Podría comenzar diciendo, como representante de los artistas que utilizan la pintura como forma de expresión, que ésta se encuentra en una profunda crisis, pero no a causa de la transformación de este medio expresivo, debido al influjo de los medios tecnológicos en el campo visual.
El Arte de la Pintura, siempre estuvo ligado a los intereses de la sociedad que demandaba su quehacer, surgió en el género humano por autentica necesidad, desde las pinturas rupestres que intentaban convocar las fuerzas positivas que propiciaran la suerte a la hora de la caza, hecho fundamental de ese momento histórico, como posteriormente fue el vehículo fundamental, que se encargaba de poner imágenes estimulantes a los contenidos de las creencia, hacer creíble lo increíble, vírgenes, santos, escenas bíblicas etc. Desde el Medievo o antes en otras religiones a la cristiana, hasta las genialidades de un Leonardo da Vinci, o un Miguel Ángel con el derroche de imágenes en su Capilla Sixtina en el Renacimiento, o en el campo social o aristocrático llevado a cabo por artistas de enorme talento como Velázquez o Goya, cumpliendo la función de la fotografía aún por inventar.
Como he expuesto antes, la crisis del Arte, no viene de su desarrollo renovador, videoarte, instalaciones, performances etc, ya que afecta también a las realizaciones nuevas, es una crisis de contenidos, si entendemos claro está el arte como un producto del ser humano, y esto es realmente lo que se encuentra en autentica decadencia y desaparición. Esta crisis es la consecuencia de una pérdida de valores profundos y una transformación de los mismos en la sociedad, bien llamada “de consumo” y que se produce por la desmedida codicia económica de algunos, y el ascenso como valor central social del mito del dinero, como fortalecedor de tantos proyectos personales y aspiraciones desmedidas donde brilla “el lujo”, como eje esencial del proceso vital.
“El poder del dinero” como valor, minimiza cualquier aspiración utópica, como es el campo de los sentimientos desinteresados, y de realizaciones artísticas que se adentran en el espacio desconocido y profundo del ser humano, en su intento de explicación ¿qué somos? dejado hoy a los descubrimientos de la ciencia investigadora. Por otro lado ese valor ha influido en la pérdida de otros de sentido opuesto, como un dicho que se oía en los años cincuenta: “pobres pero honrados”, se manifestaba la dignidad como valor supremo, hoy la ética y la moral en desaparición dejan que aflore la vanidad como sentimiento prioritario.
Parece como si en nuestro presente, el espacio de lo profundo y lo espiritual, ha ido desapareciendo, ya que lo espiritual siempre se asoció a lo religioso, y sin embargo el sentimiento humano, es algo sublime como construcción progresiva del ser.
Un proceso de banalización
La progresiva banalización de los productos culturales, son el resultado lógico de una sociedad que demanda lo efímero y brillante como realidad consumible, sin problemáticas profunda que le complican la vida para nada. La demanda actual, ha ido marginando todo deseo de auténtica creación y desarrolla y potencia, en cambio, la creatividad como facultad de esa sociedad contemporánea en una proyección sin límites, en un deseo de expansión, esa capacidad humana practicista y también ligada de alguna forma al campo económico. Pero creatividad no es creación, operan en sentido contrario, la creatividad trabaja en extensión, creando mil imágenes, y la creación lo hace en profundidad creando pocas imágenes pero densas y complejas.
La sociedad incentiva a los jóvenes en el camino del éxito, refiriéndonos al campo musical de espectáculo y animación, se crean a través de la TV “operaciones triunfo” y las obras que se producen son fuegos instantáneos, que se apagan al poco tiempo.
Otro factor que estamos viviendo y que se puede ligar de algún modo a la palabra crisis, es el cambio progresivo y confuso entre lo tangible y lo virtual, que cambia nuestro concepto de lo real.
El Arte contemporáneo y el público
Asistimos a un progresivo alejamiento de la sociedad y el arte actual, que se viene generando desde la última década para acá. Por una parte la falta de interés del público en todo aquello que le constituya esfuerzo, formación, paciencia y búsqueda de sentido, y si esto lo referimos al campo de las imágenes, nos encontramos que a la vez el campo del arte se ha ido acercando cada vez más hacia expertos y profesionales a partir de los últimos experimentos estéticos llevados a cabo en el siglo XX.
