Fuente: Pixabay.
De vez en cuando, traemos a esta sección teorías recientes sobre la consciencia. Por ejemplo, hace poco hablábamos de una hipótesis que plantea la consciencia como instinto (Michael S. Gazzaniga) o de la teoría de la consciencia como unión entre cerebro y mundo de Riccardo Manzotti.
En general, estas hipótesis intentan dar una solución a uno de los grandes misterios de la ciencia: cómo surge la consciencia –atributo inmaterial- de un sustrato como el cerebro –material-. Este misterio suele conocerse como “el gran problema de la consciencia”.
Hoy vamos a hablar de otra hipótesis que intenta resolver la cuestión: la de Bernardo Kastrup, ingeniero informático especializado en inteligencia artificial y computación. Kastrup ha trabajado en prestigiosos centros como el CERN o los Laboratorios de Investigación de Philips, y es además autor de numerosos libros sobre filosofía y ciencia.
Lo más curioso de su teoría, que el propio autor ha bautizado como “ontología idealista”, es que está inspirada en un trastorno mental: el llamado Trastorno de identidad disociativo (TID) o desorden de personalidad múltiple.
Esta enfermedad se caracteriza por la existencia de dos o más personalidades en una persona, cada una con su propio patrón perceptivo y de actuación. Según el neurólogo Francisco Rubia, tendría su origen en la violación en edad temprana por una persona de la propia familia, un shock que puede conducir a una excitación tan grande de la amígdala que lleve a una inhibición por esta de distintas partes del hipocampo, generando personalidades múltiples e independientes.
En general, estas hipótesis intentan dar una solución a uno de los grandes misterios de la ciencia: cómo surge la consciencia –atributo inmaterial- de un sustrato como el cerebro –material-. Este misterio suele conocerse como “el gran problema de la consciencia”.
Hoy vamos a hablar de otra hipótesis que intenta resolver la cuestión: la de Bernardo Kastrup, ingeniero informático especializado en inteligencia artificial y computación. Kastrup ha trabajado en prestigiosos centros como el CERN o los Laboratorios de Investigación de Philips, y es además autor de numerosos libros sobre filosofía y ciencia.
Lo más curioso de su teoría, que el propio autor ha bautizado como “ontología idealista”, es que está inspirada en un trastorno mental: el llamado Trastorno de identidad disociativo (TID) o desorden de personalidad múltiple.
Esta enfermedad se caracteriza por la existencia de dos o más personalidades en una persona, cada una con su propio patrón perceptivo y de actuación. Según el neurólogo Francisco Rubia, tendría su origen en la violación en edad temprana por una persona de la propia familia, un shock que puede conducir a una excitación tan grande de la amígdala que lleve a una inhibición por esta de distintas partes del hipocampo, generando personalidades múltiples e independientes.
Personalidades de la consciencia cósmica
Kastrup ha presentado su hipótesis en un artículo publicado por el Journal of Consciusness Studies y la ha resumido hace unos días en la revista Scientific America.
En ambas fuentes cita un estudio de 2014 en el que se realizaron exploraciones cerebrales con resonancia magnética funcional –técnica que sirve para observar la actividad del cerebro-, a pacientes con TID y a actores que recreaban síntomas de este desorden.
Se demostró así que los cerebros de las personas que padecían TID eran distintos a los de los actores, es decir, no emulaban ser otros, sino que realmente lo eran, para sus cerebros.
En 2015, un grupo de médicos alemanes informaron de un caso que ilustra bien esto. Se analizó el cerebro de una mujer vidente que sufría de desorden de personalidad múltiple, y que tenía alteregos ciegos. Se comprobó que, cuando en la mujer predominaba alguno de estos alteregos, la actividad de su cerebro era la propia de una invidente. En cambio, cuando la mujer volvía “a su ser”, que veía, su actividad cerebral volvía a ser la normalmente asociada con la vista.
Pues bien, según Kastrup, podría existir una consciencia que abarcase todo el universo y que tendría múltiples personalidades (entre ellas, cada una de las nuestras). Estas personalidades, dice, generarían consciencias individuales (del mismo modo que lo hacen los alteregos de las personas con TID), lo que haría posible que estemos conscientes e interactuemos unos con otros, sin superponernos mentalmente con ellos ni tener que vernos en la mente de los demás.
Pansiquismo constitutivo
La hipótesis de Kastrup se enmarca en el llamado “panpsiquismo constitutivo”, doctrina que señala que toda la materia, incluidas las partículas subatómicas, poseen alguna forma muy simple de consciencia. La consciencia humana estaría constituida, según este concepto, por la combinación de las consciencias de las innumerables partículas que nos componen.
Pero el panpsiquismo constitutivo presenta una pega, el llamado “problema de la combinación”: ¿Cómo pueden los puntos de vista subjetivos de bajo nivel –como los de partículas subatómicas- dar lugar a una consciencia de mayor complejidad, como la humana?
La cuestión en realidad no es muy distinta a la que plantea el fisicalismo, doctrina que señala que la consciencia es fruto de la combinación de elementos puramente materiales. Mencionamos el problema del fisicalismo al principio: no explica cómo puede surgir la consciencia o la experiencia subjetiva de la interacción de diferentes tipos de materia.
