Imagen: Jgranja78. Fuente: Pixabay.
El a menudo deleznable comportamiento del ser humano hacia los animales (un triste y aterrorizador ejemplo es que nos encontremos en medio de una extinción masiva que se ha dado en llamar extinción del Antropoceno) tiene en parte su origen en la visión que tenemos de ellos como seres “inferiores”, es decir, sin algunas de nuestras capacidades cognitivas como la autoconsciencia o la sensibilidad.
No debemos olvidar que en la base de la crueldad de nuestra especie se halla, según los neurólogos, la tendencia a desconectar neurológicamente (a no empatizar) de aquello que consideramos distinto. Dado que nuestras capacidades cognitivas más desarrolladas nos hacen pensarnos superiores –y, por tanto, diferentes- al resto de los seres vivos que pueblan nuestro planeta, la crueldad hacia ellos puede parecer legitimada.
Sin embargo, la ciencia va desmintiendo poco a poco nuestra visión de los animales no humanos (incluso nuestra supuesta superioridad cognitiva sobre otros homínidos, como el Neandertal, pero esa es otra historia).
Ya en 2003, una investigadora del pensamiento animal llamada Joëlle Proust nos enseñaba en un libro titulado Animaux Pensent-Ils (Les)? que los animales, al igual que nosotros, son capaces de engendrar conceptos y formar representaciones mentales, a partir de la información que obtienen de su entorno.
En los últimos lustros, diversos trabajos sobre la consciencia animal han añadido razón a Proust. Los hallazgos realizados en ellos apuntan a una consciencia en los animales no humanos superior a lo que se pensaba y, por tanto, conllevan una implicación moral: Deberíamos empezar a tener en cuenta los derechos de los animales e intentar redefinir desde una nueva óptica (curiosamente más “humana”) nuestras relaciones con ellos.
Dos investigaciones recientes van esta línea. Han demostrado que los perros son capaces de reconocerse a sí mismos, es decir, que tienen autoconsciencia; y que los elefantes tienen consciencia de su propio cuerpo.
El olfato demuestra la autoconsciencia de los perros
El primero de estos estudios ha sido realizado por científicos del Departamento de Psicología del Barnard College de Estados Unidos. En él, se usó una prueba de olfato para evaluar la capacidad de los perros para reconocerse a sí mismos.
La prueba fue aplicada a un total de treinta y seis perros domésticos, que iban acompañados por sus dueños, y consistió en darles a oler a los perros un objeto impregnado con su propio olor, por una parte, y otro con su propio olor más un olor diferente.
En todos los casos, los perros se detuvieron más tiempo a oler el objeto con un olor adicional lo que, según los autores del estudio, implicaría que estos animales son capaces de reconocer rápidamente su olor o tienen una “imagen mental” de su propio olor.
En general, los especialistas suelen medir la autoconsciencia de los animales con la llamada "prueba de autorreconocimiento en el espejo", que consiste en ponerlos delante de un espejo para ver si entienden que su reflejo se corresponde con ellos mismos. Hasta ahora, solo unas pocas especies se han mostrado capaces de este tipo de autorreconocimiento: los grandes simios, los delfines, las urracas y los elefantes.
Sin embargo, algunos científicos habían señalado que esta prueba presenta limitaciones para medir la capacidad de pensamiento complejo y comprensión de otras especies, pues muchas de ellas tienen más desarrollados otros sentidos. Por tanto, habría que ajustar las pruebas de autorreconocimiento a las habilidades sensoriales y cognitivas de cada especie, para poder determinar su autoconsciencia.
Esto es lo que se ha hecho en esta investigación, por eso se ha podido demostrar que los perros también tienen capacidad de autorreconocimiento y que esta no es “una característica exclusiva de grandes simios, humanos y algunos otros animales”, explica la directora del estudio, Alexandra Horowitz.
No debemos olvidar que en la base de la crueldad de nuestra especie se halla, según los neurólogos, la tendencia a desconectar neurológicamente (a no empatizar) de aquello que consideramos distinto. Dado que nuestras capacidades cognitivas más desarrolladas nos hacen pensarnos superiores –y, por tanto, diferentes- al resto de los seres vivos que pueblan nuestro planeta, la crueldad hacia ellos puede parecer legitimada.
Sin embargo, la ciencia va desmintiendo poco a poco nuestra visión de los animales no humanos (incluso nuestra supuesta superioridad cognitiva sobre otros homínidos, como el Neandertal, pero esa es otra historia).
