Soledad, aparece por primer en España una edición de tu obra, en el volumen “La vocal de la tierra”, se antologan tus tres primeros libros, que vieron la luz entre 1985 y 1994, y que fueron recopilados en un volumen homónimo que vio la luz en Chile en 1999. ¿Cómo te sientes con esta publicación?
Me siento muy feliz. Es un honor para mí formar parte de las publicaciones de Amargord, gracias a este esfuerzo podemos dar a conocer nuestro trabajo a los poetas y lectores, lectoras españoles.
Empieza tu primer libro, que creo muy a propósito titulas “El primer libro”, con los versos: “Había que pintar el primer libro pero cuál pintar/cuál primer…”. Parece que desde el inicio te planteas la escritura como una labor de profundo cuestionamiento, del lenguaje y de la realidad misma. ¿Es el cuestionamiento el motor retórico que anima tus primeros libros?
La razón es doble, por una parte, es mi primer libro publicado, no en mi juventud, sino que ya vivida una experiencia fuerte: el golpe, el exilio, vivir en otra lengua, mirar Latinoamérica desde lejos, extrañarla y extrañarse de lo que somos, de lo que es nuestra cultura, que en ese tiempo –y siguiendo a Gabriela Mistral y a José María Arguedas - nombramos mestiza. Entonces ¿qué escribir?, ¿cómo escribir este mestizaje?, ¿qué referente no occidental servirá de interlocutor, de intertexto?
Luego de la pregunta lo que sigue es imaginación: imaginar una situación de creación mediante la escritura y acudir a un libro “escrito” o “pintado” en este territorio (Latinoamérica para nosotros comprende también el Caribe y Centroamérica): el Popol Vuh, el libro sagrado de la cultura maya-quiché; dialogar con ese evento de creación recogido en unos signos que han sido desentrañados. Tomar prestada la sintaxis, y luego dejar que el poema vaya fluyendo y se vaya armando libremente.
Entonces, cuestionamiento, si se quiere a una forma de pensar-leer-escribir (la occidental), pero sobre todo, interrogantes a otras maneras de pensar, de ordenar las ideas, la sintaxis: los aspectos culturales pre-hispánicos, que también forman parte de nuestra cultura mestiza.
Dice Diana Bellessi, en la introducción a esta antología, que en tus dos primeros libros: “A la masacre, fragmentación, censura, diáspora signada por la historia puntual de la dictadura de Pinochet, se aúna el espejo astillado de la propia ontología de un yo excluido de la historia por su condición de género, excluido de su propio cuerpo, sometido a las leyes de normatividad de la lengua que no pueden, no saben, nombrarlo”. Hace así una lectura política de tu primera poesía, que quizá pueda pasar desapercibida al lector español. ¿Dirías que esta perspectiva política en varias capas traspasa toda tu obra poética?
Sí, especialmente en estos tres primeros libros reunidos en “La vocal”, que son los que dan forma o expresan un pensamiento poético de “época”, si se quiere. Yo formo parte de un pensamiento constituido en los 60, época de luchas liberadoras de todo tipo: político, social, económico, de género.
Los 70 son época de acción y luego dolor, derrota y exilio; los 80, de reconstitución, dudas y sobre todo, preguntas. Es por eso que esta mirada cultural que busca formas liberadoras se hace presente con especial fuerza en la escritura: al silencio impuesto por la censura y autocensura, se abre un espacio de experimentación. Al daño y represión infringidos al cuerpo social por la dictadura, metaforizamos con el cuerpo real, de las mujeres, excluias de la “Historia”.
Llama la atención en esta antología que “El primer libro” tiene una complejidad en la escritura, un forzamiento del lenguaje, sin embargo, en el segundo y más aún en el tercero, la escritura se hace más y más liviana, concentrada, precisa. De hecho el último poema que cierra “En amarillo oscuro” es un poema de tres versos enigmático pero muy limpio. ¿Hubo algo en la escritura sucesiva de estos libros de despojamiento?
