Ray Kurzweil: el genoma puede representarse por 50 millones de bits

No existe un detector de conciencia en los humanos, señala el futurólogo norteamericano


No existe un detector de conciencia en los seres humanos, explica el inventor y futurólogo norteamericano Ray Kurzweil en la siguiente entrevista. Añade que la memoria no puede confundirse con la conciencia y que no es posible probar que no estemos realmente conscientes incluso bajo la anestesia. Respecto a los intentos de simular al cerebro humano, Kurzweil señala que mediante la compresión de la información, el genoma puede estar representado por 50 millones de bits, de los cuales la mitad solamente interesa a la génesis del cerebro. Eso puede ser simulado por un millón de líneas de código solamente. Por Jean-Paul Baquiast de Automates Intelligents. (Traducción del francés margaritamayoral@videotron.ca).


Jean-Paul Baquiast
26/06/2010

El inventor y futurólogo norteamericano Ray Kurzweil.
El inventor y futurólogo Ray Kurzweil representa una referencia inevitable. En su obra «Singularity is Near» señala que los progresos exponenciales y convergentes de las ciencias llamadas todavía emergentes contribuirán a producir en cincuenta años uno universo terrenal radicalmente diferente del nuestro, todavía inimaginable por los hombres de nuestro tiempo.

Ray Kurzweil, sin embargo, pronostica que los humanos « aumentados » por las tecnologías de la singularidad serán más capaces que nosotros de resolver las enormes dificultades materiales que afronta la humanidad actualmente, ante a un mundo cuyos recursos no sólo parecen finitos, sino también que están en vías de agotarse.

Se ha reprochado, nosotros los primeros, a esta hipótesis, de ser exageradamente optimista sin estar soportada por razonamientos científicamente creíbles. Por un lado, la degradación irreversible del medio ambiente puede producirse mucho antes de que surjan los recursos aportados por las nuevas ciencias.

Por otro lado, y desde un punto de vista más fundamental, la evolución inducida por la Singularidad, no siendo en sí misma previsible, podría provocar la emergencia de situaciones o entidades que, en relación con nuestras concepciones actuales del mundo, aparecen insoportables.

Dicho esto, es interesante disponer de un punto de vista reciente de Ray Kurzweil sobre la cuestión de la Singularidad. No hemos tenido la posibilidad de preguntárselo. Pero la publicación Hplus acaba de hacerlo. Aquí traducimos y simplificamos esa entrevista, a la que añadiremos nuestros propios comentarios.

Recordemos antes que nada que Ray Kurzweil ha llamado la atención en la Singularity Summit 2009 tratando dos temas que abordan precisamente las cuestiones que hemos evocado: la ubiquidad y predictibilidad del crecimiento exponencial de las TIC (tecnologías de la información y las comunicaciones) y las críticas de la Singularidad.

Las Cumbres de la Singularidad están organizadas por el Singularity Institute fundado en 2006 por Ray Kurzweil, Tyler Emerson y Peter Thiel. Más tarde, Ray Kurzweil ha creado la Singularity University, que propone formación intensiva en las principales disciplinas afectadas por su objeto: las biotecnologías, bioinformáticas, nanotecnologías, Inteligencia Artificial, Robótica, Finanzas, etc. La Universidad está cofinanciada por Google y por el Ames Reserch Center de la Nasa.

Es necesario saber además que Ray Kurzweil, definitivamente inaglotable, ha realizado dos pelícuas que saldrán muy pronto: "Transcendant man" y "The Singularity is near, A True Story about the Future".
Nos limitamos aquí únicamente a retomar y comentar las propuestas de Ray Kurzweil relativas a la ingeniería inversa del cerebro. (La ingeniería inversa es un método de resolución. Aplicar ingeniería inversa a algo supone profundizar en el estudio de su funcionamiento, hasta el punto de que podemos llegar a entender, modificar, y mejorar dicho modo de funcionamiento. Nota de T21).

Por lo demás, Ray Kurzweil se dedica en la entrevista a despreciar las alegaciones de un tal James Lovelock, según las cuales las innovaciones resultantes de la Singularidad llegarán demasiado tarde para impedir los miles de millones de muertos que pronostica el naturalista inglés. Ni Kurzweil ni Lovelock aportan pruebas convincentes de sus afirmaciones.

¿Qué diría acerca de las relaciones que pueden existir entre la consciencia, el cálculo cuántico y la complejidad?

Me han preguntado acerca de una posible relación entre el cálculo cuántico y el cerebro. ¿Podríamos utilizar un cálculo cuántico para crear una inteligencia artificial (IA) con la eficiencia del cerebro humano? Mi respuesta es negativa. No sostengo, particularmente, las hipótesis de Roger Penrose relacionadas con la existencia en el cerebro de micro tubos en donde los fenómenos de la mecánica cuántica podrían tener un papel muy importante. El cálculo cuántico es capaz de acelerar considerablemente ciertos procedimientos en los cuales el cerebro es muy lento, como la factorización de números muy grandes. Pero no se qué papel podría tener dentro de los mecanismos cerebrales que dan origen a lo que denominamos consciencia. No puedo tomar seriamente el argumento según el cual la consciencia humana y el cálculo cuántico, siendo igualmente misteriosos, deban proceder con la misma lógica.

