseñanzas de Sócrates. Tomando la afirmación de Sócrates de que la felicidad es uno de los fines de la acción moral, Aristipo mantenía que el placer era el bien superior. Él decía que las gratificaciones corpóreas, las cuales el consideraba intensas, eran preferibles a las mentales. Ellos también negaban que debamos posponer la gratificación inmediata para la ganancia a largo plazo. En este respecto ellos difieren de los epicúreos.
El epicureismo identificaba al placer con la tranquilidad y enfatizaba la reducción del deseo sobre la adquisición inmediata del placer. En esta forma, el epicureismo escapa a la objeción precedente: mientras el placer y el bien mayor son de hecho lo mismo, Epicuro argumentaba que el placer más alto consiste de una vida simple, moderada, que se vive con amigos en discusión filosófica. Él enfatizaba que no era bueno hacer algo que a uno le haga sentir bien si, cuando se lo experimentaba, uno después denigraría las experiencias posteriores y éstas le harían sentirse bien. Así mismo afirmaba que a veces por tener placeres momentáneos intensos se sacrifica el bienestar posterior. En tanto él entendía por placer la ausencia de dolor.
Dentro del Hedonismo en sentido estricto se pueden distinguir dos formas del mismo, de acuerdo con los dos significados que tiene el término placer. Éste designa al placer sensible o inferior, y al placer espiritual o superior. En consecuencia, habrá dos formas de hedonismo, llamadas hedonismo absoluto y hedonismo mitigado, o eudemonismo.
Por lo que se refiere al hedonismo psicológico, son varias las doctrinas existentes según la determinación temporal del placer. La teoría del placer de los fines o “hedonismo psicológico del futuro” sostiene que el placer personal es el único fin último de una persona.
El hedonismo no consiste en afirmar que el placer es un bien, ya que dicha afirmación ha sido admitida por otras muchas doctrinas éticas muy alejadas del hedonismo, sino en considerar que el placer es el único y supremo bien.
El término hedonismo puede tomarse en dos sentidos, lato y estricto. En el primero, el Hedonismo sería una teoría ética de gran amplitud en la que la palabra placer tendría un significado muy extenso, abarcando tanto el placer como la utilidad; en este sentido se encuadraría dentro del Hedonismo el utilitarismo.
En un sentido más restringido, el Hedonismo se diferencia del utilitarismo, fundamentalmente, porque el primero cifra el bien en el placer individual, mientras que el segundo afirma como bien sumo el placer, el bienestar y la utilidad sociales; el Hedonismo tiene carácter individualista, el utilitarismo es de índole socialista (en el sentido etimológico de la palabra). El punto de vista que sostiene que la satisfacción humana se encuentra en la búsqueda y posesión del placer material y físico.
El hedonismo radical sostiene que todos los placeres físicos deben ser satisfechos sin ninguna restricción, mientras que el hedonismo moderado afirma que las actividades placenteras deben ser moderadas, para que así aumente el placer. En ambos casos el placer es la principal motivación del comportamiento.
2. El Hedonismo hoy
Dentro de la filosofía contemporánea se destaca la figura de Michel Onfray como abierto proponente del hedonismo. Él manifiesta en una entrevista que "Se cree que el hedonista es aquel que hace el elogio de la propiedad, de la riqueza, del tener, que es un consumidor. Eso es un hedonismo vulgar que propicia la sociedad. Yo propongo un hedonismo filosófico que es en gran medida lo contrario, del ser en vez del tener, que no pasa por el dinero, pero sí por una modificación del comportamiento. Lograr una presencia real en el mundo, y disfrutar jubilosamente de la existencia: oler mejor, gustar, escuchar mejor, no estar enojado con el cuerpo y considerar las pasiones y pulsiones como amigos y no como adversarios."
Michel Onfray, nacido en 1959 en el seno de una familia de agricultores normandos, es el creador Universidad Popular de Caen y escribió su manifiesto en 2004 (communauté philosophique). Onfray cree que no hay filosofía sin psicoanálisis, sin sociología, ni ciencias. Un filósofo piensa en función de las herramientas de que dispone; si no, piensa fuera de la realidad.
Sus escritos celebran el hedonismo, los sentidos, el ateísmo, al filósofo artista en la raza de los pensadores griegos que predican la autonomía del pensamiento y de la vida. Su ateísmo es sin concesiones, expone que las religiones son indefendibles como herramientas de soberanía y trato con la realidad. Forma parte de una línea de intelectuales próximos a la corriente individualista anarquista, intentando entroncar con el aliento de los filósofos cínicos (Diógenes), epicúreos (Epicuro) y cirenaicos.