Sí, el más complejo es El Primer libro, donde la voz poética quiere excluirse como sujeto histórico y dar paso a la mano en su grafía y a los colores de la tierra, de esta tierra, en su “veracidad”; ausentarse de la historia reciente para saber qué hay atrás, más atrás de la historia occidental que conocemos. El forzamiento en la escritura obedece a su referente o intertexto, el Popol Vuh.
La imagen que construye el poema es la de una mujer “pintándose” un libro en el cuerpo con los colores de la tierra. Sin embargo, aparecen unos choroyes, loros del sur de Chile, que acostumbran a hablar y gritarse en la copa de los árboles. Aquí son los que vigilan, juzgan y sentencian lo que la mujer está haciendo. Es un poema de lenguaje violento, escrito cuando acontecían los crímenes mayores de la dictadura y las palabras no podían nombrarlos.
El poema del “Alfa al Habla” podría sintetizar la situación: del silencio autoimpuesto (del Alfa) se llega al Habla, pero pasando por fosas, huesos, zanjas; el ritmo y las palabras del poema dan mejor cuenta de la violencia sobre los cuerpos que un cuento o un poema que narre la realidad de cuerpos calcinados y lanzados vivos a un foso; o del degollamiento de tres profesionales, o de la quema de dos jóvenes por un soldado en plena vía pública.
Albricia, en cambio, es la ficción de una búsqueda, el viaje –de la mano que escribe- al origen de su constitución como “sujeto”: la unión amoroso-erótica con la madre y el eventual encuentro con “su” palabra, una palabra diferente nacida de un cuerpo diferente, no escrito antes”.
En amarillo oscuro también es un viaje hacia atrás. Esta vez a la sacralidad andina o pensamiento de nuestros antepasados que quedó olvidado al perderse los códigos.
Me siento muy feliz. Es un honor para mí formar parte de las publicaciones de Amargord, gracias a este esfuerzo podemos dar a conocer nuestro trabajo a los poetas y lectores, lectoras españoles.
Empieza tu primer libro, que creo muy a propósito titulas “El primer libro”, con los versos: “Había que pintar el primer libro pero cuál pintar/cuál primer…”. Parece que desde el inicio te planteas la escritura como una labor de profundo cuestionamiento, del lenguaje y de la realidad misma. ¿Es el cuestionamiento el motor retórico que anima tus primeros libros?
La razón es doble, por una parte, es mi primer libro publicado, no en mi juventud, sino que ya vivida una experiencia fuerte: el golpe, el exilio, vivir en otra lengua, mirar Latinoamérica desde lejos, extrañarla y extrañarse de lo que somos, de lo que es nuestra cultura, que en ese tiempo –y siguiendo a Gabriela Mistral y a José María Arguedas - nombramos mestiza. Entonces ¿qué escribir?, ¿cómo escribir este mestizaje?, ¿qué referente no occidental servirá de interlocutor, de intertexto?
Luego de la pregunta lo que sigue es imaginación: imaginar una situación de creación mediante la escritura y acudir a un libro “escrito” o “pintado” en este territorio (Latinoamérica para nosotros comprende también el Caribe y Centroamérica): el Popol Vuh, el libro sagrado de la cultura maya-quiché; dialogar con ese evento de creación recogido en unos signos que han sido desentrañados. Tomar prestada la sintaxis, y luego dejar que el poema vaya fluyendo y se vaya armando libremente.
Entonces, cuestionamiento, si se quiere a una forma de pensar-leer-escribir (la occidental), pero sobre todo, interrogantes a otras maneras de pensar, de ordenar las ideas, la sintaxis: los aspectos culturales pre-hispánicos, que también forman parte de nuestra cultura mestiza.
Dice Diana Bellessi, en la introducción a esta antología, que en tus dos primeros libros: “A la masacre, fragmentación, censura, diáspora signada por la historia puntual de la dictadura de Pinochet, se aúna el espejo astillado de la propia ontología de un yo excluido de la historia por su condición de género, excluido de su propio cuerpo, sometido a las leyes de normatividad de la lengua que no pueden, no saben, nombrarlo”. Hace así una lectura política de tu primera poesía, que quizá pueda pasar desapercibida al lector español. ¿Dirías que esta perspectiva política en varias capas traspasa toda tu obra poética?
