“Naturaleza de la novela” para no iniciados, de Luis Goytisolo

Anagrama publica un ensayo sobre narrativa poco original, aunque con algunos puntos de interés


El premio Anagrama de Ensayo del presente año 2013 fue concedido al novelista Luis Goytisolo por su obra, “Naturaleza de la novela”, una obra divulgativa para no iniciados que gana algo de interés sólo al final, con algunas reflexiones reseñables sobre los vínculos entre la narrativa y la Biblia o sobre la agonía actual de la novela. Por Miguel Arnas Coronado.




El premio Anagrama de Ensayo del presente año 2013 le ha sido concedido al novelista Luis Goytisolo por su obra, Naturaleza de la novela, que ha sido inmediatamente publicada en el mismo sello editorial.

Sabido es que en España se conceden los premios a nombres, lo que por supuesto no es óbice para que las obras premiadas puedan ser de calidad. En este caso, se mantiene un cierto equilibrio entre el interés editorial de contar con un nombre prestigioso y un producto digno de leerse aunque, tal vez, y como a continuación mostraré, la obra podría haberse reducido de 180 a 20 páginas.

No ha sido Luis Goytisolo, al revés que su hermano Juan, pródigo en ensayos ni literarios ni sociológicos. Sí puede y debe hablarse de ambos hermanos como dos grandes de la novela española de la segunda mitad del siglo XX.

De Luis sería redundante hablar de la grandeza de su cuatrilogía Antagonía, tal vez una de las obras más enormes de esa novelística de la inmediata transición y aun de algún año antes, pues Recuento (la 1ª novela de dicho ciclo) apareció en marzo del 75, contradiciendo en algo aquello tan manido de que la censura en todo el franquismo fue feroz y demostrando cómo al final se relajó tanto que, quizá con un por si acaso, se le escaparon, voluntaria o involuntariamente, las mejores.

Repaso divulgativo

En Naturaleza de la novela, el autor hace un repaso a toda la novelística o la narrativa extensa desde Platón hasta Faulkner, repaso que no es más que resumen o divulgación de otros ensayos ya hechos por críticos o historiadores de la literatura comparada.

Dicho con menos diplomacia, las 150 primeras páginas son adecuadas para quien apenas haya leído nada sobre novelística, pero repetitivas para quien conozca la obra de Steiner, Wilson, Bloom, Ortega, etc., autores a los que Goytisolo de hecho agradece al final del libro sus reflexiones literarias o histórico-culturales, con lo que parece justificar esa repetición o resumen de opiniones ajenas.

El sistema que utiliza es simple: elige fragmentos de esas obras y comenta el estilo y el truco narrativo, en rápida ojeada sobre la evolución de la narratividad por extenso (en ningún momento pretende meterse con el género cuentístico, que ocuparía otro ámbito).

Sin embargo, es en las últimas 20 ó 30 páginas donde el autor aporta algo nuevo y francamente interesante, y lo hace tocando tres aspectos claramente diferenciados.

Novelística bíblica o evangélica

El primero es muy sorpresivo para un lector medio, pues divide la novelística en bíblica y evangélica. Sorpresivo y curioso porque, considerando Antiguo y Nuevo Testamento como dos narraciones, digamos míticas, en ellos basa buena parte de la cultura occidental y asienta todo su estudio sobre la novela.

Goytisolo clasifica las narraciones como proclives al Antiguo Testamento o bíblicas si tienen “tendencia a remitirnos a un plano superior que, a modo de fresco ilustrativo desplegado allá en lo alto, se abate sobre los personajes en forma de inapelable código de conducta”; y si cuentan con un “tono… más remoto e intimidatorio… incluso cuando se refieren a una realidad perfectamente verosímil”.

