Pilar Fraile Amador. Imagen: Pedro Campoy.
En general, me parece que tu poesía está vertebrada principalmente por imágenes y que éstas son las que definen el significado, el ritmo e incluso la estructura de tus poemarios. ¿Cuál es tu relación con esas imágenes y cómo es el trabajo que te lleva desde ellas al poema?
Las imágenes de las que hablas «suceden». Normalmente me despierto y están ahí, también puede pasar que esté distraída, paseando o viendo una película, y se hagan presentes. Una vez que las tengo, por así decir, entre las manos, empieza la escritura.
En ocasiones el poema entero viene atado a esas imágenes, mi trabajo consiste en ir tirando del hilo hasta que la imagen se agota. Otras veces necesito un esfuerzo más consciente o más prolongado en el tiempo, hay que esperar a que aparezcan las palabras adecuadas, los contrapuntos adecuados.
Cuando la escritura está finalizada hay un trabajo que puede durar mucho o poco tiempo, depende, en el que normalmente hay que borrar lo que sobra: cantinelas o repeticiones innecesarias que están cerca de la órbita del poema, pero que no le pertenecen.
Desafortunadamente, en todo este proceso hay una posibilidad ilimitada de error, puede suceder que la imagen se escape, que no estés suficientemente abierto o preparado y no fructifique; esta sensación es muy descorazonadora, sientes que has perdido algo. También puede suceder que te vayas equivocando en cualquier otra parte del proceso y que te des cuenta o que no lo hagas. Hay ocasiones en las que ves los fallos de un poema mucho tiempo después, años después de que lo dieras por acabado.
Tu poemario “Larva” está lleno de “impresiones” –de nuevo expresadas en imágenes-, que parecen trascender la conciencia del yo poético, para adentrarse en la conciencia del otro. ¿Crees que la poesía permite hacer ese camino? ¿Cómo?
La posibilidad de ser «el otro» o «lo otro» es algo que siempre me ha obsesionado. Hay, me parece, una correspondencia entre los seres, e incluso entre lo vivo y lo inerte, mucho más fuerte de lo que nos quieren hacer creer. La poesía, creo, tiene que ver con eso, con el acceso a un espacio común, al logos común heraclitiano o al subconsciente, o como quieras llamarlo.
No creo que el acceso a ese espacio-mundo sea privativo de la poesía, creo que el resto de las artes también tienen esa capacidad, siempre que el artista esté dispuesto a ir hacia ahí, siempre que eso le interese.
Larva parte de ese convencimiento, creo que su poema inicial, que tardé mucho tiempo en entender (doy comida al que huye/con estas manos de preciso animal/hago leña de mi nombre/ espero la simiente), era precisamente eso, el aviso de que se iba a producir una destrucción del «yo» para dar paso a «lo otro» o a los otros.
Uno de los versos de “Larva” dice: “Ven. Pon tu llaga en mi mano”. ¿Crees que la poesía puede ser un ejercicio no sólo de memoria individual, sino también de memoria común?
Por supuesto, como te decía antes, el poeta, si quiere, si está en disposición de ello, accede a lo común. En Larva y creo que también en La pecera subterránea y en Cerca la memoria común viene una y otra vez a rescribir el presente. Larva, en particular es un intento de diálogo con el pasado-presente, es decir con el pasado que vive en nosotros, que sigue sucediendo.
Grandísimos poetas del siglo XX, como Anna Ajmátova o Paul Celan, por poner solo dos ejemplos, construyen su obra con esa memoria. De hecho, no creo que exista una división tan clara entre memoria individual y común, una y otra, a mi entender, conviven y se modifican continuamente. Quizá en ese acto de modificación, de interferencia mutua, surja buena parte de la escritura poética.
Las imágenes de las que hablas «suceden». Normalmente me despierto y están ahí, también puede pasar que esté distraída, paseando o viendo una película, y se hagan presentes. Una vez que las tengo, por así decir, entre las manos, empieza la escritura.
En ocasiones el poema entero viene atado a esas imágenes, mi trabajo consiste en ir tirando del hilo hasta que la imagen se agota. Otras veces necesito un esfuerzo más consciente o más prolongado en el tiempo, hay que esperar a que aparezcan las palabras adecuadas, los contrapuntos adecuados.
Cuando la escritura está finalizada hay un trabajo que puede durar mucho o poco tiempo, depende, en el que normalmente hay que borrar lo que sobra: cantinelas o repeticiones innecesarias que están cerca de la órbita del poema, pero que no le pertenecen.
Desafortunadamente, en todo este proceso hay una posibilidad ilimitada de error, puede suceder que la imagen se escape, que no estés suficientemente abierto o preparado y no fructifique; esta sensación es muy descorazonadora, sientes que has perdido algo. También puede suceder que te vayas equivocando en cualquier otra parte del proceso y que te des cuenta o que no lo hagas. Hay ocasiones en las que ves los fallos de un poema mucho tiempo después, años después de que lo dieras por acabado.
