'Naturaleza humana 2.0' investiga si se está creando un nuevo ser humano

Auspiciado por la Universidad Comillas, concluye tras tres años con un Simposio Internacional, que se celebra en Madrid el 11 de febrero


El proyecto Naturaleza Humana 2.0 ha sido en los últimos tres años un foro de análisis y discusión de cuantas preguntas pueden plantearse hoy desde la ciencia, la biología, la neurología, la antropología, la psicología y la filosofía, en torno a nuestra condición humana. Este proyecto financiado por la Universidad Comillas, ha contado con la participación de profesores de trece universidades españolas. En el marco de la biología, ha surgido la pregunta por la espiritualidad humana. Los próximos días 11-13 de febrero, se presentarán las conclusiones del proyecto en un Simposio Internacional celebrado en la Universidad Comillas de Madrid. Por Javier Monserrat.


Javier Monserrat
26/01/2016

El proyecto de investigación Naturaleza humana 2.0, auspiciado por la Universidad Comillas, se ha planteado, a lo largo de más tres años, numerosas preguntas; ha considerado hechos y nuevos marcos teóricos, ha dialogado con las ciencias de la computación, la tecnología, la biología,  la neurología, la medicina, la antropología y la sociología, enfocándolo todo a dilucidar la gran cuestión acerca de la naturaleza humana.
 
¿Está cambiando la naturaleza humana? ¿El hombre de nuestra cultura tecnológica sigue siendo el hombre de siempre? ¿Es el hombre reducible a tecnología, computación, biología o neurología? ¿Dónde reside lo específicamente humano? ¿Puede hablarse hoy de una naturalización de la espiritualidad? El proyecto Naturaleza humana 2.0 concluye con un Simposio Internacional en los días 11-13 de febrero en la Universidad Comillas de Madrid, con figuras como Morgado, Rizzollatti o Floridi, que, sin duda, dará pie a replantear nuestro conocimiento actual de la naturaleza humana, de lo que somos y de lo que quizá podamos ser en el futuro.
 
El Simposio del 11-13 de febrero del 2016 se ha dividido en cuatro núcleos: tecnologías de la vida humana, neurociencias, tecnologías de la información y de la web y naturalización de la espiritualidad.  La organización del Simposio anima a cuantos se interesen por estas cuestiones trascendentes a inscribirse y participar. En un banner lateral pueden verse todos los datos precisos del Simposio. 

¿Qué es el hombre? ¿En qué consiste la naturaleza humana? El hombre forma parte del mundo físico y su naturaleza es física, dentro de la unidad del universo. El código genético explica hoy numerosas intervenciones que dan por supuesto el estricto determinismo, mecánico y ciego, de al menos una parte o una dimensión sustancial de nuestra naturaleza. Este determinismo puede pasar a la neurología que quedaría así reducida a interacciones causa-efecto puramente físicas.

Pero no está claro que la neurología nos dé esta pura imagen físico-determinista del hombre, puesto que nos abre a evidentes dimensiones de flexibilidad e indeterminación. La sociedad del conocimiento generada por la mente humana, que es una “mente neuronal”, podría ser un instrumento que sometiera al hombre a una determinación condicionante que limitara sus posibilidades; pero esto no debe suceder necesariamente porque somos hoy conscientes de la necesidad de construir la nueva ética de la sociedad de la información. Pero, ¿cómo entender entonces la naturaleza humana?

Las tecnologías de intervención biomédicas
 
La genética. El primer núcleo del Simposio es, pues, sobre las tecnologías de intervención biomédica básica en la vida humana. Con ello nos adentramos a un mundo biofísico de determinación, rígido y ciego. Este núcleo cuenta con la participación como ponente de Dr. Xavier Vendrell (Valencia) desde el punto de vista de los sistemas genómicos que será respondido desde un enfoque filosófico por el Dr. Alfredo Marcos de la Universidad de Valladolid. La genética y el conocimiento del genoma humano abren hoy en la ciencia un ámbito de conocimiento de consecuencias imprevisibles en todo su alcance futuro. Por una parte se constatan los mecanicismos deterministas que rigen la herencia genética y el desarrollo embrionario hasta el despliegue del nuevo ser.

