Un pulpo californiano ve por la piel

Tiene las mismas proteínas sensibles a la luz en los ojos y en los tejidos del cuerpo


El pulpo tiene capacidades únicas: Puede cambiar el color y textura de su piel no solo para camuflarse, sino también para comunicarse. Ahora, un nuevo estudio realizado por científicos de la Universidad de California en Santa Bárbara, EEUU (UCSB) ha revelado que la piel de un pulpo que habita en los mares de California también puede detectar la luz, incluso sin usar el sistema nervioso central.


Redacción T21
21/05/2015

Octopus bimaculoides. Fuente: UCSB.
El pulpo tiene capacidades únicas: Puede cambiar el color y textura de su piel no solo para camuflarse, sino también para comunicarse.

Además de ser el más inteligente, móvil y grande de todos los moluscos, este cefalópodo utiliza sus ojos casi humanoides para enviar señales a unos órganos pigmentados de su piel -llamados cromatóforos - para que estos se expandan y se contraigan, alterando su apariencia.

Ahora, un nuevo estudio realizado por científicos de la Universidad de California en Santa Bárbara, EEUU (UCSB) ha revelado que la piel de un pulpo que habita en los mares de California el 
Octopus bimaculoides   puede detectar la luz, incluso sin usar el sistema nervioso central.

El animal lo hace gracias a la misma familia de proteínas sensibles a la luz (opsinas) que se encuentran en sus ojos, y siguiendo un proceso hasta ahora no descrito para los cefalópodos. 

Proteínas de los ojos en la piel

"La piel de este pulpo no detecta la luz con el mismo detalle que sus ojos y su cerebro", explica el autor principal de la investigación, el biólogo marino Desmond Ramírez, en un comunicado de la UCSB. "Sin embargo, sí puede sentir un aumento o cambio en la luz. Su piel no registra, por tanto, los contornos o el contraste, sino más bien el brillo".

En un experimento realizado, Ramírez hizo incidir luz blanca sobre los tejidos de este pulpo, lo que provocó que los cromatóforos presentes en ellos se expandieran y cambiasen de color. Cuando la luz se apagó, los cromatóforos se relajaron, y la piel regresó a su color inicial.

Este proceso, señala el investigador, sugiere que los sensores de luz están conectados a los cromatóforos, lo que permite una respuesta sin entrada desde el cerebro o los ojos. 

Por otra parte, al exponer la piel del pulpo a diferentes longitudes de onda, desde el violeta al naranja, se descubrió que el tiempo de respuesta de los cromatóforos era más rápido bajo la luz azul.

Experimentos moleculares destinados a determinar qué proteínas estaban implicadas en todo este proceso, permitieron hallar rodopsina
una proteína transmembranal que se encuentra en los discos de los bastones de la retina de los ojos.

Adaptación evolutiva

Según los autores de la investigación, esta sugiere una adaptación evolutiva:
el mecanismo celular existente para la detección de la luz presente en los ojos del pulpo -existente desde hace bastante tiempo- ha sido incorporado a la piel del animal para la detección de la luz a través de esta.

Los pulpos no son los únicos moluscos marinos cuya piel puede percibir la luz, pero los científicos no saben todavía si la piel de esos otros animales contiene las opsinas fotosensibles. De ser así, Ramírez pretende llegar a entender cómo se relacionan estos dos grupos. ¿Tienen todos un mismo origen ancestral o el mismo proceso evolutivo se ha dado varias veces?, se pregunta.


Otra extrañeza de un pulpo de California

El año pasado, un equipo de investigadores liderado por el Instituto de Investigación del Acuario de Bahía de Monterrey (EEUU) descubrió otra rareza en un pulpo californiano: el llamado Graneledone boreopacifica.

Esta especie, se constató, incuba sus huevos durante 4,5 años en aguas profundas de California. Tanto tiempo podría deberse también a una adaptación evolutiva, por la necesidad de lograr crías bien desarrolladas que puedan sobrevivir en un medio hostil.
 

Ramirez, M. D., Oakley, T. H. Eye-independent, light-activated chromatophore expansion (LACE) and expression of phototransduction genes in the skin of Octopus bimaculoides.The Journal of Experimental Biology (2015). DOI: 10.1242/​jeb.110908.



Redacción T21
Artículo leído 2311 veces



Más contenidos