‘Personalismo comunitario’ para una ciencia psicológica liberadora

Integra las diversas dimensiones del individuo: la conciencia y la conducta; lo personal y lo social o lo político y lo místico


Años de experiencia docente e investigadora, así como la obra de diversos autores, han puesto de relieve el “personalismo comunitario”, una corriente de pensamiento que es un humanismo renovado, y que posibilita una ciencia psicológica humanizadora y liberadora; integrante de las diversas dimensiones de las personas: la conciencia y la conducta, el conocimiento y la acción, lo personal y lo social, lo cultural y lo económico, lo político y lo místico. Por Agustín Ortega Cabrera.


Agustín Ortega Cabrera
12/05/2015

Imagen: juanjo tugores. Fuente: PhotoXpress.
Hoy día existe una corriente filosófica que apunta a una psicología que integre las experiencias humanas y trascendentales de la verdad, del conocimiento, de la estética y la belleza, de la ética que mueve al bien o bondad, de la espiritualidad y trascendencia. Se trata del personalismo que, con su filosofía y antropología global, permite el dialogo con las diversas corrientes o escuelas de la psicología y sus diversos acentos o perspectivas, así como el diálogo con tendencias de la neurología moderna.

De tal forma que resulta una psicología científica, interdisciplinar e integral en la articulación de las diversas dimensiones de los seres humanos. Tales como la conciencia y la conducta, el conocimiento y la acción, lo personal y social, lo cultural y lo económico, lo político y lo místico.

Psicología humanista-personalista y experiencia espiritual

Es una psicología que humaniza y libera integralmente a las personas en el amor fraterno y solidario, en la paz, en la reconciliación y el perdón, en la conciencia moral y social, en la responsabilidad ética y en el compromiso por la justicia con los pobres de la tierra. La psicología personalista hace posible desarrollar todas las posibilidades de los seres humanos y sus comunidades, la vocación y el sentido de la existencia, la felicidad y la madurez.

Y esta vida feliz y buena (en el bien), virtuosa y de excelencia se va realizando en la entrega y en la honradez, en el servicio y compromiso fiel del amor fraterno, de la lucha por la paz y la justicia con los pobres. Es una psicología del compromiso y de la militancia, de la fidelidad amorosa al ideal o ideales, que nos hace verdaderamente libres, liberados y liberadores, en la responsabilidad moral y solidaria. 

Esto es, una vida que acoge en alegría y acción de gracias el don de los otros y del Otro, de la realidad humana, trascendente y espiritual que se nos dona y nos hace ser o vivifica, y sirve y compromete con los demás, con el mundo y la historia. Esta psicología contemplativa y espiritual, comprometida o militante y liberadora busca, por tanto, el bien más universal, el bien común y la justicia con los pobres; frente a todo mal, dominación, opresión e injusticia, Es pues una psicología ética, social y política que posibilita el protagonismo, promoción y liberación integral de los pobres y excluidos, de los oprimidos y de las victimas de historia.

En este sentido, la psicología humanista-personalista promueve la vida y dignidad de las personas, sus derechos y deberes, el que las personas, los pueblos y los pobres sean sujetos y protagonistas de la realdad social e histórica, de su desarrollo liberador e integral; contra toda relación, estructura social o sistema político y económico que no promueva esta vida, dignidad y desarrollo humano, social y global.

Es una psicología cultural y educativa-pedagógica, moral y crítica que cultiva la conciencia social, la razón autónoma-ética y liberadora en la búsqueda de cauces, mediaciones e instituciones que posibiliten esta promoción, justicia y liberación con los pobres de la tierra. Esta psicología de forma interdisciplinar se articula con el resto de saberes y ciencias como las sociales, humanas y la filosofía. Para conocer, comprender y transformar estas relaciones, estructuras y sistemas que causan la opresión, desigualdad e injusticia que sufren las personas, los pueblos y los pobres.

Tal como sucede en nuestra época con el neoliberalismo económico, con el capitalismo que por naturaleza es inhumano, inmoral, injusto. El capitalismo que permanentemente genera dominación, opresión y deshumanización: en forma de hambre, de pobreza y exclusión; de guerras, violencias y agresiones o maltratos múltiples; de crisis económica y social, crisis ética y espiritual.

La psicología personalista y crítica-liberadora impulsa la concientización y responsabilidad ante toda injusticia, deshumanización y alienación o sin sentido (nihilismo). Tal como está dictando el capitalismo global, la civilización capitalista que impone el individualismo y el relativismo postmoderno o nihilista, el mercantilismo y la competitividad, el consumismo y el hedonismo. Lo que genera tanta infelicidad, injusticias y patologías como la pobreza y la marginación, las adicciones y la falta de sentido, las depresiones y suicidios, las violencias y guerras.

