“Refugios” para leer sin prisa

El autor madrileño Nuño Aguirre publica su segundo poemario con Ediciones Trea


El poeta Nuño Aguirre (Madrid, 1982) ha publicado con Ediciones Trea su segundo poemario, “Refugios”. En él, el autor se enfrenta a un desafío no pequeño: decir donde no se puede decir. En este proceso acaba desarrollando un libro absolutamente orgánico, intenso y original. Una ocasión excelente para leer sin prisa. Por Ángel García Galiano.




Nuño Aguirre (Madrid, 1982) es un poeta lento y comedido, de poemas generalmente muy breves y fulgurantes: iluminaciones, en su sentido más hondo. Ya desde la portada, con un entre paréntesis abierto que parece decir sin decir. O eso se me antoja a mí, al menos.

Experto en poesía contemplativa, en la obra de Chantal Maillard, profesor universitario, viajero, en 2013 publicó Itinerarios.  

Estos Refugios (Trea, 2019) son su segundo libro, absolutamente orgánico, digámoslo cuanto antes, no es un conjunto de poemas agavillados, sino un solo decir dividido en siete iridiscencias: “Acacias; Mar. Mar detenido. Istmos; Travesía de las grietas; Sin comprender en dónde; Pequeño libro de las certezas;  Reciénacido y Refugios”.

El poeta místico, en palabras de Valente, es el que no puede decir y el que, al mismo tiempo, no puede no decir. Ese desafío es al que se enfrenta Nuño Aguirre en este libro. Lleno de silencios, de huecos, de grietas, de pasos leves y sutiles que apenas dejan huella.

Poesía que a veces roza el haiku: “Soy/Solo yo soy. / Mis raíces son el mundo”, plena de inspiración (en los dos sentidos) y de respiración atenta. La primera sección relata en fogonazos muy breves experiencias contemplativas, ¿mentales, conscienciales?, que buscan desasir al observador de sus estados de conciencia más densos (la pelea de los ciervos, los confines del dentro: “Me preguntan por mí/yo respondo sin mí”).

Estas “Acacias” se resuelven, digámoslo así, en luminiscentes fotogramas de una práctica, puesta en palabras: “Solo yo soy/Lo demás aparece”, mientras el viento peina las acacias.

Lo contrario de la levedad

La segunda serie, igual de breve y enjundiosa que la primera, se para a contemplar, se detiene (literalmente) en el espacio que dejan dos pensamientos: una realidad manifestada y la siguiente. Por esa anfractuosidad sin tiempo se cuela la atención del poeta y trata ¿inútilmente?, de vestirla con palabras: parecido a aferrarse a un pararrayos, lo contrario de la levedad: esa escapa del reflejo.

La “Travesía de las grietas”, dedicado al padre, socava e ilumina las grietas, observa, describe, escucha ciertos ecos, o dice que calla, valga la maravillosa paradoja. “Sin comprender en dónde”, cuarta y central sección formada por poemas más largos, algunos de ellos, dos o tres, escritos despaciosamente y prolongados en oleadas llenas de cosas tangibles y serenas: azúcar, nubes-y-aviones, que la mente contempla sin desplegar juicio alguno. Para desembocar en “Pequeño libro de las certezas”, formuladas en nueve corolarios a la espera de que caiga la espada.

“Reciénacido” observa el gozo del hijo que acaba de emerger a la vida y comienza a deshacerse, “a deshacerme”: aprendiendo el uno del otro, padre y criautura, como lo que son: dos inmensidades inmerecidas que juegan a re-conocerse. Se trata de una sección bellísima, esponjosa, madura, paternal y afable. Con la atención alerta, pero también con el corazón encendido y el tacto  a la escucha. Y al fin, cinco poemas que recuperan u otorgan título al libro entero. Volver a habitar el hueco entre respiraciones y descubrir en ese ahí, en ese ahora, el refugio: su invisible brillo.

Como pueden ver un poemario intenso, original, pleno, lúcido y fecundo. Un manojo de versos/koan y una ocasión excelente para leer sin prisa esta poesía tan original, tan profunda como limpia, de calidad extrema.


Domingo, 22 de Diciembre 2019
Ángel García Galiano
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