Sí, especialmente en estos tres primeros libros reunidos en “La vocal”, que son los que dan forma o expresan un pensamiento poético de “época”, si se quiere. Yo formo parte de un pensamiento constituido en los 60, época de luchas liberadoras de todo tipo: político, social, económico, de género.
Los 70 son época de acción y luego dolor, derrota y exilio; los 80, de reconstitución, dudas y sobre todo, preguntas. Es por eso que esta mirada cultural que busca formas liberadoras se hace presente con especial fuerza en la escritura: al silencio impuesto por la censura y autocensura, se abre un espacio de experimentación. Al daño y represión infringidos al cuerpo social por la dictadura, metaforizamos con el cuerpo real, de las mujeres, excluias de la “Historia”.
Llama la atención en esta antología que “El primer libro” tiene una complejidad en la escritura, un forzamiento del lenguaje, sin embargo, en el segundo y más aún en el tercero, la escritura se hace más y más liviana, concentrada, precisa. De hecho el último poema que cierra “En amarillo oscuro” es un poema de tres versos enigmático pero muy limpio. ¿Hubo algo en la escritura sucesiva de estos libros de despojamiento?
Sí, el más complejo es El Primer libro, donde la voz poética quiere excluirse como sujeto histórico y dar paso a la mano en su grafía y a los colores de la tierra, de esta tierra, en su “veracidad”; ausentarse de la historia reciente para saber qué hay atrás, más atrás de la historia occidental que conocemos. El forzamiento en la escritura obedece a su referente o intertexto, el Popol Vuh.
La imagen que construye el poema es la de una mujer “pintándose” un libro en el cuerpo con los colores de la tierra. Sin embargo, aparecen unos choroyes, loros del sur de Chile, que acostumbran a hablar y gritarse en la copa de los árboles. Aquí son los que vigilan, juzgan y sentencian lo que la mujer está haciendo. Es un poema de lenguaje violento, escrito cuando acontecían los crímenes mayores de la dictadura y las palabras no podían nombrarlos.
El poema del “Alfa al Habla” podría sintetizar la situación: del silencio autoimpuesto (del Alfa) se llega al Habla, pero pasando por fosas, huesos, zanjas; el ritmo y las palabras del poema dan mejor cuenta de la violencia sobre los cuerpos que un cuento o un poema que narre la realidad de cuerpos calcinados y lanzados vivos a un foso; o del degollamiento de tres profesionales, o de la quema de dos jóvenes por un soldado en plena vía pública.
Albricia, en cambio, es la ficción de una búsqueda, el viaje –de la mano que escribe- al origen de su constitución como “sujeto”: la unión amoroso-erótica con la madre y el eventual encuentro con “su” palabra, una palabra diferente nacida de un cuerpo diferente, no escrito antes”.
En amarillo oscuro también es un viaje hacia atrás. Esta vez a la sacralidad andina o pensamiento de nuestros antepasados que quedó olvidado al perderse los códigos.
Todo es invención, pero a partir ciertos hitos: la crónica de un descendiente de los incas, que en el siglo XVII, escribe en castellano al rey de España para que éste sepa que ellos, los incas, son también cristianos, es decir son personas capaz de gobernarse. Al intentarlo, Guamán Poma de Ayala, más que sincretismo, está haciendo un gesto de correspondencias entre culturas, y al explicarle al rey sus ritos sagrados, los nombres y razones de enfermedades, le está entregando su forma de razonamiento.
Tomando como base esos textos, fotografías de los lugares sagrados, ilustraciones de vasijas y esculturas rituales, intenté escribir en registro poético el “aire” de esa sacralidad (las plumas de los pájaros, la piedra y el agua), sin traducirla a nuestro sistema de pensamiento. “Es más que la palabra, es el aire de todas las palabras”, es el verso de Blanca Varela que introduce el libro y en esta primera edición no proporcioné las fuentes para que el poema conservara ese enigma, al que te refieres.
Cuando se lee “El primer libro” uno tiene por un lado la sensación de estar leyendo a la vez un libro y un manifiesto poético ¿Hay realmente detrás de esa escritura un manifiesto poético?
