Los tags están acoplados a un monedero, un libro u otros objetos. Fuente: Universidad de Washington.
Estudiantes, ingenierios y personal de la Universidad de Washington (UW, en Estados Unidos, participarán en un proyecto de análisis de la relación de los sistemas RFID con la tecnología, los negocios y la sociedad.
Se trata del proyecto RFID Ecosystem, una iniciativa a gran escala que investiga estos sistemas en directo, en estudios a largo plazo, con análisis en profundidad de sus aplicaciones.
Una cuestión central de esta investigación será la del equilibrio entre privacidad y utilidad. ¿Realmente son útiles las aplicaciones RFID con diseño centrado en el usuario? De serlo, ¿cómo pueden ser diseñadas para minimizar la pérdida potencial de privacidad que se deriva de su uso?
Un sistema RFID (de Radio Frequency Identification o de Identificación por radiofrecuencia) es un sistema remoto de almacenamiento y recuperación de datos que usa dispositivos que disponen de antenas denominados etiquetas, transpondedores o tags RFID. Estos dispositivos sirven para recibir y responder por radiofrecuencia a emisores-receptores RFID.
Los tags RFID permitirán en un futuro próximo, por ejemplo, que la gente y los objetos puedan estar conectados a Internet y entre ellos al mismo tiempo, creando una red virtual.
200 antenas
El proyecto RFID Ecosystem contará con decenas de voluntarios de la UW que, a partir de marzo, llevarán estas tarjetas electrónicas en su ropa o pertenencias para emitir información sobre su ubicación dentro de un edificio de seis plantas de dicha universidad, cada cinco segundos.
Esta información será guardada en una base de datos y publicada en páginas web, entre otras gestiones. La finalidad: analizar a gran escala las tarjetas RFID en un entorno social.
Para conseguirlo, el proyecto recreará un escenario que ya ha sido predicho por muchos expertos, y que implicaría el uso generalizado de identificación por radiofrecuencia. Los investigadores han instalado ya unas 200 antenas en el edificio del Paul Allen Center for Computer and Engineering de la UW, y reclutarán a 50 voluntarios de entre 400 personas que usan regularmente este edificio para que hagan uso de los tags.
Conocer los beneficios que se derivan de esta tecnología y buscar la manera de proteger la privacidad de sus usuarios será el objetivo principal del experimento, en un intento de convertir estos sistemas en una realidad, informa la Universidad de Washington en un comunicado.
Expansión y privacidad
Muchas empresas usan ya tarjetas RFID para rastrear sus productos a lo largo de las cadenas de suministro. Otros usos son la identificación de animales, llave de automóviles con sistema antirrobo, en bibliotecas para el seguimiento de libros o para el seguimiento de equipaje en aerolíneas, etc.
Pero las aplicaciones se están extendiendo a otras áreas: los nuevos pasaportes estadounidenses las incorporan y, según los especialistas, pronto las incorporarán también los teléfonos móviles, los ordenadores portátiles o los reproductores de música. Y con un coste de producción mínimo: cada tag cuesta alrededeor de 20 centavos.
En el caso del uso por parte de individuos, la tecnología despierta alguna inquietud. Una tarjeta RFID puede ser leída desde cierta distancia y sin que su portador lo sepa. Las bases de datos asociadas a ella contienen una vasta cantidad de información. ¿Qué pasaría si los lectores de tags estuvieran por todas partes, y si cada cosa y persona los llevaran? ¿Qué se haría con todos esos datos?
En el experimento del proyecto RFID Ecosystem, cada participante podrá controlar quien ve sus datos, y podrá borrar cualquier información o salirse del propio experimento en cualquier momento sin tener que dar explicaciones. Los investigadores tampoco han colocado lectores RFID cerca de baños o áreas de comida por considerarlos espacios privados.
Los voluntarios serán entrevistados periódicamente para que los investigadores puedan evaluar los aspectos positivos de la tecnología –la posibilidad de encontrar cualquier objeto que se haya perdido- y los aspectos negativos, en términos de pérdida de privacidad.
Nuevas herramientas de interacción social
El experimento no servirá sólo para tener a las personas u objetos “localizados”, sino que también contará con una herramienta que registra los movimientos de la persona en Google Calendar, que instantáneamente publicaría las actividades de los participantes, como la hora de llegada al trabajo o sus reuniones, entre otras. Será un sistema de memoria perfecto que registre todas las interacciones personales a lo largo del día.
Otra herramienta es el “friend finder" RFIDder que permite rastrear a los amigos o buscar las localizaciones más recientes y que posee un historial de localizaciones o manda alertas instantáneas a la dirección de e-mail de los participantes o a sus teléfonos móviles para avisarles cuando los amigos se encuentran en cierto lugar.
El proyecto, además de para evaluar el efecto de los tags en la sociedad a pequeña escala, servirá asimismo a los investigadores para encontrar fórmulas con las que afrontar los desafíos técnicos relacionados con los datos RFID.
