Para Octavio Paz todo “período de crisis se inicia o coincide con una crítica del lenguaje” y donde el vocablo es ineficaz muchas veces para definir un mundo. Esta reflexión también se manifiesta en el poemario Un lengua impropia (Ediciones del 4 de agosto, 2014) de Laura Giordani.
Existe la dificultad para encontrar palabras apropiadas, espejos de lo que se ve y se siente, y a la vez superar el despojo lingüístico en el que están aferradas. La búsqueda de lo imposible por medio del verbo es un grito. Recordar a Rimbaud.
En este texto la caída es una revelación que podría tener una respuesta, perdida en un ocaso: “Lenguaje de huesos frágiles / para sostener/ la consistencia del instante / para asomar / el cuerpo del poema del mundo”. Giordani muestra lo quebradizo que rodea a los seres humanos, el abandono hacia lo desconocido, la penumbra que ahoga, la explosión de palabras que terminan en una montaña de escombros. Aunque hay un consuelo: “Escribir para demorar ese derrumbe”.
¿Qué se puede esperar hoy de la poesía? Intentar que las dudas no solo conduzcan a un abandono; hay otras posibilidades como una catarsis, origen a un eco de luz; huir del deterioro de un tiempo inquisidor, escapar y sublimar un signo que pueda arrojar lejos la espesa tiniebla. Hay audacia que se deja marcar en la página: “El lenguaje poético contiene la semilla de la insumisión, nos hace desobedientes ante una forma de mirar y nombrar el mundo”.
La poesía es uno de los últimos reductos cósmicos que vuelven a insistir en una transformación total. La palabra está cuestionada pero se confía aun en ella, sostén de una voz disconforme, una lucha a cada momento con la pérdida y dejarse acompañar por lo que ya no está y lo que está por venir. Sonido latente de lo no infinito. El poema, tal como escribe Giordani, es un simulacro de la vida. Se busca lo equidistante, una puerta abierta donde la alegoría de la aflicción pueda conducir a la trascendencia.
Existe la dificultad para encontrar palabras apropiadas, espejos de lo que se ve y se siente, y a la vez superar el despojo lingüístico en el que están aferradas. La búsqueda de lo imposible por medio del verbo es un grito. Recordar a Rimbaud.
En este texto la caída es una revelación que podría tener una respuesta, perdida en un ocaso: “Lenguaje de huesos frágiles / para sostener/ la consistencia del instante / para asomar / el cuerpo del poema del mundo”. Giordani muestra lo quebradizo que rodea a los seres humanos, el abandono hacia lo desconocido, la penumbra que ahoga, la explosión de palabras que terminan en una montaña de escombros. Aunque hay un consuelo: “Escribir para demorar ese derrumbe”.
¿Qué se puede esperar hoy de la poesía? Intentar que las dudas no solo conduzcan a un abandono; hay otras posibilidades como una catarsis, origen a un eco de luz; huir del deterioro de un tiempo inquisidor, escapar y sublimar un signo que pueda arrojar lejos la espesa tiniebla. Hay audacia que se deja marcar en la página: “El lenguaje poético contiene la semilla de la insumisión, nos hace desobedientes ante una forma de mirar y nombrar el mundo”.
La poesía es uno de los últimos reductos cósmicos que vuelven a insistir en una transformación total. La palabra está cuestionada pero se confía aun en ella, sostén de una voz disconforme, una lucha a cada momento con la pérdida y dejarse acompañar por lo que ya no está y lo que está por venir. Sonido latente de lo no infinito. El poema, tal como escribe Giordani, es un simulacro de la vida. Se busca lo equidistante, una puerta abierta donde la alegoría de la aflicción pueda conducir a la trascendencia.
El lenguaje es el coro del desplome
Esta obra presenta tres partes (Material de derribo, Palabra terminal y Apuesta por la interperie) más un texto del poeta Antonio Crespo Massieu con su aproximación certera al acto de descifrar la resonancia de lo inalcanzable: “¿Cómo decir el dolor del mundo, con qué voz nombrar, proferir el grito, susurrar el consuelo?”
Hay un sacrificio del lenguaje expuesto ante una planicie de silencio y más allá una cueva que debe ser iluminada por un fuego ancestral, la poesía, aunque haya erosión en el verbo. “Por falta de poesía se está muriendo el mundo”, dice Jodorowsky. Hay que evitarlo.
Recuerdos de niñez e imágenes de sombría alucinación: “como esos esqueletos de potrillo / tendidos al sol / revelando su belleza terminal / irreductible”. Persiste la fractura, sus vínculos con la muerte: “La infancia llorando los pájaros derribados en la siesta, nuestros desaparecidos, esos árboles que siguen creciendo dentro”. Metáforas enlazadas en una memoria histórica de represión, zambullidas en la ausencia, en la ruina.
Porque dentro y fuera sigue el desastre y el lenguaje es el coro del desplome. El calvario de recurrir a la palabra, a veces inadecuada, extraña, tartamudeando existencia mientras se camina por un itinerario endeble. Pero se continúa para no desfallecer del todo.
Esta obra presenta tres partes (Material de derribo, Palabra terminal y Apuesta por la interperie) más un texto del poeta Antonio Crespo Massieu con su aproximación certera al acto de descifrar la resonancia de lo inalcanzable: “¿Cómo decir el dolor del mundo, con qué voz nombrar, proferir el grito, susurrar el consuelo?”
Hay un sacrificio del lenguaje expuesto ante una planicie de silencio y más allá una cueva que debe ser iluminada por un fuego ancestral, la poesía, aunque haya erosión en el verbo. “Por falta de poesía se está muriendo el mundo”, dice Jodorowsky. Hay que evitarlo.
Recuerdos de niñez e imágenes de sombría alucinación: “como esos esqueletos de potrillo / tendidos al sol / revelando su belleza terminal / irreductible”. Persiste la fractura, sus vínculos con la muerte: “La infancia llorando los pájaros derribados en la siesta, nuestros desaparecidos, esos árboles que siguen creciendo dentro”. Metáforas enlazadas en una memoria histórica de represión, zambullidas en la ausencia, en la ruina.
Porque dentro y fuera sigue el desastre y el lenguaje es el coro del desplome. El calvario de recurrir a la palabra, a veces inadecuada, extraña, tartamudeando existencia mientras se camina por un itinerario endeble. Pero se continúa para no desfallecer del todo.