Sí, exactamente. A la vez están el libro creado y las preguntas por la creación, en este caso, por el acto de escribir. Tomando como referente el Libro del pueblo maya-quiché, que se remonta al origen, cuando todo estaba “tranquilo inmóvil apacible”, y que habla de sí como “el primer libro pintado (escrito)”, la ficción del poema es la búsqueda y encuentro de imágenes muy antiguas, pero que corresponden a otra historia y que van escribiéndose en un cuerpo que no ha sido escrito. Esta imagen se reafirma en Albricia.
Desde “El primer libro” hasta “En amarillo oscuro” lo orgánico y la escritura están en diálogo, enfrentados en ocasiones, creciendo uno de otro en otros. ¿Por qué esta presencia del cuerpo? ¿Qué cuerpo?
En El primer libro se alternan o funden el cuerpo social acallado, maltratado y el cuerpo-mujer no hablado, no escrito. Albricia es un viaje de la lengua –carne y lenguaje- por el cuerpo femenino al encuentro de su origen materno. En amarillo oscuro son los cuerpos mudos de los antepasados, acallados en su sacralidad, los que comparecen en sus rituales. Sin embargo, toda esta gestualidad, toda esta escritura es ficción, artificio. Es un intento poético por aprehender aspectos culturales que, aunque no los veamos, cargamos sin saber.
Hay en tus libros, especialmente en “Albricia”, algo que podríamos llamar “baile de pronombres” que parecen estar siempre descolocados, siempre buscando el lugar adecuado. ¿Qué hay detrás de este uso del pronombre?
Yo–tú, es la antigua pregunta de la hija-madre-hija, reflexión, en el poema mismo, por la posibilidad de un/a “hablante femenina”, “sujeto femenino”. Aquí el “yo-tú” no es femenino-masculino, es femenino-femenino, con la peligrosa posibilidad de fundirse en uno. El tema ha estado maravillosamente presente en poemas de Gabriela Mistral como “La fuga” (imposibilidad de alcanzar a la madre); “Electra en la niebla” (separación-asesinato de la madre); “La gruta” (unión con la madre).
Tal y como dice Pablo Oyarzún R., en el postfacio que sirve de cierre al libro, el lector tiene la sensación de estar leyendo una obra unitaria cuando transita por la antología; de hecho parece que cada libro surja del libro anterior, de preguntas formuladas en él; así como el cuestionamiento por los colores en “Albricia” parece conducir sin cortes a “En amarillo oscuro”. ¿Es esta unidad pensada por ti o es algo que sale intuitivamente en la escritura?
Creo que un libro va generando al otro. El Primer libro se escribe sobre la piel de la mujer, los choroyes-guardianes ven lo que ella escribe. Albricia es un viaje oscuro, íntimo, no visible, que va experimentando y escribiendo lo que nunca antes pudo: un erotismo femenino libre que no está pendiente del “tino poético” de sus guardianes. En amarillo oscuro se relaciona, en un aspecto, directamente con El Primer Libro, que al preguntarse qué escribir, decide “tomar los colores de la tierra”, “el amarillo oscuro de la tierra”, presente en todos los aspectos del viaje por la sacralidad andina.
Existe en “La vocal de la tierra” una preminencia de la música del poema, música que se busca de muchas maneras distintas pero que se impone en muchos poemas como elemento guía, especialmente llamativo en los poemas de “En amarillo oscuro”. ¿Cómo viene esta música al poema y qué importancia tiene para ti?
El poema es principalmente música, para mí. Al no ser narrativos, mis poemas tienen que tener un hilo, y el principal es el ritmo, la música. Es el sonido interno que me costó no poco encontrar.
Para terminar Soledad, me gustaría que nos contaras qué relación tienes con la poesía que se está haciendo actualmente en España y cómo ves la comunicación poética a ambos lados del Atlántico.
