Una ética natural regula el comportamiento de la especie

La moralidad está profundamente arraigada en los comportamientos sociales


Una ética desprovista de religión es posible y necesaria porque la moralidad se encuentra profundamente arraigada con cualidades y excelencias éticas que son esenciales para la supervivencia de la especie. Para los humanistas laicos, el significado de la vida no es algo que deba descubrirse sólo tras la muerte, en algún reino misterioso y oculto. Más bien al contrario, se puede encontrar saboreando la suculenta fruta del Árbol de la Vida, y viviendo el aquí y el ahora de la forma más completa y creativa de la que seamos capaces. Por Paul Kurtz.


Paul Kurtz
06/04/2003

El Hombre. Agustín Espina
Siempre nos hacemos la misma pregunta: ¿Qué es la ética humanista? ¿Es posible que las sociedades y las personas tengan una ética desprovista de religión? Por supuesto que sí, afirman los humanistas laicos.

La moralidad se encuentra profundamente arraigada en las “cualidades morales básicas” (las que determinan el comportamiento moral en la sociedad), y en las “excelencias éticas” (las que corresponden a la propia vida personal).

Las cualidades morales básicas se comparten universalmente. Son esenciales para la supervivencia de cualquier comunidad humana. Si se desprecian sistemáticamente, impiden el mantenimiento de una convivencia significativa .

Transmitidas a través de generaciones, estas cualidades se reconocen como las reglas básicas de relación a lo largo y ancho del mundo, entre amigos, parientes, compañeros de trabajo, nativos e inmigrantes.

Cimiento de la educación moral

Constituyen el cimiento de la educación moral, y se enseñan en el colegio y en el entorno familiar. Expresan las virtudes elementales de la cortesía, urbanidad y empatía esenciales para convivir. Además, conforman la propia base de la civilización humana.

Las virtudes morales básicas tienen un campo de aplicación intercultural y encuentran origen en las necesidades genéricas de la humanidad.

Sin duda, se van conformando en la larga lucha evolutiva por la supervivencia, y bien pudieran compartir cierta base sociobiológica.

Sin embargo, pueden faltar en algunos individuos o sociedades, en tanto que su aparición depende de ciertas condiciones previas de desarrollo social y moral. La siguiente es una lista de alguna de esas cualidades.

Cuatro cualidades básicas

En primer lugar, están las cualidades morales que abarcan la integridad personal, esto es: decir la verdad, no mentir o ser tramposo; ser sincero, ser franco, veraz y carecer de hipocresía; mantener las propias promesas, cumplir los compromisos, respetar los acuerdos. Y ser honesto, evitando el fraude o los embustes.

En segundo lugar la honradez. Nos comportamos con lealtad a nuestros parientes, amigos y compañeros de trabajo, y debemos ser personas de fiar, alguien con quien se puede contar, ser dignos de confianza y responsables.

La tercera de las cualidades es la benevolencia, que implica realizar manifestaciones de buena voluntad y nobles intenciones hacia otros seres humanos, y tener una consideración positiva hacia ellos.

Ausencia de malicia

Eso implica, también, buena conducta y ausencia de malicia, evitar hacer daño a otras personas y a sus propiedades: No debemos matar o robar, infringir violencia física o verbal, ni tampoco ser crueles, abusivos o vengativos.

En el terreno sexual ello significa que no debemos forzar a los demás con nuestras pasiones sexuales, y debemos buscar el mutuo consentimiento entre adultos.

Incluye, asimismo, la obligación de ser benefactores, es decir, atentos, simpáticos, compasivos. Debemos echar una mano a aquellos que se encuentran en apuros e intentar disminuir su dolor y sufrimiento, contribuyendo positivamente a su bienestar.

Principio de ecuanimidad

En cuarto lugar, está el principio de ecuanimidad. Debemos mostrar gratitud y apreciar a aquellos que lo merecen. Una comunidad civilizada apoya a aquellos que son responsables de su acciones, insistiendo en que los que perjudiquen a otros no saldrán completamente impunes, y quizás tendrán que reparar el daño a los agraviados.