Ya en 2003, una investigadora del pensamiento animal llamada Joëlle Proust nos enseñaba en un libro titulado Animaux Pensent-Ils (Les)? que los animales, al igual que nosotros, son capaces de engendrar conceptos y formar representaciones mentales, a partir de la información que obtienen de su entorno.
En los últimos lustros, diversos trabajos sobre la consciencia animal han añadido razón a Proust. Los hallazgos realizados en ellos apuntan a una consciencia en los animales no humanos superior a lo que se pensaba y, por tanto, conllevan una implicación moral: Deberíamos empezar a tener en cuenta los derechos de los animales e intentar redefinir desde una nueva óptica (curiosamente más “humana”) nuestras relaciones con ellos.
Dos investigaciones recientes van esta línea. Han demostrado que los perros son capaces de reconocerse a sí mismos, es decir, que tienen autoconsciencia; y que los elefantes tienen consciencia de su propio cuerpo.
El olfato demuestra la autoconsciencia de los perros
El primero de estos estudios ha sido realizado por científicos del Departamento de Psicología del Barnard College de Estados Unidos. En él, se usó una prueba de olfato para evaluar la capacidad de los perros para reconocerse a sí mismos.
La prueba fue aplicada a un total de treinta y seis perros domésticos, que iban acompañados por sus dueños, y consistió en darles a oler a los perros un objeto impregnado con su propio olor, por una parte, y otro con su propio olor más un olor diferente.
En todos los casos, los perros se detuvieron más tiempo a oler el objeto con un olor adicional lo que, según los autores del estudio, implicaría que estos animales son capaces de reconocer rápidamente su olor o tienen una “imagen mental” de su propio olor.
En general, los especialistas suelen medir la autoconsciencia de los animales con la llamada "prueba de autorreconocimiento en el espejo", que consiste en ponerlos delante de un espejo para ver si entienden que su reflejo se corresponde con ellos mismos. Hasta ahora, solo unas pocas especies se han mostrado capaces de este tipo de autorreconocimiento: los grandes simios, los delfines, las urracas y los elefantes.
Sin embargo, algunos científicos habían señalado que esta prueba presenta limitaciones para medir la capacidad de pensamiento complejo y comprensión de otras especies, pues muchas de ellas tienen más desarrollados otros sentidos. Por tanto, habría que ajustar las pruebas de autorreconocimiento a las habilidades sensoriales y cognitivas de cada especie, para poder determinar su autoconsciencia.
Esto es lo que se ha hecho en esta investigación, por eso se ha podido demostrar que los perros también tienen capacidad de autorreconocimiento y que esta no es “una característica exclusiva de grandes simios, humanos y algunos otros animales”, explica la directora del estudio, Alexandra Horowitz.
Los elefantes pueden reconocer su cuerpo
Un segundo trabajo ha sido llevado a cabo en la Universidad de Cambridge. En él se realizó una prueba de "consciencia del cuerpo" con una serie de elefantes asiáticos. Esta prueba sirve para analizar cómo los animales reconocen que su propio cuerpo es un obstáculo para la resolución de una determinada tarea. Es decir, determina la comprensión que un animal tiene de su propio cuerpo en relación con su entorno físico.
Los investigadores unieron un palo a una colchoneta de goma con una cuerda, y obligaron a los elefantes a caminar sobre la colchoneta, recoger el palo, y pasarlo a un experimentador que estaba situado frente a ellos.
Lo que se quería averiguar es si los elefantes entendían el papel de sus cuerpos como obstáculo potencial para el éxito de esta tarea.
Para ello se observó cómo y cuándo los animales se quitaban de la colchoneta para poder entregar el palo. En un experimento de control, el palo no estaba atado a la colchoneta, por lo que el elefante podía entregarlo sin salir de ella.
Se constató que los elefantes salían de la colchoneta para darle el palo al experimentador significativamente más a menudo durante la prueba que durante el experimento de control.
En concreto, salieron de la colchoneta un promedio de 42 de las 48 veces en las que se hizo la prueba, en comparación con las tres veces que salieron durante el experimento de control.
