Una nueva investigación sobre los factores del envejecimiento ha podido determinar que las especies que más empeño ponen en la consolidación de su descendencia son más longevas, por lo que la fertilidad ya no es considerada como el único determinante de la vida útil de un individuo.
Eso quiere decir que la naturaleza concede más años de vida a las especies que no sólo tienen descendientes, sino que además se preocupan de ellos hasta que alcanzan la madurez biológica e incluso psicológica, como ocurre con algunas familias de aves y cetáceos.
Tal como se explica en el comunicado de la Universidad de Berkeley, la nueva teoría del envejecimiento descalifica la idea dominante hasta ahora de que la utilidad de un individuo, desde el punto de vista de la naturaleza, termina con su ciclo reproductivo.
Contrariamente a lo que se pensaba, se ha descubierto que el cuidado de hijos y nietos forma parte del ciclo de la vida y otorga un sentido natural a los progenitores, más allá de la vigencia de su particular capacidad reproductiva, porque la naturaleza concede la misma importancia al nacimiento que a la madurez de los descendientes.
Transferencias intergeneracionales
La nueva teoría establece que el tiempo y los recursos que un individuo dedica a las siguientes generaciones, lo que se denomina transferencias intergeneracionales, son tan importantes como la reproducción en sí misma para determinar la vida útil de una especie y la forma en que sus integrantes se deterioran con la edad.
Ejemplos claros de estos comportamientos son los de algunas especies de pájaros, en las que los hermanos mayores quedan pendientes de los más pequeños y vienen a verlos al año siguiente.
El hermano mayor, de esta forma, también se hace más fuerte y aumenta sus expectativas de vida, al mismo tiempo que contribuye a culminar la madurez de sus hermanos más jóvenes en su ciclo vital.
También ocurre algo parecido con algunas familias de ballenas y delfines, que muestran comportamientos extraordinarios hacia sus descendientes que los convierten en longevos. Por ejemplo, las madres pueden llegar a ampliar la lactancia de sus hijos durante 10 o 15 años e incluso ser sustituidas por las abuelas mientras las madres se alejan para cazar. En ambos casos, los progenitores viven mucho más que lo que corresponde por su capacidad reproductora.
Lógica natural
Los autores de la investigación consideran que, si bien la muerte de un hijo inmediatamente después del nacimiento no es muy costosa para la salud reproductiva de los padres, la desaparición de cualquier descendiente cuando alcanza la madurez sexual ya ha supuesto una gran inversión de tiempo, recursos y energía por parte de los padres, por lo que la naturaleza procura que la mortalidad no tenga lugar en estas edades.
Siguiendo esa lógica natural, los autores investigaron si había correspondencia natural entre el esfuerzo para la crianza de los hijos y la longevidad y descubrieron que, efectivamente, la naturaleza también prevé la longevidad de los adultos que invierten tiempo, energía y recursos de una forma prolongada en el cuidado de las siguientes generaciones a la suya.
La nueva teoría sobre el envejecimiento se apoya en ecuaciones matemáticas que establecen el esfuerzo que hay que realizar por unos progenitores según sea su capacidad reproductiva y se corresponde con los descubrimientos sobre los hábitos reproductivos de animales, peces e insectos.
Ha podido establecerse al respecto que las especies que ponen todo su esfuerzo en la cría y no en el cuidado a largo plazo de sus descendientes, como es el caso del salmón o la avispa, mueren poco después de la reproducción.
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Ayudar a los demás es un factor de longevidad para las personas mayores
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Contrariamente a lo que se pensaba, se ha descubierto que el cuidado de hijos y nietos forma parte del ciclo de la vida y otorga un sentido natural a los progenitores, más allá de la vigencia de su particular capacidad reproductiva, porque la naturaleza concede la misma importancia al nacimiento que a la madurez de los descendientes.
Transferencias intergeneracionales
La nueva teoría establece que el tiempo y los recursos que un individuo dedica a las siguientes generaciones, lo que se denomina transferencias intergeneracionales, son tan importantes como la reproducción en sí misma para determinar la vida útil de una especie y la forma en que sus integrantes se deterioran con la edad.
Ejemplos claros de estos comportamientos son los de algunas especies de pájaros, en las que los hermanos mayores quedan pendientes de los más pequeños y vienen a verlos al año siguiente.
El hermano mayor, de esta forma, también se hace más fuerte y aumenta sus expectativas de vida, al mismo tiempo que contribuye a culminar la madurez de sus hermanos más jóvenes en su ciclo vital.
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Los autores de la investigación consideran que, si bien la muerte de un hijo inmediatamente después del nacimiento no es muy costosa para la salud reproductiva de los padres, la desaparición de cualquier descendiente cuando alcanza la madurez sexual ya ha supuesto una gran inversión de tiempo, recursos y energía por parte de los padres, por lo que la naturaleza procura que la mortalidad no tenga lugar en estas edades.
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