“Mi lenguaje es cuerpo”
Víktor Gómez.
El cuerpo puede llegar a ser un gran campo de batalla. Frente a una cruda sociedad el cuerpo se mueve, se remueve, se tensa y trata de romper los grilletes de la inmovilidad. Todo se vuelve trastorno. Artaud ya lo planteaba en su lucha diaria: “Formas de una desesperación capital (verdaderamente vital), / encrucijada de separaciones, / encrucijada de la sensación de mi carne, / abandonado por mi cuerpo, / abandonado por todo el sentimiento posible en el hombre”.
El conflicto arraigado en el desamparo. La corporalidad es el soporte de esa lucha donde osadía y fragilidad se engullen mutuamente. Romperlo todo y sentir la caída que tarde o temprano conduce a la trascendencia. Los surrealistas vieron en el cuerpo un elemento crucial para unir vida y muerte, Eros y Tánatos al interior de un mundo de sueños que podía aspirar al bello caos.
Bellmer y Molinier hicieron de sus muñecas y maniquíes un paso hacia la iluminación, sin que faltara el tormento y el deseo. O los happenings de Jean-Jacques Lebel, con la salvaje llamada a Sade. La rebeldía adherida al engranaje corporal muy cercana al exhibicionismo del pintor travesti Ocaña, en plena Rambla de Barcelona en los setenta. Se repite el descontento ante la intolerancia y los patrones establecidos por un perverso dispositivo social.
Panorama fulminante. Pan de cada día. Dentro de este contexto aparece el libro ¿bailas? (nueve aproximaciones al cuerpo) (Ejemplar Único, 2015), de Víktor Gómez. El autor marca con su voz la piel del mundo impregnada de desquicio. A partir de fragmentos de su bibliografía, desde Huérfanos aún, pasando por sus colaboraciones en revistas hasta Detrás de la casa en ruinas, Incompleto, Pobreza y algunos inéditos moldea un libro-escenario donde se bailará para no sucumbir.
Bailar significa agitar, mudar, cambiar algo, tratar de ganar la partida de ajedrez contra la angustia. En la entrevista Para seguir bailando, Arturo Borra le pregunta a Gómez sobre las claves del poemario y éste replica: “Y descubrí que en toda mi escritura, de manera simultánea y progresiva las sensaciones concretadas desde la experiencia corpórea, fisiológica, bioquímica o física alternaban con ideas reformuladas desde mis lecturas de libros para mí sustantivos, en tanto que había establecido diálogos con ellos, es decir relectura gozosa y problemática”.
Regresa el verbo desvelado y se arroja a la conciencia del mundo. Escribir requiere una vibración muscular y los brazos y manos salen de la mente del poeta. Él quiere que estén preparados para sacar toda la sangre acumulada en el origen de las palabras. Todo nacimiento es una marea de sangre; la tiniebla asoma su capa larga por el aire y Gómez está dispuesto a un gran acto:
aprieto el puño abro la mano y espolvoreo luz
abro la mano cierro el puño y amaso sombra.
Víktor Gómez.
El cuerpo puede llegar a ser un gran campo de batalla. Frente a una cruda sociedad el cuerpo se mueve, se remueve, se tensa y trata de romper los grilletes de la inmovilidad. Todo se vuelve trastorno. Artaud ya lo planteaba en su lucha diaria: “Formas de una desesperación capital (verdaderamente vital), / encrucijada de separaciones, / encrucijada de la sensación de mi carne, / abandonado por mi cuerpo, / abandonado por todo el sentimiento posible en el hombre”.
El conflicto arraigado en el desamparo. La corporalidad es el soporte de esa lucha donde osadía y fragilidad se engullen mutuamente. Romperlo todo y sentir la caída que tarde o temprano conduce a la trascendencia. Los surrealistas vieron en el cuerpo un elemento crucial para unir vida y muerte, Eros y Tánatos al interior de un mundo de sueños que podía aspirar al bello caos.
Bellmer y Molinier hicieron de sus muñecas y maniquíes un paso hacia la iluminación, sin que faltara el tormento y el deseo. O los happenings de Jean-Jacques Lebel, con la salvaje llamada a Sade. La rebeldía adherida al engranaje corporal muy cercana al exhibicionismo del pintor travesti Ocaña, en plena Rambla de Barcelona en los setenta. Se repite el descontento ante la intolerancia y los patrones establecidos por un perverso dispositivo social.
Panorama fulminante. Pan de cada día. Dentro de este contexto aparece el libro ¿bailas? (nueve aproximaciones al cuerpo) (Ejemplar Único, 2015), de Víktor Gómez. El autor marca con su voz la piel del mundo impregnada de desquicio. A partir de fragmentos de su bibliografía, desde Huérfanos aún, pasando por sus colaboraciones en revistas hasta Detrás de la casa en ruinas, Incompleto, Pobreza y algunos inéditos moldea un libro-escenario donde se bailará para no sucumbir.
