Richard Branson enseña a volar

Arquetipo de emprendedor, su imperio no tiene límites


Con su cabellera rubia cuidadamente sin peinar, su vestimenta informal donde la corbata siempre está de más, este particular empresario participó en el OPEN Adventures in Entrepreneurshisp, jornadas organizadas por American Express en Miami y, como no podía ser de otra manera, cautivó a la audiencia. Tampoco se guardó nada y compartió sus conocimientos con ella. Por Sergio Manaut.


Sergio Manaut
23/11/2005

Existen dos grandes tipos de exitosos. Los que crearon sus empresas en garages – grupo integrado por los self made man estadounidenses – y los que fueron malos estudiantes, este segundo grupo lo componen, en su gran mayoría, personalidades de origen europeo. Richard Branson forma parte de estos últimos. Extrovertido y dinámico se aburría si debía pasar horas leyendo libros de textos. Así que les dijo adiós y se puso a construir un imperio, bajo la marca Virgin, en la que conviven más de 300 emprendimientos.

De sus múltiples empresas, quizás la más conocida por el público que asistió a la conferencia, es la compañía aerocomercial Virgin. Pero bajo la marca Virgin también conviven una editora de música, una empresa de telefonía móvil y, en muy poco tiempo más, se sumará una agencia de viajes al espacio. Esta última, posiblemente le ayude a encontrar los límites a su imaginación, aunque existe la sospecha de que éstos lleguen más altos aún.

Debut precoz

La primera muestra de su carácter emprendedor la dio a los 15 años. A esa edad, creó su primer negocio que consistió en la edición de una revista, para cuya venta utilizaba la cabina de su escuela para vender publicidad.

Su segundo negocio fue una pequeña tienda de discos, Virgin Records. Y su olfato funcionó a la perfección: Tubular Bells, de Mike Oldfield, fue el primer disco que editó la empresa. Oldfield, hasta ese entonces, sólo había recibido rechazos de otras discográficas. Virgin no lo pensó mucho y lo fichó. El éxito, y el dinero, llegaron tan pronto como el disco salió al mercado.

La pregunta del millón de dólares que todo emprendedor se hace es conocer la fórmula que lleva a un negocio al éxito. Para Branson, más que en la búsqueda de fórmula tan mágica, durante los primeros años de un negocio hay que ocuparse de sobrevivir, conseguir el dinero para pagar las facturas mes a mes. “Hay una línea muy delgada que separa el éxito del fracaso”, le gusta repetir.

Pero volviendo a la existencia o no de una fórmula mágica, Branson no le hace mucho caso a este misterio y prefiere asegurar que los mejores siempre sobreviven. Las empresas que mejores experiencias proporcionan a los clientes. “Por lo tanto, a veces hay que olvidarse de la contabilidad y no complicar a los clientes por un beneficio adicional”.

El valor de un buen nombre

Branson recuerda que construir una marca es una labor de constancia. Dice que tu marca es tan buena como buenos sean tus productos y servicios.

También asegura que el factor más importante que debe demostrar un candidato para formar parte de sus empresas es que se preocupe por las personas. Las compañías que cuidan a su gente son las que luego obtienen buenos resultados, porque las empresas no son más que personas, ya que son ellas las que marcan la diferencia a la hora de generar buenas experiencias a los clientes.

El contacto con el cliente, subraya Branson, es fundamental porque da un conocimiento del negocio que no se puede tener, de ninguna manera, sentado tras un escritorio. El empresario reveló que dedica la mayor parte de su tiempo experimentando por sí sus negocios, y compartiendo con sus clientes sus opiniones.

Cómo atacar un nuevo negocio

Para Branson, la estrategia de entrada en un emprendimiento se basa en aprovechar los descuidos de las grandes empresas del sector del que se trate. Como delegar es fundamental cuando un negocio crece, Branson segrega sus compañías cuando éstas alcanzan un tamaño determinado, y pone al frente de ellas a directivos tras otorgarles participación en el accionariado, además de brindarles total libertad para la gestión, “para cometer errores y para tener aciertos”.

Optimista pero no tonto, afirma que es imprescindible, cuando se inicia un negocio, definir un Plan B que asegure una salida digna en caso de que no vaya bien. Por caso, cuando fundó la compañía aérea Virgin Atlantic, cerró con Boeing un acuerdo de recompra de sus aviones, de forma que se aseguraba recuperar parte de la inversión si las cosas no resultaban según lo deseado. Es que Branson ama el riesgo, pero sin vocación de suicidio.



Sergio Manaut
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