Imagen: Unsplash. Fuente: Pixabay.
Que sintamos miedo o placer en un entorno y la forma en que exploramos dicho entorno está relacionado con nuestra percepción combinada del espacio y de nuestros cuerpos, ha revelado una investigación llevada a cabo en un entorno de realidad virtual.
El estudio, publicado en la revista Heliyon, sugiere que el cerebro utiliza la interacción de estos factores para controlar nuestra experiencia emocional y nuestra exploración de los contextos físicos.
"Nuestra hipótesis era que la experiencia emocional y la exploración del entorno no están solo desencadenadas por estímulos ambientales, sino que el cerebro regula ambas cosas (la experiencia emocional y la conducta exploratoria) a partir de la percepción del propio cuerpo y del contexto espacial, en relación uno con otro", explica el autor principal de la investigación, el Dr. Martin Dobricki, de la Universidad de Würzburg, en Alemania.
El estudio, publicado en la revista Heliyon, sugiere que el cerebro utiliza la interacción de estos factores para controlar nuestra experiencia emocional y nuestra exploración de los contextos físicos.
"Nuestra hipótesis era que la experiencia emocional y la exploración del entorno no están solo desencadenadas por estímulos ambientales, sino que el cerebro regula ambas cosas (la experiencia emocional y la conducta exploratoria) a partir de la percepción del propio cuerpo y del contexto espacial, en relación uno con otro", explica el autor principal de la investigación, el Dr. Martin Dobricki, de la Universidad de Würzburg, en Alemania.
Ver y sentir
Dobricki y sus colaboradores probaron su teoría observando si la “entrada sensorial” (la llegada de estímulos) sobre el modo de andar (propio) de una serie de participantes, y la entrada sensorial de esos mismos participantes sobre su contexto espacial controlaban de manera interdependiente su experiencia emocional y su exploración de los entornos.
Para analizar esto, se situó a una serie de voluntarios en un claro de bosque virtual, de tamaño natural, y se les hizo caminar sobre un tablón de madera que estaba, bien en el suelo, bien en el aire en el aire.
Como era de esperar, el modo de andar “en el aire” intensificó la percepción del contexto como negativo y aterrador, en comparación con el momento en que los voluntarios caminaban sobre el suelo. Pero, sorprendentemente, cuando los voluntarios caminaron del mismo modo –como si estuvieran en el aire- pro el suelo, esto les hizo sentir más emociones positivas sobre su contexto.
Este modo de andar hizo que la gente explorara el contexto más por debajo del horizonte (cuando el tablón estaba en el aire); y más por encima del horizonte, cuando estaba en el suelo.
No somos máquinas
Estos hallazgos sugieren, según los autores del estudio, que la información que nuestros órganos sensoriales nos proporcionan de los entornos y la información que nos dan sobre nuestra manera de andar se influyen entre sí.
"Nuestra investigación muestra que no somos máquinas de estímulo-respuesta; sino que nuestras emociones y nuestro comportamiento están basados ambos en la percepción interdependiente de nosotros y el mundo", explica Dobricki.
"Esperamos que nuestros hallazgos inspiren a otras personas a ver la interacción cuerpo-entorno que hemos identificado. Por ejemplo, que se hagan experimentos como pedir a la gente que explique qué emociones les induce el hecho de caminar o nadar podrían dar lugar a muchos hallazgos interesantes y sorprendentes y podría conducir a nuevas técnicas de gestión de la respuesta emocional", concluye el científico.
Dobricki y sus colaboradores probaron su teoría observando si la “entrada sensorial” (la llegada de estímulos) sobre el modo de andar (propio) de una serie de participantes, y la entrada sensorial de esos mismos participantes sobre su contexto espacial controlaban de manera interdependiente su experiencia emocional y su exploración de los entornos.
Para analizar esto, se situó a una serie de voluntarios en un claro de bosque virtual, de tamaño natural, y se les hizo caminar sobre un tablón de madera que estaba, bien en el suelo, bien en el aire en el aire.
Como era de esperar, el modo de andar “en el aire” intensificó la percepción del contexto como negativo y aterrador, en comparación con el momento en que los voluntarios caminaban sobre el suelo. Pero, sorprendentemente, cuando los voluntarios caminaron del mismo modo –como si estuvieran en el aire- pro el suelo, esto les hizo sentir más emociones positivas sobre su contexto.
Este modo de andar hizo que la gente explorara el contexto más por debajo del horizonte (cuando el tablón estaba en el aire); y más por encima del horizonte, cuando estaba en el suelo.
No somos máquinas
Estos hallazgos sugieren, según los autores del estudio, que la información que nuestros órganos sensoriales nos proporcionan de los entornos y la información que nos dan sobre nuestra manera de andar se influyen entre sí.
"Nuestra investigación muestra que no somos máquinas de estímulo-respuesta; sino que nuestras emociones y nuestro comportamiento están basados ambos en la percepción interdependiente de nosotros y el mundo", explica Dobricki.
"Esperamos que nuestros hallazgos inspiren a otras personas a ver la interacción cuerpo-entorno que hemos identificado. Por ejemplo, que se hagan experimentos como pedir a la gente que explique qué emociones les induce el hecho de caminar o nadar podrían dar lugar a muchos hallazgos interesantes y sorprendentes y podría conducir a nuevas técnicas de gestión de la respuesta emocional", concluye el científico.
Referencia bibliográfica:
Martin Dobricki, Paul Pauli. Sensorimotor body-environment interaction serves to regulate emotional experience and exploratory behavior. Heliyon (2016). DOI: 10.1016/j.heliyon.2016.e00173.
Martin Dobricki, Paul Pauli. Sensorimotor body-environment interaction serves to regulate emotional experience and exploratory behavior. Heliyon (2016). DOI: 10.1016/j.heliyon.2016.e00173.