He reflexionado acerca de la pregunta de la consciencia desde hace 50 años. Y no tengo todavía una respuesta clara. Cuando leo en uno u otro artículo que los investigadores han identificado en el cerebro uno u otro proceso susceptible de generar estados de consciencia, soy siempre escéptico. Me pregunto en cada momento cuál es la relación entre los procesos que describen y la consciencia. Así, durante una presentación, el Dr Hammeroff relacionó la consciencia con eso que llamamos coherencia gamma de ondas cerebrales. Éstas son ondas de alrededor de 10 ciclos por segundo que pueden resultar de una sincronización entre neuronas. Ahora bien, la anestesia hace desaparecer la coherencia gamma. Es cierto que la anestesia es interesante en el estudio de la consciencia, ya que tiene la reputación de hacerla desaparecer. Pero de hecho, la anestesia hace también desaparecer otras actividades, especialmente una gran parte de aquellas de la capa más moderna del cerebro llamada neocórtex. Esto quiere decir que, ¿quién puede probar que no estamos realmente conscientes bajo la acción de la anestesia? No es posible, ya que no podemos decir que perdiendo la memoria, perdemos la consciencia. La memoria no debe de ser confundida con la consciencia.

Me intereso, más bien, en proyectos actuales que tienen por objetivo construir neocórtex artificiales, por ejemplo, los proyectos Blue Brain y Numenta. Ciertos modelos que producen son infinitamente más simples en comparación a lo que realmente es un tejido cortical humano, pero nos permiten obtener observaciones interesantes. Entonces, ahí no hay nada de cuántica.

Usted mencionó igualmente las relaciones posibles entre la complejidad y la consciencia. Abordé ese tema en The Singularity is Near. Es importante no confundir la complejidad, que Shanon ha propuesto medir, con la repartición al azar. En mi libro, hablo acerca de la complejidad organizada, incluso orientada, (purposeful complexity). Ésta podría medir la aptitud de la consciencia. Está orientada en función de la historia evolutiva de las entidades. Un hombre es más consciente que un gato y éste a su vez más consciente que una lombriz de tierra. En cuanto al Sol, ¿es él consciente?

Podemos pensar en efecto que estas discusiones acerca de la consciencia son ociosas. ¿Hablamos de consciencia primaria o de consciencia superior? ¿Se integra como un modelo de Yo? Pensamos, por nuestra parte, de acuerdo con Alain Cardon y algunos otros, que todo sistema multiagente de evolución artificial, que fuera relativamente simple, podría generar estados conscientes evidentemente limitados, que podrían agregarse y enriquecerse en el seno de poblaciones de sistemas equivalentes en competencia darwiniana. Es sin duda también el punto de vista de Ray Kurrzweil. ¿Cómo probar la existencia de la consciencia?

No existe un “detector de consciencia”, como tal entre los humanos. Es necesario acordar un cierto número de signos objetivos que pueden hacer suponer que la entidad biológica o artificial interrogada, es consciente, en el sentido en el que lo entendemos. Se trata de una variante del test de Turing. En esta perspectiva, se tiene que admitir que entes artificiales pudieran ser conscientes y sufrir. Y entonces no estaría bien atormentarlos. Éste es uno de los temas de mi película The Singularity is Near. Pero todavía no estamos preparados para esto. Será sin embargo una de las preguntas morales o filosóficas que se cuestionarán en los próximos años: ¿podemos hacer sufrir a los hombres bajo el efecto de la anestesia, a animales y robots que se suponen con el poder de albergar, más que un simple ordenador actual, estados conscientes eventuales?

¿Qué diría acerca de las perspectivas que se ofrecen a la inteligencia artificial por parte de la ingeniería inversa aplicada al cerebro (brain reverse engineering), de la cual usted es promotor?

Actualmente trabajo, después de mis películas, en dos libros, How the Mind Works y How to uild one (a Mind). Trato principalmente acerca del cerebro, pero evoco al espíritu (mind) para abordar la cuestión de la consciencia que venimos mencionando. Un cerebro se vuelve espíritu cuando se conjuga con un cuerpo y, más allá de este cuerpo, con las múltiples entidades sociales que le implican.

Para mí, la ingeniería inversa del cerebro no será una simple operación mecánica, de la cual David Chalmers ha dicho que no llevaría a gran cosa. Se tratará al contrario de hacer comprender las bases mismas de la inteligencia. Por esto será necesario experimentar a partir de simulaciones operacionales. Descubriremos entonces que ciertas cosas son importantes y otras no: la gestión de jerarquías y de cambios, las propiedades de los patrones, los determinantes de alto nivel, etc. Ahora bien, se sabe que el neocórtex tiene una estructura muy uniforme. La forma en la que trata estas cuestiones básicas parece reproducirse en todos lados. Si se consigue simularlas a una escala pequeña, podremos reproducirlas y hacer una amplificación a gran escala. Ahí será donde se hará la ingeniería.