"Los elefantes entendieron que sus cuerpos se interponían en el camino, por lo que se hicieron a un lado para poder completar la tarea”, explica el doctor Josh Plotnik, uno de los autores del estudio. "Esta es una prueba engañosamente simple, pero sus implicaciones son bastante profundas", sigue diciendo el científico: De hecho, “esto es algo que los niños pequeños no pueden entender hasta que tienen alrededor de dos años”.
Hasta ahora, los elefantes habían demostrado otras capacidades sorprendentes, como la cooperación reflexiva y la empatía, o la capacidad de reconocerse ante un espejo. La consciencia del propio cuerpo se suma ahora a estas otras capacidades cognitivas.
Por si esto no fuera suficiente para convencernos de la sensibilidad y las capacidades de los animales no humanos, y para mejorar en consecuencia nuestro trato con ellos, estudios previos habían demostrado, por ejemplo, que algunas especies son conscientes de lo que saben, y actúan en consecuencia. En cuervos, incluso ha llegado a detectarse las capacidades de predicción y generalización a partir de la experiencia.
Por tanto, evidentemente no somos tan distintos, aunque la evolución nos haya favorecido en parte. Tomar consciencia de esto se está volviendo cada vez más fundamental.
Un segundo trabajo ha sido llevado a cabo en la Universidad de Cambridge. En él se realizó una prueba de "consciencia del cuerpo" con una serie de elefantes asiáticos. Esta prueba sirve para analizar cómo los animales reconocen que su propio cuerpo es un obstáculo para la resolución de una determinada tarea. Es decir, determina la comprensión que un animal tiene de su propio cuerpo en relación con su entorno físico.
Los investigadores unieron un palo a una colchoneta de goma con una cuerda, y obligaron a los elefantes a caminar sobre la colchoneta, recoger el palo, y pasarlo a un experimentador que estaba situado frente a ellos.
Lo que se quería averiguar es si los elefantes entendían el papel de sus cuerpos como obstáculo potencial para el éxito de esta tarea.
Para ello se observó cómo y cuándo los animales se quitaban de la colchoneta para poder entregar el palo. En un experimento de control, el palo no estaba atado a la colchoneta, por lo que el elefante podía entregarlo sin salir de ella.
Se constató que los elefantes salían de la colchoneta para darle el palo al experimentador significativamente más a menudo durante la prueba que durante el experimento de control.
En concreto, salieron de la colchoneta un promedio de 42 de las 48 veces en las que se hizo la prueba, en comparación con las tres veces que salieron durante el experimento de control.
"Los elefantes entendieron que sus cuerpos se interponían en el camino, por lo que se hicieron a un lado para poder completar la tarea”, explica el doctor Josh Plotnik, uno de los autores del estudio. "Esta es una prueba engañosamente simple, pero sus implicaciones son bastante profundas", sigue diciendo el científico: De hecho, “esto es algo que los niños pequeños no pueden entender hasta que tienen alrededor de dos años”.
Hasta ahora, los elefantes habían demostrado otras capacidades sorprendentes, como la cooperación reflexiva y la empatía, o la capacidad de reconocerse ante un espejo. La consciencia del propio cuerpo se suma ahora a estas otras capacidades cognitivas.
Por si esto no fuera suficiente para convencernos de la sensibilidad y las capacidades de los animales no humanos, y para mejorar en consecuencia nuestro trato con ellos, estudios previos habían demostrado, por ejemplo, que algunas especies son conscientes de lo que saben, y actúan en consecuencia. En cuervos, incluso ha llegado a detectarse las capacidades de predicción y generalización a partir de la experiencia.
Por tanto, evidentemente no somos tan distintos, aunque la evolución nos haya favorecido en parte. Tomar consciencia de esto se está volviendo cada vez más fundamental.
Referencias bibliográficas:
Alexandra Horowitz. Smelling themselves: Dogs investigate their own odours longer when modified in an “olfactory mirror” test. Behavioural Processes (2017). DOI: 10.1016/j.beproc.2017.08.001.
Dale, R, and Plotnik, JM. Elephants know when their bodies are obstacles to success in a novel transfer task. Scientific Reports (2017). DOI: 10.1038/srep46309.
Alexandra Horowitz. Smelling themselves: Dogs investigate their own odours longer when modified in an “olfactory mirror” test. Behavioural Processes (2017). DOI: 10.1016/j.beproc.2017.08.001.
Dale, R, and Plotnik, JM. Elephants know when their bodies are obstacles to success in a novel transfer task. Scientific Reports (2017). DOI: 10.1038/srep46309.