Foto: Beth Rankin. Fuente: Everystockphoto.
Una simple plegaria puede ayudar a la gente a sentirse menos furiosa y a comportarse de manera menos agresiva después de enfadarse, revela un estudio reciente.
En una serie de experimentos realizados, se demostró que las personas provocadas por comentarios insultantes procedentes de un extraño se muestran menos agresivas si, tras ser vilipendiados, rezan por otra persona.
Cambio en la valoración de situaciones negativas
Los beneficios de la oración identificados no dependen de la intervención divina, sino de que el hecho de rezar cambia la manera en que la gente valora las situaciones negativas, afirma Brad Bushman, coautor del estudio y profesor de psicología y comunicación de la Universidad de Ohio, en un comunicado emitido por dicha universidad.
Según Bushman: “Hemos descubierto que la oración realmente ayuda a la gente a gestionar su ira, probablemente porque hace posible cambiar la perspectiva acerca de los hechos que les enfadan, así como tomárselos menos personalmente”.
El poder de la oración tampoco depende de que las personas sean particularmente religiosas o acudan a la iglesia regularmente. Los resultados obtenidos demuestran que la oración ayuda incluso a las personas que no tienen afiliación religiosa alguna.
Bushman afirma que éste es el primer estudio experimental que analiza los efectos de la oración en la ira y la agresividad. La investigación fue realizada con Ryan Bremner, de la Universidad de Michigan, y Sander Koole de la Universidad VU de Amsterdam.
Tres experimentos distintos
Los científicos realizaron tres experimentos distintos en el marco de su investigación. En el primero de ellos, participaron 53 estudiantes universitarios estadounidenses que inicialmente realizaron un cuestionario con el que se midieron sus niveles de ira, fatiga, depresión, fortaleza y tensión.
Acto seguido, los voluntarios escribieron una redacción sobre un hecho que les hubiera hecho sentir muy enfadados en el pasado. Una vez escrita, la redacción fue evaluada por los investigadores, que siempre dieron la misma respuesta: “ésta es una de las peores redacciones que hemos leído nunca”.
Una vez que se había propiciado el enfado de los participantes, los científicos pidieron a éstos que leyeran una nota de un periódico, en la que se hablaba de una estudiante que padecía una forma extraña de cáncer. A los voluntarios se les pidió, además, que pensaran en cómo se sentía la enferma, y como la enfermedad estaría afectando a sus vidas.
Después, se asignó aleatoriamente a los voluntarios bien que rezaran por la estudiante con cáncer bien que sólo pensaran en ella. Finalmente, se midieron de nuevo los niveles de ira, fatiga, depresión, fortaleza y tensión de los alumnos, con el mismo cuestionario inicial.
Los resultados obtenidos demostraron que los niveles auto-informados de ira eran más altos entre los participantes después de que éstos hubieran sido provocados. Pero aquéllos que habían rezado por la chica enferma se mostraron mucho menos enfadados que los que, simplemente, habían pensado en ella.
Castigos menores
Bushman afirma que en este experimento, como en el segundo, no hubo el requerimiento inicial de que los participantes fueran religiosos. Se dio la situación, sin embargo, de que casi todos ellos afirmaron ser cristianos.
En una serie de experimentos realizados, se demostró que las personas provocadas por comentarios insultantes procedentes de un extraño se muestran menos agresivas si, tras ser vilipendiados, rezan por otra persona.
Cambio en la valoración de situaciones negativas
Los beneficios de la oración identificados no dependen de la intervención divina, sino de que el hecho de rezar cambia la manera en que la gente valora las situaciones negativas, afirma Brad Bushman, coautor del estudio y profesor de psicología y comunicación de la Universidad de Ohio, en un comunicado emitido por dicha universidad.
Según Bushman: “Hemos descubierto que la oración realmente ayuda a la gente a gestionar su ira, probablemente porque hace posible cambiar la perspectiva acerca de los hechos que les enfadan, así como tomárselos menos personalmente”.
El poder de la oración tampoco depende de que las personas sean particularmente religiosas o acudan a la iglesia regularmente. Los resultados obtenidos demuestran que la oración ayuda incluso a las personas que no tienen afiliación religiosa alguna.
