Un equipo de científicos de la NASA y otros centros de investigación han conseguido, por vez primera, comprender al detalle los efectos del impacto de un pequeño asteroide contra la Tierra.
Ha sido gracias a los datos obtenidos durante la irrupción de un meteorito en nuestra atmósfera, en concreto sobre la ciudad rusa de Chelyabinsk el 15 de febrero de 2013.
Aquel objeto tenía unos 20 metros de diámetro y liberó una energía equivalente a 30 veces la de la bomba atómica de Hiroshima. Según la NASA, la información recopilada de él ha revolucionado la comprensión científica del fenómeno natural de la caída de meteoritos sobre nuestro planeta.
El incidente de Chelyabinsk fue registrado por las cámaras de los ciudadanos y otros medios, lo que ha proporcionado una oportunidad única para calibrar el evento, con importantes implicaciones para el estudio de los llamados “objetos próximos a la Tierra” (NEO), que son cometas y asteroides atrapados por la atracción del Sol o de los distintos planetas en órbitas que podrían hacerlos penetrar en las cercanías terrestres.
Los científicos creen que sus hallazgos ayudarán a desarrollar estrategias de reducción del riesgo que los NEO entrañan para la Tierra. De hecho, científicos de nueve países han establecido un nuevo punto de referencia para futuros modelos sobre el impacto de un asteroide.
El secreto en las imágenes de vídeo
Los investigadores Olga Popova, del Instituto de Dinámica de la Geoesfera de la Academia de las Ciencias rusa, y
Peter Jenniskens, astrónomo del Ames Research Center de la NASA y del Instituto SETI, analizaron las imágenes de vídeo grabadas por los ciudadanos, y calcularon a partir de ellas la velocidad de impacto del meteoro de Chelyabinsk.
Así pudieron concretar que éste penetró en la atmósfera terrestre a una velocidad de 19 kilómetros por segundo y que, a medida que atravesaba la atmósfera, se rompió en pedazos, sobre todo a una distancia de 30 kilómetros de la superficie planetaria. En ese momento, el meteorito emitió una luz más brillante que la del Sol, y que pudo verse a una distancia de hasta 100 kilómetros.
Debido al calor extremo del evento, muchos de los fragmentos del meteorito se vaporizaron antes de abandonar la resplandeciente nube formada por todos los restos. Los científicos creen que entre 4.000 y 6.000 kilos de pedazos alcanzaron el suelo. Entre ellos, había un fragmento de unos 650 kilogramos que fue recuperado por buzos profesionales en el lago Chebarkul en el mes de octubre.
Un pasado inquieto
Los investigadores de la NASA, que participan en un estudio llevado a cabo por un consorcio de 59 miembros, sospechan que el meteorito presentaba una abundancia de fracturas de impacto antes de caer a la Tierra, lo que contribuyó a su descomposición en la atmósfera superior.
Los restos disponibles han sido analizados para comprender el origen de esas fracturas y sus propiedades físicas. Se ha descubierto así que el impacto que creó dichas fracturas pudo haber ocurrido hace 4.400 millones años, 115 millones de años después de la formación del Sistema Solar.
Los científicos del Instituto de Geología and Mineralogía (IGM) de Novosibirsk que, dirigidos por Victor Sharygin, también han estudiado los fragmentos, creen que el meteorito de Chelyabinsk pudo haber colisionado con otro objeto antes de caer a la Tierra o bien haber pasado tan cerca del Sol como para sufrir efectos similares a los de una colisión, ha publicado la European Association of Geochemistry a través de Alphagalileo.
Ha sido gracias a los datos obtenidos durante la irrupción de un meteorito en nuestra atmósfera, en concreto sobre la ciudad rusa de Chelyabinsk el 15 de febrero de 2013.
Aquel objeto tenía unos 20 metros de diámetro y liberó una energía equivalente a 30 veces la de la bomba atómica de Hiroshima. Según la NASA, la información recopilada de él ha revolucionado la comprensión científica del fenómeno natural de la caída de meteoritos sobre nuestro planeta.
