Vicente Luis Mora: "Distopía y no-tiempo predominan en la literatura pangeica"

Las TIC e Internet están transformando las obras literarias y el papel de los lectores, afirma el autor de "El lectoespectador"


En 2006, el escritor, poeta, ensayista y crítico literario español, Vicente Luis Mora, publicó un libro de ensayo titulado “Pangea: Internet, blogs y comunicación en un mundo nuevo” (Sevilla, Fundación José Manuel Lara), en el que se reflexionaba sobre las repercusiones de Internet y las TIC en la sociedad, el individuo, la cultura, el derecho, la economía y la propia vida. En su última obra, “El lectoespectador” (Seix Barral, 2012), Mora analiza cómo se están incluyendo realidades como Google, Twitter, la televisión digital o una literatura a medio camino entre el texto y la imagen en la comunicación y la creatividad actuales. En la siguiente entrevista, el autor nos cuenta algunas de las claves de sus reflexiones. Por Yaiza Martínez.


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Vicente Luis Mora. Imagen: Iñaki do Campo.
En su libro “El lectoespectador”, usted habla de un concepto que emerge a partir de la expansión de las nuevas tecnologías de comunicación: la “literatura pangeica”. A grandes rasgos, ¿en qué consiste este tipo de literatura?

Daré solamente unas pinceladas: la literatura pangeica es aquella que considera a la página como una página-pantalla, una pantpágina que puede diseñarse a voluntad, y en la cual la información literaria o texto viene a veces presentada de una forma muy similar a como se presenta en los medios de comunicación de masas tradicionales.

En general, sería aquella literatura que ya no está solo escrita, sino también diseñada. Además, sería literatura pangeica aquella que, mediante modos no visuales, es también crítica con o consciente del excesivo protagonismo que la tecnología tiene en nuestro tiempo, y de sus posibles utilizaciones perjudiciales.

En su ensayo queda claro que la narrativa está sufriendo una transformación formal, gracias a la introducción en ella de las nuevas tecnologías e Internet (que posibilitan desde la introducción de hipervínculos en los textos hasta el desarrollo de una literatura más visual) pero, ¿cómo cree que están afectando esos cambios a los contenidos de las narraciones?

Aunque es pronto para decir eso, ya que las obras se suceden con una rapidez vertiginosa (entre ayer y hoy he tenido noticia de otros dos libros de esta tendencia que acaban de publicarse), los contenidos especulan con las condiciones de vida en este principio de siglo, criticando como decía antes el omnipresente papel que esas tecnologías tienen.

Es decir, los libros pangeicos no se limitan a "recoger", como algunos creen, la técnica: dialogan con ella y exploran su lado maligno. De ahí que el género en boga sea la distopía o utopía negativa, donde se presenta el mundo actual de una forma muy crítica situándolo en lo que Ballard llamaba un "presente visionario", un presente que sucederá dentro de algunos años.

De todos modos, no debería desdeñarse tampoco el poder de la forma en cualquier narración. Hay un error muy extendido en este asunto. Las formas son ideas. Cada elección estética, como bien saben los teóricos del tema, es una opción intelectual y también política, que dice mucho sobre quien la selecciona.

¿Qué transformaciones podrían estar sufriendo dos elementos fundamentales de la narrativa como son el espacio y el tiempo, en el contexto de la literatura pangeica?

Muchas y muy profundas. Sobre las temporales hablé en Pangea (2006) y sobre las espaciales me extiendo, valga la redundancia, en El lectoespectador. Resumo brevísimamente: el concepto de tiempo progresivo, habitual hasta finales del XX, ha sido sustituido por un "instante de 24h" que, en realidad, es un no-tiempo.

La comunicación se instantaneiza hasta tal punto que se tiene la sensación, sobre todo si uno tiene perfil en Twitter, de que la realidad es una cadena informativa que te deja fuera si no estás conectado y pendiente de lo que va cayendo en el TL o "línea del tiempo" de Twitter. Algo enfermizo, por supuesto, y que debe ser criticado, por la ansiedad que nos genera.