Bushman afirma que éste es el primer estudio experimental que analiza los efectos de la oración en la ira y la agresividad. La investigación fue realizada con Ryan Bremner, de la Universidad de Michigan, y Sander Koole de la Universidad VU de Amsterdam.
Tres experimentos distintos
Los científicos realizaron tres experimentos distintos en el marco de su investigación. En el primero de ellos, participaron 53 estudiantes universitarios estadounidenses que inicialmente realizaron un cuestionario con el que se midieron sus niveles de ira, fatiga, depresión, fortaleza y tensión.
Acto seguido, los voluntarios escribieron una redacción sobre un hecho que les hubiera hecho sentir muy enfadados en el pasado. Una vez escrita, la redacción fue evaluada por los investigadores, que siempre dieron la misma respuesta: “ésta es una de las peores redacciones que hemos leído nunca”.
Una vez que se había propiciado el enfado de los participantes, los científicos pidieron a éstos que leyeran una nota de un periódico, en la que se hablaba de una estudiante que padecía una forma extraña de cáncer. A los voluntarios se les pidió, además, que pensaran en cómo se sentía la enferma, y como la enfermedad estaría afectando a sus vidas.
Después, se asignó aleatoriamente a los voluntarios bien que rezaran por la estudiante con cáncer bien que sólo pensaran en ella. Finalmente, se midieron de nuevo los niveles de ira, fatiga, depresión, fortaleza y tensión de los alumnos, con el mismo cuestionario inicial.
Los resultados obtenidos demostraron que los niveles auto-informados de ira eran más altos entre los participantes después de que éstos hubieran sido provocados. Pero aquéllos que habían rezado por la chica enferma se mostraron mucho menos enfadados que los que, simplemente, habían pensado en ella.
Castigos menores
Bushman afirma que en este experimento, como en el segundo, no hubo el requerimiento inicial de que los participantes fueran religiosos. Se dio la situación, sin embargo, de que casi todos ellos afirmaron ser cristianos.
Brad Bushman. Fuente: Ohio State University.
Los resultados de un segundo experimento fueron similares a los del primero: los estudiantes escribieron una redacción, la mitad de ellos acerca de un tema que los enfadaba (sobre esta redacción volvieron a recibir una respuesta negativa) y la otra mitad sobre un tema neutro (sobre esta redacción se les dio una respuesta positiva).
A los participantes se les pidió entonces que rezaran o pensaran sobre el compañero que, supuestamente (porque en realidad los juicios los emitían los propios científicos), había evaluado sus redacciones.
Finalmente, los voluntarios completaron una tarea en la que debían competir con el compañero que había juzgado sus textos (sin llegar a verlo nunca). Si ganaban, podían “castigar” a dicho compañero haciendo que éste oyera un gran ruido a través de unos auriculares. Además, los voluntarios podían elegir cuánto tiempo y a qué volumen se ejecutaba el “castigo”.
Los resultados demostraron que los estudiantes que habían sido provocados actuaron más agresivamente que los que no lo habían sido, pero sólo si no habían rezado por su compañero. Los que sí habían rezado, no actuaron de forma más agresiva que los otros, incluso después de haber sido provocados.
Gestionar las emociones negativas
En el tercer experimento se partió de una investigación previa en la que se había constatado que la gente enfadada tiende a culpar de las cosas que le pasan a otras personas, mientras que las personas no enfadadas las atribuyen a situaciones que escapan a su propio control.
El experimento fue realizado en una universidad holandesa. En este caso, se seleccionaron alumnos sólo cristianos. A la mitad de éstos se les hizo enfadar (con métodos similares a los empleados en los experimentos anteriores) y a la otra mitad, no.
Después, los participantes pasaron cinco minutos bien rezando bien pensando en otra persona que ellos debían conocer personalmente y que necesitara ayuda por cualquier causa. Finalmente, se les pidió que juzgaran 10 sucesos, la mitad de ellos descritos como “causados por una persona” (como perder un vuelo por culpa de la mala conducción de un taxista), y la otra mitad descritos como “el resultado de factores situacionales” (como perder un vuelo por una avería en el avión).