El incidente de Chelyabinsk fue registrado por las cámaras de los ciudadanos y otros medios, lo que ha proporcionado una oportunidad única para calibrar el evento, con importantes implicaciones para el estudio de los llamados “objetos próximos a la Tierra” (NEO), que son cometas y asteroides atrapados por la atracción del Sol o de los distintos planetas en órbitas que podrían hacerlos penetrar en las cercanías terrestres.
Los científicos creen que sus hallazgos ayudarán a desarrollar estrategias de reducción del riesgo que los NEO entrañan para la Tierra. De hecho, científicos de nueve países han establecido un nuevo punto de referencia para futuros modelos sobre el impacto de un asteroide.
El secreto en las imágenes de vídeo
Los investigadores Olga Popova, del Instituto de Dinámica de la Geoesfera de la Academia de las Ciencias rusa, y
Peter Jenniskens, astrónomo del Ames Research Center de la NASA y del Instituto SETI, analizaron las imágenes de vídeo grabadas por los ciudadanos, y calcularon a partir de ellas la velocidad de impacto del meteoro de Chelyabinsk.
Así pudieron concretar que éste penetró en la atmósfera terrestre a una velocidad de 19 kilómetros por segundo y que, a medida que atravesaba la atmósfera, se rompió en pedazos, sobre todo a una distancia de 30 kilómetros de la superficie planetaria. En ese momento, el meteorito emitió una luz más brillante que la del Sol, y que pudo verse a una distancia de hasta 100 kilómetros.
Debido al calor extremo del evento, muchos de los fragmentos del meteorito se vaporizaron antes de abandonar la resplandeciente nube formada por todos los restos. Los científicos creen que entre 4.000 y 6.000 kilos de pedazos alcanzaron el suelo. Entre ellos, había un fragmento de unos 650 kilogramos que fue recuperado por buzos profesionales en el lago Chebarkul en el mes de octubre.
Un pasado inquieto
Los investigadores de la NASA, que participan en un estudio llevado a cabo por un consorcio de 59 miembros, sospechan que el meteorito presentaba una abundancia de fracturas de impacto antes de caer a la Tierra, lo que contribuyó a su descomposición en la atmósfera superior.
Los restos disponibles han sido analizados para comprender el origen de esas fracturas y sus propiedades físicas. Se ha descubierto así que el impacto que creó dichas fracturas pudo haber ocurrido hace 4.400 millones años, 115 millones de años después de la formación del Sistema Solar.
Los científicos del Instituto de Geología and Mineralogía (IGM) de Novosibirsk que, dirigidos por Victor Sharygin, también han estudiado los fragmentos, creen que el meteorito de Chelyabinsk pudo haber colisionado con otro objeto antes de caer a la Tierra o bien haber pasado tan cerca del Sol como para sufrir efectos similares a los de una colisión, ha publicado la European Association of Geochemistry a través de Alphagalileo.
Fragmentos del meteorito de Chelyabinsk. Imagen: Victor Sharygin. Fuente: IGM.
Características específicas
El pasado mes de agosto, el equipo del IGM detallaba las características de este meteorito: pertenece a un tipo conocido como condrita LL5, que comúnmente experimenta procesos de fusión antes de caer a la Tierra.
A partir de su color y de su estructura, los investigadores dividieron los fragmentos del meteorito encontrados en tres tipos: claros, oscuros e intermedios. Los fragmentos más claros son los que se encuentran más a menudo, pero los oscuros aparecieron con una frecuencia creciente a lo largo de la trayectoria del meteorito, con la mayor cantidad localizada cerca de donde el objeto golpeó la superficie de la Tierra.
Estos trozos contienen una gran proporción de material de grano fino, y su estructura, textura y composición mineral muestran que se formaron por un proceso de fusión muy intensa, probablemente bien por una colisión con otro cuerpo bien por una aproximación al Sol, como se ha dicho.
Por otra parte, este material difiere de la "corteza de fusión", la capa delgada de la superficie de los meteoritos que se derrite a medida que atraviesan la atmósfera terrestre, y que luego se solidifica.
El equipo ha encontrado asimismo pequeñas cantidades de elementos del grupo del platino en la corteza de fusión del meteorito, cuya presencia es inusual y podría estar relacionada con cambios en la composición por la fusión y la oxidación por contacto con el oxígeno del aire.