Es pues una psicología que nos liberara de todas estos males, patologías e idolatrías (falsos dioses) del egoísmo e individualismo, del poder y del tener-riqueza (del ser ricos), de todo mal e injusticia. Y nos trasciende al ser-persona, al ser solidario y comprometido con los otros, con los pobres y víctimas, a la vida y trascendencia de la existencia.

Es pues una psicología de la esperanza, de la razón cálida o cordial (del corazón-amor) y de la inteligencia trascendente-espiritual. Aquella que, esperando en el amor y en el compromiso por la justicia, se abre a la trascendencia, a la vida plena, eterna donde el mal y la injusticia, todo sufrimiento y muerte no vencerá. Como se observa toda esta psicología humanista-personalista permite el dialogo con la fe y con la cultura, con la espiritualidad cristina e ignaciana, con la enseñanza y doctrina social de la iglesia. En una inter-relación fecunda e interdisciplinar.

Así nos lo enseña la misma fe y espiritualidad, la teología, la iglesia y su pensamiento social cristiano-católico. Como está  mostrando todo lo expuesto hasta aquí, de forma admirable ese testimonio espiritual, humano y ético que es el Papa Francisco. La psicología personalista y espiritual, que busca la felicidad y la vida fecunda, se abre a la fe y a la alegría de la Buena Noticia (Evangelio) que nos ha revelado Dios en Jesús y su proyecto. Es decir, el Reino de Dios y su fraternidad, amor y perdón, su paz, justicia y felicidad, su vida y vida plena, de trascendencia y eternidad.

Psicología y ciencias sociales en I.Martín-Baró

Ahora que todavía nos llegan los ecos de la celebración, tan significativa, del XXV aniversario de los Jesuitas mártires de la UCA (Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas"), en el Salvador, vamos  a ejemplificar y co-relacionar lo expuesto anteriormente con la vida y obra de uno de estos mártires, menos conocidos, como es I. Martín-Baró, jesuita. Nacho, como le llamaban sus amigos, nació en Valladolid y fue Vicerrector, Jefe de Departamento y Profesor de Psicología de la UCA.

Además de ser reconocido como uno de los más significativos científicos sociales y psicólogos de América Latina, incluso a nivel internacional, Martín-Baró destacó, como el resto de sus compañero mártires, por su entrega, servicio y compromiso social con los más pobres y excluidos; por la defensa y promoción de la vida, dignidad y derechos (humanos, sociales…) de las personas y pueblos, para su desarrollo y promoción liberadora e integral.

El conocimiento y tarea de la psicología social de Martín-Baró se propone des-ideologizar la realidad, desenmascarar aquellas “ideologizaciones” que encubren la verdad real, que motivan la in-humanidad, des-realizan y alienan a las personas. Esas ideologizaciones  que sumen en el fatalismo, en la pasividad y resignación ante el mal e la injusticia para, de esta forma, sostener el injusto des-orden establecido.

Quiere recuperar la memoria de los pueblos, sus historias, virtudes y luchas por la solidaridad y la justicia. Frente al mal, la opresión e injusticia, como nos enseña el maestro P. Freire, hay que promover una lectura crítica y ética del mundo, de la realidad. Con una concientización y educación-formación liberadora, solidaria y social, democrática y transformadora desde los oprimidos.

Tal como nos muestran, asimismo, otros autores imprescindibles de la educación o pedagogía, junto a Freire, como L. Milani o el mismo J. Dewey. Hay que promocionar la responsabilidad y el compromiso con todos aquellos movimientos sociales, como el de los trabajadores o los ciudadanos en general, los movimientos morales y espirituales que opten por la justicia, el bien común y el desarrollo integral de los pueblos.

Aquí destacan los estudios, más desde el punto de la psicología de la religión, de testimonios espirituales como Mons. Romero, Arzobispo del Salvador, con el que colaboraron estrechamente los jesuitas de la UCA. Y que, 9 años atrás, había sido asesinado igualmente por su defensa y promoción de la justicia y  la vida, de la dignidad y derechos de los pobres. La religión y la espiritualidad tienen, en su misma entraña, todo un potencial humanizador  y saludable, liberador y de compromiso ético-social, como se ejemplifica en el testimonio de Mons. Romero.

Aunque también se puede manipular por los poderes de todo tipo, y degenerar en deshumanización, alienación y fatalismo, resignación ante al mal e injusticia para mantener (naturalizar) el des-orden injusto establecido, complementando las perspectivas con la sociología de la religión.