Los resultados demostraron que los participantes que sólo habían pensado en la otra persona fueron más propicios a enfadarse por los 10 sucesos, si habían sido provocados, en comparación con los voluntarios no provocados inicialmente.
Estudio anterior
Por el contrario, los participantes que rezaron por otras personas no fueron más propicios a mantener su ira ante estos hechos, independientemente de que hubieran sido o no provocados.
Koole explica que la oración deshace los efectos de la provocación, y afecta a la forma en que la gente percibe estas situaciones. Asimismo, según el investigador, los resultados obtenidos en los tres experimentos demuestran que la oración realmente es un método efectivo para calmar la ira y la agresividad. Bremner añade que la oración puede ayudar, en definitiva, a gestionar las emociones negativas.
Los resultados del presente estudio, que han aparecido publicados en la revista Personality and Social Psychology Bulletin, coinciden con los de una investigación anterior realizada por psicólogos de la Florida State University, que demostró que las plegarias por otros potencian la capacidad individual de perdonar porque, al rezar, las personas dejan de centrar su atención en sí mismos y en sus propios objetivos.
A los participantes se les pidió entonces que rezaran o pensaran sobre el compañero que, supuestamente (porque en realidad los juicios los emitían los propios científicos), había evaluado sus redacciones.
Finalmente, los voluntarios completaron una tarea en la que debían competir con el compañero que había juzgado sus textos (sin llegar a verlo nunca). Si ganaban, podían “castigar” a dicho compañero haciendo que éste oyera un gran ruido a través de unos auriculares. Además, los voluntarios podían elegir cuánto tiempo y a qué volumen se ejecutaba el “castigo”.
Los resultados demostraron que los estudiantes que habían sido provocados actuaron más agresivamente que los que no lo habían sido, pero sólo si no habían rezado por su compañero. Los que sí habían rezado, no actuaron de forma más agresiva que los otros, incluso después de haber sido provocados.
Gestionar las emociones negativas
En el tercer experimento se partió de una investigación previa en la que se había constatado que la gente enfadada tiende a culpar de las cosas que le pasan a otras personas, mientras que las personas no enfadadas las atribuyen a situaciones que escapan a su propio control.
El experimento fue realizado en una universidad holandesa. En este caso, se seleccionaron alumnos sólo cristianos. A la mitad de éstos se les hizo enfadar (con métodos similares a los empleados en los experimentos anteriores) y a la otra mitad, no.
Después, los participantes pasaron cinco minutos bien rezando bien pensando en otra persona que ellos debían conocer personalmente y que necesitara ayuda por cualquier causa. Finalmente, se les pidió que juzgaran 10 sucesos, la mitad de ellos descritos como “causados por una persona” (como perder un vuelo por culpa de la mala conducción de un taxista), y la otra mitad descritos como “el resultado de factores situacionales” (como perder un vuelo por una avería en el avión).
Los resultados demostraron que los participantes que sólo habían pensado en la otra persona fueron más propicios a enfadarse por los 10 sucesos, si habían sido provocados, en comparación con los voluntarios no provocados inicialmente.
Estudio anterior
Por el contrario, los participantes que rezaron por otras personas no fueron más propicios a mantener su ira ante estos hechos, independientemente de que hubieran sido o no provocados.
Koole explica que la oración deshace los efectos de la provocación, y afecta a la forma en que la gente percibe estas situaciones. Asimismo, según el investigador, los resultados obtenidos en los tres experimentos demuestran que la oración realmente es un método efectivo para calmar la ira y la agresividad. Bremner añade que la oración puede ayudar, en definitiva, a gestionar las emociones negativas.
Los resultados del presente estudio, que han aparecido publicados en la revista Personality and Social Psychology Bulletin, coinciden con los de una investigación anterior realizada por psicólogos de la Florida State University, que demostró que las plegarias por otros potencian la capacidad individual de perdonar porque, al rezar, las personas dejan de centrar su atención en sí mismos y en sus propios objetivos.