A partir del Cubismo que abrió nuevos y fascinantes caminos a la expresión estética, sin embargo se fueron creando obras que la mimesis de lo real fue desapareciendo, y que es lo que había perdurado durante largos períodos históricos, lazo que unía realizaciones y espectadores, este factor quebró produciéndose un evidente divorcio entre arte y sociedad que se ha ido acrecentando más y más.
Arte > No Arte
Con lo anteriormente dicho, el arte se ha ido convirtiendo en un espacio restringido, para entendidos. Pero vayamos más a analizar en profundidad el hecho de la valoración de las obras que se producen a partir de este momento.
Expone el pensador y profesor emérito de filosofía en la Columbia University y crítico de arte en The Nation, Arthur C. Danto en sus diversas obras publicadas, que vivimos un período “después del fin del arte” producido este a partir de las obras que constituyeron hechos importantes, de Andy Warholl, por un lado, que no existe forma de explicar la diferencia entre una obra de arte y el producto comercial en el que se inspira, y el urinario tal cual de Marcel Duchamp instalado y entronizado en el Museo, naturalmente con el beneplácito de los expertos.
En los dos ejemplos subyace el mismo hecho, la falta de logro expresivo por medio del talento y dominio técnico absoluto, que esto era algo imprescindible en otros momentos históricos.
El siglo XX en un afán desmedido de poner todo en tela de juicio, y muy dado a hacer saltar por los aires sus bases culturales, encuentra lógico esos postulados absolutamente nuevos que socavan los cimientos de su civilización occidental, pero que no le importa con tal de crear “Un Mundo Nuevo “.
Hay que pararse a pensar en este punto, como contrastan los ejemplos geniales de un Rembrandt, Velazquez, Tintoretto etc... Que constituyen cimas de perfección y conocimiento con lo anteriormente expuesto de la época de la modernidad, donde estos manifiestan contrariamente un enorme “poder conceptual”.
Si a estos ejemplos, le sumamos el que constituye la idea y la “no obra” del pintor Ives Klein, que acabó definiendo el espacio vacío como la posibilidad de la mejor obra y que titulo “zona de sensibilización”, constituye el fin de la construcción artística tangible, y eleva “lo conceptual” a máxima obra.
Después del fin del Arte
Hemos llegado después de lo expuesto, que el arte ha entrado en una profunda crisis ya que avalado por expertos vanguardistas, cualquier detritus puede ser arte, dependiendo en el contexto en el que aparezca, y ellos se constituyen (aunque no lo reconozcan en los auténticos creadores.
La confusión en la sociedad, se hace palpable al no existir criterios validos y objetivos para saber ¿qué es arte, y que no lo es?
El desinterés por el arte contemporáneo provoca que el público vacíe las salas de exposiciones de arte actual, y haga colas en las muestras de arte clásico, producto de ese desconcierto.
Asistimos pues a un momento histórico en que el Arte con mayúscula, ha devenido a fundirse en la sociedad y hacerla más estética, y donde el diseño de todo ocupa cada vez más un lugar preponderante en un espacio vital más refinado pero banal.
Si nos referimos ahora al mundo creativo visual del cine, comprobaremos que todas las maquinas tecnológicas que transforman las imágenes de la realidad, a base de infinito talento, en virtualidad fascinante, generalmente atrapan al espectador en sí mismos, pero a través de ellas no se nos induce a descubrir el fondo del ser humano en sí mismo y en su relación con los demás seres. Todo se reduce a dejarnos suspendidos en sensaciones a veces sumamente fascinantes pero nada más.
Por último si nos referimos ahora a la crisis económica que padecemos, vemos que no hay dinero para incentivar la muestra de cultura, y esta va perdiendo protagonismo en la sociedad, no lleguemos a decir induciendo a esta a su progresiva minusvalía y relativa desaparición.
Ante esta realidad que nos vaticina un futuro que no debemos aceptar, debemos reaccionar, no dejarnos caer, ante un hecho que se presenta indignante, solo se fomenta y se patrocina, lo que brilla de forma espectacular, las realizaciones que fomentan el consumo y el entretenimiento, aunque este sea de lo más superficial en cuanto a hechos en sí.
Hay que revelarse con nuestras obras y con nuestros actos, aunque de momento parezca que no sirven para nada.