Por ejemplo, los científicos pretenden desarrollar una base de datos principal donde los usuarios puedan encontrar la información que necesitan pero sin condicionar la información personal. Las propuestas incluyen sistemas que podrían imponer un coste por acceder a ciertos tipos de información.
Se trata del proyecto RFID Ecosystem, una iniciativa a gran escala que investiga estos sistemas en directo, en estudios a largo plazo, con análisis en profundidad de sus aplicaciones.
Una cuestión central de esta investigación será la del equilibrio entre privacidad y utilidad. ¿Realmente son útiles las aplicaciones RFID con diseño centrado en el usuario? De serlo, ¿cómo pueden ser diseñadas para minimizar la pérdida potencial de privacidad que se deriva de su uso?
Un sistema RFID (de Radio Frequency Identification o de Identificación por radiofrecuencia) es un sistema remoto de almacenamiento y recuperación de datos que usa dispositivos que disponen de antenas denominados etiquetas, transpondedores o tags RFID. Estos dispositivos sirven para recibir y responder por radiofrecuencia a emisores-receptores RFID.
Los tags RFID permitirán en un futuro próximo, por ejemplo, que la gente y los objetos puedan estar conectados a Internet y entre ellos al mismo tiempo, creando una red virtual.
200 antenas
El proyecto RFID Ecosystem contará con decenas de voluntarios de la UW que, a partir de marzo, llevarán estas tarjetas electrónicas en su ropa o pertenencias para emitir información sobre su ubicación dentro de un edificio de seis plantas de dicha universidad, cada cinco segundos.
Esta información será guardada en una base de datos y publicada en páginas web, entre otras gestiones. La finalidad: analizar a gran escala las tarjetas RFID en un entorno social.
Para conseguirlo, el proyecto recreará un escenario que ya ha sido predicho por muchos expertos, y que implicaría el uso generalizado de identificación por radiofrecuencia. Los investigadores han instalado ya unas 200 antenas en el edificio del Paul Allen Center for Computer and Engineering de la UW, y reclutarán a 50 voluntarios de entre 400 personas que usan regularmente este edificio para que hagan uso de los tags.
Conocer los beneficios que se derivan de esta tecnología y buscar la manera de proteger la privacidad de sus usuarios será el objetivo principal del experimento, en un intento de convertir estos sistemas en una realidad, informa la Universidad de Washington en un comunicado.
Expansión y privacidad
Muchas empresas usan ya tarjetas RFID para rastrear sus productos a lo largo de las cadenas de suministro. Otros usos son la identificación de animales, llave de automóviles con sistema antirrobo, en bibliotecas para el seguimiento de libros o para el seguimiento de equipaje en aerolíneas, etc.
Pero las aplicaciones se están extendiendo a otras áreas: los nuevos pasaportes estadounidenses las incorporan y, según los especialistas, pronto las incorporarán también los teléfonos móviles, los ordenadores portátiles o los reproductores de música. Y con un coste de producción mínimo: cada tag cuesta alrededeor de 20 centavos.
En el caso del uso por parte de individuos, la tecnología despierta alguna inquietud. Una tarjeta RFID puede ser leída desde cierta distancia y sin que su portador lo sepa. Las bases de datos asociadas a ella contienen una vasta cantidad de información. ¿Qué pasaría si los lectores de tags estuvieran por todas partes, y si cada cosa y persona los llevaran? ¿Qué se haría con todos esos datos?
En el experimento del proyecto RFID Ecosystem, cada participante podrá controlar quien ve sus datos, y podrá borrar cualquier información o salirse del propio experimento en cualquier momento sin tener que dar explicaciones. Los investigadores tampoco han colocado lectores RFID cerca de baños o áreas de comida por considerarlos espacios privados.
Los voluntarios serán entrevistados periódicamente para que los investigadores puedan evaluar los aspectos positivos de la tecnología –la posibilidad de encontrar cualquier objeto que se haya perdido- y los aspectos negativos, en términos de pérdida de privacidad.
Nuevas herramientas de interacción social
El experimento no servirá sólo para tener a las personas u objetos “localizados”, sino que también contará con una herramienta que registra los movimientos de la persona en Google Calendar, que instantáneamente publicaría las actividades de los participantes, como la hora de llegada al trabajo o sus reuniones, entre otras. Será un sistema de memoria perfecto que registre todas las interacciones personales a lo largo del día.
Otra herramienta es el “friend finder" RFIDder que permite rastrear a los amigos o buscar las localizaciones más recientes y que posee un historial de localizaciones o manda alertas instantáneas a la dirección de e-mail de los participantes o a sus teléfonos móviles para avisarles cuando los amigos se encuentran en cierto lugar.
El proyecto, además de para evaluar el efecto de los tags en la sociedad a pequeña escala, servirá asimismo a los investigadores para encontrar fórmulas con las que afrontar los desafíos técnicos relacionados con los datos RFID.
Por ejemplo, los científicos pretenden desarrollar una base de datos principal donde los usuarios puedan encontrar la información que necesitan pero sin condicionar la información personal. Las propuestas incluyen sistemas que podrían imponer un coste por acceder a ciertos tipos de información.