Todos estos hallazgos fueron realizados con herramientas de tecnología punta, como un microscopio electrónico de barrido, una microsonda electrónica o la cromatografía de gases-espectrometría de masas (GC-MS), una técnica que permite separar componentes para su análisis.
El pasado mes de agosto, el equipo del IGM detallaba las características de este meteorito: pertenece a un tipo conocido como condrita LL5, que comúnmente experimenta procesos de fusión antes de caer a la Tierra.
A partir de su color y de su estructura, los investigadores dividieron los fragmentos del meteorito encontrados en tres tipos: claros, oscuros e intermedios. Los fragmentos más claros son los que se encuentran más a menudo, pero los oscuros aparecieron con una frecuencia creciente a lo largo de la trayectoria del meteorito, con la mayor cantidad localizada cerca de donde el objeto golpeó la superficie de la Tierra.
Estos trozos contienen una gran proporción de material de grano fino, y su estructura, textura y composición mineral muestran que se formaron por un proceso de fusión muy intensa, probablemente bien por una colisión con otro cuerpo bien por una aproximación al Sol, como se ha dicho.
Por otra parte, este material difiere de la "corteza de fusión", la capa delgada de la superficie de los meteoritos que se derrite a medida que atraviesan la atmósfera terrestre, y que luego se solidifica.
El equipo ha encontrado asimismo pequeñas cantidades de elementos del grupo del platino en la corteza de fusión del meteorito, cuya presencia es inusual y podría estar relacionada con cambios en la composición por la fusión y la oxidación por contacto con el oxígeno del aire.
Todos estos hallazgos fueron realizados con herramientas de tecnología punta, como un microscopio electrónico de barrido, una microsonda electrónica o la cromatografía de gases-espectrometría de masas (GC-MS), una técnica que permite separar componentes para su análisis.
La importancia de conocer
De los más de 600.000 asteroides de los que se tiene constancia en nuestro Sistema Solar, unos 10.000 están catalogados como NEO, es decir, sus órbitas pasarán cerca de la de nuestro planeta.
El evento de Chelyabinsk está considerado la prueba definitiva de que alguno de estos cuerpos celestes podría llegar a impactar con la Tierra, como ya ocurrió en el pasado. Dada su peligrosidad, los investigadores se afanan por comprender mejor el origen y naturaleza de los NEO. Sus estudios resultarán esenciales para descubrir cualquier objeto potencialmente peligroso.
Pero el estudio de los NEO no es sólo importante porque éstos representen una amenaza. Los asteroides y cometas suponen además una valiosa oportunidad para comprender los orígenes de nuestro Sistema Solar, el origen del agua de la Tierra, e incluso el origen de las moléculas orgánicas que condujeron al desarrollo de la vida.
Y es que, tal y como reveló un experimento de simulación reciente, los bloques básicos de la biología pudieron crearse en polvo interplanetario helado, y ser transportados hasta nuestro planeta a bordo de un cometa o de meteoritos, para dar lugar en él a la vida al propiciar la formación de proteínas, enzimas y moléculas más complejas.
De los más de 600.000 asteroides de los que se tiene constancia en nuestro Sistema Solar, unos 10.000 están catalogados como NEO, es decir, sus órbitas pasarán cerca de la de nuestro planeta.
El evento de Chelyabinsk está considerado la prueba definitiva de que alguno de estos cuerpos celestes podría llegar a impactar con la Tierra, como ya ocurrió en el pasado. Dada su peligrosidad, los investigadores se afanan por comprender mejor el origen y naturaleza de los NEO. Sus estudios resultarán esenciales para descubrir cualquier objeto potencialmente peligroso.
Pero el estudio de los NEO no es sólo importante porque éstos representen una amenaza. Los asteroides y cometas suponen además una valiosa oportunidad para comprender los orígenes de nuestro Sistema Solar, el origen del agua de la Tierra, e incluso el origen de las moléculas orgánicas que condujeron al desarrollo de la vida.
Y es que, tal y como reveló un experimento de simulación reciente, los bloques básicos de la biología pudieron crearse en polvo interplanetario helado, y ser transportados hasta nuestro planeta a bordo de un cometa o de meteoritos, para dar lugar en él a la vida al propiciar la formación de proteínas, enzimas y moléculas más complejas.