El cerebro del homo sapiens es ciertamente muy pesado y complejo, pero trata la información sobre el mundo de una forma muy lenta, y las conexiones interneuronales son todas parecidas. Muchas son además redundantes. Podemos entonces esperar, a partir de un autómata elemental bien conocido pero simple, reproducirlas sin limitaciones de tamaño en un cerebro artificial, introduciendo además si es necesario nuevos niveles de jerarquía. De hecho, todo será una tarea de experimentación, haciendo énfasis en las problemáticas que son propias del cerebro humano, o en otras que nos imaginaremos.

Podremos en esta perspectiva estudiar también los desórdenes mentales, como la psicosis maniaco-depresiva o la esquizofrenia, simulando comportamientos equivalentes. Pero claro, se debe de ser muy prudentes, ya que no sabemos gran cosa de la manera en la cual estas psicosis se producen en los cerebros verdaderos.

Me han objetado, particularmente John Horgan, que para simular el cerebro humano, se necesitarían de trillones de líneas de código, mientras que los programas más sofisticados no pasan de algunas decenas de millones de líneas. Pero es absurdo. No existe en el cerebro nada que sea tan complicado. El cerebro es el resultado de un genoma. Ahora bien, éste no sobrepasa alrededor de 800 millones de bits de información. Además, está lleno de concordancia. Las secuencias, las más largas, pueden estar repetidas cientos de millones de veces. Si utilizamos la compresión de la información, el genoma puede estar representado por 50 millones de bits, de los cuales la mitad solamente interesa a la génesis del cerebro. Eso puede ser simulado por un milllon de líneas de código solamente. Otras formas de cálculo dan el mismo orden de magnitud.

Comentarios al margen

Podemos pensar, aún si no lo dice claramente, que Ray Kurzweil se coloca en una perspectiva evolucionista. Es cierto que los cerebros humanos, o el aparato nervioso de organismos más simples, no se construyeron de un solo golpe. Éstos son el resultado de la agregación de procesos ciertamente muy simples, asociando componentes biológicos ellos mismos también muy simples aparecidos en los orígenes de la vida, en los bacilos e incluso en los virus primitivos. Son los azares de la competencia darwiniana los que imponen la necesidad de resolver problemas, en si mismos tan simples, pero poco a poco más numerosos, que provocaron la alianza al nivel de genomas de genes que codificaban para organizaciones cerebrales que nos parecen hoy terriblemente complejas, pero que en realidad no lo son.

Por otro lado, hoy en día parece que las imágenes cerebrales aplicadas a los cerebros humanos para estudiar las operaciones cognitivas juzgadas particularmente complejas, como lo es el reconocimiento de rostros, no hace aparecer las bases neurales muy diversificadas y complejas. Es la unión de estas bases dentro de las distintas áreas cerebrales en relación con las neuronas reentrantes, bajo el comando de una programación genética poco diferenciada, la que explica la variedad de funciones permitidas por el cerebro. De la misma forma, es el surgimiento de las funciones más complejas tales como la consciencia. En ninguna parte, ha sido posible identificar a las neuronas responsables de las funciones complejas y menos aún, las hipotéticas neuronas de la consciencia.

Es entonces plausible pensar que, una vez realizado un módulo artificial único permitiendo realizar funciones cognitivas (realmente) elementales, y por otro lado, una vez puesto en su lugar el motor (muy simple) que permite fabricar y ensamblar millones de módulos semejantes, la totalidad en los organismos artificiales (ya sean robots o entidades virtuales) asociando estas bases neurales artificiales y los cuerpos artificiales dotados de entradas y salidas, ellas mismas simples, entonces todos los elementos serian reunidos para generar por medio de una competencia darwiniana un cierto número de funciones complejas que permitan ordenar funciones intelectuales capaces de resolver problemas del tipo de aquellos que enfrentan los cuerpos y cerebro humanos.

En esta perspectiva, las sofisticaciones de la inteligencia artificial actual, como lo subraya Ray Kurzweil, no podrán ellas solas permitir crear un cerebro artificial (modelos de Markov, algoritmos genéticos, redes neuronales, algoritmos de búsqueda y aprendizaje). Se trata sólo de técnicas. Serán muy útiles en su momento para dotar los modelos de funciones, pero nada remplazará un trabajo paso a paso, análogo a aquel consumado por la evolución durante centenas de millones de años. Así es como las tecnologías emergentes resultantes de la Singularidad deberían permitir hacer este trabajo en algunas decenas de años sino es que en menos, este es el camino que pensamos debería de ser explotado. Observemos que ese camino, con algunas diferencias, es el que propone el investigador francés Alain Cardon.

Concluimos constatando que las propuestas hechas por Ray Kurzweil en relación a la ingeniería inversa del cerebro no han actualmente añadido gran cosa a una de las ideas que había contemplado: telecargar un espíritu humano a una plataforma tal, que tenga por finalidad obtener duplicados de sí. Pero cada cosa a su tiempo…


Artículo publicado originalmente en la revista francesa Automates Intelligents. Se reproduce con autorización.

Traducción del francés: Gentileza de margaritamayoral@videotron.ca




Jean-Paul Baquiast
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