Imagen: high_resolution. Fuente: PhotoXpress.
Un equipo de investigadores de la Universidad Aalto de Finlandia ha logrado especificar cómo el cuerpo humano experimenta las emociones.
En general, las emociones condicionan nuestro estado mental y corporal para ayudarnos a afrontar los desafíos detectados en nuestro entorno. Por esa razón, las sensaciones que emergen de ciertos cambios corporales son una característica importante de nuestras experiencias emocionales.
"Las emociones ajustan no sólo nuestra salud mental, sino también nuestros estados corporales. De esta manera, nos ayudan a prepararnos para que podamos reaccionar rápidamente ante los peligros, pero también para que aprovechemos las oportunidades que nos ofrece nuestro entorno, como cualquier interacción social placentera", explica Lauri Nummenmaa, uno de los autores del estudio, en un comunicado de dicha Universidad.
Descubrimientos realizados
La conexión entre emociones y cuerpo hace posible, por ejemplo, que experimentemos la ansiedad como dolor en el pecho o que el enamoramiento desencadene cálidas sensaciones placenteras en todo nuestro organismo.
Pero los científicos de la Universidad de Aalto han logrado concretar cómo vive el organismo otras emociones. Descubrieron, entre otras cosas, que las emociones humanas más comunes desencadenan sensaciones corporales fuertes, y que los mapas corporales emocionales varían en función de las emociones.
También constataron que los mapas o patrones corporales de la emoción son los mismos en diversas culturas de Europa Occidental y del este asiático, lo que sugiere que las emociones y los patrones de sensaciones corporales que les corresponden tienen una base biológica.
"Estos resultados tienen implicaciones importantes para nuestra comprensión de las funciones de las emociones y su base corporal. Por otro lado, nos ayudan a entender diferentes trastornos emocionales y proporcionan nuevas herramientas para su diagnóstico", añaden los investigadores.
En general, las emociones condicionan nuestro estado mental y corporal para ayudarnos a afrontar los desafíos detectados en nuestro entorno. Por esa razón, las sensaciones que emergen de ciertos cambios corporales son una característica importante de nuestras experiencias emocionales.
"Las emociones ajustan no sólo nuestra salud mental, sino también nuestros estados corporales. De esta manera, nos ayudan a prepararnos para que podamos reaccionar rápidamente ante los peligros, pero también para que aprovechemos las oportunidades que nos ofrece nuestro entorno, como cualquier interacción social placentera", explica Lauri Nummenmaa, uno de los autores del estudio, en un comunicado de dicha Universidad.
Descubrimientos realizados
La conexión entre emociones y cuerpo hace posible, por ejemplo, que experimentemos la ansiedad como dolor en el pecho o que el enamoramiento desencadene cálidas sensaciones placenteras en todo nuestro organismo.
Pero los científicos de la Universidad de Aalto han logrado concretar cómo vive el organismo otras emociones. Descubrieron, entre otras cosas, que las emociones humanas más comunes desencadenan sensaciones corporales fuertes, y que los mapas corporales emocionales varían en función de las emociones.
También constataron que los mapas o patrones corporales de la emoción son los mismos en diversas culturas de Europa Occidental y del este asiático, lo que sugiere que las emociones y los patrones de sensaciones corporales que les corresponden tienen una base biológica.
"Estos resultados tienen implicaciones importantes para nuestra comprensión de las funciones de las emociones y su base corporal. Por otro lado, nos ayudan a entender diferentes trastornos emocionales y proporcionan nuevas herramientas para su diagnóstico", añaden los investigadores.
De izquierda a derecha y de arriba abajo, patrones de las emociones humanas en el cuerpo: ira, miedo, disgusto, felicidad, tristeza, sorpresa, neutralidad, ansiedad, amor, depresión, desprecio, orgullo, vergüenza y envidia. Fuente: Universidad de Aalto.
La composición de los mapas
El estudio fue llevado a cabo online con más de 700 personas procedentes de Finlandia, Suecia y Taiwán. Los científicos indujeron diferentes estados emocionales en los participantes.