Tu poemario “Larva” está lleno de “impresiones” –de nuevo expresadas en imágenes-, que parecen trascender la conciencia del yo poético, para adentrarse en la conciencia del otro. ¿Crees que la poesía permite hacer ese camino? ¿Cómo?
La posibilidad de ser «el otro» o «lo otro» es algo que siempre me ha obsesionado. Hay, me parece, una correspondencia entre los seres, e incluso entre lo vivo y lo inerte, mucho más fuerte de lo que nos quieren hacer creer. La poesía, creo, tiene que ver con eso, con el acceso a un espacio común, al logos común heraclitiano o al subconsciente, o como quieras llamarlo.
No creo que el acceso a ese espacio-mundo sea privativo de la poesía, creo que el resto de las artes también tienen esa capacidad, siempre que el artista esté dispuesto a ir hacia ahí, siempre que eso le interese.
Larva parte de ese convencimiento, creo que su poema inicial, que tardé mucho tiempo en entender (doy comida al que huye/con estas manos de preciso animal/hago leña de mi nombre/ espero la simiente), era precisamente eso, el aviso de que se iba a producir una destrucción del «yo» para dar paso a «lo otro» o a los otros.
Uno de los versos de “Larva” dice: “Ven. Pon tu llaga en mi mano”. ¿Crees que la poesía puede ser un ejercicio no sólo de memoria individual, sino también de memoria común?
Por supuesto, como te decía antes, el poeta, si quiere, si está en disposición de ello, accede a lo común. En Larva y creo que también en La pecera subterránea y en Cerca la memoria común viene una y otra vez a rescribir el presente. Larva, en particular es un intento de diálogo con el pasado-presente, es decir con el pasado que vive en nosotros, que sigue sucediendo.
Grandísimos poetas del siglo XX, como Anna Ajmátova o Paul Celan, por poner solo dos ejemplos, construyen su obra con esa memoria. De hecho, no creo que exista una división tan clara entre memoria individual y común, una y otra, a mi entender, conviven y se modifican continuamente. Quizá en ese acto de modificación, de interferencia mutua, surja buena parte de la escritura poética.
He observado que en tu poesía escasea la luz. A veces porque refleja escenas apegadas a la tierra, otras por la recreación de ambientes oscuros y sofocantes. Todo nos habla de un mundo subterráneo, que sin embargo se extiende en múltiples direcciones. ¿Cómo describirías el lugar desde el que escribes?
Hace poco me comentaba el escritor Jesús Ortega que cuando leyó Cerca se acordó de un comentario que Lorca le hizo a Barradas a propósito de una pintura suya: «Tiene la misma luz podrida que el cementerio del sueño». Ojalá ¿no?
Para mí es muy difícil describir ese espacio en el que se desarrollan la mayoría de mis poemas porque, como tú dices, es cambiante; lo que hay de común, creo, es la dirección de la mirada; es una mirada que nunca se alza hacia el cielo. Llevamos ya demasiados siglos mirando al cielo y el resultado no parece muy alentador.
Tu libro “Cerca” está en prosa y parece contar una historia. Sin embargo, está constituido por pequeños textos y escrito con un lenguaje muy lírico. ¿Cómo definirías este libro?
Si quieres que te sea sincera cuando escribí Cerca no me propuse hacer «poema en prosa». Lo que sucedió es que las imágenes a las que da origen este libro eran «de larga duración», eran escenas. No creo de todos modos que el libro pueda entenderse como prosa.
Cerca, tal y como se planteó en el momento de la escritura, es el resultado de observar una comunidad funcionando, por eso el sujeto poético es plural. Lo que intentaba hacer era investigar lo que cimienta esa comunidad.
Hace poco me comentaba el escritor Jesús Ortega que cuando leyó Cerca se acordó de un comentario que Lorca le hizo a Barradas a propósito de una pintura suya: «Tiene la misma luz podrida que el cementerio del sueño». Ojalá ¿no?
Para mí es muy difícil describir ese espacio en el que se desarrollan la mayoría de mis poemas porque, como tú dices, es cambiante; lo que hay de común, creo, es la dirección de la mirada; es una mirada que nunca se alza hacia el cielo. Llevamos ya demasiados siglos mirando al cielo y el resultado no parece muy alentador.
Tu libro “Cerca” está en prosa y parece contar una historia. Sin embargo, está constituido por pequeños textos y escrito con un lenguaje muy lírico. ¿Cómo definirías este libro?
Si quieres que te sea sincera cuando escribí Cerca no me propuse hacer «poema en prosa». Lo que sucedió es que las imágenes a las que da origen este libro eran «de larga duración», eran escenas. No creo de todos modos que el libro pueda entenderse como prosa.