Bailar significa agitar, mudar, cambiar algo, tratar de ganar la partida de ajedrez contra la angustia. En la entrevista Para seguir bailando, Arturo Borra le pregunta a Gómez sobre las claves del poemario y éste replica: “Y descubrí que en toda mi escritura, de manera simultánea y progresiva las sensaciones concretadas desde la experiencia corpórea, fisiológica, bioquímica o física alternaban con ideas reformuladas desde mis lecturas de libros para mí sustantivos, en tanto que había establecido diálogos con ellos, es decir relectura gozosa y problemática”.
Regresa el verbo desvelado y se arroja a la conciencia del mundo. Escribir requiere una vibración muscular y los brazos y manos salen de la mente del poeta. Él quiere que estén preparados para sacar toda la sangre acumulada en el origen de las palabras. Todo nacimiento es una marea de sangre; la tiniebla asoma su capa larga por el aire y Gómez está dispuesto a un gran acto:
aprieto el puño abro la mano y espolvoreo luz
abro la mano cierro el puño y amaso sombra.
Vasos comunicantes
En ¿bailas? los versos pasan de una cadencia a otra, coreografías de la brevedad y la prolongación reflexiva perseguidas por lo apocalíptico. El balbuceo deja el paso a una agilidad casi automática, estar poseído por un profundo corte en la epidermis de la pesadumbre.
El silencio es un subterráneo conmovido por una escritura de respiración entrecortada. ¿Es acaso el anuncio de más derrumbes? Conexión en el jardín de lo insoluble entre Artaud y Gómez.
La apetencia de algo se vuelve descontento; un ir y venir entre fluidos, entre diversos dialectos, entre una naturaleza habitada por sombras y luces que sacan con violencia su boca y la convierten en otra luz más pequeña, como una lágrima de vinagre pintada en el cielo.
Para Gómez es “paradójico el existir” y “el bailar es propiamente, existir”. La provocación da brincos mientras la asfixia se alimenta de la sinrazón del mundo. El estar aquí, el desmoronarse y volver a levantarse y saber que hay momentos mágicos; el eros en su máxima expresión esquiva lo mortífero de lo injusto y lo inaceptable del individualismo:
la gota ver-
de es
transparente
en tu boca
En esta nueva obra, Gómez demuestra un gran sentimiento de hermandad y dedica sus poemas a cada uno de sus compañeros de ruta con enérgica admiración: Gema Asensi, Enrique Cabezón, Rocío Cerón, Eduardo Milán, Juan Carlos Mestre o Gema Polanco, con quien ha realizado un trabajo creativo consistente en el cruce de fotografía y poesía y el diálogo entre ambas. Todos los invocados han tenido fuertes vasos comunicantes con el autor. Entonces es cuando se hace justicia a la gran aspiración de Lautréamont: “La poesía debe ser hecha por todos”.
La novena parte del libro hace referencia a su amigo Pedro Montealegre, poeta chileno que vivió más de diez años en Manises, Valencia y fallecido en enero de este año. Dentro del texto el corazón de Montealegre no deja de latir y fluye su esencia astral. Un golpe en la página, de madrugada, y tiemblan las alas cuando crecen en la lengua del astro negro y “(iii) el cuerpo la escritura / por todo lo que no pueden saber / van hacia la música”. Los que se han ido todavía hablan. Todavía bailan.
“Es la hora. Es la hora. Tracemos el lienzo: dibujemos en marea” grita todavía Montealegre. Gómez le escucha y le responde: “¿qué sueñas que sueñas justo antes de despertar”. La arenga es anhelar magia. Como un fanático slogan de un mayo francés del 68 o una consigna extraída de un manifiesto vanguardista. Este poemario persiste en el legado de Jabès: “Al cuerpo, al espíritu, el libro impone su ritmo”. Y de allí explorar el infierno para luego ascender. La enseñanza profunda de los místicos. Gómez se pasea en la balsa de Caronte para posteriormente morder un rayo de luz y hacerse una pregunta: “llegué ¿atravesado o travesando?”.
El cuerpo y la poesía viven abismados en una inmensidad endeble de la nada. La realidad impuesta es una afrenta. Un desorden corporal. El poeta protesta a través de su voz. Las dictaduras, las guerras, el hambre, la indiferencia, el miedo, la mentira, la censura son flechas mortíferas. Las lesiones en la desnudez de lo perenne. Un San Sebastián en medio de la noche, con ansias de bailar una indignación. Atravesar un puente lleno de estrellas. Celan discurre en su oscuro aposento: “TÚ ERAS mi muerte: / mientras todo se me escapaba / a ti te podía retener”. Y ¿“qué es al fin la ceniza”? interroga Gómez al mismo San Sebastián que ha bailado hasta extenuarse.
La escritura desafía la violencia, el precipicio y el ahogo. En ¿bailas? está la creencia por algo trascendental y las ganas de desterrar el temor. La magia es una ofrenda a la vida, animada por imágenes que revolotean. Poesía de hoy para difíciles tiempos. Un resplandor ante la fatiga. Gómez ha logrado ser un mago. El baile continúa.