Es decir, que parece que la teoría de Kastrup solo traslada la cuestión de un lugar a otro. El investigador intenta resolver su carencia por dos vías.
Consciencia en el tejido del espacio-tiempo
En primer lugar, señalando que la consciencia no estaría fragmentada –no estaría en las partículas una por una, separada del resto de las partículas- sino que se extendería a todo el tejido del espacio-tiempo. Por tanto, según él, habría “una sola consciencia universal” y por tanto el universo físico en su conjunto sería “la apariencia extrínseca” de dicha consciencia.
En segundo lugar, y aquí es donde interviene el desorden de personalidad, Kastrup señala que el hallazgo empírico de que la consciencia (de una persona) puede dar lugar a muchos centros operacionalmente distintos de experiencia concurrente (esto es, a múltiples personalidades, cada una con su propio sentido de identidad), hace pensar que algo análogo ocurra a nivel universal: que una consciencia universal única dé lugar a muchas personalidades. Estas, concluye, en realidad serían disociaciones de dicha consciencia universal única.
En sus propias palabras: “Nosotros, al igual que los demás organismos vivos, no somos más que almas disociadas de la consciencia cósmica (…), y los organismos vivos con los que compartimos el mundo no son más que aspectos extrínsecos de otras alteridades disociadas” (de esa consciencia universal).
Kastrup ha presentado su hipótesis en un artículo publicado por el Journal of Consciusness Studies y la ha resumido hace unos días en la revista Scientific America.
En ambas fuentes cita un estudio de 2014 en el que se realizaron exploraciones cerebrales con resonancia magnética funcional –técnica que sirve para observar la actividad del cerebro-, a pacientes con TID y a actores que recreaban síntomas de este desorden.
Se demostró así que los cerebros de las personas que padecían TID eran distintos a los de los actores, es decir, no emulaban ser otros, sino que realmente lo eran, para sus cerebros.
En 2015, un grupo de médicos alemanes informaron de un caso que ilustra bien esto. Se analizó el cerebro de una mujer vidente que sufría de desorden de personalidad múltiple, y que tenía alteregos ciegos. Se comprobó que, cuando en la mujer predominaba alguno de estos alteregos, la actividad de su cerebro era la propia de una invidente. En cambio, cuando la mujer volvía “a su ser”, que veía, su actividad cerebral volvía a ser la normalmente asociada con la vista.
Pues bien, según Kastrup, podría existir una consciencia que abarcase todo el universo y que tendría múltiples personalidades (entre ellas, cada una de las nuestras). Estas personalidades, dice, generarían consciencias individuales (del mismo modo que lo hacen los alteregos de las personas con TID), lo que haría posible que estemos conscientes e interactuemos unos con otros, sin superponernos mentalmente con ellos ni tener que vernos en la mente de los demás.
Pansiquismo constitutivo
La hipótesis de Kastrup se enmarca en el llamado “panpsiquismo constitutivo”, doctrina que señala que toda la materia, incluidas las partículas subatómicas, poseen alguna forma muy simple de consciencia. La consciencia humana estaría constituida, según este concepto, por la combinación de las consciencias de las innumerables partículas que nos componen.
Pero el panpsiquismo constitutivo presenta una pega, el llamado “problema de la combinación”: ¿Cómo pueden los puntos de vista subjetivos de bajo nivel –como los de partículas subatómicas- dar lugar a una consciencia de mayor complejidad, como la humana?
La cuestión en realidad no es muy distinta a la que plantea el fisicalismo, doctrina que señala que la consciencia es fruto de la combinación de elementos puramente materiales. Mencionamos el problema del fisicalismo al principio: no explica cómo puede surgir la consciencia o la experiencia subjetiva de la interacción de diferentes tipos de materia.
Es decir, que parece que la teoría de Kastrup solo traslada la cuestión de un lugar a otro. El investigador intenta resolver su carencia por dos vías.
Consciencia en el tejido del espacio-tiempo
En primer lugar, señalando que la consciencia no estaría fragmentada –no estaría en las partículas una por una, separada del resto de las partículas- sino que se extendería a todo el tejido del espacio-tiempo. Por tanto, según él, habría “una sola consciencia universal” y por tanto el universo físico en su conjunto sería “la apariencia extrínseca” de dicha consciencia.
En segundo lugar, y aquí es donde interviene el desorden de personalidad, Kastrup señala que el hallazgo empírico de que la consciencia (de una persona) puede dar lugar a muchos centros operacionalmente distintos de experiencia concurrente (esto es, a múltiples personalidades, cada una con su propio sentido de identidad), hace pensar que algo análogo ocurra a nivel universal: que una consciencia universal única dé lugar a muchas personalidades. Estas, concluye, en realidad serían disociaciones de dicha consciencia universal única.
En sus propias palabras: “Nosotros, al igual que los demás organismos vivos, no somos más que almas disociadas de la consciencia cósmica (…), y los organismos vivos con los que compartimos el mundo no son más que aspectos extrínsecos de otras alteridades disociadas” (de esa consciencia universal).
Referencia bibliográfica:
Kastrup, B. The Universe in Consciousness. Journal of Consciousness Studies (2018).
Kastrup, B. The Universe in Consciousness. Journal of Consciousness Studies (2018).