Diagrama del efecto de los sermones, en el caso de cada uno de los tres oradores, para creyentes y para no creyentes. Fuente: Epiphenom.
Cuando sucumbimos al discurso de un líder religioso muy carismático, ciertas áreas del cerebro responsables del escepticismo y del estado de vigilancia se vuelven menos activas. Esto es lo que revelan los resultados de un estudio reciente, realizado por el científico Uffe Schjødt y sus colaboradores, de la Universidad Aarhus de Dinamarca, en el que se analizó la actividad neuronal de personas que atendieron los sermones grabados por oradores diversos.
Los voluntarios que escucharon dichos sermones fueron personas no creyentes, y también cristianos seguidores del Pentecostalismo, un movimiento cristiano mundial que pone un gran énfasis en el bautismo en el Espíritu Santo de todos sus miembros.
Esta corriente religiosa promueve, asimismo, el evangelismo, las misiones, la salvación y la santidad en la vida de sus creyentes, así como la doctrina bíblica y una gran gama de manifestaciones espirituales que puede variar según la corriente pentecostal.
Pero los científicos eligieron a seguidores del Pentecontalismo especialmente porque estas personas creen que existen individuos que tienen poderes para sanar, de sabiduría o proféticos, inspirados por Dios.
En otras palabras, se escogió a este tipo de voluntarios religiosos para saber hasta qué punto sus creencias y su forma de recibir los mensajes de los oradores podían condicionar su actividad neuronal.
Ellos y los otros voluntarios –no creyentes- representaron en la investigación a los dos extremos en la escala de las creencias religiosas, publica la revista Epiphenom.
Sermones grabados
Según la revista NewScientist, los investigadores utilizaron una tecnología conocida como imagen por resonancia magnética funcional (fMRI), para escanear los cerebros de un total de 20 pentecostalistas y de otras 20 personas no creyentes, al mismo tiempo que todos los participantes escuchaban sermones grabados.
A todos los voluntarios se les dijo que seis de las oraciones grabadas habían sido leídas por personas no cristianas, otras seis por cristianos corrientes y las otras seis por un sanador. En realidad, todas ellas habían sido leídas por cristianos de a pie.
Gracias a la fMRI, que consiste en un escáner especializado con el que se registran las respuestas hemodinámicas (los cambios en el flujo sanguíneo) relacionadas con la actividad neuronal del cerebro, los científicos constataron que sólo en el caso de los voluntarios devotos se produjeron cambios en la actividad cerebral registrada, como respuesta a los sermones oídos.
Concretamente, en este grupo la actividad neuronal se redujo en partes de la corteza prefrontal y de la corteza cingulada anterior del cerebro, que son áreas que juegan un papel clave en el estado de vigilancia y de escepticismo en situaciones en las que estamos juzgando la verdad y la importancia de lo que la gente nos dice.
Los voluntarios que escucharon dichos sermones fueron personas no creyentes, y también cristianos seguidores del Pentecostalismo, un movimiento cristiano mundial que pone un gran énfasis en el bautismo en el Espíritu Santo de todos sus miembros.
Esta corriente religiosa promueve, asimismo, el evangelismo, las misiones, la salvación y la santidad en la vida de sus creyentes, así como la doctrina bíblica y una gran gama de manifestaciones espirituales que puede variar según la corriente pentecostal.
Pero los científicos eligieron a seguidores del Pentecontalismo especialmente porque estas personas creen que existen individuos que tienen poderes para sanar, de sabiduría o proféticos, inspirados por Dios.
En otras palabras, se escogió a este tipo de voluntarios religiosos para saber hasta qué punto sus creencias y su forma de recibir los mensajes de los oradores podían condicionar su actividad neuronal.
Ellos y los otros voluntarios –no creyentes- representaron en la investigación a los dos extremos en la escala de las creencias religiosas, publica la revista Epiphenom.
Sermones grabados
Según la revista NewScientist, los investigadores utilizaron una tecnología conocida como imagen por resonancia magnética funcional (fMRI), para escanear los cerebros de un total de 20 pentecostalistas y de otras 20 personas no creyentes, al mismo tiempo que todos los participantes escuchaban sermones grabados.
A todos los voluntarios se les dijo que seis de las oraciones grabadas habían sido leídas por personas no cristianas, otras seis por cristianos corrientes y las otras seis por un sanador. En realidad, todas ellas habían sido leídas por cristianos de a pie.
