Todos compartimos la responsabilidad de crear un mundo sin exclusión

El aumento de la discriminación social en medio del avance tecnológico repercute en el Estado del Bienestar


Los avances tecnológicos, técnicos y sociales, han ampliado las situaciones de exclusión social, que constituyen un agravio a la dignidad, así como una vulneración de los derechos humanos básicos. La dimensión cobrada por la situación actual reconduce a nuevas vías para erradicar la discriminación social: de la asistencia médica y la caridad, hemos pasado a un modelo social basado en los Derechos Humanos y en la igualdad de oportunidades. También se ha fortalecido la Economía Social o Tercer Sector. La responsabilidad social se manfiesta asimismo en las empresas. Todos compartimos la responsabilidad de crear un mundo sin exclusión. Una tarea en cuyo diálogo social han de participar ONGs, Empresarios, Sindicatos, Administraciones Públicas, Pensadores, Investigadores y Universitarios y Opinión Pública. Por Carlos Rubén Fernández Gutiérrez.


Carlos Rubén Fernández Gutiérrez
12/06/2005

Cuando hace unas décadas hablábamos del año 2000 y del siglo XXI –siendo algunos todavía niños y otros jóvenes-, todos nos imaginábamos un mundo inmerso en la más sofisticada tecnología aeroespacial, con dominio sobre otros planetas, con un tráfico de vehículos tremendamente racionalizado, alimentos asépticos de cultivo químico y, en definitiva, una sociedad perfectamente integrada en el que cada uno tenía una función asignada.

Pues bien, en 2005, salvo la comida de origen químico, ninguno de estos pronósticos se han hecho realidad todavía: vivimos en un mundo donde diariamente asistimos a múltiples muestras de irracionalidad y en el que los avances tecnológicos, técnicos y sociales no han hecho más que ampliar las situaciones de exclusión social: la quinta parte de la humanidad, la más rica, acumula hoy en torno al 85% de la riqueza mundial.

Como puso de relieve el primer “Plan Nacional para la Inclusión Social”, presentado por España a la Unión Europea en 2001, hemos asistido a la rápida conversión de una sociedad estratificada, de una sociedad fundamentada en una división clasista notablemente estable, a una realidad social en la que encontramos una significativa multiplicidad de ejes de desigualdad.

Las situaciones de riesgo se han democratizado, castigando más severamente a los grupos de siempre, y golpeando con fuerza también a nuevas capas y personas. En consecuencia, el panorama actual mundial y europeo recrea nuevas situaciones de exclusión social que repercuten en el pretendido Estado del Bienestar y que constituyen un agravio a la dignidad, así como una vulneración de los derechos humanos básicos.

Nuevas preocupaciones

Nuevas preocupaciones, como el paro estructural de larga duración, que afecta a mujeres, trabajadores de mayor edad, personas con discapacidad, enfermos mentales, jóvenes que proceden del fracaso escolar, inmigrantes sin cualificación profesional, entre otros colectivos excluidos o amenazados de exclusión, hace que muchos trabajadores que hasta ahora creían vivir en la seguridad laboral, empiecen a caer en renovados espacios de pobreza.

Frente a los nuevos fenómenos de exclusión social, surge una pregunta: ¿siguen resultando adecuadas las políticas de bienestar social tradicionales? La respuesta es no. La dimensión cobrada por la situación actual reconduce a nuevas vías de solución para erradicar la discriminación social.

Del modelo contemplativo de actuación individual, basado principalmente en la asistencia médica y la caridad que catalogaba a las personas en riesgo de exclusión como un problema, hemos pasado a un modelo social basado en los Derechos Humanos y en la igualdad de oportunidades.

Este último modelo, aceptado internacionalmente, no excluye la rehabilitación ni el tratamiento médico oportunos, pero su mayor aportación es que implica que debe ser el sistema quien se adapte a las particularidades de sus ciudadanos y no la persona quien se adapte a la organización social establecida.

Además de las políticas de bienestar social, es importante resaltar que la lucha contra la exclusión social es fundamentalmente un combate por la igualdad de derechos y la no discriminación. Discapacidad, Inmigración, Exclusión en la población Juvenil, constituyen nuevos desafíos sociales que desbordan el sector público y amenazan el Estado de Bienestar

Tercer Sector, una salida viable

Sin duda, parte de la respuesta vendría dada por las entidades de la Economía Social o Tercer Sector, todo un entramado de actividades sociales que han adquirido una trascendencia económica altamente significativa y que presumiblemente seguirá creciendo en los años venideros.

Un conjunto de entidades que han surgido como respuesta creativa de la sociedad ante las nuevas necesidades sociales producidas por el desarrollo económico. Un entramado de actividades sociales que no vienen a sustituir al sector público ni al privado, sino que lo complementan.

El campo de actuación del sector no lucrativo se extiende al empleo, los servicios sociales, la educación y la formación para la inserción laboral, el medio ambiente, la atención a colectivos desfavorecidos, la sanidad, el deporte, la utilización del tiempo libre o la cultura. Es en todo ese extenso ámbito en que la gestión solidaria y participativa puede ser una alternativa creíble a una gestión estatal a veces menos ágil y siempre insuficiente.