Envuelve a su vez los principios de justicia y de igualdad social. La tolerancia también es una cualidad básica. Debemos respetar el derecho de los demás a sus creencias, valores y estilos de vida, incluso cuando difieren de los nuestros.

Podemos no estar de acuerdo con ellos, pero cada individuo está legitimado en sus convicciones en tanto no perjudique a los demás ni les impida ejercitar sus derechos.

Debemos intentar ser cooperativos, buscando negociar las diferencias pacíficamente y sin hacer uso del odio o la violencia.

Principios y reglas generales

Estas cualidades morales básicas expresan los principios y reglas generales. A pesar de que algunos individuos o naciones puedan desviarse en sus prácticas, aún así estas virtudes proporcionan los parámetros generales que guían nuestra conducta.

Sin embargo, no son absolutas, y a veces pueden entrar en conflicto, teniendo entonces que establecer prioridades entre ellas. No necesitan provenir de un mandato divino para poseer fuerza moral, puesto que se las somete al análisis definitivo de sus consecuencias prácticas.

Los seres humanos moralmente desarrollados aceptan estos principios e intentan vivir conforme a ellos, porque entienden que son necesarios algunos sacrificios personales para evitar los conflictos, y para poder vivir y trabajar juntos. La sabiduría moral práctica reconoce así la naturalezas obligatoria de un comportamiento responsable.

Excelencias éticas

Las cualidades morales básicas se refieren a como nos relacionamos con los demás. Pero existe un conjunto importante de valores que debemos hacer el esfuerzo de alcanzar a lo largo de nuestra vida, y que necesitamos transmitir a los más jóvenes. Son las excelencias éticas.

Constituyen una referencia para el desarrollo ético, son virtudes exquisitas de gran mérito y valía. La nobleza de ciertas personas resplandece por sí sola; existen unas cualidades que se manifiestan solo a través de personas con un elevado desarrollo moral. Estos atributos de la personalidad son los que proporcionan el verdadero equilibrio en la vida. ¿De cuáles se trata?

La primera excelencia es la autonomía, o lo que Ralph Waldo Emerson denominó autoconfianza. Se refiere a la capacidad que tiene la persona para tomar el control de su propia vida, para aceptar la responsabilidad de sus propios sentimientos, su matrimonio o su carrera profesional.

La forma en que vive y aprende, los valores y beneficios que lleva en el corazón. Tal persona se dirige y gobierna a sí misma. La autonomía de la persona representa la afirmación de su propia libertad. Algunos consideran la libertad como una carga agobiante, y por eso están deseosos de entregar el derecho a su autodeterminación a otros, a los padres, a los cónyuges o incluso a déspotas totalitarios, o a gurús amenazantes.

Una persona libre reconoce que solo posee una vida, y que la forma en la que la vive es asunto de su exclusiva elección. Esto último no se opone a la evidencia de que convivimos con los demás y compartimos valores e ideales, pero un principio básico para la ética democrática es el reconocimiento de la autonomía en las decisiones individuales.

Inteligencia y razón

En segundo lugar, la inteligencia y la razón ostentan una elevada posición dentro de la escala de valores. Para conseguir una buena vida, necesitamos desarrollar nuestras habilidades cognitivas; no únicamente las pericia técnica y las altas cualificaciones, sino también el buen juicio y la habilidad para adoptar decisiones sabias.

Por desgracia, muchos críticos desprecian la inteligencia, y creen que ésta no es capaz de resolver nuestros problemas. Se muestran ansiosos por abdicar de su autonomía racional en otros. Aunque la razón fracasa en la resolución de algunos problemas, - a veces debemos elegir, entre muchos males, el menos perjudicial - , no deja de ser método más fiable para tomar decisiones morales.

En tercer lugar, encontramos la necesidad de autodisciplina sobre los propios deseos y pasiones. Debemos satisfacer nuestros deseos, necesidades y emociones con moderación, bajo la guía de la elección racional, reconociendo las dolorosas consecuencias que nuestras decisiones imprudentes acarrean sobre nosotros y nuestro entorno.