Gracias a la fMRI, que consiste en un escáner especializado con el que se registran las respuestas hemodinámicas (los cambios en el flujo sanguíneo) relacionadas con la actividad neuronal del cerebro, los científicos constataron que sólo en el caso de los voluntarios devotos se produjeron cambios en la actividad cerebral registrada, como respuesta a los sermones oídos.
Concretamente, en este grupo la actividad neuronal se redujo en partes de la corteza prefrontal y de la corteza cingulada anterior del cerebro, que son áreas que juegan un papel clave en el estado de vigilancia y de escepticismo en situaciones en las que estamos juzgando la verdad y la importancia de lo que la gente nos dice.
Foto: Cicero Fonseca. Everystochphoto.
Un mecanismo neuronal que nos hace influenciables
Esta reducción de la actividad neuronal en los pentecostalistas se produjo sólo cuando el orador era aquél que los devotos creían que tenía poderes de sanación.
Según escriben los investigadores en un artículo aparecido en la revista especializada Social Cognitive and Affective Neuroscience, estos resultados sugieren que existe un importante mecanismo neuronal que facilitaría la influencia en otros de las personas carismáticas. Este mecanismo explicaría porqué ciertos individuos ejercen poder sobre otras personas.
Por otro lado, los resultados de la investigación apuntan a que la capacidad de influir o no en otros individuos depende en gran parte de las nociones preconcebidas que éstos tengan acerca de la autoridad o de la fiabilidad del primero.
El estudio no aclara si estos resultados pueden extenderse más allá de la influencia de los líderes religiosos, pero Schjødt especula que las regiones cerebrales estudiadas podrían desactivarse de manera similar como respuesta a mensajes emitidos por otro tipo de personas a las que también podemos otorgar autoridad, como los médicos, los padres o los políticos.
Rezos y actividad neuronal
En una investigación anterior, Schjødt y sus colaboradores utilizaron la misma técnica de exploración de resonancia magnética funcional, para investigar cómo la ejecución de formas improvisadas y establecidas de oración condicionaban las respuestas neuronales en un grupo de jóvenes cristianos daneses muy creyentes.
Así, constataron que la oración improvisada activaba una fuerte respuesta neuronal en la región temporopolar, en la corteza prefrontal media, en la unión temporoparietal y en el precúneo del cerebro.
Estos resultados, según los científicos, sugieren que los sujetos religiosos que consideran que su Dios es real y que puede corresponder a sus ruegos, utilizan áreas del cerebro relacionadas con la cognición social en el momento de sus rezos.
Los investigadores afirman que, por tanto, para las personas religiosas orar a Dios supondría una experiencia comparable a la de las interacciones interpersonales en los contextos sociales.
Esta reducción de la actividad neuronal en los pentecostalistas se produjo sólo cuando el orador era aquél que los devotos creían que tenía poderes de sanación.
Según escriben los investigadores en un artículo aparecido en la revista especializada Social Cognitive and Affective Neuroscience, estos resultados sugieren que existe un importante mecanismo neuronal que facilitaría la influencia en otros de las personas carismáticas. Este mecanismo explicaría porqué ciertos individuos ejercen poder sobre otras personas.
Por otro lado, los resultados de la investigación apuntan a que la capacidad de influir o no en otros individuos depende en gran parte de las nociones preconcebidas que éstos tengan acerca de la autoridad o de la fiabilidad del primero.
El estudio no aclara si estos resultados pueden extenderse más allá de la influencia de los líderes religiosos, pero Schjødt especula que las regiones cerebrales estudiadas podrían desactivarse de manera similar como respuesta a mensajes emitidos por otro tipo de personas a las que también podemos otorgar autoridad, como los médicos, los padres o los políticos.
Rezos y actividad neuronal
En una investigación anterior, Schjødt y sus colaboradores utilizaron la misma técnica de exploración de resonancia magnética funcional, para investigar cómo la ejecución de formas improvisadas y establecidas de oración condicionaban las respuestas neuronales en un grupo de jóvenes cristianos daneses muy creyentes.
Así, constataron que la oración improvisada activaba una fuerte respuesta neuronal en la región temporopolar, en la corteza prefrontal media, en la unión temporoparietal y en el precúneo del cerebro.
Estos resultados, según los científicos, sugieren que los sujetos religiosos que consideran que su Dios es real y que puede corresponder a sus ruegos, utilizan áreas del cerebro relacionadas con la cognición social en el momento de sus rezos.
Los investigadores afirman que, por tanto, para las personas religiosas orar a Dios supondría una experiencia comparable a la de las interacciones interpersonales en los contextos sociales.