Cerca, tal y como se planteó en el momento de la escritura, es el resultado de observar una comunidad funcionando, por eso el sujeto poético es plural. Lo que intentaba hacer era investigar lo que cimienta esa comunidad.
Dado que, además de poeta, eres narradora, ¿te interesa la indagación en el cruce de géneros? ¿Tienes autores de referencia en este sentido?
La distinción entre los géneros es un tema muy controvertido sobre el que ya se han vertido ríos de tinta y se siguen vertiendo. Por mi parte intento no constreñir la escritura y que lo que se tiene que contar encuentre su forma adecuada. Supongo que esto te lleva a formas más o menos arriesgadas, pero no siempre.
Autores que se mueven en terrenos fronterizos, en incluso en la frontera de la frontera, al menos en algunas de sus obras, sí, me interesan muchos. Desde el origen con Baudelaire y Rimbaud hasta nuestros clásicos contemporáneos como Viñals, (Entrevista con el pájaro, Coartada para Dios, Lecciones de ignorancia, Transmutaciones…), Ullán (En un paisaje abolido, Ardicia), Valente lecciones de tinieblas, Material memoria, Mandorla), Gamoneda (todo, desde Descripción de la mentira). Y también hay muchos libros recientes maravillosos en este sentido: de Isel Rivero, Night Rained Her, de Esther Ramón, Reses, de Carlos Jiménez Arribas, Darwin en las galápagos… Por mencionar algunos.
Pilar Fraile Amador ha publicado los libros de poesía: El límite de la ceniza (Prensas universitarias de Zaragoza, 2006); La pecera subterránea, (Amargord, 2011), y las plaquettes: La disección de los insectos (Ed. Delirio, Salamanca, 2006) y Antídoto (Ed. Legados, Madrid 2009). Sus poemas han aparecido en diversas antologías y revistas. Parte de su obra inédita ha sido traducida al inglés por el poeta Forrest Gander y ha aparecido en la revista de la universidad de Houston Gulf Coast Magazine. Han aparecido poemas suyos en otras revistas de arte y literatura de España, como Pata de Gallo o 7de7. En 2005 fue Premio de Poesía de la Universidad de Zaragoza y en 2004 y 2005 Accésit de Poesía en el Certamen de Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid. En 2010 codirigió, junto a los poetas Esther Ramón y Alejandro Céspedes el programa de radio de poesía Definición de Savia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Durante tres años coordinó lecturas y actividades de fomento de la literatura en la asociación Indómita. Esta entrevista fue publicada inicialmente en el blog Literaria, de Tendencias21.
La distinción entre los géneros es un tema muy controvertido sobre el que ya se han vertido ríos de tinta y se siguen vertiendo. Por mi parte intento no constreñir la escritura y que lo que se tiene que contar encuentre su forma adecuada. Supongo que esto te lleva a formas más o menos arriesgadas, pero no siempre.
Autores que se mueven en terrenos fronterizos, en incluso en la frontera de la frontera, al menos en algunas de sus obras, sí, me interesan muchos. Desde el origen con Baudelaire y Rimbaud hasta nuestros clásicos contemporáneos como Viñals, (Entrevista con el pájaro, Coartada para Dios, Lecciones de ignorancia, Transmutaciones…), Ullán (En un paisaje abolido, Ardicia), Valente lecciones de tinieblas, Material memoria, Mandorla), Gamoneda (todo, desde Descripción de la mentira). Y también hay muchos libros recientes maravillosos en este sentido: de Isel Rivero, Night Rained Her, de Esther Ramón, Reses, de Carlos Jiménez Arribas, Darwin en las galápagos… Por mencionar algunos.
Pilar Fraile Amador ha publicado los libros de poesía: El límite de la ceniza (Prensas universitarias de Zaragoza, 2006); La pecera subterránea, (Amargord, 2011), y las plaquettes: La disección de los insectos (Ed. Delirio, Salamanca, 2006) y Antídoto (Ed. Legados, Madrid 2009). Sus poemas han aparecido en diversas antologías y revistas. Parte de su obra inédita ha sido traducida al inglés por el poeta Forrest Gander y ha aparecido en la revista de la universidad de Houston Gulf Coast Magazine. Han aparecido poemas suyos en otras revistas de arte y literatura de España, como Pata de Gallo o 7de7. En 2005 fue Premio de Poesía de la Universidad de Zaragoza y en 2004 y 2005 Accésit de Poesía en el Certamen de Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid. En 2010 codirigió, junto a los poetas Esther Ramón y Alejandro Céspedes el programa de radio de poesía Definición de Savia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Durante tres años coordinó lecturas y actividades de fomento de la literatura en la asociación Indómita. Esta entrevista fue publicada inicialmente en el blog Literaria, de Tendencias21.