Según algunos estudios desde la década de los años 80 las entidades de la Economía Social han sido grandes creadores de empleo. En España, el tercer sector, es decir la suma de Asociaciones, Fundaciones, Cooperativas, Sociedades Laborales, Mutualidades y Cajas de Ahorro agrupa al 6,5% de las entidades presentes en España, un 7% del empleo asalariado (casi un 10% si incluimos a los voluntarios); en definitiva, un 5% del valor añadido bruto que se genera en nuestro país. Un sector cuya labor supondría para las Administraciones Públicas una plantilla equivalente en torno a 1.320.000 personas.

Claves del éxito

La clave del éxito de estas entidades radica en su capacidad de aunar los valores sociales de participación, responsabilidad y solidaridad con los de rentabilidad y eficacia empresarial, inherentes a cualquier empresa. De hecho, muchas de las empresas que conforman el Tercer Sector sirven de referencia a importantes grupos empresariales, por su metodología de gestión y por sus resultados.: las entidades que conforman el Tercer Sector representan una oportunidad excepcional para dar empleo a los colectivos más desfavorecidos.

En contraste con los promedios nacionales de otros sectores, en la Economía Social la estabilidad del empleo remunerado está muy por encima de los valores medios de mercado, el empleo femenino es mayoritario y también lo es el empleo de personas menores de 25 años. Hay una alta proporción de trabajadores de muy alto nivel formativo y es uno de los instrumentos más destacados a la hora de dar oportunidades laborales a las personas con discapacidad, entre otros colectivos en riesgo de exclusión social.

Un entramado de entidades que necesitan conseguir un mayor reconocimiento institucional que le otorgue la interlocución y representatividad que merece en base a su peso real en la economía, además del apoyo de la investigación y la docencia universitaria que le corresponde.

En definitiva, el Tercer Sector se ha apuntado como una posición estratégica para hacer factible el tránsito a un nuevo modelo de Sociedad de Bienestar, como una vía para reconciliar la economía con la sociedad.

Corresponsabilidad social

Y precisamente fruto de esta conciliación entre economía y sociedad, también han irrumpido en nuestros días nuevas tendencias que, bajo el nombre de políticas de buen gobierno y de responsabilidad corporativa, están dando un mayor protagonismo estratégico a las políticas de acción social.

Por primera vez, estamos asistiendo a un cambio de chip por parte del empresario/a acerca de los principios de gestión que realmente aportan valor añadido a su negocio. Interés colectivo, solidaridad, pluralidad y responsabilidad son ahora valores cotizados que se suman al valor de mercado.

La sociedad está cambiando y la empresa trata de adaptarse al ritmo que lo hace su entorno. Las empresas más cotizadas ya no son aquellas que más dividendos otorgan, sino aquellas que mejor visión de futuro aportan y, qué duda cabe, que el mayor valor es aquel que se proyecta a la sociedad encaminándola hacia un mundo mejor.

Junto con las instituciones públicas y las entidades de la economía social, la empresa privada también está legitimada para asumir y sacar partido de este renovado protagonismo social pero ha de hacerlo desde un enfoque estratégico. La responsabilidad social no emana de acciones puntuales de cara a la galería, sino de patrones asumidos en los propios principios de gestión. La reputación corporativa se ha impuesto al servicio al cliente y stake holders (grupos de interés) están dispuestos a destronar al mejor comprador.

Un Siglo XXI sin exclusión social

En suma, la contienda contra la exclusión social no exime a ningún ciudadano y ciudadana del mundo. De alguna u otra manera, todos compartimos la responsabilidad de crear un mundo sin exclusión. Una tarea en cuyo diálogo social han de participar ONGs, Empresarios, Sindicatos, Administraciones Públicas, Pensadores, Investigadores y Universitarios y Opinión Pública.

Y ya para terminar me gustaría concluir citando a uno de los símbolos vivos de la lucha mundial contra la exclusión mundial, el irreductible y tenaz Nelson Mandela, Premio Nobel de la Paz y Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional. Como él decía y también nos ha enseñado a lo largo de su difícil vida, “no podrás encontrar ninguna pasión si te conformas con una vida inferior a la que eres capaz de vivir”.

Busquemos esa pasión y hagámosla realidad. Imaginemos un mundo sin barreras, una sociedad justa en la que todos los ciudadanos y ciudadanas participemos en igualdad de oportunidades. En definitiva, construyamos un siglo XXI sin exclusión.




Carlos Rubén Fernández Gutierrez, Informático y Master en Gestión y Dirección de Empresas, es Presidente de la Fundación ONCE y del Grupo Fundosa, así como Secretario General del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), Vicepresidente de la Confederación Empresarial Española de Economía Social (CEPES) y Vicepresidente de la Plataforma de ONGs de Acción Social. El texto de este artículo, que se reproduce con autorización del autor, es un resumen de su intervención ante el Octavo Foro sobre Tendencias Sociales que tuvo lugar en la UNED en noviembre pasado. El texto íntegro, junto con las demás ponencias, se ha publicado en el libro Tendencias en exclusión social y políticas de solidaridad, editado por José Félix Tezanos y publicado por la Editorial Sistema.



Carlos Rubén Fernández Gutiérrez
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