Onfray propone un pensamiento puramente materialista/naturalista del que hace un elogio en todos los ámbitos que le interesan: ética de la vida, política, uso del cuerpo, relatos amorosos. Para este filósofo, la probidad y el conocimiento del mundo son claves inevitables: “Es necesario trabajar con la realidad y construir a partir de ella”. Trabaja en la reconstrucción de mitos guiados por la “pulsión de muerte”, es decir, la negación del mundo y la existencia en favor de quimeras y cuentos. Posición que le ha conducido a un ateísmo “no cristiano” (un ateísmo que no conserva los usos del cristianismo en la vida corriente o ateología). Propone un arte de vivir hedonista orientado hacia la existencia, la cultura de las artes y del conocimiento, la expansión, el placer, el conocimiento de sí mismo y del otro.
Señalando con el dedo las formas de alienación y de dolor que imputa a las religiones y a sus dogmas políticos y económicos, vuelve a poner al individuo en el centro de su existencia y le invita a “pensar su vida y vivir su pensamiento”. Para él, trabajar sobre el rechazo de los cuentos, sobre el placer, sobre el uso de su cuerpo y su relación con los otros, son elementos esenciales que permiten no caer bajo el pensamiento idealista, con su canto de sirenas de pretendidas existencias después de la muerte, que aplaza una vida gozosa en el único mundo real existente. Para Michel Onfray la felicidad (le bonheur) debe hacerse en el momento presente de la vida.
El éxito del “Tratado de ateología”, vendió más de doscientos mil ejemplares en Francia, lo que muestra el creciente interés por las cuestiones religiosas, tanto si los analistas tienden al ateísmo o a la religión.
Sin embargo, el Tratado desencadenó en 2005 una polémica en los medios intelectuales franceses, equilibrada por la publicación de decenas de artículos sobre el tema y de dos libros que atacan lo que sus autores consideran como "errores históricos" y "confusiones" en el Tratado: El antitratado de ateologia, el sistema Onfray al descubierto (Matthieu Balsamero, ediciones Presses de la Renaissance) y Dios con espíritu: Respuesta a Michel Onfray (Irène Fernandez, ediciones Philippe Rey).
Otra figura destacable en defensa de este plantamiento hedonista es la escritora Valérie Tasso. Su libro Antimanual de sexo intenta abordar desde esta perspectiva el fenómeno de la sexualidad humana con declaraciones como la siguiente: "El hedonismo es una actitud ante la vida. Es una filosofía vital que prima al instante sobre el devenir, que reivindica la valentía sobre el miedo, que respeta la materialidad y cuestiona el espíritu, que gestiona lo que sucede sin despreciarse por lo que nunca sucedió, que aprecia la lógica de la vida y cuestiona la lógica de la muerte, que sabe que lo suficiente es suficiente, que busca el placer donde está, no donde se busca, que hace de su cuerpo su aliado y no su prisión, que desea sin que lo esclavice su deseo, que emplea su tiempo más que su dinero[...] El hedonista ejerce el difícil arte de establecer la paz consigo mismo.
Valérie Tasso (23 de enero de 1969, región de la Champagne-Ardenne, Francia). Escritora, sexóloga e investigadora, que actualmente reside en Barcelona.
Se licenció en Ciencias Económicas y Lenguas Extranjeras Aplicadas y obtuvo un máster en Dirección de Empresas por la universidad de Estrasburgo. Publicó en 2003 su obra "Diario de una Ninfómana" de la que en 2008 se realizó una adaptación cinematográfica con el mismo título y bajo producción española de Filmax y Canónigo Films, que despertó un enorme revuelo mediático por la polémica con la censura al cartel de la película. A este libro le siguió en 2004 "París la nuit" y en marzo de 2006 "El otro lado del sexo", todos bajo el sello editorial de Plaza y Janés. En 2008 publica con la editorial Temas de Hoy su cuarto libro, "Antimanual de sexo". El éxito internacional de ventas de estos libros la ha colocado entre las escritoras de no ficción de habla hispana con mayor proyección, habiendo sida traducida su obra en más de 15 países.
Colaboradora habitual en programas televisivos y radiofónicos, es conocida su trayectoria como conferenciante e investigadora. Finalizó en junio de 2006 un Postgrado en Sexología en el INCISEX dependiente de la Universidad de Alcalá de Henares, en Madrid. Su actual pareja es el pensador y pintor sevillano Jorge de los Santos. En junio de 2009 impartió en el campus de Avilés de la Universidad de Oviedo una conferencia sobre "el discurso normativo del sexo", dentro de un curso de verano sobre sexología de la referida universidad.