No dejemos que nos invada lo banal, progresivo
La crisis económica ha colapsado la mente y el ánimo de la sociedad, en la que solo la economía lo ocupa todo.
El Arte de la Pintura, siempre estuvo ligado a los intereses de la sociedad que demandaba su quehacer, surgió en el género humano por autentica necesidad, desde las pinturas rupestres que intentaban convocar las fuerzas positivas que propiciaran la suerte a la hora de la caza, hecho fundamental de ese momento histórico, como posteriormente fue el vehículo fundamental, que se encargaba de poner imágenes estimulantes a los contenidos de las creencia, hacer creíble lo increíble, vírgenes, santos, escenas bíblicas etc. Desde el Medievo o antes en otras religiones a la cristiana, hasta las genialidades de un Leonardo da Vinci, o un Miguel Ángel con el derroche de imágenes en su Capilla Sixtina en el Renacimiento, o en el campo social o aristocrático llevado a cabo por artistas de enorme talento como Velázquez o Goya, cumpliendo la función de la fotografía aún por inventar.
Como he expuesto antes, la crisis del Arte, no viene de su desarrollo renovador, videoarte, instalaciones, performances etc, ya que afecta también a las realizaciones nuevas, es una crisis de contenidos, si entendemos claro está el arte como un producto del ser humano, y esto es realmente lo que se encuentra en autentica decadencia y desaparición. Esta crisis es la consecuencia de una pérdida de valores profundos y una transformación de los mismos en la sociedad, bien llamada “de consumo” y que se produce por la desmedida codicia económica de algunos, y el ascenso como valor central social del mito del dinero, como fortalecedor de tantos proyectos personales y aspiraciones desmedidas donde brilla “el lujo”, como eje esencial del proceso vital.
“El poder del dinero” como valor, minimiza cualquier aspiración utópica, como es el campo de los sentimientos desinteresados, y de realizaciones artísticas que se adentran en el espacio desconocido y profundo del ser humano, en su intento de explicación ¿qué somos? dejado hoy a los descubrimientos de la ciencia investigadora. Por otro lado ese valor ha influido en la pérdida de otros de sentido opuesto, como un dicho que se oía en los años cincuenta: “pobres pero honrados”, se manifestaba la dignidad como valor supremo, hoy la ética y la moral en desaparición dejan que aflore la vanidad como sentimiento prioritario.
Parece como si en nuestro presente, el espacio de lo profundo y lo espiritual, ha ido desapareciendo, ya que lo espiritual siempre se asoció a lo religioso, y sin embargo el sentimiento humano, es algo sublime como construcción progresiva del ser.
Un proceso de banalización
La progresiva banalización de los productos culturales, son el resultado lógico de una sociedad que demanda lo efímero y brillante como realidad consumible, sin problemáticas profunda que le complican la vida para nada. La demanda actual, ha ido marginando todo deseo de auténtica creación y desarrolla y potencia, en cambio, la creatividad como facultad de esa sociedad contemporánea en una proyección sin límites, en un deseo de expansión, esa capacidad humana practicista y también ligada de alguna forma al campo económico. Pero creatividad no es creación, operan en sentido contrario, la creatividad trabaja en extensión, creando mil imágenes, y la creación lo hace en profundidad creando pocas imágenes pero densas y complejas.
La sociedad incentiva a los jóvenes en el camino del éxito, refiriéndonos al campo musical de espectáculo y animación, se crean a través de la TV “operaciones triunfo” y las obras que se producen son fuegos instantáneos, que se apagan al poco tiempo.
Otro factor que estamos viviendo y que se puede ligar de algún modo a la palabra crisis, es el cambio progresivo y confuso entre lo tangible y lo virtual, que cambia nuestro concepto de lo real.
El Arte contemporáneo y el público
Asistimos a un progresivo alejamiento de la sociedad y el arte actual, que se viene generando desde la última década para acá. Por una parte la falta de interés del público en todo aquello que le constituya esfuerzo, formación, paciencia y búsqueda de sentido, y si esto lo referimos al campo de las imágenes, nos encontramos que a la vez el campo del arte se ha ido acercando cada vez más hacia expertos y profesionales a partir de los últimos experimentos estéticos llevados a cabo en el siglo XX.