Como se observa, la vida, obra y epistemología de Martín Baró no es neutral e imparcial. Como se ha estudiado, lo más valioso y cualificado del pensamiento, de las ciencias sociales y psicología suponen una antropología y filosofía subyacente. El optar y comprometerse por una serie de claves, valores y principios éticos-políticos y espirituales. Tales como la solidaridad, la justicia y liberación integral de los pobres. Lo cual no está reñido con la objetividad, ni mucho menos, al contrario. Ya que como es imposible la neutralidad científica e intelectual, el mismo conocimiento, que siempre está envuelto en un marco filosófico-antropológico y ético, lo honrado y coherente es explicitar las claves, los valores y criterios morales que están de fondo.

Y, de esta forma, optar por la justicia, el desarrollo liberador y la fraternidad desde los pobres, en una psicología y ciencia social con conciencia, con aliento ético, social y liberador. Ya que no es lo mismo ver la realidad desde un lugar que desde otro, desde las víctimas y los pobres que desde quien oprime y maltrata. Como decía Adorno, el sufrimiento es la condición de verdad, y no querer reconocer ni asumir el sufrimiento e injusticia que padecen los oprimidos: es falsear la realidad; es negar la verdad real de la opresión y deshumanización que padecen las personas. De ahí que haya siempre que contextualizar e historizar el conocimiento, la psicología y la ciencia social.

Los problemas psicosociales como la salud y la violencia, la pobreza o la marginación-exclusión, etc. hay que enmarcarlos en la realidad social e histórica, en las inter-relaciones e  ideologías,  en las estructuras sociales y sistemas económicos-políticos que favorecen o impiden el desarrollo liberador e integral de los pueblos.

Marín-Baró propuso así una ciencia social y una psicología realmente humanista, humanizadora y personalista, crítica y ética, política, liberadora y espiritual. Sustentada en una filosofía y antropología global que promoviera el bien común, el desarrollo integral y liberador desde (con) los pobres de la tierra. Para Martín-Baró, como para su compañero I. Ellacuría, el bien común, el conocimiento y la verdad no solo es un asunto meramente teórico e intelectual. Sino que se realiza en la praxis y acción histórica, ética, social y liberadora con los pueblos empobrecidos que sufren la injusticia e inhumanidad, frente a todo lo que impide su desarrollo integral.

Es el principio miseri-cordia, llevar la miseria del otro, del pobre, al corazón humano, que es la sede de lo más profundo y vital de las personas. Es la memoria passionis, subversiva, la cultura y ética de la compasión con el sufrimiento e injusticia, la gran olvidada en lo peor del pensamiento y conocimiento de la modernidad. Como nos enseña asimismo todo esto, insistentemente, J.B. Metz.

Es la inteligencia social e histórica, ética y espiritual que no solo busca conocer de manera intelectiva, sino de forma real, verdadera. El conocimiento e inteligencia que busca la verdad real: en el amar y practicar la justicia con los pobres, en promover la vida y la liberación integral en la realidad socio-histórica; en el principio-esperanza y futuro de los pueblos que buscan la justicia, el desarrollo y la liberación integral.

Es la mayéutica histórica que alumbra la vida de los pueblos, que promociona la vida de las personas y comunidades frente a la cultura de muerte y sus estructuras injustas. Una filosofía de la natalidad, que con el alumbramiento de la vida suscita un nuevo horizonte y proyectos de futuro, nuevas esperanzas e ilusiones, en la senda de H. Arendt.

El martirio de Martín-Baró  por posibilitar el desarrollo integral y la justicia con los pobres: es el mejor testimonio de que su conocimiento e inteligencia eran verdaderos, coherentes con lo más profundo de lo humano y del espíritu. El testimonio, la santidad más plena del mártir por la fraternidad y la justicia con los pobres, es quien mejor atestigua la verdad real. Es lo verdadero de la realidad y la felicidad en el amor, servicio y solidaridad entregada para que otros tengan vida, en el compromiso social y militancia por la verdad en la justicia con los pobres.

Fue la última y mejor lección del maestro Nacho. Es, para la fe, la sabiduría, el conocimiento y verdad que se revela en plenitud en el Dios-Crucificado, Jesús a quien siguió hasta entregar la vida como Él, y en los pueblos crucificados por la injusticia, en la pascua liberadora del amor y la justicia con los pobres. El dinamismo y vigor de la Ciencia del Crucificado y de los crucificados, la debilidad y la esperanza liberadora de los pobres de la tierra, de las víctimas de la historia, contra toda des-esperanza e infelicidad.