En sus obras, Valérie Tasso relata su experiencia sexual con diferentes enfoques, pero con un nexo común en el que pretende desmitificar las prácticas sexuales. "Diario de una ninfóma" y "Paris la nuit" constituyen parcialmente una biografía de la autora, el primero en forma de diario, donde explica sus experiencias y plantea la importancia de la condición humana más allá del sexo pero de una manera sexo-centrista. "El otro lado del sexo" trata de diferentes prácticas sexuales con el objetivo de desmitificarlas y valorar los elementos que las mantienen aisladas.
En "Antimanual de sexo" incorpora el concepto del "discurso normativo del sexo" para explicar, siguiendo la estela de Michel Foucault, que ocultamos la verdadera naturaleza del sexo por la sobreexposición discursiva de éste. Se habla cada vez más de sexo pero sólo de lo que el citado "discurso normativo del sexo" encuentra conveniente, conveniencia que se manifiesta en la creación de tópicos sexuales que la autora desmonta en base a la reflexión y a sus experiencias vitales, para intentar devolver al sexo su verdadera naturaleza "desmoralizada". Tasso trata de vivir plenamente la amoralidad para superar a Sade que, según ella, no pasó de inmoral.
En su trayectoria ensayística, especialmente vinculada con los estudios de postgrado en sexologia, se localizan algunos trabajos como "Sade, o la amoralidad fingida" (una aproximación a la experiencia vital del escritor como inmoral aspirante a la amoralidad) o "Lilith" (Lilith como musa y arquetipo de la "belle femme sans merci" en el ideario poético simbolista).
El Hedonismo es considerado por muchas religiones una actitud carente de moral, no porque aprecie algún placer, sino porque lo antepone a las exigencias del amor a Dios y al prójimo. Para ellos es una actitud egocéntrica que incapacita al sujeto para relacionarse con otros a menos que sea para explotarlos y satisfacer su afán de placer.
La Psicología Positiva (1998-), basada en investigaciones científicas de psicológica cognoscitiva, ha revelado que sustentar la felicidad en la búsqueda del placer, "la vida placentera", conlleva a un mayor índice de insatisfacción. La búsqueda de una Felicidad Auténtica, como indica el psicólogo Martin E. P. Seligman, implica poner un mayor enfoque en el compromiso y el significado.
La “vida comprometida” está basada en gratificaciones que no pueden ser adquiridas por atajos, como aprender un oficio, deporte, etc.; se busca el flujo, que es el balance del reto con la habilidad. Por otra parte, la vida significativa son las acciones y creencias basadas en algo mayor a nuestro ego, acciones motivadas por un bien común, etc. Se ha comprobado que aquellos que basan su felicidad en la vida comprometida y la vida significativa cuentan con un índice de mayor satisfacción en la vida. La "felicidad auténtica" es un concepto superior al simple hecho de estar fuera de dolor, sentir placer, o no sufrir enfermedades psicológicas.
3. Y el Relativismo, tampoco: la escuela cirenaica uno de los puntos de partida del relativismo
La Escuela Cirenaica de Filosofía, denominada así a causa de la ciudad de Cirene, en la que se fundó, se desarrolló aproximadamente desde el 400 hasta el 300 a.C., y tenía como principio más distintivo el hedonismo, o la doctrina de que el placer es el bien mayor.
Se dice generalmente que la escuela deriva sus doctrinas de Sócrates por un lado, y del sofista Protágoras por el otro. De Sócrates, por una tergiversación de la doctrina de que la felicidad es el sumo bien, derivó la doctrina de la supremacía del placer, mientras que de Protágoras adoptó su teoría relativista del conocimiento.
Aristipo (floreciendo c. 400 a.C.) fue el fundador de la escuela, y contó entre sus seguidores a su hija Areta y a su nieto Aristipo el Joven. Los cirenaicos comenzaron su indagación filosófica coincidiendo con Protágoras en que todo conocimiento es relativo.
Es verdadero, decían, aquello que aparenta ser verdadero; de las cosas en sí nada podemos conocer. A partir de esto, se vieron llevados a sostener que podemos conocer únicamente nuestros sentimientos, o la impresión que las cosas producen en nosotros.
Al transferir esta teoría del conocimiento a la discusión del problema de la conducta, y asumir, según se ha dicho, la doctrina socrática de que el fin principal de la conducta es la felicidad, concluían que la felicidad debe obtenerse generando sentimientos placenteros y evitando los dolorosos. El placer es, entonces, el objetivo capital en la vida.
El hombre bueno es aquel que obtiene o se empeña en obtener el máximo de placer y el mínimo de dolor. La virtud no es un bien en sí misma; es un bien solo como medio para obtener el placer. Este último punto suscita la pregunta: ¿qué entendían por placer los cirenaicos? Eran sin duda sensualistas, pero no es del todo exacto que por placer significaran únicamente el placer sensible. Hacían referencia a una jerarquía de placeres en la que los placeres corporales están subordinados a la virtud, conocimiento, goce estético, que pertenecen a la naturaleza superior del hombre.