El rigor determinista es una garantía para la estabilidad en la transmisión de la herencia y para la estabilidad del mismo ser humano que debe permanecer él mismo para construir su biografía personal.  Pero no sólo queda abierta, por tanto, la intervención genética para la identificación de las enfermedades y su curación, sino la más borrosa pero previsible intervención para controlar el propio cuerpo y la propia personalidad, así como también la de los demás.

Lo genético nos introduce, pues, en un nuevo campo de esperanzadoras perspectivas para el control del sufrimiento y el dominio de la naturaleza humana. No obstante, al mismo tiempo, introduce dimensiones nuevas del rígido determinismo básico que afecta a los seres vivos y al hombre. ¿Hasta dónde llega el determinismo? Si es un hecho que somos sistemas deterministas que rigen las estructuras básicas de nuestro ser humano, ¿cómo es posible para el hombre escapar a este determinismo?

La ciencia se funda en las evidencias empíricas. Es evidencia empírica la experiencia fenomenológica que se nos impone con una fuerza extraordinaria, tanto individual como social. Sabemos que sin duda estamos condicionados por muchos determinismos, y no en poca medida. Pero también tenemos la experiencia inequívoca de que somos seres personales que decidimos en gran parte nuestras acciones. Sabemos que no somos robots, aunque nuestra conducta esté sometida a grandes esclavitudes. Somos flexibles y tenemos la experiencia de que nuestra conciencia, nuestro sistema psíquico, nuestro conocimiento, nuestra acción voluntaria, en un sistema impreciso y muy oscilante de relaciones sociales, juegan un papel determinante en lo que somos. En nosotros hay algo distinto del puro determinismo ciego. La vida personal y la organización social están fundadas en esta persuasión.

Ahora bien, si las causas germinales de los seres vivos son una derivación de los sistemas genéticos, firmes y rígidos como sistemas de causa-efecto cerrados, que más bien inducirían a pensar que somos sólo sistemas robóticos ciegos, mecánicos y deterministas, entonces, ¿cuál sería la causa que produce en nosotros, y en los seres vivos, esa espontaneidad, esa flexibilidad que nos deja indeterminados en marcos oscilantes de posibilidades? Intuimos que la causa está relacionada con nuestra condición de seres vivos, con la sensibilidad y la conciencia que nos hacen un “sujeto psíquico”: un ser que genera desde la conciencia las acciones adaptativas que son flexibles y oscilantes, en gran parte indeterminadas. Pero, ¿cuál es entonces la causa de que haya sido producida en nosotros esa naturaleza psíquica, presente ya en los animales pero que en nosotros toma la forma de razón-emocional?

Longevidad y plasticidad celular.  Estas son, en efecto, dos dimensiones actuales de la investigación en torno a las posibilidades que ofrece la intervención genética. Así, se han identificado rutas bioquímicas que controlan la longevidad e incluso intervenciones farmacológicas que alargan la vida media de ratones e incluso de monos. Está además cercana la aplicación al hombre de similares recursos genéticos. Igualmente, por tecnologías genéticas, se puede cambiar el estado de diferenciación de las células, dándose hoy la posibilidad de usar la plasticidad celular para "rejuvenecer" tejidos. De todo ello hablará el Dr. Manuel Serrano Marugán, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, cuya conferencia final para el núcleo primero del Simposio será presentada por la Dra. Lydia Feito, de la Universidad Complutense de Madrid.