A partir del Cubismo que abrió nuevos y fascinantes caminos a la expresión estética, sin embargo se fueron creando obras que la mimesis de lo real fue desapareciendo, y que es lo que había perdurado durante largos períodos históricos, lazo que unía realizaciones y espectadores, este factor quebró produciéndose un evidente divorcio entre arte y sociedad que se ha ido acrecentando más y más.
Arte > No Arte
Con lo anteriormente dicho, el arte se ha ido convirtiendo en un espacio restringido, para entendidos. Pero vayamos más a analizar en profundidad el hecho de la valoración de las obras que se producen a partir de este momento.
Expone el pensador y profesor emérito de filosofía en la Columbia University y crítico de arte en The Nation, Arthur C. Danto en sus diversas obras publicadas, que vivimos un período “después del fin del arte” producido este a partir de las obras que constituyeron hechos importantes, de Andy Warholl, por un lado, que no existe forma de explicar la diferencia entre una obra de arte y el producto comercial en el que se inspira, y el urinario tal cual de Marcel Duchamp instalado y entronizado en el Museo, naturalmente con el beneplácito de los expertos.
En los dos ejemplos subyace el mismo hecho, la falta de logro expresivo por medio del talento y dominio técnico absoluto, que esto era algo imprescindible en otros momentos históricos.
El siglo XX en un afán desmedido de poner todo en tela de juicio, y muy dado a hacer saltar por los aires sus bases culturales, encuentra lógico esos postulados absolutamente nuevos que socavan los cimientos de su civilización occidental, pero que no le importa con tal de crear “Un Mundo Nuevo “.
Hay que pararse a pensar en este punto, como contrastan los ejemplos geniales de un Rembrandt, Velazquez, Tintoretto etc... Que constituyen cimas de perfección y conocimiento con lo anteriormente expuesto de la época de la modernidad, donde estos manifiestan contrariamente un enorme “poder conceptual”.
Si a estos ejemplos, le sumamos el que constituye la idea y la “no obra” del pintor Ives Klein, que acabó definiendo el espacio vacío como la posibilidad de la mejor obra y que titulo “zona de sensibilización”, constituye el fin de la construcción artística tangible, y eleva “lo conceptual” a máxima obra.
Después del fin del Arte
Hemos llegado después de lo expuesto, que el arte ha entrado en una profunda crisis ya que avalado por expertos vanguardistas, cualquier detritus puede ser arte, dependiendo en el contexto en el que aparezca, y ellos se constituyen (aunque no lo reconozcan en los auténticos creadores.
La confusión en la sociedad, se hace palpable al no existir criterios validos y objetivos para saber ¿qué es arte, y que no lo es?
El desinterés por el arte contemporáneo provoca que el público vacíe las salas de exposiciones de arte actual, y haga colas en las muestras de arte clásico, producto de ese desconcierto.
Asistimos pues a un momento histórico en que el Arte con mayúscula, ha devenido a fundirse en la sociedad y hacerla más estética, y donde el diseño de todo ocupa cada vez más un lugar preponderante en un espacio vital más refinado pero banal.
Si nos referimos ahora al mundo creativo visual del cine, comprobaremos que todas las maquinas tecnológicas que transforman las imágenes de la realidad, a base de infinito talento, en virtualidad fascinante, generalmente atrapan al espectador en sí mismos, pero a través de ellas no se nos induce a descubrir el fondo del ser humano en sí mismo y en su relación con los demás seres. Todo se reduce a dejarnos suspendidos en sensaciones a veces sumamente fascinantes pero nada más.
Por último si nos referimos ahora a la crisis económica que padecemos, vemos que no hay dinero para incentivar la muestra de cultura, y esta va perdiendo protagonismo en la sociedad, no lleguemos a decir induciendo a esta a su progresiva minusvalía y relativa desaparición.
Ante esta realidad que nos vaticina un futuro que no debemos aceptar, debemos reaccionar, no dejarnos caer, ante un hecho que se presenta indignante, solo se fomenta y se patrocina, lo que brilla de forma espectacular, las realizaciones que fomentan el consumo y el entretenimiento, aunque este sea de lo más superficial en cuanto a hechos en sí.
Hay que revelarse con nuestras obras y con nuestros actos, aunque de momento parezca que no sirven para nada.
No dejemos que nos invada lo banal, progresivo
La crisis económica ha colapsado la mente y el ánimo de la sociedad, en la que solo la economía lo ocupa todo.