Es gracias a proyectos como éste, de Amargord, que hemos empezado a conocer lo que se hace en España. Es tan diferente, pero a la vez tan necesario para seguir abriendo mentes, caminos, ideas… Conocí, por sus viajes a Chile a Ana Rossetti, entre otras y otros poetas, pero era muy poco el intercambio en época de la dictadura y post-dictadura. Empecé a conectarme con la poesía española actual a través del poeta chileno Javier Bello que ha vivido, escrito, publicado y ha sido premiado en España. El me condujo a Gamoneda, Ullán entre muchos otros desconocidos en Chile, a Juan Carlos Mestre, Concha García, Antonio Méndez Rubio, Julia Piera. Luego, por Amargord y la colección Transatlántica a Esther Ramón, a ti ; a través de un hermoso proyecto de tres jóvenes poetas chilenas, la Editorial Cuadro de Tiza, hemos conocido a Ana Gorría, Chus Pato … Creo que recién estamos iniciando la comunicación. Por eso estoy tan feliz de ser publicada en esta colección, venir aunque sea un viaje rapidísimo y conocerlas, conocerlos a ustedes.
Tomando como base esos textos, fotografías de los lugares sagrados, ilustraciones de vasijas y esculturas rituales, intenté escribir en registro poético el “aire” de esa sacralidad (las plumas de los pájaros, la piedra y el agua), sin traducirla a nuestro sistema de pensamiento. “Es más que la palabra, es el aire de todas las palabras”, es el verso de Blanca Varela que introduce el libro y en esta primera edición no proporcioné las fuentes para que el poema conservara ese enigma, al que te refieres.
Cuando se lee “El primer libro” uno tiene por un lado la sensación de estar leyendo a la vez un libro y un manifiesto poético ¿Hay realmente detrás de esa escritura un manifiesto poético?
Sí, exactamente. A la vez están el libro creado y las preguntas por la creación, en este caso, por el acto de escribir. Tomando como referente el Libro del pueblo maya-quiché, que se remonta al origen, cuando todo estaba “tranquilo inmóvil apacible”, y que habla de sí como “el primer libro pintado (escrito)”, la ficción del poema es la búsqueda y encuentro de imágenes muy antiguas, pero que corresponden a otra historia y que van escribiéndose en un cuerpo que no ha sido escrito. Esta imagen se reafirma en Albricia.
Desde “El primer libro” hasta “En amarillo oscuro” lo orgánico y la escritura están en diálogo, enfrentados en ocasiones, creciendo uno de otro en otros. ¿Por qué esta presencia del cuerpo? ¿Qué cuerpo?
En El primer libro se alternan o funden el cuerpo social acallado, maltratado y el cuerpo-mujer no hablado, no escrito. Albricia es un viaje de la lengua –carne y lenguaje- por el cuerpo femenino al encuentro de su origen materno. En amarillo oscuro son los cuerpos mudos de los antepasados, acallados en su sacralidad, los que comparecen en sus rituales. Sin embargo, toda esta gestualidad, toda esta escritura es ficción, artificio. Es un intento poético por aprehender aspectos culturales que, aunque no los veamos, cargamos sin saber.
Hay en tus libros, especialmente en “Albricia”, algo que podríamos llamar “baile de pronombres” que parecen estar siempre descolocados, siempre buscando el lugar adecuado. ¿Qué hay detrás de este uso del pronombre?
Yo–tú, es la antigua pregunta de la hija-madre-hija, reflexión, en el poema mismo, por la posibilidad de un/a “hablante femenina”, “sujeto femenino”. Aquí el “yo-tú” no es femenino-masculino, es femenino-femenino, con la peligrosa posibilidad de fundirse en uno. El tema ha estado maravillosamente presente en poemas de Gabriela Mistral como “La fuga” (imposibilidad de alcanzar a la madre); “Electra en la niebla” (separación-asesinato de la madre); “La gruta” (unión con la madre).
Tal y como dice Pablo Oyarzún R., en el postfacio que sirve de cierre al libro, el lector tiene la sensación de estar leyendo una obra unitaria cuando transita por la antología; de hecho parece que cada libro surja del libro anterior, de preguntas formuladas en él; así como el cuestionamiento por los colores en “Albricia” parece conducir sin cortes a “En amarillo oscuro”. ¿Es esta unidad pensada por ti o es algo que sale intuitivamente en la escritura?