Estas dimensiones genéticas muestran hasta qué punto el hombre es un sistema físico, o mejor biofísico, que funciona por procesos que están determinados por las codificaciones genéticas radicales. El hombre es “físico” y no es de extrañar que durante mucho tiempo los médicos fueran conocidos como “físicos”. Pero, ¿hasta dónde llega la condición física del hombre? Sin embargo, sin negar que seamos físicos, nuestra propia autoexperiencia personal y social, ¿no está denotando que en nosotros hay algo que es cualitativamente distinto del modo de ser real propio del mundo puramente físico?  

Neurociencias

El segundo núcleo temático del Simposio se encabeza bajo el concepto de neurociencias. Con ello entramos en una de las evidencias científicas hoy incuestionables: que la biología aparece desde dentro del mundo físico y que la neurología es un sistema orgánico producido desde dentro del mundo biológico. Por ello los seres vivos son en su constitución o modo de ser real sistemas neuro-bio-físicos. Sus acciones deben de nacer, pues, del sistema nervioso que, a su vez, produce el mundo psíquico.

Esta es la hipótesis obvia de la que hay que partir. Las sensaciones, las percepciones, la conciencia, la atención, la subjetualidad  psíquica, el conocimiento, las emociones, el lenguaje, el pensamiento… son algo producido por la unidad psico-bio-física que constituye al hombre. Son una emergencia que brota de las posibilidades ontológicas propias de lo que constituye la esencia del universo, llámese “materia” o como se quiera.

Hoy se repite mucho que somos nuestro cerebro, y en cierto sentido es así. Sin embargo, sin negar que seamos bio-físicos, ¿la forma en que los humanos somos físicos es la misma forma en que se manifiesta el mecanicismo-determinista rígido y ciego de los procesos genéticos?

Este segundo núcleo temático comenzará, pues, por la ponencia neurológica del Dr. Ignacio Morgado, de la Universidad Autónoma de Barcelona que será complementado con la ponencia filosófica del Dr. Jesús Conill de la Universidad de Valencia. Se cerrará con la conferencia impartida por el Dr. Giacomo Riozzolatti, de la Università degli Studi di Parma y Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, que será presentado por el Dr. Javier Monserrat, de la Universidad Autónoma de Madrid.

Cómo funciona el cerebro. Sabemos, por lo dicho, que el hombre es una entidad psico-bio-física y que, al menos en una parte sustancial, funciona de una forma mecánica y determinista incuestionable, como sabemos hoy por el conocimiento de los códigos genéticos que regulan rígidamente el desarrollo embrionario y la naturaleza resultante de los procesos orgánicos. Estos (como la longevidad y la plasticidad celular) pueden ser intervenidos por técnicas biofísicas mecánicas y ciegas. Pero, ¿hasta dónde llega este mecanicismo determinista rígido?

La experiencia que tenemos de nuestro ser humano es una evidencia fenomenológica innegable, un hecho real, que parece mostrar que no somos puros seres robóticos, rígidos y ciegos. Esta experiencia de las peculiaridades del ser animal y humano no significa que no formemos parte de la unidad del proceso evolutivo del cosmos que lleva desde el nacimiento de la materia en el big bang, al desarrollo y conformación del universo, a la emergencia de la vida, de la sensibilidad-conciencia, y al psiquismo animal y humano, tal como antes indicábamos.

Pero, por una parte, el conocimiento científico de que los seres vivos son en parte mecánicos, deterministas, rígidos y ciegos, y, a la vez, por otra parte, el conocimiento de lo específico de nuestra experiencia fenomenológica, nos obligan a preguntarnos si nuestra actividad psíquica es sólo resultado de las cadenas causa-efecto deterministas y rígidas que en gran parte somos, o si, sin salirnos de la unidad evolutiva del universo, estamos causados por algo más que nos lleva a formas de causalidad nuevas que no son las que simplemente descubrimos en el puro determinismo biofísico que rige gran parte de las interacciones en el universo físico y psicobiofísico.