Posteriormente, a éstos se les mostraron imágenes de cuerpos humanos a través de la pantalla de un ordenador, y se les pidió que coloreasen las regiones corporales cuya actividad sentían creciente o decreciente según la emoción.
Diferentes emociones pudieron así asociarse, de manera consistente, con las estadísticas de las sensaciones corporales definidas por los voluntarios en el trascurso de los experimentos, explican los investigadores en un artículo aparecido en PNAS.
En la imagen ilustrativa resultante puede verse, por ejemplo, cómo el amor y la felicidad son vividos con casi todo el cuerpo; mientras que la envida o el desprecio se viven en áreas más reducidas del organismo.
Reacción del cuerpo e intensidad emocional
El cuerpo no sólo refleja las emociones que sentimos, sino que además puede influir en cómo las sentimos. Al menos eso es lo que se desprendió de un estudio realizado en 2013 por científicos de la Brighton and Sussex Medical School del Reino Unido.
En aquel caso, se descubrió que la forma en que nuestras mentes reaccionan y procesan emociones ajenas varía en función del estado fisiológico de nuestro corazón.
En concreto, el estudio constató que si se ve una cara con expresión de miedo durante la sístole (contracción miocárdica, durante la cual el corazón expulsa la sangre que hay en su interior) percibimos esa emoción de manera más intensa que si se ve la misma cara de miedo durante la diástole (período en el que el corazón se relaja después de una contracción).
Por otro lado, un segundo experimento demostró la importancia de la amígdala cerebral -que responde a estímulos sentidos por otras partes del organismo- en el procesamiento de información emocional procedente de otros individuos.
El estudio fue llevado a cabo online con más de 700 personas procedentes de Finlandia, Suecia y Taiwán. Los científicos indujeron diferentes estados emocionales en los participantes.
Posteriormente, a éstos se les mostraron imágenes de cuerpos humanos a través de la pantalla de un ordenador, y se les pidió que coloreasen las regiones corporales cuya actividad sentían creciente o decreciente según la emoción.
Diferentes emociones pudieron así asociarse, de manera consistente, con las estadísticas de las sensaciones corporales definidas por los voluntarios en el trascurso de los experimentos, explican los investigadores en un artículo aparecido en PNAS.
En la imagen ilustrativa resultante puede verse, por ejemplo, cómo el amor y la felicidad son vividos con casi todo el cuerpo; mientras que la envida o el desprecio se viven en áreas más reducidas del organismo.
Reacción del cuerpo e intensidad emocional
El cuerpo no sólo refleja las emociones que sentimos, sino que además puede influir en cómo las sentimos. Al menos eso es lo que se desprendió de un estudio realizado en 2013 por científicos de la Brighton and Sussex Medical School del Reino Unido.
En aquel caso, se descubrió que la forma en que nuestras mentes reaccionan y procesan emociones ajenas varía en función del estado fisiológico de nuestro corazón.
En concreto, el estudio constató que si se ve una cara con expresión de miedo durante la sístole (contracción miocárdica, durante la cual el corazón expulsa la sangre que hay en su interior) percibimos esa emoción de manera más intensa que si se ve la misma cara de miedo durante la diástole (período en el que el corazón se relaja después de una contracción).
Por otro lado, un segundo experimento demostró la importancia de la amígdala cerebral -que responde a estímulos sentidos por otras partes del organismo- en el procesamiento de información emocional procedente de otros individuos.
Referencia bibliográfica:
L. Nummenmaa, E. Glerean, R. Hari, J. K. Hietanen. Bodily maps of emotions. Proceedings of the National Academy of Sciences (2013). DOI: 10.1073/pnas.1321664111.
L. Nummenmaa, E. Glerean, R. Hari, J. K. Hietanen. Bodily maps of emotions. Proceedings of the National Academy of Sciences (2013). DOI: 10.1073/pnas.1321664111.