En un sentido positivo, al estar todo en red, todo es accesible en cualquier momento y uno construye su tiempo personal, y su orden de lectura. El lectoespectador guarda los artículos, textos, series, programas o enlaces que quiere leer/ver con tranquilidad, y dedica su tiempo libre a "reconstruir" la realidad con una temporalidad distinta.

Me he extendido mucho con esto, respecto a los cambios en el espacio recomiendo leer el último ensayo, donde reflexiono abundantemente en la nueva literatura como "especies de espacios".

En el terreno de la crítica, usted habla de la posibilidad de que, gracias a Internet, llegue a desarrollarse una crítica literaria más dinámica, abierta e interactiva. ¿No cree que esta posibilidad banalizará la reflexión sobre las obras?

Eso depende, y lo digo categóricamente, de la inteligencia y capacidad del crítico. También los suplementos y revistas tradicionales están llenos de basura crítica. La proporción es exactamente la misma porque la crítica valiosa, sea en periódicos o en Internet, ha sido siempre escasa y difícil de encontrar.

¿Hasta qué punto se volverá el lector cada vez más “constructor” de la literatura que lea, en el contexto de la nueva literatura pangeica?

Depende de los tipos de literatura pangeica, porque hay varios. En la literatura hipertextual, por ejemplo, su papel es decisivo, porque crea la obra con el autor, al elegir una lectura que casi con toda seguridad será única e inigualable.

En la literatura interactiva, en la hipertextual, en la transmedia, el papel del lectoespectador es constituyente, es quien monta o ensambla en última instancia el engranaje narrativo, como el montador en las películas.

En el siglo XV, la invención de la imprenta hizo posible que la palabra escrita llegara a cualquier rincón, que la gente tuviera acceso a los libros y que las ideas cruzasen fronteras. Parece que, en el momento actual, las nuevas tecnologías de comunicación e Internet estuvieran magnificando el efecto que entonces tuvo la imprenta. ¿Diría que además se está produciendo algún efecto añadido?

En realidad, creo que esta comparación con la imprenta es bastante imprecisa. Lo que produjo una verdadera revolución fue la aparición del códice frente al pergamino. Según Carlos Scolari, el códice fue la interfaz de escritura más importante de Occidente, cambiando las formas de compilación y circulación del saber de la época.

Como apunta José Manuel Lucía, el códice supuso la ruptura de la continuidad en la lectura, y junto a la difusión del papel permitió además reunir historias, dando paso en el siglo XV al libro unitario.

En éste, según Laura Borràs, la página resulta ser un nuevo orden de lectura, abierto, y por ello denostado por los usuarios del antiguo “rollo” cerrado y estanco. Idéntico papel revolucionario, estructural y liberador tiene Internet para los lectoespectadores actuales.

En lo que se refiere a lo que no se “ve” pero está siempre implícito en la literatura, esto es, la “cosmovisión” de los autores, ¿cuál diría que ha sido su evolución a partir de la práctica literaria con los nuevos medios de comunicación e Internet como herramienta de expresión?

Lo explico en El lectoespectador: los nuevos narradores "ven más". Observan el mundo con una sensación de sincronía y de omnipresencia como quizá nunca haya sucedido antes en la historia de la literatura. Ven todo y al mismo tiempo, con esa mirada de águila, próxima y lejana al mismo tiempo, que Ceslaw Milosz reclamaba como necesaria para la poesía.

Habrá que examinar uno a uno los resultados, pero se encuentran ejemplos de rotundo acierto. Recuerdo un poema de Javier Moreno donde amplía los píxeles de la foto de una antigua amante hasta darle a su rostro el tamaño exacto que tenía cuando se aproximaba para besarla.

Creo que ese tipo de detalles magistrales demuestran que la literatura encuentra siempre vías para la renovación y para seguir avanzando dentro de la excelencia.


Lunes, 28 de Mayo 2012
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