En ¿bailas? los versos pasan de una cadencia a otra, coreografías de la brevedad y la prolongación reflexiva perseguidas por lo apocalíptico. El balbuceo deja el paso a una agilidad casi automática, estar poseído por un profundo corte en la epidermis de la pesadumbre.
El silencio es un subterráneo conmovido por una escritura de respiración entrecortada. ¿Es acaso el anuncio de más derrumbes? Conexión en el jardín de lo insoluble entre Artaud y Gómez.
La apetencia de algo se vuelve descontento; un ir y venir entre fluidos, entre diversos dialectos, entre una naturaleza habitada por sombras y luces que sacan con violencia su boca y la convierten en otra luz más pequeña, como una lágrima de vinagre pintada en el cielo.
Para Gómez es “paradójico el existir” y “el bailar es propiamente, existir”. La provocación da brincos mientras la asfixia se alimenta de la sinrazón del mundo. El estar aquí, el desmoronarse y volver a levantarse y saber que hay momentos mágicos; el eros en su máxima expresión esquiva lo mortífero de lo injusto y lo inaceptable del individualismo:
la gota ver-
de es
transparente
en tu boca
En esta nueva obra, Gómez demuestra un gran sentimiento de hermandad y dedica sus poemas a cada uno de sus compañeros de ruta con enérgica admiración: Gema Asensi, Enrique Cabezón, Rocío Cerón, Eduardo Milán, Juan Carlos Mestre o Gema Polanco, con quien ha realizado un trabajo creativo consistente en el cruce de fotografía y poesía y el diálogo entre ambas. Todos los invocados han tenido fuertes vasos comunicantes con el autor. Entonces es cuando se hace justicia a la gran aspiración de Lautréamont: “La poesía debe ser hecha por todos”.
La novena parte del libro hace referencia a su amigo Pedro Montealegre, poeta chileno que vivió más de diez años en Manises, Valencia y fallecido en enero de este año. Dentro del texto el corazón de Montealegre no deja de latir y fluye su esencia astral. Un golpe en la página, de madrugada, y tiemblan las alas cuando crecen en la lengua del astro negro y “(iii) el cuerpo la escritura / por todo lo que no pueden saber / van hacia la música”. Los que se han ido todavía hablan. Todavía bailan.
“Es la hora. Es la hora. Tracemos el lienzo: dibujemos en marea” grita todavía Montealegre. Gómez le escucha y le responde: “¿qué sueñas que sueñas justo antes de despertar”. La arenga es anhelar magia. Como un fanático slogan de un mayo francés del 68 o una consigna extraída de un manifiesto vanguardista. Este poemario persiste en el legado de Jabès: “Al cuerpo, al espíritu, el libro impone su ritmo”. Y de allí explorar el infierno para luego ascender. La enseñanza profunda de los místicos. Gómez se pasea en la balsa de Caronte para posteriormente morder un rayo de luz y hacerse una pregunta: “llegué ¿atravesado o travesando?”.
El cuerpo y la poesía viven abismados en una inmensidad endeble de la nada. La realidad impuesta es una afrenta. Un desorden corporal. El poeta protesta a través de su voz. Las dictaduras, las guerras, el hambre, la indiferencia, el miedo, la mentira, la censura son flechas mortíferas. Las lesiones en la desnudez de lo perenne. Un San Sebastián en medio de la noche, con ansias de bailar una indignación. Atravesar un puente lleno de estrellas. Celan discurre en su oscuro aposento: “TÚ ERAS mi muerte: / mientras todo se me escapaba / a ti te podía retener”. Y ¿“qué es al fin la ceniza”? interroga Gómez al mismo San Sebastián que ha bailado hasta extenuarse.
La escritura desafía la violencia, el precipicio y el ahogo. En ¿bailas? está la creencia por algo trascendental y las ganas de desterrar el temor. La magia es una ofrenda a la vida, animada por imágenes que revolotean. Poesía de hoy para difíciles tiempos. Un resplandor ante la fatiga. Gómez ha logrado ser un mago. El baile continúa.
Referencias bibliográficas:
Artaud Antonin. El pesa-nervios. Visor Libros. Madrid. 2002.
Gómez Víktor. ¿bailas? (nueve aproximaciones al cuerpo). Ejemplar Único. Valencia. 2015.
Jabès Edmond. El pequeño libro de la subversión fuera de sospecha. Editorial Trotta. Madrid. 2008.
Celan Paul. Hebras de sol. Visor Libros. Madrid 2002.
Montealegre Pedro. La palabra rabia. Editorial Denes. Valencia. 2005.
Entrevista a Víktor Gómez por Aruro Borra:
http://transtierros.blogspot.com.es/2015/04/entrevista-al-poeta-viktor-gomez-para.html
Revista Canibaal 4. Identidad y provocación. Valencia. 2014.