En cuarto lugar, cierto autorespeto resulta vital para nuestro equilibrio psicológico. Por el contrario, el autodesprecio puede terminar por destruir la personalidad. Necesitamos desarrollar alguna consideración hacia lo que somos como seres humanos, y una concepción realista de nuestra identidad. Porque la falta de autoestima puede hacernos sentir verdaderamente inútiles, lo cual no es a la larga ni saludable para nosotros, ni beneficioso para la sociedad

Creatividad, autonomía y autorespeto

Quinta, y en una posición avanzada dentro de la escala de valores, se encuentra la creatividad. Dicha cualidad está íntimamente relacionada con las de autonomía y autorespeto, en tanto que la persona independiente tiene confianza en sus propia potencialidades y suele querer expresar su talento irrepetible.

La persona carente de creatividad es, por lo general, conformista, no tiene ninguna intención de abrir nuevos caminos, es tímida y le asustan las nuevas perspectivas. Una persona creativa, en cambio, desea ser innovadora y muestra un entusiasmo por la vida, actitud que le conduce a la aventura y a los descubrimientos.

En sexto lugar, necesitamos desarrollar una alta motivación, una voluntad profunda de sumergirnos en la vida y abordar nuevos planes y proyectos. Una persona motivada considera su propia existencia como algo excitante y lleno de interés.

Para mucha gente, el problema es que consideran aburridos tanto su trabajo y como su vida. Por desgracia, están simplemente enmascarando la falta de intensidad de sus compromisos con las aspiraciones y valores elevados.

Actitud ante la vida

En séptimo lugar, debemos adoptar una actitud positiva y afirmativa hacia la vida. Necesitamos cierto optimismo, la convicción de que lo que hacemos tiene su importancia. Aunque podamos sufrir fracasos y derrotas, tenemos que confiar en que nos sobrepondremos y alcanzaremos el éxito a pesar de las adversidades.

En octavo lugar, una persona afirmativa es perfectamente capaz de sentir la joie de vivre, esto es, la alegría de vivir, de apreciar plenamente los placeres humanos, - desde los llamados placeres corporales como la comida y el sexo, hasta los más elevados placeres creativos, estéticos, intelectuales y morales.

Novena cualidad, si deseamos vivir bien debemos cuidar racionalmente de nuestra salud como una precondición para todo lo demás.

Para mantener una buena salud, hemos de evitar el tabaco y las drogas, beber con moderación, intentar reducir el stress en nuestras vidas, y esforzarnos por mantener una alimentación correcta, hacer ejercicio físico, descansar lo suficiente y alcanzar la plenitud en el sexo y en el amor.

Bien supremo

Todas estas excelencias apuntan claramente a un summun bonum, o bien supremo. El valor intrínseco que buscamos alcanzar es la eudaemonía, la felicidad o bien-estar.

Un término más preciso para definir tal estado es exhuberancia o excelsitud, que comprende un proceso activo, no conformista, de perfeccionamiento en nuestros talentos, necesidades y anhelos.

La finalidad u objetivo de la vida es vivir plena y creativamente, compartiendo con los demás las numerosas oportunidades que existen para una experiencia gozosa y una conducta moral.

El significado de la vida no es algo que deba descubrirse sólo tras la muerte, en algún reino misterioso y oculto. Más bien al contrario, se puede encontrar saboreando la suculenta fruta del Árbol de la Vida, y viviendo el aquí y el ahora de la forma más completa y creativa de la que seamos capaces.




Paul Kurtz, fundador del Consejo para el Humanismo Secular, es Editor Jefe de Free Inquiry y profesor emérito de Filosofía en la Universidad de Nueva York en Bufalo.

Este artículo se publicó originalmente en Free Inquiry magazine. No puede ser reproducido sin la autorización del editor, el Consejo para el Humanismo Secular, el cual ha autorizado su publicación en Tendencias Científicas.



Traducción del inglés: David Carrión



Ilustración
El Hombre
Gentileza de Agustín Espina



Paul Kurtz
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