Reprograman bacterias para que no desarrollen resistencia a los antibióticos

Científicos de la Universidad de Tel Aviv manipulan el ADN bacteriano para tal fin


Un estudio de la Universidad de Tel Aviv propone el uso de bacteriófagos para introducir cadenas de ADN modificado en bacterias patógenas, aumentando la sensibilidad hacia los antibióticos de algunas bacterias. El método, aplicado en superficies de hospitales y en las manos del personal sanitario, ayudaría a acabar con el problema que supone el incremento de la resistencia a los antibióticos en todo el mundo. Por Jorge Lázaro.


Jorge Lázaro
09/06/2015

Un bacteriófago atacando la bacteria Escherichia coli. Imagen: Graham Beards
Uno de los más graves problemas en la lucha contra ciertas patologías es la resistencia a los antibióticos. Esta se ha convertido en una de las principales preocupaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que aprobó un plan de actuación para hacer frente a ella en su reunión anual de la pasada semana.

El organismo dependiente de la ONU no es el único que se ha percatado del peligro de este fenómeno. Desde la Universidad de Tel Aviv, el equipo del Departamento de Microbiología e Inmunología Clínicas liderado por el profesor Udi Qimron cree haber hallado una solución al problema.

“Dado que solo son unos pocos los patógenos que crean la mayor parte de infecciones resistentes a antibióticos en los hospitales”, dice el profesor Qimron, “queremos diseñar tratamientos específicos para cada uno de ellos”.

Esos tratamientos se basan en el uso de virus bacteriófagos, que atacan específicamente a estas formas de vida. El virus transfiere cadenas de ADN –previamente modificado por los investigadores- en la bacteria, y estas nuevas cadenas atacan a la parte del genoma más resistente a los antibióticos, modificándola para hacerla más sensible, o destruyéndola.
 
Reprogramar las bacterias

El fundamento de este tratamiento, cuyos resultados se han publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, es una compleja reprogramación de las bacterias patógenas que provocan las infecciones. En primer lugar, los bacteriófagos inyectan el ADN para modificar el genoma de la bacteria y hacerla susceptible al tratamiento con antibióticos; en segundo lugar, bloquean los mecanismos de replicación genética que devolverían la resistencia de las bacterias, y matan a estas utilizándolas para reproducirse.

El proceso, según explica Qimron, ha resultado complicado, dado que el uso reiterado de antibióticos ha incrementado de manera acelerada la resistencia a estos. El sistema que ha desarrollado su equipo combate ese mecanismo, no solo al hacer que las bacterias vuelvan a verse afectadas por los antibióticos, sino también al programar estos para que en lugar de atacar los patógenos más resistentes se centren en los más “débiles”.

La estrategia, según afirma el equipo, “podría llevar a que muchas afecciones fueran de nuevo tratables por medio de antibióticos”. Para ello, desde luego, no basta con esta técnica, sino que también es necesaria la desinfección constante. Con todo, los test del equipo sobre patógenos y entornos específicos, aún continúan, siendo los primeros resultados bastante prometedores.

Un problema persistente

La resistencia a los antibióticos a la que pretenden hacer frente Qimron y su equipo es ya un problema muy grave en nuestros días. El plan de actuación de la OMS aprobado recientemente en Ginebra no es el primero diseñado para acabar con esta amenaza: en la reunión del pasado año se publicó el primer informe de la organización a este respecto, donde se hablaba de “una grave amenaza para la salud pública en todo el mundo”.

Las causas a las que apuntan son dobles: por un lado, el mal uso o el abuso de los antibióticos, que permite a los patógenos acostumbrarse a ellos y aumentar su resistencia; por otro lado, la misma naturaleza de las cepas, que evolutivamente desarrollan una “carrera armamentística” que lleva a los individuos más resistentes a los antibióticos a sobrevivir y perpetuar sus ventajas.

La respuesta de la OMS frente a este problema es clara: de cara a los pacientes, seguir siempre las prescripciones del médico en esta materia; de cara a los profesionales sanitarios, asegurarse de uso de antibióticos adecuados solo cuando sean necesarios, y vigilar y controlar las infecciones muy de cerca.

A esas vías de prevención, se unen ahora nuevos estudios como el de Qimron, que pueden suponer una ventana de esperanza para acabar con esta amenaza. De momento, se espera que su tratamiento pueda aplicarse directamente en los desinfectantes para las superficies de los hospitales y los jabones para la higiene de las manos del personal sanitario. Advierten, en cualquier caso, que el atacar el problema en su foco (que a menudo son los hospitales) no servirá de nada si no se desarrollan también las otras medidas de prevención.

Referencia bibliográfica:

Ido Yosef, Miriam Manor, Ruth Kiro, Udi Qimron. Temperate and lytic bacteriophages programmed to sensitize and kill antibiotic-resistant bacteria. Proceedings of the National Academy of Sciences (2015). DOI: 10.1073/pnas.1500107112.
 



Jorge Lázaro
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