Escultura homenaje a los dos jesuitas vallisoletanos Segundo Montes e Ignacio Martín-Baró, asesinados en El Salvador en la calle Simón Aranda de su ciudad natal. Imagen: «Martin Baro Montes1» de Lucien, 3 April 2009. Fuente: Wikimedia Commons.
Perspectivas de la neurociencia

Lo visto hasta aquí se puede inter-relacionar y llevar a un dialogo fecundo con estudios de pensadores y acreditados neurólogos, profesores universitarios e investigadores. Exponemos a continuación algunas claves interesantes e importantes. Frente a la antropología e ideología neoliberal del individualismo posesivo, del “gen egoísta” popularizado por Dawkins, siguiendo entre otros lo más valioso de la obra de Darwin, estos estudios de neurociencias nos presentan al ser humano como constituido bio-psicológicamente por la colaboración y cooperación con los otros.

La persona está movida o motivada, animada por el sentido de dignidad y justicia con los otros. La persona, en su misma naturaleza humana, es libre, liberadora y disponible para el bien, para el compromiso ético por la vida, dignidad y justicia con los otros. Las conocidas como neuronas espejos, asimismo, nos muestran esta inter-relación, empatía y reconocimiento de los seres humanos entre sí, lo que impulsa a una civilización mejor, con unas relaciones humanas e internacionales más dignas.

Aquí se abre todo un dialogo fecundo con la filosofía y la teología, con la espiritualidad, la antropología y ética teológica Ya que, por ejemplo, la cosmovisión cristiana del ser humano nos presenta, de forma similar, a las personas, como imagen y semejanza de Dios, que en su entraña son bondad, amor y justicia hacia los otros, seres comunitarios, sociales y éticos. Cuando se atenta contra este sentido de solidaridad y justicia, se causa daño y se margina al otro, entonces, se produce la agresividad que, si no es encauzada correctamente, puede desatar la violencia.

La agresividad o ira se manifiesta como señal ante esta violencia que daña y margina al otro, es un signo de querer vivir y convivir de forma adecuada, digna y justa. Si esta violencia persiste, y si no se regula bien la agresividad como respuesta o signo controlado ante esta, la violencia se reproduce y expande, en una espiral sin fondo. En sintonía con lo más valioso del pensamiento y filosofía, de las ciencias sociales y teología, como la latinoamericana, vemos que la primera y más grave violencia es la socio-estructural.

Esto es, esas relaciones humanas y sociales con sus estructuras políticas y económicas que dañan, oprimen y excluyen a las personas y pueblos. Ya en la revolución neolítica y actualmente con el capitalismo, la dictadura del economicismo, del mercado y beneficio como ídolos: provoca toda una espiral de agresividad descontrolada y violencia.

Ante este economicismo que causa la injusticia, desigualdad y, como consecuencia, la violencia, el ser humano a lo largo de su historia ha establecido unos códigos éticos y morales que le hagan frente. Vemos, pues, que en lo más valioso y global de estos planteamientos neurocientíficos, se nos presenta una antropología y psicología integral donde lo físico-psíquico se inter-relaciona con lo cultural y moral, frente a relativismos e integrismos varios. Es un conocimiento e inteligencia global, emocional-sentimental, ética y social que co-relaciona la razón y la emoción, el pensamiento y el  sentimiento, la conciencia y la moral, que contempla pues la realidad y lo humano de forma integral.

Y en esta capacidad de generar humanización y vida ética, las religiones pueden aporta mucho y bueno como caudal de moral y espiritualidad que promueven la paz, la solidaridad y la justicia. Lo que conlleva todo un dialogo inter-cultural e inter-religioso, que haga posible una ética común (global) y un compromiso social compartido. Para, de esta forma, buscar unas relaciones familiares, sociales e internacionales justas y fraternas, lejos de toda injusticia y violencia. La actual desigualdad e injusticia social y global, donde unos pocos ricos acaparan, cada vez más, la mayor parte de los bienes a costa del empobrecimiento y exclusión de la mayoría de los seres humanos: es el caldo de cultivo de la violencia y guerras.

Todo esto lo ha enseñando muy  bien, desde antiguo, el pensamiento social y moral judeo-cristiano que entiende la paz como fruto de la justicia con los pobres, del desarrollo humano e integral de los pueblos, de la solidaridad fraterna, política e internacional que transforma las relaciones y estructuras de mal e injusticia. No hay paz allí donde existe desigualdad e injusticia social-global, donde no se respetan los derechos humanos y sociales; donde no se promueve un desarrollo humano, justo y digno para los pueblos. Como nos muestran los estudios sociales, las sociedades y pueblos con más armonía, salud integral y felicidad son aquellos con más justicia e igualdad. Con unas políticas públicas y sociales más avanzadas, con más equidad en el reparto de los bienes y recursos.

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Agustín Ortega Cabrera, Centro Loyola e ISTIC, es colaborador de Tendencias21 de las Religiones.
 
 
 



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