Las clasificables como evangélicas o tendentes al Nuevo Testamento serían aquéllas centradas “más bien en la misión o tarea que emprende el protagonista, una prueba tan dura como insoslayable si quiere alcanzar el objetivo propuesto”; o aquéllas que tienen un “tono que nos hace más familiar o próximo lo narrado -por ajeno que sea a nuestra manera de ser y a nuestra vida cotidiana-“

El autor también clarifica que podría hablarse de un anclaje en el pasado en el caso de las narraciones bíblicas, y de una proyección hacia el futuro en el de las evangélicas.

Faulkner sería, por tanto, claramente bíblico, en tanto que Proust sería evangélico. ¿Discutible?, seguramente, pero también enriquecedor, por eso precisamente es discutible. ¿O es que estamos en un tiempo fanático donde todo lo que se refiera a asuntos religiosos no debe discutirse y ni tan siquiera considerarse?

Sobre la agonía de la novela

El segundo aspecto destacable en estas últimas páginas interesantes es la reflexión sobre la agonía de la novela como género. Anteponiendo el caso de la defunción por falta de interés de géneros como el épico o los libros de caballerías, Goytisolo cuenta cómo el género novelístico [1] agoniza no por falta de novelas sino por falta de lectores -más proclives a seguir las campañas publicitarias de editores que apuestan por la venta fácil de productos de baja calidad- y por el hecho de que la novela requiere cierta cultura, asunto éste en horas bajas.

La razón, apunta (creo que bien): todos aquellos principios ilustrados y enciclopédicos sobre la educación democrática y popular están en franco retroceso y fracasando estrepitosamente. Y no porque la educación democrática y popular no sea conveniente, que lo es, sino porque al parecer entraña una rebaja de conceptos que hace que el interés se desplace desde lecturas reflexivas a irreflexivas acciones en pantallas electrónicas de diverso calibre.

Se me dirá que poco tiene que ver la enseñanza con esas pantallas, pero si al Estado le incumbiese de veras la enseñanza pública pondría las máximas pegas a ese desinterés que implican… Pero la discusión sobre este tema afecta a otro tipo de escrito o estudio.

Acuñación de un nuevo término: suprarrelato

Y el tercero y último aspecto interesante hallado en estas páginas es la acuñación de un término: suprarrelato, “que hay que centrarlo… en la percepción subjetiva que cada lector extraiga del relato, algo que reside no tanto en lo evocado cuanto en las palabras utilizadas para evocarlo, las únicas con las que se puede decir debidamente lo que se ha dicho. Una evocación susceptible de provocar en el lector una descarga emocional equiparable a la que es capaz de generar, de súbito, determinada pieza de música”.

El término “suparrelato” es acuñado como contraposición al término de T. S. Eliot, “correlato objetivo”, aunque es una contraposición moderada pues lo describe como “ligeramente distinto”.

A modo de conclusión, diremos que Naturaleza de la novela no es un ensayo para versados que conocen otras obras de literatura comparada, pero sí es cierto que gana en sus últimas páginas, gracias a estos tres aspectos mencionados, y más teniendo en cuenta que se detiene en esa narrativa de la inmediata post segunda gran guerra, olvidando el postmodernismo norteamericano, el realismo mágico -aunque lo nombre-, la novelística de Sebald y otros o el nouveau roman, aunque también los nombre; así como los intentos postmodernos españoles que introducen todo el ruido de fondo de los últimos medios electrónicos: blogs, esemeses, tuiters, correos electrónicos, etc.

Con todo, queda en alto la sospecha de si el premio no habrá sido concedido a un nombre más que a una obra, y más sabiendo que quedó finalista Jorge Carrión, un crítico cuya obra extraordinaria está en prestigiosas revistas como Quimera o Letras Libres, pero con menos apellido que el premiado.

Nota:

[1] Aquí deja aparte el bestseller, que explica desde la extensión de historietas basadas principalmente en las sucesivas deformaciones de la mitología germánica. Desde luego, ahí no está todo, porque olvida las dichosas Sombras de Grey en las que lo que se genera no es testosterona por la guerra contra monstruos y endriagos sino el esmegma de damiselas sexualmente aburridas.


Miércoles, 10 de Julio 2013
Miguel Arnas Coronado
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