Un estudio analiza la moral en el contexto de la crisis económica

Modelos éticos mínimos y presión ambiental podrían explicar los actos ilícitos de banqueros, inversores y prestamistas, afirman los autores de la investigación


En la actual situación económica, en la que las acciones de unos pocos han dado al traste con las vidas de muchos, cobra una especial relevancia el análisis del origen del comportamiento moral individual y de sus variaciones. En este contexto, un equipo de sociólogos de la Universidad de California se preguntó qué es lo que hace que algunas personas se comporten moralmente y otras no, en situaciones concretas. Los resultados de un estudio realizado con 350 estudiantes universitarios revelaron que, en el comportamiento moral humano, los valores personales resultan clave. Pero también resulta esencial la respuesta de los demás hacia los comportamientos ilícitos, porque puede potenciarlos. Por Marta Lorenzo.


Marta Lorenzo
21/02/2012

Fuente: UCRiverside.
En la actual situación económica, en la que las acciones de unos pocos han dado al traste con las vidas de muchos, cobra una especial relevancia el análisis del origen del comportamiento moral individual y de sus variaciones.

En este contexto, un equipo de sociólogos de la Universidad de California Riverside (UC Riverside) y de la California State University Northridge se preguntaron qué es lo que hace que algunas personas se comporten moralmente y otras no, en situaciones específicas.

Para tratar de responder a esta pregunta, los investigadores realizaron un estudio cuyos resultados les permitieron desarrollar una teoría sobre la moral personal que, según ellos, podría explicar las faltas éticas cometidas por individuos del sector bancario, del de inversión y del de préstamos hipotecarios, que tantos efectos negativos han tenido para muchos estadounidenses y ciudadanos occidentales.

Confluencia de factores personales y sociales

Según publica la UCRiverside en un comunicado, durante décadas, los sociólogos han planteado que el comportamiento moral es el resultado de expectativas culturales sobre cómo actuar en situaciones específicas. Pero parece que la cosa no es tan sencilla.

En su estudio, que ha aparecido publicado bajo el título “Una teoría del yo para la sociología de la moralidad” en el número de febrero de la revista American Sociological Review, Jan E. Stets, de la UC Riverside, y Michael J. Carter, de la CSU Northridge han constatado que la manera en que los individuos se ven a sí mismos en términos morales también es una importante fuente de motivación para el comportamiento humano moral.

Los banqueros, los corredores de bolsa y los prestamistas de hipotecas que causaron la recesión en Estados Unidos fueron capaces de actuar como lo hicieron, sin sentirse culpables ni avergonzados, porque su estándar de identidad moral ya estaba situado en un nivel bajo, explica Sets.

A esta situación habría que añadir el factor social: el hecho de que dicho estándar resultara incuestionado por otros colegas, añade la investigadora.

Según ella: “En la medida en que otros, en una situación determinada, verifican o confirman el conjunto de significados que un individuo ha identificado como modelo (de moralidad), y a medida que este modelo se expresa en el comportamiento personal, más se implicará ese individuo en ese tipo de comportamientos”.

En definitiva, sería la confluencia de factores lo que propiciaría un comportamiento moral determinado: “El estándar de identidad de cada individuo es lo que guía su comportamiento. Posteriormente, la persona ve las reacciones de otros sobre sus propios actos. Si los demás tienen una identidad moral baja y no desafían el comportamiento ilícito, entonces ese individuo seguirá haciendo lo que está haciendo. Así es como pueden emerger las prácticas inmorales”, concluye Stets.

Características de la investigación

Para la elaboración de su estudio, los sociólogos analizaron a un grupo de más de 350 estudiantes universitarios.
Más concretamente, los investigadores midieron la identidad moral de los participantes y los evaluaron en situaciones específicas con algún componente moral. Asimismo, en el contexto de estas situaciones, fueron determinadas sus emociones morales, como la vergüenza o la culpa.

Por un lado, a los estudiantes se les preguntó qué harían en situaciones concretas, en las que podían elegir entre hacer una cosa buena o una mala. Por ejemplo, copiar (o no) las respuestas de otro estudiante en un examen, dejar o no dejar que un amigo condujera borracho a casa, devolver o no un objeto perdido; o devolver o no devolver dinero a un cajero.

Por otro lado, también se les pidió que evaluaran cada uno de estos escenarios en términos morales, y se les preguntó cómo pensaban ellos que debía sentirse una persona después de cometer un comportamiento apropiado o inapropiado en cada caso.

Con respecto a sí mismos, los estudiantes tuvieron que definirse dentro de un continuo de características contradictorias: honesto/deshonesto; cuidadoso/indiferente; cruel/amable; injusto/justo; útil/inútil; tacaño/generoso; compasivo/frío; mentiroso/sincero; no trabajador/trabajador; simpático/antipático; egoísta/desinteresado o con principios/sin p0rincipios.

Cuanto más se autodefinieron los participantes como honestos, cuidadosos, amables, justos, compasivos, generosos, sinceros, trabajadores, simpáticos, desinteresados y con principios, los investigadores consideraron que mayor era su identidad moral.

Resultados obtenidos

La revisión de toda la información recopilada reveló que cualquiera que fuera la situación de los estudiantes dentro de ese continuo de características morales, todos actuaron (en las situaciones propuestas) con la intención u objetivo de verificar su propio estándar moral, afirman los investigadores.

Según Stets y Carter: “Descubrimos que los individuos con una alta identidad moral eran más propensos a comportarse moralmente, mientras que aquéllos con una identidad moral baja eran menos propensos al comportamiento moral”.

Jan E. Stets. Fuente: UCRiverside.
Por otra parte, aquellos participantes que recibieron respuestas de los demás que no respaldaban su propio modelo de identidad moral fueron más propensos a sentir vergüenza y culpa, en comparación con aquellas personas cuya identidad moral fue verificada por el resto, añaden los investigadores.

Por tanto, aunque el objetivo de cada individuo es vivir según su propio criterio moral, cuando el comportamiento moral individual, que se desprende del modelo de identidad moral personal, no se corresponde con al respuesta de otros, la persona se siente mal.

Consecuencias sociales

Este malestar podría resultar positivo. Según los autores del estudio, los resultados obtenidos sugieren que, gracias a él, la exposición a contextos sociales particulares y a otros individuos podría aprovecharse para dar lugar a una identidad moral más elevada.

Por ejemplo, la implicación de los padres en la vida de sus hijos podría hacer que éstos fueran más propensos a reconocer los valores morales; en las escuelas se podría sensibilizar a los alumnos hacia un sentido moral promoviendo una atmósfera que propicie la justicia, la virtud y el voluntariado.

Por su parte, las tradiciones religiosas que promuevan la reflexión en temas morales y el trabajo caritativo también pueden ayudar a los individuos a reconocer el sentido moral.

Los investigadores insisten en que el estudio de la moral individual resulta oportuno hoy día, dadas las prácticas irregulares de banqueros, corredores de bolsas y prestamistas, cuyo comportamiento ha afectado a tanta gente.

“El coste de sus prácticas irresponsables ha dañado las vidas de muchas víctimas inocentes, provocando la pérdida de muchos ahorros, hogares y puestos de trabajos. El hecho de que unos pocos puedan dañar a tantas personas ha de llevar a la conciencia pública los temas del bien y el mal, de lo correcto y de lo incorrecto y de lo justo y de lo injusto”, afirman Stats y Carter, y concluyen que para comprender el comportamiento ilícito es preciso estudiar la dimensión moral del yo, y lo que hace que algunas personas sean más deshonestas que otras.



Marta Lorenzo
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