Queda, pues, en el aire la gran pregunta: ¿qué es el cerebro? ¿Qué formas de interacción y causalidad rigen en el sistema neuronal y cómo se ofrece una explicación de la naturaleza psico-bio-física del sistema nervioso que pueda explicar de forma satisfactoria lo que constituye la vida psíquica animal y humana? Sin duda que el Dr. Ignacio Morgado nos introducirá en un estudio del funcionamiento del sistema neuronal y la forma en que se produce la codificación de engramas, patrones neurales, que registran nuestro mundo sensible, perceptivo, nuestro conocimiento y nuestras emociones. Siempre atendiendo a la creatividad cerebral y a los procesos interpretativos con que el cerebro nos hace sentir el mundo de una forma útil, adaptativa, pero que no siempre es un reflejo fotográfico de la realidad.

Las neuronas espejo. ¿Qué es, pues, el cerebro? ¿Cómo funciona el sistema neural para producir el mundo psíquico interior en animales y hombres? Esta es, repetimos, la gran pregunta. Pues bien, la conferencia que pronunciará el científico italiano Giacomo Rizzolatti tocará sin duda el descubrimiento de las llamadas neuronas espejo, conocidas por primera vez por las investigaciones del mismo Rizzolatti, cuyo nombre sigue desde entonces unido al de las neuronas espejo. El descubrimiento consistió en advertir que la percepción por la vista, o por otros sistemas sensitivos, de procesos en curso en otros seres vivos objetivos (motores, emocionales, cognitivos…) producía la activación de estas neuronas espejo que inducían la reproducción de los mismos procesos en el sujeto percibiente.

Así, ver actividades motoras en el sujeto percibido induciría la pre-activación de los sistemas neuronales del sujeto percibiente que llevarían a los mismos estados motores; ver y sentir de diversas maneras la emoción o la alegría en el sujeto percibido induciría igualmente la activación de las neuronas espejo que produciría estados emocionales similares en el sujeto percibiente. Es explicable que el hecho de las neuronas espejo se considere hoy fundamento neurológico para hablar de la importancia de la imitación, del aprendizaje, de la empatía con los otros seres de la especie, y, en consecuencia, fundamento de la valoración del ser humano y de su sistema neural como una entidad esencialmente social, abierta, vinculada a los demás.

¿Qué es, pues, el cerebro y cómo funciona el sistema neural? Sin duda que las reflexiones del Dr. Rizzolatti ofrecerán evidencias empíricas de hechos en gran parte sorprendentes sobre la naturaleza funcional e interactiva del cerebro animal y humano. En este sentido contribuirán a perfilar lo que es realmente la naturaleza animal y humana. En definitiva hasta qué punto funciona por procesos mecanicistas biofísicos y hasta qué es necesario introducir nuevos sistemas causales, complementarios, para explicar lo que son evidencias empíricas incuestionables.

Fuente: Pixabay.
Tecnologías de la información y de la web  

El tercer núcleo temático del Simposio hace referencia al uso que puede hacer el hombre de su razón, fundada obviamente en su sistema neurológico, para orientar su vida.

En el fondo todo depende de qué sea realmente el ser humano y su mente racional, es decir, de hasta qué punto sea un sistema determinista, mecánico y  ciego, o, en su caso, que sea un ser cuya mente no responde a mecanismos robóticos sino que está producida por un sistema psico-bio-físico que puede explicar todo aquello que nosotros advertimos en nuestra experiencia fenomenológica. Es evidente que las posibilidades abiertas al hombre dependen de la naturaleza de su mente.

¿Una sola lógica o diversidad de lógicas? La primera ponencia del tercer núcleo está a cargo del Dr. Jörg Flum de la Albert-Ludwigs Universität Freiburg. Para Flum la mente humana no funciona regidamente por una sola forma de lógica determinante. Al contrario en la mente pueden implementarse diversas lógicas que, obviamente, generarían causalmente diversos modos funcionales de la mente. Si esto fuera sí, parecería dar a entender que la mente humana es abierta a diversas posibilidades, es flexible y no está rígidamente constreñida a un modo de funcionamiento ciego y determinista.