Creo que un libro va generando al otro. El Primer libro se escribe sobre la piel de la mujer, los choroyes-guardianes ven lo que ella escribe. Albricia es un viaje oscuro, íntimo, no visible, que va experimentando y escribiendo lo que nunca antes pudo: un erotismo femenino libre que no está pendiente del “tino poético” de sus guardianes. En amarillo oscuro se relaciona, en un aspecto, directamente con El Primer Libro, que al preguntarse qué escribir, decide “tomar los colores de la tierra”, “el amarillo oscuro de la tierra”, presente en todos los aspectos del viaje por la sacralidad andina.
Existe en “La vocal de la tierra” una preminencia de la música del poema, música que se busca de muchas maneras distintas pero que se impone en muchos poemas como elemento guía, especialmente llamativo en los poemas de “En amarillo oscuro”. ¿Cómo viene esta música al poema y qué importancia tiene para ti?
El poema es principalmente música, para mí. Al no ser narrativos, mis poemas tienen que tener un hilo, y el principal es el ritmo, la música. Es el sonido interno que me costó no poco encontrar.
Para terminar Soledad, me gustaría que nos contaras qué relación tienes con la poesía que se está haciendo actualmente en España y cómo ves la comunicación poética a ambos lados del Atlántico.
Es gracias a proyectos como éste, de Amargord, que hemos empezado a conocer lo que se hace en España. Es tan diferente, pero a la vez tan necesario para seguir abriendo mentes, caminos, ideas… Conocí, por sus viajes a Chile a Ana Rossetti, entre otras y otros poetas, pero era muy poco el intercambio en época de la dictadura y post-dictadura. Empecé a conectarme con la poesía española actual a través del poeta chileno Javier Bello que ha vivido, escrito, publicado y ha sido premiado en España. El me condujo a Gamoneda, Ullán entre muchos otros desconocidos en Chile, a Juan Carlos Mestre, Concha García, Antonio Méndez Rubio, Julia Piera. Luego, por Amargord y la colección Transatlántica a Esther Ramón, a ti ; a través de un hermoso proyecto de tres jóvenes poetas chilenas, la Editorial Cuadro de Tiza, hemos conocido a Ana Gorría, Chus Pato … Creo que recién estamos iniciando la comunicación. Por eso estoy tan feliz de ser publicada en esta colección, venir aunque sea un viaje rapidísimo y conocerlas, conocerlos a ustedes.
Soledad Fariña Vicuña (Antofagasta, Chile, 1943). Estudió Ciencias Políticas y Administrativas en la Universidad de Chile, Filosofía y Humanidades en la Universidad de Estocolmo; Ciencias de la Religión y Cultura Árabe en la Universidad de Chile, es Magister en Literatura por la Universidad de Chile.
Ha publicado los siguientes libros de poesía: El Primer Libro, Ed. Amaranto 1985; Albricia, Ediciones Archivo, 1988; 2ª edición, Ediciones Cuneta, 2010; En Amarillo Oscuro, Editorial Surada, 1994; La Vocal de la Tierra, antología poética. Ed. Cuarto Propio 1999; 2ª. Ed. Editorial Amargord, Madrid 2012; Otro Cuento de Pájaros, Ed. Las Dos Fridas, 1999; Narciso y los Arboles, Ed. Cuarto Propio, 2001; Donde comienza el aire, Ed. Cuarto Propio, 2006. Se dicen Palabras al oído, Ed. Torremozas, Madrid, 2007; Todo está vivo y es inmundo, Ediciones Cuadro de Tiza, 2010; Pac Pac pec pec, Ed. Literal, México, 2012; Ábreme, plaquette, Ed. Coriente Alterna, Santiago, 2012; Ahora, mientras danzamos, versión de S.F. de poemas de Safo, Ed. Pequeño dios, Santiago, 2012.
En 2006 recibió la beca John Simon Guggenheim; en 2007 fue nominada al Premio Altazor. En tres oportunidades ha recibido la beca del Fondo del Libro y la Lectura.
Ha dirigido talleres de literatura en Colegio Grange, Universidad Mayor, Universidad del Desarrollo; Universidad Finis Terrae.
