Fuente: Wikimedia Commons.
Una investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha descubierto el mecanismo que regula la floración en guisantes (Pisum sativum). Según el trabajo, publicado en la revista Nature Communications, el gen VEGETATIVE1 (VEG1) es el responsable de este proceso.
El hallazgo se realizó gracias al estudio de una versión mutada del VEG1, que provoca el desarrollo de ramas vegetativas en lugar de flores. Este resultado puso de manifiesto su papel regulador en el proceso.
Otras plantas con mecanismos de floración simples y ampliamente conocidos, como la Arabidopsis thaliana, forman flores directamente en el tallo principal.
Por el contrario, el guisante desarrolla dichas estructuras en tallos secundarios. El investigador del CSIC en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (centro mixto del CSIC y de la Universidad Politécnica de Valencia), Francisco Madueño, que ha dirigido el estudio, afirma: “En este trabajo definimos un nuevo mecanismo, distinto a los ya descritos hasta la fecha, para generar inflorescencias complejas”.
El hallazgo se realizó gracias al estudio de una versión mutada del VEG1, que provoca el desarrollo de ramas vegetativas en lugar de flores. Este resultado puso de manifiesto su papel regulador en el proceso.
Otras plantas con mecanismos de floración simples y ampliamente conocidos, como la Arabidopsis thaliana, forman flores directamente en el tallo principal.
Por el contrario, el guisante desarrolla dichas estructuras en tallos secundarios. El investigador del CSIC en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (centro mixto del CSIC y de la Universidad Politécnica de Valencia), Francisco Madueño, que ha dirigido el estudio, afirma: “En este trabajo definimos un nuevo mecanismo, distinto a los ya descritos hasta la fecha, para generar inflorescencias complejas”.
Aplicaciones en los cultivos
Comprender las bases de la diversidad de formas de las plantas es uno de los principales retos de la biología del desarrollo.
“Una característica clave que contribuye a tal diversidad es la variación en la arquitectura de las inflorescencias, las estructuras que soportan las flores” afirma uno de los miembros del equipo de investigación, José Pío Beltrán.
El artículo establece que el control sobre el mecanismo de inflorescencia condiciona la producción de flores y frutos y, por tanto, el rendimiento de los cultivos.
Por ello, Beltrán opina que “el hallazgo podría dar lugar a una herramienta para aumentar la producción de las cosechas”.
“Además, la identificación del gen VEG1 proporciona una idea de cómo la expansión y las divergencias funcionales de las familias de genes reguladores contribuyen a la evolución de la morfología compleja de las plantas”, concluye la también investigadora del equipo, Cristina Ferrándiz.
La investigación ha contado con la participación de investigadores de la Universidad de Tasmania (Australia), el Centro Nacional de Investigación Científica (Francia), el Instituto Danés de Ciencias Agrícolas (Dinamarca), el Centro John Innes (Reino Unido) y de la Universidad de Aberystwyth (Reino Unido).
Comprender las bases de la diversidad de formas de las plantas es uno de los principales retos de la biología del desarrollo.
“Una característica clave que contribuye a tal diversidad es la variación en la arquitectura de las inflorescencias, las estructuras que soportan las flores” afirma uno de los miembros del equipo de investigación, José Pío Beltrán.
El artículo establece que el control sobre el mecanismo de inflorescencia condiciona la producción de flores y frutos y, por tanto, el rendimiento de los cultivos.
Por ello, Beltrán opina que “el hallazgo podría dar lugar a una herramienta para aumentar la producción de las cosechas”.
“Además, la identificación del gen VEG1 proporciona una idea de cómo la expansión y las divergencias funcionales de las familias de genes reguladores contribuyen a la evolución de la morfología compleja de las plantas”, concluye la también investigadora del equipo, Cristina Ferrándiz.
La investigación ha contado con la participación de investigadores de la Universidad de Tasmania (Australia), el Centro Nacional de Investigación Científica (Francia), el Instituto Danés de Ciencias Agrícolas (Dinamarca), el Centro John Innes (Reino Unido) y de la Universidad de Aberystwyth (Reino Unido).