Sin embargo, el hecho es que la mente humana está sometida a fuertes presiones ambientales, físicas y sociales, que la impelen a unas funciones deterministas. La contestación filosófica al profesor Flum está a cargo del Dr. Javier Leach para quien el antiguo positivismo lógico ha dejado lugar en nuestros días a un positivismo tecnológico. El positivismo lógico buscaba unificar el saber y la unidad lógica de la mente. Sin embargo, el moderno positivismo tecnológico ha renunciado a unificar la lógica de la mente, buscando sólo un conocimiento tecnológico que sea capaz de resolver todos los problemas. Parecería que la sociedad científica actual hubiera renunciado en parte al saber desde siempre pretendido, o conocimiento universal, para centrarse en el uso instrumental o tecnológico de la ciencia.

¿Qué significa esto para el futuro de la naturaleza humana? El desarrollo impresionante de las nuevas tecnologías, en especial las tecnologías de la computación, serial o conexionista (PDP), han abierto sorprendentes expectativas para valorar el futuro de la evolución; y, en especial, de la evolución de la naturaleza humana. ¿Vamos a entrar en un mundo transhumano en que se producirá un cambio cualitativo en la ontología de la naturaleza humana? No es posible poner en duda que la especie humana podrá disponer de cyborgs a su servicio y que su actividad intelectual y puramente orgánico-biológica podrá disponer del apoyo de inmensas redes externas de computación al servicio del conocimiento, de la salud y control de propio cuerpo, y del dominio general sobre la naturaleza. Para ello, la especie humana dispondrá de instrumentos de eficacia muy superior a todo cuanto hasta ahora hemos conocido.

Sin embargo, ¿se habrá producido un cambio cualitativo en la naturaleza humana? La verdad es que, si nos atenemos con rigor a los datos que poseemos, a la naturaleza de la ciencia, a lo que conocemos sobre la ingeniería y lógica de los cyborgs y sobre las redes de computación externa, a nuestros conocimientos sobre la condición biológica y neurológica que está en la base del mundo psíquico y de las funciones de la mente humana, entonces parece que la respuesta es muy precisa:

a) la naturaleza humana tendrá evidentemente cambios evolutivos, pero permanecerá siendo en esencia la misma; b) el mundo de los cyborgs y de las redes de computación externa será una dimensión de realidad distinta, de la que el hombre podrá hacer un uso instrumental, pero que no será ontológicamente idéntica a la ontología humana y que, por tanto, nunca podrá ser integrada en una unidad ontológica nueva que pudiera dar lugar a una naturaleza humana cualitativamente diferente a la que hemos conocido hasta ahora.

La razón en que se funda la argumentación sobre la irreductibilidad entre la ontología del mundo de la computación y la ontología del mundo animal-humano es muy precisa: tanto las máquicas humanoides o cyborgs como las redes de computación externa, por ejemplo tal como las concibe Ray Kurzweil, son sistemas seriales o conexionistas (PDP) que funcionan de una forma mecánica y ciega, sin que haya la más mínima semejanza ontológica con los sistemas biológicos asociados evolutivamente a la sensibilidad-percepción-conciencia, a la existencia de sujetos psíquicos conscientes y la mente animal y humana. Todo esto son, sin embargo, cuestiones abiertas.

Redes externas de computación. El así llamado extended mind, es decir, la mente humana que amplía sus posibilidades de dominio del mundo por las redes externas de computación que acuden en apoyo tanto de las relaciones e interacciones sociales como en apoyo del conocimiento, ¿cómo influirá en el futuro de la evolución de la naturaleza humana? La red creada por el hombre podía ser resultado de un inevitable proceso determinista e inducir a un comportamiento dirigido, en el fondo determinista, mecánico y ciego. Quizá esto fuera conforme con la naturaleza humana si esta fuera un sistema determinista. Entonces sería más fácil el tender redes de dominación de los individuos.