Algunos de los cirenaicos posteriores redujeron el placer a un estado meramente negativo, sin sufrimiento; y otros, aún más tardíos, reemplazaban el placer por "jovialidad e indiferencia". La verdad parece radicar en que en este, como en muchos otros casos, el sensualismo se satisfacía con un sistema superficial y laxo. No había consistencia en la teoría cirenaica de la conducta; probablemente no se buscaba ninguna.
En verdad, a pesar del ejemplo de los fundadores de la escuela, los cirenaicos posteriores cayeron muy por debajo de lo que se esperaba de los filósofos, incluso en Grecia, y su doctrina devino un mero conjunto de máximas para justificar el modo de vida indolente de hombres cuyo fin supremo en la vida era un pasar placentero.
En el mejor de los casos, la filosofía cirenaica apenas puede ser considerada un sistema ético. Sustituían el bien y el mal por el placer y el dolor, sin referencia, directa o indirecta, a la obligación o el deber. En algunos puntos de su doctrina, la escuela desciende a los lugares comunes, como cuando justifica la obediencia de la ley reparando en que la observancia de la ley del territorio evita el castigo, y que uno debe actuar honestamente porque así incrementa la cantidad de placer. Los cirenaicos posteriores hicieron causa común con los epicúreos. De hecho, la diferencia entre estas dos escuelas era cuestión de detalles, no de principios fundamentales.
La Escuela Cirenaica, una de las "escuelas socráticas menores" que se desarrolló durante el siglo IV a.C., fue fundada por Aristipo de Cirene, aunque la sistematización de sus afirmaciones se la debemos a su nieto, Aristipo "El Joven". Al igual que sus pares de las Escuela Cínica y de la Escuela Megárica, los cirenaicos sostenían que la felicidad es la tranquilidad que se obtiene por el autodominio.
Por "bien" entendían placer inmediato y, en este sentido, se los considera hedonistas. Su hedonismo no parte del deseo de llevar una vida voluptuosa sino de la indagación en los fundamentos del valor. Influidos por el relativismo de Protágoras, entendían el conocimiento desde una óptica sensista y subjetivista.
A las ideas y a los conceptos los tenían por inseguros y dudosos. Por eso no compartían el punto de vista de quienes pretendían fundamentar el valor en meras especulaciones. Por el contrario, encontraban en el placer —que se percibe inmediatamente en la experiencia sensible— la garantía del valor, su evidencia. Hirschberger dice que el hedonismo de la escuela de Cirene “tiene una base epistemológica sensista”.
La hija de Aristipo de Cirene, Areta, fue fiel discípula de su padre. Ella formó en las doctrinas cirenaicas a su hijo Aristipo "El Joven". El principal discípulo de Aristipo "El Joven" fue Teodoro "El Ateo", influido también por el cinismo, quien refutó las creencias griegas sobre los dioses. Un miembro de la escuela, Hegesías, derivó desde el hedonismo hacia un pesimismo extremo (cosa que Kierkegaard entendería como previsible y lógica). A Hegesías lo llamaban "El Predicador de la Muerte". Exhortaba a los hombres al suicidio y fue por eso encerrado en la cárcel por Ptolomeo Lago.
Escribió “Sobre el suicidio por el ayuno”. Aníceris (que según algunos fue quien compró y liberó a Platón cuando había sido vendido como esclavo luego de su primer viaje a Sicilia) no se plegó al pesimismo de Hegesías, sosteniendo que si no se podía alcanzar el placer —como él afirmaba— al menos se podían alcanzar otros valores como la amistad y el patriotismo.
Las distintas corrientes que se originaron en la Escuela de Cirene llevaron a algunos a distinguir entre cireneos (seguidores de Aristipo), hegesíacos (seguidores de Hegesías), anicerios (seguidores de Aníceris) y teodorios (seguidores de Teodoro).
Los cirenaicos pueden considerarse antecesores de los epicúreos, pero se diferencian de éstos porque su concepción del placer es dinámica, en cuanto búsqueda del goce corporal y sensible. El autodominio, ideal compartido por todas las escuelas socráticas, era entendido por ellos como la administración de los placeres (utilizar las circunstancias para conseguir el placer, sin dejarse dominar por el deseo de obtenerlo).
La escuela cirenaica también mantuvo relación con algunos discípulos de Fedón, los llamados eretrienses. A pesar de los esfuerzos de los fundadores por no caer en posturas fáciles, los cirenaicos posteriores transformaron las doctrinas de la escuela en meras justificaciones de la vida indolente de los que sólo buscan su propio placer.
Esto es sólo el principio. El relativismo merecerá mucha más atención por mi parte.