Ha sido profesora en el Programa de Educación continua para el magisterio de la Universidad de Chile; Profesora de Literatura Infantil en la carrera de Educación Parvularia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y ha dirigido el Taller de Poesía en la carrera de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales.
Ha publicado los siguientes libros de poesía: El Primer Libro, Ed. Amaranto 1985; Albricia, Ediciones Archivo, 1988; 2ª edición, Ediciones Cuneta, 2010; En Amarillo Oscuro, Editorial Surada, 1994; La Vocal de la Tierra, antología poética. Ed. Cuarto Propio 1999; 2ª. Ed. Editorial Amargord, Madrid 2012; Otro Cuento de Pájaros, Ed. Las Dos Fridas, 1999; Narciso y los Arboles, Ed. Cuarto Propio, 2001; Donde comienza el aire, Ed. Cuarto Propio, 2006. Se dicen Palabras al oído, Ed. Torremozas, Madrid, 2007; Todo está vivo y es inmundo, Ediciones Cuadro de Tiza, 2010; Pac Pac pec pec, Ed. Literal, México, 2012; Ábreme, plaquette, Ed. Coriente Alterna, Santiago, 2012; Ahora, mientras danzamos, versión de S.F. de poemas de Safo, Ed. Pequeño dios, Santiago, 2012.
En 2006 recibió la beca John Simon Guggenheim; en 2007 fue nominada al Premio Altazor. En tres oportunidades ha recibido la beca del Fondo del Libro y la Lectura.
Ha dirigido talleres de literatura en Colegio Grange, Universidad Mayor, Universidad del Desarrollo; Universidad Finis Terrae.
Ha sido profesora en el Programa de Educación continua para el magisterio de la Universidad de Chile; Profesora de Literatura Infantil en la carrera de Educación Parvularia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y ha dirigido el Taller de Poesía en la carrera de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales.
Ábreme
Soledad Fariña
Ábreme le pido ábreme
impulsa con tus labios mi saliva
abre canales a mis aguas abre mi piel
ensancha las zanjas de mi boca
desarraiga mi pecho enmohecido ahuécalo con
tu soplo
expande con tu susurro nuevo mis alvéolos
llena de preguntas el ramaje de mi pelo
golpea todas mis puertas mis ventanas
las ranuras secretas las perversas -esas que guardo
bajo cinco llaves- decerrájalas con tu aliento
penetra con tu latido en mis oídos quiero escuchar
cómo nombras el mundo
más allá del espiral de mi eco
Abre mis labias
recórrelas a ver a qué nostalgias te sabe su secreto
recoge mi temblor en un haz y dispérsalo
junto con tu huracán desata mis pupilas de su amarra
de colores furtivos
libera el remolino de mi voz en tu canción nocturna
abre mi mano y deposita en su palma
tu mariposa quebrada
baja hasta filtrar tus gotas una a una
en las mías deja escurrir tu herida
ábreme canturreando en sordina
a eso has venido con tu sabor de miel
enredado en los dedos
Soledad Fariña
Ábreme le pido ábreme
impulsa con tus labios mi saliva
abre canales a mis aguas abre mi piel
ensancha las zanjas de mi boca
desarraiga mi pecho enmohecido ahuécalo con
tu soplo
expande con tu susurro nuevo mis alvéolos
llena de preguntas el ramaje de mi pelo
golpea todas mis puertas mis ventanas
las ranuras secretas las perversas -esas que guardo
bajo cinco llaves- decerrájalas con tu aliento
penetra con tu latido en mis oídos quiero escuchar
cómo nombras el mundo
más allá del espiral de mi eco
Abre mis labias
recórrelas a ver a qué nostalgias te sabe su secreto
recoge mi temblor en un haz y dispérsalo
junto con tu huracán desata mis pupilas de su amarra
de colores furtivos
libera el remolino de mi voz en tu canción nocturna
abre mi mano y deposita en su palma
tu mariposa quebrada
baja hasta filtrar tus gotas una a una
en las mías deja escurrir tu herida
ábreme canturreando en sordina
a eso has venido con tu sabor de miel
enredado en los dedos
Entrevista aparecida originalmente en la revista Culturamas. Se reproduce con autorización.