Pero, si no lo fuera, si la mente fuera abierta, entonces una red que indujera a eliminar la flexibilidad abierta de la conducta humana podría conducir a empobrecer y limitar la existencia del hombre real. En todo caso la sociedad determinada cualitativamente por la red está necesitada de una nueva ética y esta se debe fundar en la defensa de la naturaleza humana, tal como realmente es.

La conferencia final del tercer núcleo está a cargo del Dr. Luciano Floridi de la Universidad de Oxford, presentada por la Dra. Sara Lumbreras del ICAI, Universidad Comillas. Para Floridi la nueva sociedad de la información necesita, en efecto, la existencia de una nueva ética que salvaguarde la libertad y la riqueza existencial del hombre. ¿Cómo quedaría afectada la ética en la nueva era de las tecnologías digitales? ¿Qué estructura ética sería adecuada a la era de la información?

Sería necesario perfilar la naturaleza y los objetivos de esta nueva ética de la información. Esta sería un nuevo campo filosófico de investigación que apuntaría al impacto ético de la información y de las tecnologías de la comunicación sobre la vida humana y sobre la sociedad. Podría argüirse que las tecnologías digitales podrían alentar e impulsar un acercamiento más espiritual al mundo y el esfuerzo por un cuidado de las cosas. Esto debería llevar a poner el Ser en el centro del discurso moral, que el profesor Floridi llama ontocentrismo.

Naturalización de la espiritualidad

Entramos finalmente en el núcleo cuarto del Simposio. La ponencia de este núcleo será defendida por el Dr. Jordi Font, de la Fundación Vidal i Barraquer, Universitat Ramón Llull y por la Dra. Camino Cañón de la Universidad Comillas, siendo presentados por el Dr. Francesc Grané de la Universitat Ramón Llull.

El núcleo temático de este núcleo describe un hecho fenomenológico cuya existencia es objeto de una observación social: la tendencia actual a vivir la espiritualidad como un proceso puramente natural, es decir, encerrado en la pura naturaleza, sin las connotaciones transcendentes que hasta ahora han sido propias de la espiritualidad. Esta naturalización parece una consecuencia de lo anterior.

Si el hombre tiene una naturaleza que no trasciende al mundo puramente físico, si el hombre tiene una naturaleza determinista, mecánica y ciega, si el sistema neuronal es igualmente mecánico y ciego, sin diferencia cualitativa con el mundo físico, si el positivismo tecnológico le hace ver que todos los problemas se resuelven y las redes de la sociedad del conocimiento lo encierran en un interés exclusivo por lo inmediato, entonces el hombre que busca el consuelo de la espiritualidad, del humanismo y de la belleza, lo hace de una forma puramente natural. Es la naturalización de la espiritualidad.

Sin embargo, como antes decíamos, qué sea la naturaleza humana es una cuestión por dilucidar. El hombre es físico, pero nuestra experiencia nos dice que en nosotros hay algo que supone una forma de ser real distinta del mundo puramente físico, mecánico y ciego, del que, por otra parte, sin duda formamos parte. La neurología no nos ofrece necesariamente una imagen cerrada de las funciones de la mente y del hombre en general. El hombre real está abierto a configurar creativamente su vida: es verdad que puede orientar su vida hacia una naturalización de la espiritualidad; pero no necesariamente porque muchos hombres, como muestra nuestra experiencia personal y social, viven su espiritualidad en apertura a dimensiones de la realidad que desbordan el puro mundo y abren a lo metafísico, al más allá.

Por tanto, puede accederse al ser humano por una experiencia fenomenológica. Podemos describir la actividad racional de la mente humana, cómo ha creado la ciencia y la cultura, podemos ponderar el maravilloso mundo de los sentimientos y las emociones, en un marco individual y social, podemos sentir el drama de la vida, las angustias del hombre en el trabajo para el dominio del mundo, el dolor por las relaciones interhumanas, en la amistad y en el amor, podemos describir cómo en el arte, la poesía, la literatura, la religión, la filosofía, el mismo hombre ha reflexionado sobre la belleza y el dramatismo de su extraña condición racio-emocional aparecida en el proceso evolutivo del universo.

Es evidente, pues, que cuando el hombre –al margen de la ciencia y de los complejos conocimientos que esta ha producido– reflexiona directamente sobre sí mismo (sobre el fenómeno o aparecer de sí mismo) queda impresionado por la grandeza de la persona humana y de la riqueza de cuanto ha producido en la historia.

Desde el orgullo por la condición humana, al mirar hacia atrás en el proceso evolutivo, es explicable que el hombre se entienda como muy superior al mundo animal, al puro mundo de la vida, y no digamos al mundo de la materia, de los seres físicos, sin vida. El hombre además es consciente de que por su razón-emocional se pregunta por el sentido de la vida y por lo metafísico. El más allá alberga conjeturas sobre un mundo transcendente, más allá de lo inmediato que pudiera incluso responder a las esperanzas religiosas.

Por ello es explicable que el hombre –acentuando su dignidad y superioridad personal frente al resto del universo– haya tendido a considerarse algo distinto al puro mundo “material”. Pero al conocer hoy al hombre en el marco de los conocimientos producidos por la ciencia, en el marco del paradigma evolutivo, sabemos que no podemos dejar de afirmar la unidad ontológica del proceso evolutivo, la unidad de la naturaleza. No tenemos alternativa científica, y por ello antropológica y filosófica. El universo fue puramente físico durante miles de millones de años.

De ese universo emergió la vida. En la vida apareció la sensibilidad-conciencia que llevó evolutivamente a conformar la mente animal y después la mente humana. El hombre, con toda la riqueza que constatamos en nuestra experiencia fenomenológica, individual y social, es resultado evolutivo de un proceso en el que la materia “da de sí” (en expresión zubiriana) lo que en alguna manera debe de estar posibilitado por la ontología primordial de la materia, ya que de ella surgió la vida, la conciencia, la psique, y en definitiva el mundo racio-emocional del hombre. Es verdad que somos distintos. Es verdad que el modo de ser real propio del hombre no puede reducirse al modo de ser real de los animales, y mucho menos del mundo físico de la pura materia. Pero no es menos verdad que la ciencia nos impone hoy aceptar que formamos parte de un proceso evolutivo unitario que no tiene alternativa.

Esto quiere decir que para entender cuáles son las causas de la belleza de ese sorprendente mundo de la condición humana debemos referirnos a la física, a la biología evolutiva, a la neurología. Una cosa no quita la otra. Querer construir una imagen del hombre al margen de la ciencia es posible, sobre todo para el arte, la poesía, la literatura, pero es improcedente para la filosofía, que por principio aspira a una visión racional del universo y del hombre.

Naturaleza Humana 2.0: un cúmulo de preguntas abiertas

El despliegue de este proyecto a lo largo de más de tres años ha permitido profundizar sin duda en muchas cuestiones en un marco interdisciplinar. Sin embargo, han sido también muchas las cuestiones que han quedado abiertas a la espera de ulteriores estudios que quizá tampoco podrán llegar al final.

El Simposio conclusivo de este proyecto, los días 11, 12, 13 de febrero, dejará también intuiciones fecundas, pero igualmente preguntas abiertas cuya respuesta no sabemos cuándo podrá darse. Quienes se interesen por este cúmulo de informaciones, resultados científicos, reflexiones filosóficas y preguntas abiertas, están invitados a participar en la recapitulación final del proyecto, como decimos, en el Simposio del 11-13 febrero próximo.

 
Artículo elaborado por Javier Monserrat, Universidad Autónoma de Madrid, Cátedra CTR y coeditor de Tendencias21 de las Religiones.     



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